La grandeza de la humildad

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Introducción:
Considera por un momento este pasaje dirigido a los líderes de la iglesia:
1 Pedro 5:1–5 RVR60
Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria. Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes.
Pedro se estaba dirigiendo a cristianos que enfrentaban la persecución y diferentes tipos de dificultades. Estaban en problemas. No los alienta con promesas falsas ni un positivismo vacío, sino que los anima a perseverar en medio de sus problemas. Cobra aliento, porque estas palabras son también para ti.
En medio de su enseñanza, Pedro incluye instrucciones en cuanto a cómo funcionar como la iglesia del Señor, presentando instrucciones para los líderes. Luego anima también a los más jóvenes, o a los que están bajo el ministerio de los ancianos, que se sujeten, que permanezcan en orden.
Y entonces cita este texto:
Proverbios 3:34 RVR60
Ciertamente él escarnecerá a los escarnecedores, Y a los humildes dará gracia.
Vivimos en el tiempo en que se nos anima muchas veces a llenarnos de orgullo. Inclusive aquello que hasta hace algún tiempo era motivo de vergüenza, hoy en día es presentado como orgullo. En medio de eso, Dios nos invita a ser humildes.
Mateo 23:12 RVR60
Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
Esto no quiere decir que dejes que los demás te pisoteen o abusen de ti. Es delante de Dios que debemos humillarnos.
Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes.
¿De cuáles quieres ser tú?
Pero entonces, presta atención a la enseñanza que continúa:
1 Pedro 5:6–11 RVR60
Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca. A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.
1 Pedro 5:6 RVR60
Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo;
Humíllate. Cuando todo salga mal, humíllate. Cuando lo has intentado todo y nada funcionó, humíllate. Cuando tus fuerzas lleguen a su límite y no logres entender qué vendrá después, humíllate. Y cuando te humilles, toma la deliberada decisión de humillarte bajo la poderosa mano de Dios. Hacerlo implica reconocer que Él es el poderoso, el sabio, y no tú. Él aún tiene el control cuando tú lo has perdido.
No es fácil humillarse, porque nuestra tendencia es luchar. Es más, vivimos en una sociedad que nos exhorta constantemente a no rendirnos, a seguir intentándolo, a no dejarnos superar por nada. Todos quieren superarse, mejorar, salir adelante. Nadie quiere humillarse. A veces humillarse implica recibir burlas injustificadas, ser tratados con injusticia, dejar que el injusto se salga con la suya. Pero, ¿puede Dios querer que nos humillemos?
Considera por un momento a Jesús (¿no son esas las propias palabras de Fil. 2:5-11?). ¿Qué te parece que habrá sentido el Maestro frente a un hombre como Poncio Pilatos esgrimiendo ante él su poder de perdonarle la vida o condenarlo a muerte? ¿Qué habrá sentido cuando lo abofeteaban y le proponían que profetizara quién lo había hecho? ¿No hubiera alcanzado un pensamiento de Jesús para dispersar por el universo las moléculas de quienes lo molestaban? ¿Qué habrá sentido cuando los soldados se inclinaban ante él en son de burla, le golpeaban la cabeza, le colocaban la corona de espinas y lo desfiguraban a golpes? ¿A ti te parece que él merecía aquello? ¿No te parece que aquello fue la mayor manifestación de humillación personal que ha conocido la historia? Se podría haber levantado en medio de ellos, diciéndoles: "Yo te creé, conozco tus pensamientos, tus quebrantos, tus secretos y los episodios más vergonzosos de tu existencia. Con un solo movimiento de mi mano, fuerzas que nunca siquiera te has imaginado pueden dejarte desnudo e indefenso, sin manos ni pies". Pero no lo hizo así. Calló. Esperó. Se humilló.
El que se humilló hasta lo más bajo es el mismo que te va a sostener en tu momento de humillación. No le temas a la humillación. Jesús pasó por ahí, y a través de ella nos mostró el camino hacia la victoria. Así que humíllate. Toma la decisión de humillarte.
