Libro de Orden: Capítulo II La Iglesia
Sermon • Submitted • Presented
0 ratings
· 4 viewsNotes
Transcript
En nuestra clase anterior, reflexionamos sobre el fundamento del gobierno de la iglesia: Jesucristo, quien es Rey, Cabeza y Mediador. Establecimos que Él gobierna a su iglesia a través de su Palabra y Espíritu, y que el gobierno eclesiástico en su forma presbiteriana refleja su autoridad espiritual. Hoy, mientras avanzamos a la siguiente lección, enfocaremos nuestra atención en la naturaleza de la iglesia, tanto visible como invisible.
El Libro de Orden nos recuerda en el primer parrafo del capitulo tres que habla de la iglesia lo siguiente:
Jesucristo, ahora exaltado sobre todo principado y autoridad, ha establecido en este mundo un reino, que es su iglesia.
1. Jesucristo, Cabeza de la Iglesia: El Reino Eclesiástico
El concepto de “reino” en las Escrituras puede referirse a diferentes aspectos, y es importante entender la distinción entre ellos para captar correctamente el énfasis que se hace en nuestro libro de orden.
Teológicamente, hay varias maneras de hablar del reino en la Biblia. Podemos observar al menos tres formas primordiales en las que las Escrituras presentan esta idea:
Reino de la Luz vs. Reino de las Tinieblas: es el dualismo entre el reino de Dios y el reino de Satanás, este es uno de los grandes temas en la teología bíblica. Colosenses 1:13 nos dice que hemos sido “trasladados al reino de su amado Hijo” después de haber sido rescatados del reino de las tinieblas. Este aspecto del reino destaca el conflicto espiritual entre dos reinos que luchan por la lealtad del ser humano.
El Reino Civil y el Reino Eclesiástico: En la historia de la teología reformada, ha sido común hablar de dos esferas de gobierno bajo la soberanía de Dios: el gobierno civil (que corresponde a las autoridades políticas y sociales) y el gobierno eclesiástico (la iglesia).
El enfoque del Libro de Ordene esta en el segundo aspecto del reino, ya que la iglesia es entendida como el reino visible de Cristo en la tierra (Juan 18:36).
El reino de Cristo tiene una orientación escatológica. Aunque ya esta presente, tendrá una consumación futura en los nuevos cielos y la nueva tierra, donde todo estará bajo su gobierno perfecto y completo (Apocalipsis 21:1-4). El reino que Cristo establece a través de la iglesia en este mundo es un reflejo, una sombra de esa plenitud futura.
La noción del Libro de Orden de que la iglesia es el reino de Cristo se alinea con la enseñanza de que su gobierno en la iglesia es una manifestación del reino espiritual que Él ejerce sobre su pueblo redimido.
Este reino de nuestro Señor Jesucristo siendo de origen celestial, nos permite entender que que la iglesia no debe verse simplemente como una institución terrenal más, sino como la representación visible del gobierno celestial de Cristo en la tierra.
Como afirma San Agustín en La Ciudad de Dios, hay dos ciudades, la ciudad de Dios y la ciudad del hombre, que coexisten en el tiempo, pero que tienen diferentes fines. La iglesia pertenece a la ciudad de Dios, una ciudad espiritual y eterna que está en el mundo, pero no es del mundo.
El Reino que no es de este mundo
Cuando Cristo dice que su reino no es de este mundo (Juan 18:36), no está sugiriendo que su reino no tiene implicaciones en este mundo, sino que su origen y autoridad no provienen de los sistemas terrenales. El reino de Cristo es celestial en su naturaleza y en su propósito, pero se manifiesta visiblemente en la iglesia a través de la obediencia a su Palabra y su gobierno espiritual.
Francis Turretin, en sus Institutes of Elenctic Theology, destaca que el gobierno de Cristo en su iglesia es espiritual y no coercitivo. Esto implica que, aunque la iglesia tiene una estructura visible, su poder no reside en la fuerza o la coerción, como los gobiernos terrenales, sino en la Palabra de Dios y el Espíritu Santo que actúa en los corazones de los creyentes. Turretin advierte que la autoridad de Cristo sobre la iglesia es, por tanto, diferente en naturaleza a la de los gobernantes terrenales
Implicaciones prácticas para la Iglesia local
Entender que la iglesia es el reino de Cristo tiene importantes implicaciones prácticas para cómo vemos y gobernamos la iglesia local. No gobernamos la iglesia como si fuera una organización humana común, sino como una comunidad redimida bajo el reinado de Cristo, con su Palabra como nuestra norma suprema.
La autoridad en la iglesia: La autoridad ejercida por los pastores y ancianos no es propia, sino derivada de Cristo. Esta autoridad no es coercitiva, sino espiritual, y debe ser ejercida con la mansedumbre y humildad que caracterizan el gobierno de Cristo.
