Libres de la esclavitud del pecado
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**Introducción:
La independencia de México como símbolo de libertad**
El 16 de septiembre de 1810, México dio inicio a su lucha por la independencia. Por más de una década, los héroes de la patria lucharon por liberar al pueblo de la opresión y el dominio extranjero. Esta lucha fue larga y dolorosa, pero el deseo de libertad movió los corazones de miles de personas que, al final, lograron su objetivo:
romper las cadenas de la esclavitud colonial.
Sin embargo
la independencia no solo es una realidad política, sino también una poderosa analogía espiritual.
Así como México fue liberado de la tiranía, nosotros también somos llamados a ser liberados de la esclavitud más profunda:
la esclavitud del pecado.
Hoy reflexionaremos sobre la libertad que tenemos en Cristo y cómo, al igual que un pueblo que luchó por su independencia, podemos caminar en esa libertad que nos ha sido otorgada.
Romanos 6:15–18
15 ¿Entonces qué? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡De ningún modo!
16 ¿No saben ustedes que cuando se presentan como esclavos a alguien para obedecerle, son esclavos de aquel a quien obedecen, ya sea del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia?
17 Pero gracias a Dios, que aunque ustedes eran esclavos del pecado, se hicieron obedientes de corazón a aquella forma de doctrina a la que fueron entregados,
18 y habiendo sido libertados del pecado, ustedes se han hecho siervos de la justicia.”
El pecado es el poder más devastador, debilitante y degenerativo que haya entrado jamás a la raza humana.
De hecho, su malignidad corrompió a la creación entera, la cual
“gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora” (Ro. 8:22).
El apóstol Pablo nos recuerda
en Romanos 6:18 que
18 y habiendo sido libertados del pecado, ustedes se han hecho siervos de la justicia.
Este es el fundamento de nuestra identidad como hijos de Dios
hemos sido liberados de la esclavitud del pecado, y esta libertad nos llama a vivir de manera diferente.
**Punto 1: La esclavitud del pecado**
Antes de poder apreciar la libertad, necesitamos entender la profundidad de la esclavitud. La Escritura nos enseña que el pecado no es solo un error moral o un desliz, sino una verdadera tiranía que domina la vida de aquellos que no han experimentado la salvación en Cristo.
Jesús dijo en Juan 8:34
34 Jesús les respondió: «En verdad les digo que todo el que comete pecado es esclavo del pecado;”
El pecado nos ata, no solo a consecuencias terrenales, sino también a una separación eterna de Dios.
Romanos 3:23 nos recuerda que
“23 por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios.”
Esto no solo implica que todos somos culpables ante Dios, sino que el pecado afecta cada aspecto de nuestras vidas, nos impide vivir la vida que Dios planeó para nosotros y nos hace prisioneros de nuestros propios deseos, temores y fallas.
Piénsalo de esta manera:
así como durante el periodo colonial, el pueblo de México no tenía control sobre su propio destino y vivía bajo la opresión extranjera, de igual manera, el pecado nos priva de la capacidad de vivir en la libertad y plenitud que Dios diseñó para nosotros. Nos encontramos atados a una naturaleza que constantemente nos arrastra hacia la muerte.
Romanos 6:23 dice claramente:
23 Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
**Punto 2: Cristo nos libera de la esclavitud del pecado**
La buena noticia es que Dios no nos ha dejado en esa condición. Así como los mexicanos tuvieron héroes que se levantaron para luchar por su libertad, Jesús es nuestro héroe espiritual que vino a liberar nuestras almas del poder del pecado.
En Juan 8:36, Jesús declara:
36 »Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes serán realmente libres.”
La libertad en Cristo no es solo una esperanza futura, sino una realidad presente.
El sacrificio de Jesús en la cruz no solo nos perdona los pecados, sino que rompe el poder que el pecado tiene sobre nuestras vidas. En
Romanos 6:6 Pablo afirma:
6 Sabemos esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo, para que nuestro cuerpo de pecado fuera destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado;”
El pecado ya no tiene el poder de dominarnos. Cristo nos ha dado la libertad para vivir una nueva vida, una vida dirigida por el Espíritu de Dios.