La presencia de esta orden en la Palabra de Dios implica la necesidad de un acto de obediencia de nuestra parte. Humillarse no es la condición a la que uno llega cuando las circunstancias no nos han dejado otra alternativa. No es algo que solo ocurre. Es algo que tú decides, es tu acto deliberado de rendición, de entrega. Es el momento de adoración delante de Dios en el que llegas a decir: "Dios, me rindo ante ti, te entrego todo, me someto sin reservas".
La mano de Dios es poderosa, y lo sabes. Pero de igual manera, algunas veces en tu vida has escogido luchar contra ella, resistir su obra, porfiar. Esta vez no lo vuelvas a hacer.
Renuncia a tus intentos de exaltarte, o de buscar exaltación y reconocimiento en cualquiera que no sea Dios. Humíllate bajo su mano para que sea Él quien te exalte cuando corresponda. No hay punto de comparación entre la exaltación y el reconocimiento que puedes lograr por la promoción de tus éxitos y virtudes, y la exaltación que viene de Dios. Cuando Dios te exalta, tu espíritu y el de quienes te rodean escuchan aquella voz del cielo que dice: "Este es mi amado hijo (mi hija amada) y cuenta con mi aprobación y apoyo".
Dios es quien tiene el poder para exaltarte, aunque eso tal vez no ocurra justo en este instante. Sucederá a su debido tiempo. Dios tiene un reloj, una agenda, y está desarrollando un plan en el que ha incluido tu vida. No te desesperes, aunque sus tiempos no sean los tuyos. No desmayes porque Dios es quien conoce qué es lo mejor para ti y para los tuyos, y cuál es el mejor tiempo. Reconoce lo limitado de tu perspectiva, y que es muy probable que lo que tú consideras oportuno en realidad no lo sea, que lo que tú crees que es lo mejor tal vez no lo sea. Solo humíllate y confía.
Dios sabe. Dios te ama. Puedes confiar en él. Descansa en Él.
1 Pedro 5:7 RVR60
echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.
Dios conoce la ansiedad que inunda tu corazón cuando te azotan las tormentas de la vida. Pero Él no las va a quitar de allí espontáneamente, porque su intención es que trates con Él, que te acerques a Él, que vivas tu vida en una relación fluida y continua con Él.
Recordemos
Filipenses 4:6–7 RVR60
Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
La ansiedad es uno de esos males a los que pareciera que nadie escapa. Nos preocupa nuestra salud y la de quienes ocupan un lugar de privilegio en nuestro corazón. Los vaivenes de la economía nos sobrecargan y hay momentos en los que nuestra mente pareciera tener una sobrecarga, sin poder parar de pensar en busca de una solución. Nuestro corazón se llena de temores, por la violencia, por la injusticia, por los accidentes, ¡por tantas cosas!
Por medio de Pedro, Dios nos manda tomar nuestra ansiedad como si fuera una carga material, separarla de nuestro corazón (o nuestros hombros) y echarla (o depositarla) sobre Él. Dios es lo suficientemente grande y fuerte como para sostener tu carga, y en su gracia te ha invitado a entregársela confiadamente. ¿No es lo que Jesús dijo al invitarnos a ir a Él porque nos daría descanso (Mat. 11:28-30)? Si Dios ha insistido tanto en transmitirnos esta verdad, es porque la opción de atravesar las situaciones de la vida sin ser aplastado por las cargas es una realidad.
Dios te cuida, ¿lo sabías? Sí, es probable que sí lo supieras, y sin embargo necesitas volver a recordarlo todos los días. Sabemos que Dios nos cuida, y sin embargo volvemos a tomar las riendas de nuestras situaciones, tratando de encontrar soluciones por nuestros propios medios. ¿Recuerdas lo que enseñaba Jesús con respecto a la preocupación (Mat. 6:25-34)? Tú vales más que las aves del cielo y las flores del campo. Si Dios estuvo dispuesto a pagar el precio de la sangre de su Hijo por tu vida, ¿no crees que también se hará cargo de todo lo que hay en tu vida (Rom. 8:32)?
