Ser santos en toda nuestra manera de vivir

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1.0 Titulo:

Ser santos en toda nuestra manera de vivir

2.0- Texto del Sermón

1 Pedro 1:13–16“Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado;como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia;sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir;porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.”

3.0- Acerca del Texto:

El texto base para esta predicación es 1 Pedro 1:13-16. En este pasaje, el apóstol Pedro exhorta a los creyentes a vivir en santidad, siguiendo el ejemplo de Dios, quien es santo. Pedro llama a sus lectores a ser sobrios, a fijar su esperanza completamente en la gracia que será manifestada en la revelación de Jesucristo, y a no conformarse a los deseos que antes tenían cuando vivían en ignorancia. En lugar de ello, deben ser santos en toda su conducta, reflejando el carácter santo de Dios, quien los ha llamado. Este texto subraya la importancia de una vida transformada y dedicada a Dios, en respuesta a la gracia que hemos recibido a través de Cristo.

4.0- Propósito del Sermón

El propósito de este sermón es exhortar a la congregación a vivir una vida de santidad, basada en la enseñanza de 1 Pedro 1:13-16. Se busca que los oyentes comprendan la importancia de reflejar la santidad de Dios en todas las áreas de sus vidas, estando siempre preparados para la manifestación de Jesucristo y viviendo sin favoritismos, tal como Dios es imparcial. A través de este mensaje, se pretende que los creyentes se sientan motivados a examinar sus vidas y a alinearlas con el llamado divino a la santidad.

5.0- Declaración del discurso

Hoy nos adentramos en la exhortación del apóstol Pedro a ser santos en toda nuestra manera de vivir.

6.0- Objetivo del Sermon

El objetivo de este sermón es que cada creyente reconozca la santidad como una vocación esencial y activa en su vida diaria. Se busca que los oyentes se comprometan a vivir con integridad, reflejando la santidad de Dios en todas sus acciones, pensamientos y palabras. Además, se espera que desarrollen un sentido de preparación constante para la segunda venida de Cristo, y que vivan con una justicia imparcial que refleja el carácter de Dios, siendo conscientes de su llamado a la santidad en un mundo que necesita ver el ejemplo vivo de Cristo en su pueblo.

7.0- Introducción

1 Pedro 1:13–16“Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado;como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia;sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir;porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.”

8.0- Desarrollo

8.1. La Santidad de Dios y la santidad de su pueblo

La santidad de Dios es un atributo fundamental que lo separa de todo lo creado. Esta santidad no solo se refiere a la pureza moral, sino a la trascendencia absoluta de Dios sobre toda la creación. Cuando se nos llama a ser santos, es un llamado a participar en esta separación del pecado y dedicarnos enteramente a Dios. La santidad del pueblo de Dios es, por lo tanto, un reflejo de la santidad de Dios mismo, y es una respuesta a su carácter y a la relación de pacto que Él ha establecido con nosotros.
Efesios 1:4 “según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él,”
1 Tesalonicenses 4:7 “Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación.”
1 Corintios 1:2 “a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro:”
El concepto de santidad en el judaísmo está profundamente arraigado en la idea de "Kedushá" (קְדֻשָּׁה), que implica separación y dedicación a Dios. Como dice el Midrash, "Kedoshim Tihyu, porque santo es vuestro Dios. Como Dios es santo, así también vosotros debéis ser santos" (Vayikra Rabbah 24:9). Esta enseñanza subraya que la santidad no es solo una característica divina, sino una llamada a su pueblo para que se distingan y reflejen la pureza y la justicia de Dios en sus vidas.

8.2. Estar siempre listos (para la manifestación de Jesucristo)

La teología cristiana enseña que la segunda venida de Cristo es inminente y que los creyentes deben vivir en un estado de constante preparación. Este estado de vigilancia no es solo una espera pasiva, sino una vida activa de santidad, obediencia y servicio, siempre listos para encontrarnos con nuestro Señor. Estar listos implica que nuestras vidas reflejen la expectativa de Su regreso, viviendo de manera que podamos ser hallados irreprensibles cuando Él se manifieste.
Mateo 24:44 “Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis.”
Mateo 25:13 “Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir.”
1 Tesalonicenses 5:6 “Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios.”
2 Pedro 3:14 “Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz.”
Filipenses 3:20–21“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”
En el Pirkei Avot (2:15), se dice: "El Rabí Tarfon decía: El día es corto, la tarea es grande, los obreros son perezosos, la recompensa es abundante y el Amo de la casa es insistente." Esta enseñanza nos recuerda la urgencia de estar siempre preparados y activos en la obra del Señor, conscientes de que su manifestación puede ser en cualquier momento.

8.3. El Dios que no hace acepción de personas

Dios es imparcial y justo en todos sus caminos. La imparcialidad de Dios es una afirmación de su carácter justo y equitativo, lo que significa que Él juzga a cada persona según su corazón y sus acciones, no por su posición social, raza o cualquier otro factor externo. Este atributo de Dios nos desafía a vivir sin favoritismos ni prejuicios, reflejando su justicia en nuestras relaciones y en la comunidad de fe. La santidad que se nos demanda es una santidad que trasciende barreras humanas y refleja la universalidad del amor y la justicia de Dios.
Deuteronomio 10:17 “Porque Jehová vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible, que no hace acepción de personas, ni toma cohecho;”
Hechos de los Apóstoles 10:34–35“Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia.”
Colosenses 3:25 “Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas.”
Romanos 2:11 “porque no hay acepción de personas para con Dios.”
El Talmud (Shabbat 127b) enseña que "Todas las personas son iguales a los ojos de Dios, ya que Él no hace distinciones basadas en la posición social, sino en la justicia y la rectitud". Esta enseñanza enfatiza que la santidad y la justicia que Dios demanda están disponibles para todos, sin importar su origen o estatus.

9.0- Conclusión:

El llamado a ser santos en toda nuestra manera de vivir es una respuesta a la santidad de Dios.
Como hemos visto en las tres secciones, Dios nos invita a reflejar Su santidad en nuestras vidas diarias, preparándonos diligentemente para la venida de Jesucristo, y viviendo con la plena conciencia de que Él no hace acepción de personas.
Este pasaje de 1 Pedro 1:13-16 nos llama a una vida de santidad activa, una santidad que se manifiesta en cada pensamiento, palabra y acción, mostrando al mundo el carácter justo y santo de nuestro Dios.
Que al comprender este llamado, respondamos con vidas dedicadas, justas, y siempre preparadas para el encuentro con nuestro Señor.
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