Este es un punto fundamental para entender: no solo hemos sido perdonados, sino que también hemos sido transformados.
Ya no somos esclavos del pecado; ahora somos siervos de la justicia.
Esta libertad nos da la capacidad de decir “no” al pecado y “sí” a Dios.
Romanos 8:1–2 nos anima diciendo
1 Por tanto, ahora no hay condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu. 2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha libertado de la ley del pecado y de la muerte.”
**Punto 3: Vivir en la libertad que Cristo nos ha dado**
Ahora que hemos sido liberados del pecado, la pregunta es: ¿cómo vivimos en esa libertad? La independencia de México no fue solo el final de la guerra, sino el inicio de un nuevo camino. De la misma manera, nuestra libertad del pecado no es el final de nuestra historia, sino el comienzo de una vida que se rige por el Espíritu Santo.
Gálatas 5:1 nos exhorta:
1 Para libertad fue que Cristo nos hizo libres. Por tanto, permanezcan firmes, y no se sometan otra vez al yugo de esclavitud.”
La libertad en Cristo no es una excusa para vivir como queramos, sino una invitación a vivir en obediencia a Dios, a reflejar Su carácter y Su justicia. Si volvemos a los caminos del pecado, estamos menospreciando el sacrificio de Cristo y regresando a la esclavitud de la que fuimos liberados.
¿Cómo se ve la vida en libertad?
Romanos 12:1–2 nos da una imagen clara
1 Por tanto, hermanos, les ruego por las misericordias de Dios que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es el culto racional de ustedes. 2 Y no se adapten a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto.”
La libertad en Cristo implica una transformación completa de nuestra manera de pensar, de nuestras prioridades y de nuestras acciones.
Vivir en libertad significa vivir para Dios.
**Reflexión para los creyentes**
Para los que ya han recibido a Cristo, esta es una llamada a recordar la libertad que ya poseemos. Si en algún momento te sientes atrapado por viejos hábitos, temores o patrones de pecado, es importante recordar que ya no eres esclavo.
Romanos 6:14 nos recuerda:
“14 Porque el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, pues no están bajo la ley sino bajo la gracia.”
Debemos reclamar la libertad que Cristo ya nos ha dado y vivir conforme a ella.
Como iglesia, somos llamados a vivir como un pueblo libre, un pueblo que refleja la gracia y la justicia de Dios al mundo. Debemos apoyarnos unos a otros, exhortarnos y caminar juntos en esta libertad, sabiendo que, aunque la lucha contra el pecado continúa, la victoria ya ha sido ganada en Cristo.
**Invitación a nuevos creyentes**
Si aún no has experimentado esta libertad, hoy es el día para hacerlo. El pecado te mantiene esclavizado, pero Jesús ha venido para liberarte.
En Juan 8:32 Jesús dice:
“32 y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres».”
La verdad es que solo en Cristo podemos encontrar la verdadera libertad, no solo para esta vida, sino para la eternidad.
Te invito a que hoy tomes la decisión de entregar tu vida a Jesús. Él ya ha hecho todo lo necesario para liberarte del pecado. Todo lo que necesitas hacer es creer en Él, arrepentirte de tus pecados y aceptar Su sacrificio. La libertad que Cristo ofrece está disponible para todos aquellos que lo reciben con fe.
**Oración final**
Oremos juntos, como dice Romanos 6:22
22 Pero ahora, habiendo sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tienen por su fruto la santificación, y como resultado la vida eterna.”
Padre Celestial, gracias por la libertad que nos has dado a través de Tu Hijo Jesús. Reconocemos que sin Ti estábamos esclavizados al pecado, pero hoy reclamamos la libertad que nos has otorgado por medio de la cruz. Ayúdanos a vivir en esa libertad cada día, reflejando Tu amor y Tu justicia en todo lo que hacemos. Oramos por aquellos que hoy desean entregarte su vida; que puedan experimentar la verdadera libertad en Cristo. En el nombre de Jesús, amén.
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No solo enseñar la profundidad de la libertad en Cristo, sino también exhortar a los creyentes a vivir en esa libertad y ofrecer una invitación clara a aquellos que aún no han recibido esa liberación.