¿Qué te preocupa en este tiempo? ¿Qué te carga? Dios te está diciendo que a Él le importa, que también cuida ese aspecto de tu vida. No sigas con esa carga que te está haciendo daño. Entrégasela a Dios y confía en Él. Hazlo ahora. Él te cuida.
1 Pedro 5:8 RVR60
Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar;
¡Es tan fácil dejarse llevar! Cualquiera de nosotros puede vivir su vida simplemente dejándose llevar por la corriente, pero la Palabra de Dios te ofrece otra alternativa. Practica el dominio propio (sé sobrio). No te eches al abandono. Evita las cosas que adormezcan tus sentidos. Mantente alerta, en pleno ejercicio de tus facultades.
¿Por qué? ¿Qué te amenaza? El diablo, tu enemigo, anda a tu alrededor como león rugiente, buscando a quien devorar. Suena amenazante y peligroso. Pero observa que Dios no nos propone que nos asustemos, que nos escondamos, que nos llenemos de miedo. Lo que sí se nos propone es que no nos dejemos tomar por sorpresa.
Vivimos en medio de una sociedad que ha asumido la actitud de considerar al diablo una fábula ridícula que fuera utilizada en algún tiempo para manipular a los ingenuos. Lamentablemente el hecho de que la realidad de la guerra espiritual fue mal utilizada en algunos períodos de la historia para beneficio de algunos es una verdad histórica. Y tristemente eso ha provocado que hoy en día el conflicto espiritual sea dejado de lado como una caricatura sin sentido. Tal actitud adormece los sentidos de las personas que terminan siendo inconscientemente subyugadas bajo los poderes espirituales.
Los cristianos a veces podemos atravesar las circunstancias de la vida como si el conflicto espiritual no existiera, como lo hace todo el mundo. Y ese es un error bastante serio. La Biblia no se propone "asustarnos" ni manipularnos con esta cuestión del diablo, sino que apunta a advertirnos de lo que está ocurriendo a nuestro alrededor. En lo que ocurre en tu vida y en tu contexto hay más de lo que puede ser percibido a simple vista.
El peligro consiste en que podemos dejar que nuestros sentidos se adormezcan, podemos dejar de vigilar. Este es un llamado para que no lo hagas, una especie de pellizcón espiritual para llamarte a la vigilia, una convocatoria de Dios a la militancia activa en sus filas. No vivas como si no hubiera un conflicto espiritual, al contrario, mantente alerta, porque existe un enemigo que está dispuesto a aprovechar cualquier oportunidad para hacerte daño o hacerte tropezar.
¡Despierta! Considera lo que ocurre, ora, busca a Dios.
1 Pedro 5:9 RVR60
al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo.
La Palabra nos exhorta a enfrentar al diablo como tal y resistirlo con firmeza. Esto no implica un menosprecio, pero tampoco se nos propone que asumamos una actitud de derrota. El diablo es un enemigo formidable que no en vano tiene sujeta a la mayor parte de la humanidad bajo su autoridad, pero la liberación que Dios nos proveyó en Cristo Jesús nos colocó en una posición espiritual privilegiada (Ef. 2:1-7), fuera del alcance de la autoridad del diablo. Esto es mucho más que un concepto o una analogía: es nuestra realidad espiritual.
¿Te das cuenta de esto? Los cristianos somos las únicas personas en el planeta que podemos decirle un rotundo "¡No!" a Satanás y que sea respetado. El resto de la gente, los que no tienen a Cristo, están bajo su autoridad (1 Juan 5:19). Pueden negociar o cambiar una conducta públicamente vergonzosa por una aparentemente correcta que esconde otras facetas de la vida, pero no pueden escapar a su dominio. Nosotros sí, y a veces no lo hacemos.
