Restauración y no condenación
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Restauración y no condenación
Restauración y no condenación
Juan 8:1–11 (RVR60)
1 y Jesús se fue al monte de los Olivos. 2 Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba. 3 Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, 4 le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. 5 Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? 6 Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. 7 Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. 8 E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. 9 Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. 10 Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? 11 Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.
Introducción
Introducción
Hablaremos de la actitud de Cristo ante el pecado y nuestra posición de restauradores antes que acusadores.
Esta historia muestra la compasión de Cristo, pero también trae dudas, ¿por qué el Señor no actuó conforme a la ley?
Él declaró que venía a cumplir la ley: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Mateo 5:17”
La ley declaraba el castigo por el pecado de adulterio: “Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos.Levítico 20:10”
Es importante prestar atención a la forma en que Cristo respondió y actuó, para no pensar de que Dios nunca va a castigar el pecados.
La mala intención
La mala intención
Los escribas y fariseos trajeron ante Jesús con la intención de sorprenderlo en alguna falta, y no para que actuara como juez en este caso: “Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Juan 8:6”
El tribunal competente para juzgar este caso era el sanedrín.
Si El Señor la perdonaba, lo acusarían de infringir la ley de Moisés y fomentar el pecado.
Si la condenaba a la muerte, lo acusarían ante el gobernador romano, pues los judíos no tenían la autoridad para condenar a muerte a nadie.
Como ellos llegaron con mala intención, El Señor no se molestaba en responderles, pues de lo contrario hubiera dado una enseñanza respecto a este tema.
Como pastores debemos ser sabios y prudentes, pues vendrán personas con preguntas maliciosas para acusarnos.
La misión de Cristo
La misión de Cristo
Cristo no respondió porque su misión no era de juzgar y condenar sino de salvar.
“Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. Juan 3:17”
Llegará el día que será Juez y Señor, pero ahora es nuestro salvador.
Es por eso que al Señor no le interesaba condenar a la mujer adultera sino restaurarla y salvarla.
Debemos tener muy claro cuál es nuestra misión, ¿Rescatar y restaurar las almas, o condenarlas con doctrinas legalistas?
No nos toca a nosotros emitir juicio, no condena mucho menos maldición.
Nuestra prioridad es enseñar la Palabra a la congregación, pidiendo al Padre que de fruto en sus corazones para que sea el Espíritu Santo corrigiéndolos y redarguyéndolos.
La respuesta del Señor
La respuesta del Señor
“Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. Juan 8:7”
Debido a que le insistían pensando que ya lo tenían acorralado, El Señor les devuelve la responsabilidad.
Les dice, porque no mejor la juzgan ustedes, si se creen mejor que ella, si nunca han pecado entonces adelante lancen piedras hasta matarla.
Nunca esperaron esta respuesta, nadie quería cargar con la responsabilidad de condenar a una persona pecadora igual que ellos, pues sus conciencias los acusaban.
Él como hombre perfecto podía condenar a la mujer pues nunca cometió pecado.
Nosotros ahora debemos juzgarnos a nosotros mismos antes de condenar a alguien que esté en pecado, es necesario tener un corazón compasivo para restaurarle.
Conclusión
Conclusión
Esto no significa que no habrá disciplina para los pecadores en la iglesia, significa que debemos corregir con amor y con deseos de restaurar.
“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Gálatas 6:1”
El Señor le dio una oportunidad más a la mujer, la dejó ir y le aconsejó no pecar más: “Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más. Juan 8:10–11”, En Cristo hay oportunidad de perdón y salvación, Él es paciente con el pecador pues no desea que se pierda. (2 Pedro 3:9)
Prediquemos la Palabra, para denunciar y evidenciar el pecado, seamos ejemplo y si es necesario, señalemos el pecado con amor e intenciones de restaurar y no destruir.
Seamos prudentes al imponer sanciones doctrinales, no todos los casos se juzgan igual, nuestra primer tarea es restaurar, no destruir.