Consecuencias del pecado oculto
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· 65 viewsEl pecado de Acán nos enseña que no hay nada oculto para Dios, y el pecado tiene consecuencias para todos.
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Consecuencias del pecado oculto
Consecuencias del pecado oculto
Josué 7:10–12
“10Y Jehová dijo a Josué: Levántate; ¿por qué te postras así sobre tu rostro? 11Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo les mandé; y también han tomado del anatema, y hasta han hurtado, han mentido, y aun lo han guardado entre sus enseres. 12Por esto los hijos de Israel no podrán hacer frente a sus enemigos, sino que delante de sus enemigos volverán la espalda, por cuanto han venido a ser anatema; ni estaré más con vosotros, si no destruyereis el anatema de en medio de vosotros.”
Introducción
Introducción
Cuando nuestras oraciones no son escuchadas, las angustias aumentan y se pierde la paz y el gozo, solo existe una razón que es la raíz de nuestra desgracia, y es “el pecado oculto”.
El pecado es ofensa contra Dios que nos aleja de su presencia (Romanos 3:23 “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,”)
Dios ordena a Josué conquistar Jericó, pero les ordena abstenerse de tomar para si cosa alguna, todo debía ser destruido.
Josué 6:18 “Pero vosotros guardaos del anatema; ni toquéis, ni toméis alguna cosa del anatema, no sea que hagáis anatema el campamento de Israel, y lo turbéis.”
Anatema: Ofrenda consagrada a Dios para destrucción.
Acán (perturbador), desobedeció al tomar de lo que pertenecía a Dios y trató de ocultar su pecado.
El Pecado de Acán
El Pecado de Acán
Josué 7:21 “Pues vi entre los despojos un manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata, y un lingote de oro de peso de cincuenta siclos, lo cual codicié y tomé; y he aquí que está escondido bajo tierra en medio de mi tienda, y el dinero debajo de ello.”
Mientras tomaban Jericó, Acán vio, codició y tomó un manto babilónico, 200 monedas de plata, un lingote de oro de 1 libra y los escondió bajo tierra en su tienda.
En su ignorancia creyó que nadie lo descubriría. Acán no conocía a Dios.
Hebreos 4:13 “Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.”
Quien actúa de esta manera no conoce a Dios, quizá ha escuchado de Él pero no ha creído, no se le ha revelado que es omnipresente y omnisciente.
Ananías y Safira creyeron podían ocultar sus intenciones y engañar a los apóstoles:
Hechos 5:1–2 “Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una heredad, y sustrajo del precio, sabiéndolo también su mujer; y trayendo sólo una parte, la puso a los pies de los apóstoles.”
Pero a Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo) no podía engañarlo)
Hechos 5:3–4 “Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios.”
De manera que quien le miente o engaña a su padre, cónyuge, pastor o líder, no lo hace al hombre sino a Dios.
La codicia conduce a otros pecados: El adulterio, robo, corrupción, asesinato, envidia, desobediencia, engaño, etc.
Mientras Acán ocultaba su pecado, el pueblo de Israel peleó contra Hai pero fueron derrotados muriendo 36 israelitas.
Una oración de reclamo
Una oración de reclamo
Todo el pueblo estaba consternado por la derrota.
Dios había prometido victoria sobre sus enemigos si obedecían su Palabra. Josué 1:8 “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.”
De manera que Josué hace una oración de reclamo a Dios, pues lo primero que pensó fue que Dios no cumplía su promesa.
Josué 7:7–9 “7Y Josué dijo: ¡Ah, Señor Jehová! ¿Por qué hiciste pasar a este pueblo el Jordán, para entregarnos en las manos de los amorreos, para que nos destruyan? ¡Ojalá nos hubiéramos quedado al otro lado del Jordán! 8¡Ay, Señor! ¿qué diré, ya que Israel ha vuelto la espalda delante de sus enemigos? 9Porque los cananeos y todos los moradores de la tierra oirán, y nos rodearán, y borrarán nuestro nombre de sobre la tierra; y entonces, ¿qué harás tú a tu grande nombre?”
La actitud normal del ser humano cuando se enfrenta a la derrota o la crisis es buscar culpables, algunas veces hasta nos atrevemos a culpar a Dios.
Pero antes de culpar debemos examinar nuestra vida y la de nuestra familia.
Dios es fiel en cumplir sus promesas, y si no las recibimos, el problema está en nosotros y no en Dios.
El hombre en su arrogancia se cree mejor que Dios, con derecho a reclamarle y cuestionarlo, no sabe que Dios es perfecto y nosotros imperfectos:
Romanos 9:20 “Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así?”
El hombre quiere los beneficios de Dios pero no quiere comprometerse con Él. Quiere seguir en pecado y obedecer su Palabra de Dios.
La respuesta de Dios
La respuesta de Dios
Josué estaba actuando como un necio al reclamarle a Dios.
Le revela que había pecado oculto en el pueblo: Josué 7:10-11 “Y Jehová dijo a Josué: Levántate; ¿por qué te postras así sobre tu rostro? Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo les mandé; y también han tomado del anatema, y hasta han hurtado, han mentido, y aun lo han guardado entre sus enseres.”
Dios le dice a Josué que en lugar de lamentarse debería clamar por revelación para saber cual era el problema en el pueblo.
Que nuestras oraciones incluyan revelación para conocer nuestros pecados:
Salmo 19:12 “¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos.”
Esta historia nos muestra que cuando hay pecado no confesado, las oraciones no serán recibidas ante Dios.
Fue necesario que Cristo muriera en la cruz para limpiarnos de pecado, si no renunciamos al pecado estamos rechazando a Cristo nuestro intercesor.
Dios no escuchará a los que consienten el pecado: Juan 9:31 “Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye.”
En ese caso Dios, no puede cumplir su promesa hasta que se arrepienta y confiese su pecado.
Conclusión
Conclusión
El pecado de Acán afectó a todo el pueblo.
El pecado afectará al pecador y a los que lo rodean.
Los que consienten el pecado son mal ejemplo a otros y se convierten en piedra de tropiezo.
Este pecado es condenado por Dios:
Lucas 17:1-2 “Dijo Jesús a sus discípulos: Imposible es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen! mejor le fuera que se le atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos.”
Acán debió confesar su pecado: Proverbios 28:13 “El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.”
En la ley Acán pagó con su vida, ahora en la gracia Cristo pagó por nosotros.
Podemos alcanzar perdón, salvación y vida eterna si acudimos a Él arrepentidos.
Juan 6:37 “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.”
En el caso del pueblo, debía santificarse para que fuera quitada la maldición:
Josué 7:13 “Levántate, santifica al pueblo, y di: Santificaos para mañana; porque Jehová el Dios de Israel dice así: Anatema hay en medio de ti, Israel; no podrás hacer frente a tus enemigos, hasta que hayáis quitado el anatema de en medio de vosotros.”
Este acontecimiento nos enseña:
No pretendas engañar a Dios cometiendo pecado y creyendo que no tendrá consecuencias. Gálatas 6:7 “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.”
Tú pecado puede afectar también a tu familia, iglesia y comunidad.
Debes confesar tu pecado, si es necesario retribuir debes hacerlo y debes santificarte por la Palabra, la oración y la comunión.
Si estas en una situación de pecado, recuerda que siempre puedes encontrar perdón en Cristo:
1 Juan 2:1 “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.”
Es la única manera de borrar toda maldición que impide la bendición de Dios.