1. ¿Cómo acercarnos debidamente a la Mesa del Señor?

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Servicio Preparatorio para la Cena del Señor 23/08/24

· Salmo 23
· Oración de invocación y confesión
· Salmo 27
· Lectura de la Sagrada Escritura: Juan 6:25-59
· Predicación de la Palabra del Señor
· Salmo 32
· Oración
· Bendición pastoral

Introducción

Amados… en esta noche deseo comenzar con una pregunta muy importante:
¿Nos ofrece Cristo Su cuerpo y Su sangre en la Cena?

XXIX.1 Nuestro Señor Jesús, la noche en que fue traicionado, instituyó el sacramento de su cuerpo y sangre, llamado la Santa Cena. Este sacramento debe ser observado en su iglesia hasta el fin del mundo con el propósito de conmemorar perpetuamente el sacrifico de sí mismo en su muerte, para sellar en los verdaderos creyentes todos los beneficios de la misma, para su nutrición espiritual y crecimiento en Él, para mayor compromiso en y hacia todas las obligaciones que a Él le deben, y para ser un lazo y una garantía de su comunión con Él, y de los unos con los otros, como miembros de su cuerpo místico.

Entonces, ¡con qué solemne preparación debemos acercarnos a tan sagrada ordenanza! No basta hacer lo que Dios ha dispuesto, sino como Él lo ha dispuesto. «Preparad vuestros corazones para el Señor» (1 Sm. 7:3).
El músico primero afina su instrumento antes de tocar. El corazón primero debe estar preparado y afinado antes de ir a encontrarse con Dios en esta solemne ordenanza del Sacramento.
Tengamos cuidado con la precipitación y la irreverencia.
Si no nos acercamos con preparación, no bebemos sino que desperdiciamos la sangre de Cristo. «Quienquiera que coma este pan y beba esta copa del Señor indignamente, será culpable del cuerpo y de la sangre del Señor» (1 Co. 11:27). Es decir, dijo Teofilacto, será juzgado como derrochador de la sangre de Cristo. Leemos de una copa de vino de furia en la mano de Dios (Jer. 25:15). Aquel que se acerca sin preparación a la Cena del Señor convierte la copa del Sacramento en una copa de furia.
¡Oh, con qué reverencia y devoción debemos dirigirnos a estos santos misterios! Los santos son llamados «vasos preparados» (Ro. 9:23). Si hay algún momento en el que estos vasos deben estar preparados es cuando han de contener el precioso cuerpo y sangre de Cristo.
El pecador, que es condenado, es primero preparado. Los hombres no van al infierno sin algún tipo de preparación: «Vasos preparados para destrucción» (Ro. 9:22). Si se preparan esos vasos que están llenos de ira, mucho más deben prepararse los que han de recibir a Cristo en el Sacramento. Vistámonos con el espejo de las Escrituras antes de acercarnos a la Mesa del Señor y, como la esposa del Cordero, preparémonos (Ap. 19:7).

¿Cómo debemos estar debidamente cualificados y preparados para la Cena del Señor?

Observemos 3 deberes para que nuestros corazones sean llevados a una preparación correcta.

1. DEBEMOS ACERCARNOS AL SACRAMENTO CON CORAZONES QUE SE AUTOEXAMINAN

«Examínese cada uno a sí mismo, y coma así de ese pan» (1 Co. 11:28). No basta con que otros piensen que somos aptos para venir, sino que debemos examinarnos a nosotros mismos.
La palabra griega «examinarse {δοκιμάζειν}» es una metáfora tomada del orfebre que prueba habilidosamente sus metales. De la misma manera, antes de venir a la Mesa del Señor, debemos hacer una prueba hábil y crítica de nosotros mismos por la Palabra.
El autoexamen, al ser un acto reflexivo, es difícil. Es difícil para un hombre mirar en el interior y ver el rostro de su propia alma. El ojo puede ver todo menos a sí mismo. Pero este trabajo de examinación es necesario por las siguientes razones:
Si no nos examinamos a nosotros mismos, estamos perdidos acerca de nuestro estado espiritual. No sabemos si tenemos parte en el Pacto o si tenemos derecho al sello.
Dios nos examinará. Fue una pregunta triste la que hizo el Señor de la fiesta: «Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin tener vestido de bodas?» (Mt. 22:12). De la misma manera, será terrible cuando Dios le diga a un hombre: «¿Cómo entraste aquí a mi Mesa con un corazón orgulloso, vano e incrédulo? ¿Qué tienes que hacer aquí en tus pecados? Contaminas mis cosas santas».
Por lo tanto, ¡qué necesidad hay de hacer un escudriñamiento del corazón antes de venir a la Cena del Señor! Debemos examinar:
Nuestros pecados, de modo que puedan ser mortificados.
Nuestras carencias, de modo que puedan ser suplidas.
Nuestras gracias, de modo que puedan ser fortalecidas.

2. DEBEMOS ACERCARNOS AL SACRAMENTO CON CORAZONES SERIOS

Nuestros espíritus son livianos y ligeros, como un barco sin lastre, que flota en el agua pero no navega. Flotamos en los deberes santos y estamos llenos de excursiones vanas, incluso cuando hemos de tratar con Dios y estamos involucrados en asuntos de vida o muerte.
Lo que puede consolidar nuestros corazones y hacer que se fijen con seriedad es considerar que el ojo de Dios está en ese momento especialmente sobre nosotros cuando nos acercamos a Su Mesa. «El rey entró para ver a los convidados» (Mt. 22:11).
Dios conoce a cada comulgante, y si ve alguna ligereza e indecencia de espíritu en nosotros, algo indigno de Su presencia, se enfurecerá sobremanera y nos despedirá con la culpa de la sangre de Cristo en lugar de su consuelo.

3. DEBEMOS ACERCARNOS AL SACRAMENTO CON CORAZONES CON ENTENDIMIENTO

Debe haber una medida competente de conocimiento para que podamos discernir el cuerpo del Señor (1 Co. 11:29).
Así como debemos orar con entendimiento (1 Co. 14:15), así también debemos comulgar en la Mesa del Señor con entendimiento.
Si falta el conocimiento, no puede ser un «servicio razonable» (Ro. 12:1).
Aquellos que no conocen el misterio, no experimentan el consuelo.
Debemos conocer a Dios el Padre en Sus atributos, a Dios el Hijo en Sus oficios, a Dios el Espíritu Santo en Sus gracias.
Algunos dicen que tienen corazones buenos, pero carecen de conocimiento. Bien podemos llamar a eso un buen ojo que carece de vista.
Amados debemos acercarnos debidamente este día del Señor a su mesa, les invito a que preparen sus corazones observando estos 3 deberes sinceramente.
¡Oh Señor bendice tu Palabra!
AMÉN.
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