Sería interesante que dedicaras un momento a orar por esto. ¿En qué áreas de tu vida no has estado ejerciendo esta autoridad que Dios te ha dado? Tienes el poder para decirle que no a Satanás, y él no podrá contradecirte. ¿Percibes la presencia de tu enemigo espiritual rondando a tu alrededor? ¿Lo ves influyendo en tus circunstancias, manifestándose en tus relaciones, colándose sutilmente en tus pensamientos? No es algo que puedas dejar para después. Este es el momento en que tienes que esgrimir la autoridad que Dios te ha dado y decir: "Te resisto en el nombre de Jesús, Satanás. Rechazo tus obras, tus presiones, tus ideas".
Esto que te ocurre no es algo exclusivo, no solo te pasa a ti. Tus hermanos en todo el mundo enfrentan el mismo tipo de conflicto espiritual. Que el enemigo encuentre un bloque de resistencia, en ti y en tus hermanos.
1 Pedro 5:10 RVR60
Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.
El sufrimiento es parte de la vida, parte de tu vida. En realidad los cristianos tenemos más razones para enfrentar dificultades que el resto de los mortales. Pero ningún problema, sufrimiento, carga o tristeza es interminable. Los padecimientos, las dificultades, son por un poco de tiempo. Dios tiene el reloj que marca el principio y el fin de nuestros sufrimientos. Aún en aquellas circunstancias en las que no logramos ver el fin del dolor, aún cuando no podamos ver la luz al final del oscuro túnel que estamos atravesando, Dios tiene marcado un punto final para la dificultad, y quiere sacarnos de ella renovados, fortalecidos, crecidos espiritualmente y capaces de servirle de una manera mucho más eficaz. Cuando Dios dijo que dispone todas las cosas para bien de los que lo aman (Rom. 8:28), lo dijo en serio.
¿Qué te está ocurriendo en este tiempo? No lo entiendes ahora, pero es por tu bien. Humíllate bajo la poderosa mano de Dios, resiste al diablo y no le des espacio en tu vida, y espera con confianza. Dios está allí, tomándote de la mano, alentándote, siendo el pastor de tu alma mientras atraviesas el valle oscuro. Dios es el Dios de toda gracia, el que se deleita en cubrirnos de favores, riquezas y bendiciones que no merecemos, pero que su Hijo ganó para nosotros, y Él nos llamó a su gloria eterna en Cristo. Dios te llamó y tú le respondiste; ahora caminas con Él.
Mira lo que Dios hará contigo una vez que termine la confusión, la vergüenza, la tristeza, el dolor: te restaurará y te hará fuerte, firme y estable. Vuelve a leer estos versículos; no estás leyendo un trozo de poesía, sino las promesas de Dios para ti, esas palabras que son garantía de seguridad y cumplimiento, porque Dios no es hombre para que mienta (Núm. 23:19). Así que cobra ánimo, aférrate todavía con más tenacidad a la mano de tu Padre celestial, resiste al diablo y sigue adelante.
Algunas veces escuché la frase "Lo mejor está por venir" en boca de políticos, personas que no podían asegurarle a nadie que estarían vivos al día siguiente. Me sonó a promesa vacía con sabor a mentira, a demagogia, a anzuelos que endulzan el oído para obtener beneficios personales. Pero cuando Dios me dice - y es lo que me está prometiendo con estas palabras - que lo mejor está por venir, le creo con todo mi corazón, y mi alma prorrumpe en alabanzas.
No necesitas entenderlo, pero puedes confiar. En eso consiste la fe, que es el combustible de tu vida (Heb. 11:1; Rom. 1:17; Hab. 2:4).
1 Pedro 5:11 RVR60
A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.
Luego de todo lo considerado, ¿queda otra alternativa aparte de adorarle? ¡A Él sea el poder! ¿Amén?
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