LOS DESEOS DE JESUS PARA SU PUEBLO.

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Juan 17:17-26.

LOS DESEOS DE JESÚS PARA SU PUEBLO.
Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al
mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.
Mas no ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos,
para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros;
para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno,
así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el
mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.
Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que
vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo. Padre
justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Y
les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado,
esté en ellos, y yo en ellos. Juan 17:17-26 RVR1960
VERDAD CENTRAL: ( Hay una tarea que Jesús está realizando entre su pueblo en el presente.)
Romanos 8:34 “¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la derecha de Dios, el que también intercede por nosotros.”
INTRODUCCIÓN
En su oración intercesora el Señor Jesús dedicó parte de sus esfuerzos para suplicar a su padre por
aquellas cosas que todavía quedaban pendientes entre su pueblo. Si bien es cierto que la salvación es
un hecho consumado; no obstante hay ciertas áreas que el Señor desea perfeccionar todavía entre su
iglesia. Esta áreas son aspectos que el Señor está desarrollando en el presente y que llegarán a su
plenitud en el día de su regreso por su iglesia.
En la lección de este día podemos aprender más sobre esos deseos que el Señor desea cumplir entre
los suyos.
1-) EL SEÑOR DESEA SANTIFICAR A SU PUEBLO.
Uno de los grandes deseos de Cristo para su iglesia es que vayan progresando en santidad. Jesús rogó:
“Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. (Juan 17:17 ).
En 1 Pedro 1:13-16. Pedro escribe a los creyentes: "Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo'". Pedro está citando Levitico 11:44 .y Levitico19:2. Primero, veamos la santidad de Dios. ¿Qué significa que Dios es santo? Pasajes como 1 Samuel 2:2. Isaias 6:3. son sólo dos de los muchos ejemplos de pasajes sobre la santidad de Dios. Otra forma de decirlo es la perfección absoluta. Dios es diferente a cualquier otro (ver Oseas 11:9), y Su santidad es la esencia de ese aspecto de ser "diferente". Su propio ser está completamente ausente incluso de un vestigio de pecado ( Santiago 1:13. Hebreos 6:18.). Está por encima de cualquier otro, y nadie puede compararse con Él ( Salmo 40:5.). La santidad de Dios impregna todo Su ser y da forma a todos Sus atributos. Su amor es un amor santo, Su misericordia es una misericordia santa, e incluso Su ira y Su furor son una ira y un furor santos. Estos conceptos son difíciles de entender para los humanos, así como Dios es difícil de entender en Su totalidad. Ahora, ¿qué significa para nosotros ser santos? Cuando Dios le dijo a Israel que fuera santo en Levítico 11 y 19, les estaba indicando que se diferenciaran de las demás naciones, dándoles reglamentos específicos para gobernar sus vidas. Israel es la nación elegida por Dios y Dios los ha separado de todos los demás grupos de personas. Son Su pueblo especial, y por lo tanto recibieron normas por las que Dios quería que vivieran para que el mundo supiera que le pertenecían. Cuando Pedro repite las palabras del Señor en 1 Pedro 1:16. está hablando específicamente a los creyentes. Como creyentes, necesitamos ser "apartados" del mundo para el Señor. Necesitamos vivir según las normas de Dios, no las del mundo. Dios no nos llama a ser perfectos, sino a ser distintos del mundo. Primera de Pedro 2:9 describe a los creyentes como "una nación santa". ¡Es un hecho! Estamos separados del mundo; tenemos que vivir esa realidad en nuestra vida cotidiana, y Pedro nos dice cómo hacerlo en 1 Pedro 1:13-16.
Por último, ¿cómo podemos llegar a ser santos? La santidad sólo resulta de una relación correcta con Dios al creer en Jesucristo como Salvador (aceptando Su regalo de vida eterna). Si no hemos puesto nuestra fe en el Hijo de Dios para salvarnos de nuestros pecados, entonces nuestra búsqueda de la santidad es en vano. Por lo tanto, primero debemos asegurarnos de que somos creyentes nacidos de nuevo (ver Juan 3). Si realmente somos creyentes, entonces reconocemos que nuestra posición en Cristo nos aparta automáticamente del mundo ( 1 Pedro 2:9.). Después de todo, ¡tenemos una relación con el Dios vivo! Entonces debemos vivir diariamente una vida apartada, no tratando de "mezclarnos" con el mundo, sino viviendo de acuerdo a la Palabra de Dios en la medida que estudiamos la Biblia y crecemos en ella.
‌Cuando una persona se acerque a Cristo en actitud de arrepentimiento sincero, el Señor le perdona y le
salva; su eternidad estará ya fuera de discusión. Sin embargo, en esa misma persona apenas se ha
puesto la semilla de la santificación. De ahí en adelante el creyente tendrá que luchar para ir
desarrollando progresivamente su santidad. Este proceso no se produce de manera inmediata sino que
ocupa toda la vida de la persona. Esta verdad debe alentarnos para no decaer porque quizás nuestras
vidas, en el presente, no son lo suficientemente puras; tenemos por delante la esperanza de que con la
ayuda de Dios podemos ir avanzando paso a paso. Si Dios pidiera que para alcanzar la salvación
deberíamos ser santos, nadie podría ser salvo. Pero lo que él pide es que nos acerquemos tal como
estamos, manchados por el pecado y heridos de muerte. Así, el Señor nos recogerá y ya en sus brazos,
seremos santificados en su palabra.
2-) EL SEÑOR JESÚS DESEA LA UNIDAD DE SU PUEBLO.
Otra de las cosas por la que el Señor intercedió fervorosamente fue por la unidad de su pueblo. En los
versículos Juan 17:21-23. encontramos frases como: “Que todos sean uno”, “Que también ellos sean uno en
nosotros” , “Que sean perfectos en unidad” . A la luz de estas súplicas resulta doloroso reconocer que
las divisiones han sido el escándalo y el pecado más notorio de los Cristianos. Muchas veces los
cristianos han gastado sus fuerzas en luchar contra sus hermanos en lugar de emplearlas en la lucha
contra los demonios. Muchas veces las disensiones han servido tan solo para que el incrédulo cierre su
corazón a las palabras del evangelio. Previendo estas situaciones es que el Señor se anticipó a rogar por
la unidad de su iglesia. De igual forma, las divisiones, no deben detener a nadie venir a Cristo, pues,
debemos confiar en que la intercesión del Señor hará que estas situaciones lleguen a su fin, también es
nuestro deber trabajar en favor de la unidad del pueblo del Señor.
3-) EL SEÑOR JESÚS DESEA QUE SU PUEBLO SE REÚNA CON EL.
Otro deseo ferviente de Cristo para con su pueblo es la esperanza de una futura reunión. Él oró: Padre
aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi
gloria que me has dado” (v-24) Estas palabras cobran especial valor en razón de que eran ya los últimos
momentos que el Señor estaba con sus discípulos. En la hora de la separación, era de mucho consuelo
para los Apóstoles conocer la promesa y la oración que el Señor hacía sobre un futuro encuentro.
Cuando nos sintamos solos y desamparados, recordemos que el Señor desea que un día estemos junto
a Él para ver su gloria. Y al igual que sus otros deseos, este también se cumplirá.
Juan 14:2-4.
CONCLUSIÓN:
Aún cuando el Pueblo del Señor no sea tan santo como debiera, ni tan unido, no obstante, podemos
confiar que un día todas estas cosas serán una realidad porque los deseos del Señor jamás dejarán de
cumplirse. Alentados por estas promesas acerquémonos confiados al trono de la gracia para recibir el perdón y la salvación. Amen…
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