El valor de las escrituras

Las escrituras en mi vida  •  Sermon  •  Submitted   •  Presented
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Psalm 27:10 NVI
10 Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recibirá en sus brazos.
Psalm 27:10–14 LBLA
10 Porque aunque mi padre y mi madre me hayan abandonado, el Señor me recogerá. 11 Señor, enséñame tu camino, y guíame por senda llana por causa de mis enemigos. 12 No me entregues a la voluntad de mis adversarios; porque testigos falsos se han levantado contra mí, y los que respiran violencia. 13 Hubiera yo desmayado, si no hubiera creído que había de ver la bondad del Señor en la tierra de los vivientes. 14 Espera al Señor; esfuérzate y aliéntese tu corazón. Sí, espera al Señor.
Isaiah 43:1 LBLA
1 Mas ahora, así dice el Señor tu Creador, oh Jacob, y el que te formó, oh Israel: No temas, porque yo te he redimido, te he llamado por tu nombre; mío eres tú.
Proverbs 2:1–5 LBLA
1 Hijo mío, si recibes mis palabras, y atesoras mis mandamientos dentro de ti, 2 da oído a la sabiduría, inclina tu corazón al entendimiento; 3 porque si clamas a la inteligencia, y alzas tu voz al entendimiento, 4 si la buscas como a plata, y la procuras como a tesoros escondidos, 5 entonces entenderás el temor del Señor, y descubrirás el conocimiento de Dios.
Exodus 15:26 NVI
26 Les dijo: «Yo soy el Señor su Dios. Si escuchan mi voz y hacen lo que yo considero justo, y si cumplen mis leyes y mandamientos, no traeré sobre ustedes ninguna de las enfermedades que traje sobre los egipcios. Yo soy el Señor, que les devuelve la salud.»
Exodus 23:25 NVI
25 »Adora al Señor tu Dios, y él bendecirá tu pan y tu agua. »Yo apartaré de ustedes toda enfermedad.
Dios le recordó a su pueblo que debían adorarlo solo a él. Dios no comparte su trono con nada ni nadie, esto es algo que debemos recordar. Al obedecerle en esto recibimos la bendición de tener todo lo que necesitamos para nuestro bienestar físico (pan y agua) y también la salud que necesitan nuestros cuerpos.
Psalm 103:1–3 NVI
1 Alaba, alma mía, al Señor; alabe todo mi ser su santo nombre. 2 Alaba, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios. 3 Él perdona todos tus pecados y sana todas tus dolencias;
Psalm 103:1–3 LBLA
1 Bendice, alma mía, al Señor, y bendiga todo mi ser su santo nombre. 2 Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios. 3 Él es el que perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus enfermedades;
Nuestra alma se renueva cuando nos enfocamos en las bondades y bendiciones que Dios nos ha concedido. Es bueno recordar todo lo que Dios nos ha dado y todo lo que ha hecho por nosotros, aun en medio de las dificultades. Dios nos dio vida eterna, el perdón de nuestros pecados y la sanidad de nuestras dolencias físicas y espirituales. El poder de Dios no tiene límites.
Psalm 107:19–20 LBLA
19 Entonces en su angustia clamaron al Señor y Él los salvó de sus aflicciones. 20 Él envió su palabra y los sanó y los libró de la muerte.
Debemos clamar a Dios en medio de nuestras enfermedades y dolores; él nos escucha y está presto a obrar. En el Salmo 107:19-20 vemos que el pueblo de Israel recuerda un momento en el que se había sentido angustiado. Cuando clamaron a Dios, él les dio salvación y sanidad. Dios envió su palabra para sanarlos a través de alguien (¿un ángel?) y los rescató de la muerte, pues la situación era grave. Pero no hay nada imposible para Dios cuando está en su corazón la decisión de sanar.
Proverbs 4:20–22 LBLA
20 Hijo mío, presta atención a mis palabras, inclina tu oído a mis razones; 21 que no se aparten de tus ojos, guárdalas en medio de tu corazón. 22 Porque son vida para los que las hallan, y salud para todo su cuerpo.
Isaiah 53:4–5 LBLA
4 Ciertamente Él llevó nuestras enfermedades, y cargó con nuestros dolores; con todo, nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y afligido. 5 Mas Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él, y por sus heridas hemos sido sanados.
Matthew 10:7–8 LBLA
7 Y cuando vayáis, predicad diciendo: «El reino de los cielos se ha acercado». 8 Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, expulsad demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia.
Cuando Jesús envió sus doce discípulos a llevar su mensaje al pueblo de Israel, les dio autoridad para liberar a las personas del poder del enemigo y sanar toda enfermedad (Mateo 10:1). Ese era el ministerio que debían llevar a cabo y la sanidad era una parte importante de este.
Matthew 10:1 LBLA
1 Entonces llamando a sus doce discípulos, Jesús les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos y para sanar toda enfermedad y toda dolencia.
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