Sermón sin título (28)
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Transcript
1 Mejor es un bocado seco, y en paz, Que casa de contiendas llena de provisiones.
2 El siervo prudente se enseñoreará del hijo que deshonra, Y con los hermanos compartirá la herencia.
3 El crisol para la plata, y la hornaza para el oro; Pero Jehová prueba los corazones.
La verdad que se expresa en el versículo 1, presenta una realidad tan innegable que pocos la discutirían.
¿Quién escogería las riquezas si tuviera que cambiarlas por la paz?
La elección parece sencilla en apariencia, pero hay muchos tan enamorados de las riquezas que las procurarían, aun a costa de un hogar sin amor.
Oremos para que Dios nos conceda el don del contentamiento.
¡Entonces un bocado seco será tan apetitoso como un banquete!
En la antigüedad, un amo agradecido le podía otorgar plena libertad a su siervo y adoptarlo como hijo en su familia e incluso hasta podía desheredar a un hijo y transferirle la herencia al siervo.
El mensaje que trasmite el versículo 2 es que un buen siervo puede alcanzar mayor honra que un hijo desvergonzado.
Lo que importa no es la posición en que nacemos, sino lo que hacemos con nuestra vida.
El crisol es un recipiente que soporta altas temperaturas (versículo 3).
La plata y el oro se fundían y refinaban en crisoles y en hornos (27:21).
Mientras que la capacidad del hombre permite refinar los metales de esta manera, sólo Dios puede probar el corazón de las personas.
Dios usa las pruebas y los sufrimientos de la vida para refinar a su pueblo y para hacer que sea más fuerte y más puro.
El Señor dice: “A este tercio [un remanente del pueblo] lo meteré en el fuego, lo fundiré como se funde la plata, lo probaré como se prueba el oro. Él invocará mi nombre, y yo le oiré, yo diré: pueblo mío, y él dirá: Jehová es mi Dios” (Zacarías 13:9).
Pedro nos anima a aceptar los sufrimientos porque son para nuestro bien: “para que, sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro (el cual, aunque perecedero, se prueba con fuego), sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1 Pedro 1:7)
La realidad de nuestras intenciones.
La realidad de nuestras actitudes.
La realidad de nuestro corazón.