La iglesia del Dios viviente /1 Tim. 3:15 y Rom. 9:26

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Lema: “Hago mi parte por Su cuerpo, que es la iglesia”

Introducción: Iglesia del Dios Viviente o Templo de ídolos muertos.

El título “El Dios viviente” hace referencia al único Dios verdadero, así le conocían los hebreos desde el AT:
Deuteronomio 5:26 “Porque ¿qué es el hombre, para que oiga la voz del Dios viviente que habla de en medio del fuego, como nosotros la oímos, y aún viva?”
Es una experiencia totalmente diferente presentarse ante ese Dios que es vida y que vivifica. Estar delante de el Dios que nos escucha, y que hace oír su voz, el Dios que nos ve. Esta fue la experiencia de Agar: “he visto al viviente que me ve”. Gen. 16:13-14
Salmo 42:2 “Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?”
La necesidad del salmista es presentarse delante de Dios para ser saciado, como un alma sedienta de la fuente de vida eterna.
Cuando el Señor llevó a sus discípulos a la región de Cesarea de Filipo y les preguntó ¿quien decís que soy yo?
Mateo 16:16–18 “Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.”
Cristo edifica a su iglesia sobre la declaración de Pedro; una revelación celestial acerca de la identidad y naturaleza de Cristo. Esta revelación no solo transforma la identidad y naturaleza del que cree, sino que nos hace miembros de la iglesia del Dios viviente.
Es muy inspirador ver como Dios está involucrado de manera personal y total en su iglesia, está absolutamente comprometido con ella para amarla, establecerla y sostenerla. A través de toda la revelación de la Biblia, vemos a Dios obrando para formar un Pueblo, enviando a su Hijo para redimirlo y dejando a su Espíritu Santo para guiarlo, santificarlo y sostenerlo.
1 Peter 1:1–2 RVR60
Pedro, apóstol de Jesucristo, a los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.

El Padre y la iglesia

Dios ha revelado su amor por la iglesia por medio de su elección soberana desde antes de la fundación del mundo:
Ephesians 1:4–5 RVR60
según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él,en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad,
Su compromiso va mas allá de adoptarnos como sus hijos, somos llamados “hijos del Dios viviente”. Sino que también está comprometido para formar su carácter en nosotros.
Ephesians 5:1 RVR60
Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados.
En el contexto, Pablo dice a los efesios quitaros toda amargura, ira, enojo, la mala forma de hablar, sed misericordiosos y perdonaros unos a otros. Teniendo a Dios por Padre, tenemos todos los recursos para imitar su carácter. Así lo dice el Señor en Mateo 5:48 “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.”

Cristo y la iglesia

Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella, para redimirnos de toda iniquidad y purificarnos como un pueblo celoso de buenas obras.
El es el buen pastor que dio su vida por las ovejas, las conoce personalmente y ellas conocen su voz. Es decir, pasa tiempo con nosotros, cuidándonos y guardándonos del mal. Somos su rebaño, el es nuestro pastor.
Dios le ha hecho cabeza de la iglesia, y somos llamados su cuerpo. Dios también perfecciona a los santos para la edificación del cuerpo de Cristo que es la iglesia.
Tenemos la promesa de que Cristo está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo en nuestra tarea de evangelización, nos hace andar en vida nueva a través del bautismo y tiene comunión con nosotros cada vez que celebramos la Santa Cena que él instituyó. Esto es mi cuerpo… esta es mi sangre… haced esto en memoria de mi, hasta que Él vuelva. No falta a ninguna reunión, porque donde dos o tres están reunidos en su Nombre, allí está Él. Nos llama sus hermanos, y alaba junto con nosotros:
Hebreos 2:11–12 “Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, En medio de la congregación te alabaré.”

El Espíritu Santo y la iglesia

Es quien dio nacimiento a la iglesia del NT en Pentecostés narrado en Hc. 2, confirmó la inclusión de los gentiles en Hc. 10, es el Espíritu quien nos hace nacer de nuevo para formar parte del Cuerpo de Cristo. Hemos sido sellados con el ES como una garantía de nuestra redención final. Cristo no nos ha dejado huérfanos, el Espíritu ha venido para consolarnos, recordarnos las enseñanzas de Jesús e iluminar nuestra mente para conocer y entender la verdad.
Uno de los ministerios más importantes del Espíritu es promover la unidad y la paz entre los miembros de su iglesia:
Efesios 4:3 “solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz;”
Nos enseña a orar y dirige nuestras oraciones, de hecho es un intercesor fiel a favor de la iglesia, clama por nosotros con gemidos indecibles.
Equipa a la iglesia con dones espirituales y nos capacita para funcionar adecuadamente
Conclusión:

La entera Deidad está profunda e íntimamente involucrada en el origen y el funcionamiento de la iglesia

La declaración de Pedro: “Tu eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” nos convierte a nosotros mismos en hijos del Dios viviente como lo dice Romanos 9:26 “Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, Allí serán llamados hijos del Dios viviente.”
El autor de los Hebreos nos advierte
Hebreos 3:12 “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo;”
Si Dios está comprometido con su iglesia, no menospreciemos nosotros la comunión con ella ni diluyamos nuestro compromiso. Somos su iglesia, Dios ha hecho una obra maravillosa en nosotros, no nos apartemos de su voluntad y seamos parte de lo que Él quiere hacer con nosotros.
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