La misión de la iglesia: Como manifestación del reino de Cristo, la misión de la iglesia no es conquistar el mundo con medios terrenales, sino proclamar el evangelio y vivir en obediencia a su Rey. Esto implica un testimonio constante en la adoración, la edificación mutua y la proclamación del evangelio al mundo.
La santidad de la iglesia: Si la iglesia es el reino de Cristo, entonces debe reflejar la santidad de su Rey. Esto significa que el liderazgo de la iglesia tiene la responsabilidad de velar por la pureza doctrinal y moral del pueblo de Dios, asegurando que la iglesia sea una luz en medio del mundo.
2. La Iglesia Universal Visible: Organismo e Institución
La iglesia como reino no de este mundo: La naturaleza invisible y visible de la iglesia
El Libro de Orden implícitamente estable en este capitulo lo que afirmo en el capitulo anterior. La iglesia tiene un aspecto invisible/
Esta afirmación se apoya en el testimonio bíblico de que la iglesia es primero un organismo espiritual, formado por aquellos que han sido redimidos y unidos a Cristo por medio del Espíritu Santo. Efesios 1:22-23 describe a la iglesia como el cuerpo de Cristo, donde Cristo es la cabeza, y este cuerpo no está limitado por las fronteras visibles o geográficas.
El concepto de una iglesia invisible se refiere al hecho de que la verdadera membresía de la iglesia no se ve de manera completa en este mundo, pues solo Dios conoce plenamente a sus elegidos (2 Timoteo 2:19). Johannes Geerhardus Vos, en su Comentario al Catecismo Mayor de Westminster, destaca que “la iglesia invisible se compone de todos los verdaderos creyentes que han sido y serán redimidos por Cristo y que, independientemente de su denominación visible, pertenecen a su cuerpo místico”
Contraste con la doctrina católica romana y las visiones anabaptistas
La visión reformada de la iglesia, entonces, está en marcado contraste con la doctrina católica romana, que tiende a identificar la iglesia con su estructura visible y jerárquica. Según la teología católica romana, la iglesia es un cuerpo principalmente visible, con el papa como su cabeza en la tierra. Esta comprensión tiende a enfatizar la organización institucional por encima del organismo espiritual.
Por otro lado, la tradición reformada, siguiendo la Escritura, enseña que la iglesia es tanto invisible como visible. Mientras que la esencia de la iglesia es espiritual e invisible, la iglesia invisible siempre se manifiesta en una organización visible.
Este es un punto clave que debemos subrayar en oposición a las visiones anabaptistas y sectarias, que tienden a reducir la iglesia a una mera comunión espiritual de santos, negando la importancia de su estructura visible. Francis Turretinargumenta que “la iglesia visible y la iglesia invisible son dos aspectos de la misma realidad: la iglesia invisible es el fundamento de la iglesia visible, pero esta última es el medio por el cual Dios administra su gracia en el mundo” .
La Iglesia es tanto un organismo como una organización
El Libro de Orden enseña que la iglesia es tanto un organismo como una organización. Esto significa que, aunque la iglesia es un cuerpo vivo, lleno del Espíritu Santo y formado por verdaderos creyentes, también es una institución con formas visibles de gobierno, ordenanzas y ministerios, establecidas por el mismo Cristo.
La iglesia visible, como se señala en Mateo 18:17 y en otros pasajes, es la forma concreta en la que el pueblo de Dios se organiza y gobierna, y donde los medios de gracia se administran. Esta iglesia visible es necesaria para cumplir el mandato de Cristo de hacer discípulos, bautizarlos y enseñarles todas las cosas que Él ha ordenado (Mateo 28:19-20).
En su obra The Church of Christ, James Bannerman expone claramente que la iglesia, como institución, tiene una misión específica dada por Cristo: “La iglesia es la esfera en la que Cristo gobierna su pueblo, no solo de manera espiritual, sino también por medio de sus ordenanzas visibles, que incluyen la predicación de la Palabra, la administración de los sacramentos y el ejercicio de la disciplina eclesiástica” .
Manifestación visible de la iglesia en el mundo
Aunque la iglesia es invisible en su esencia, siempre se manifiesta visiblemente en este mundo a través de congregaciones locales, regionales y denominacionales. Según el Libro de Orden, esta iglesia visible incluye no solo a los creyentes profesantes, sino también a sus hijos:
“A diferencia de las iglesias bautistas, que reconocen como miembros sólo a los que profesan la fe en Cristo, la iglesia presbiteriana contiene tanto a los que profesan la fe como a sus hijos bautizados del pacto, que (todavía) no han profesado la fe.”
Este principio está profundamente arraigado en la teología del pacto. En Génesis 17:7, Dios establece su pacto con Abraham y su descendencia, prometiendo ser su Dios y el de sus hijos. Este principio de incluir a los hijos de los creyentes dentro del pacto se continúa en el Nuevo Testamento. Hechos 2:39 afirma que “la promesa es para vosotros y para vuestros hijos”, lo que subraya que los hijos de los creyentes son considerados parte de la iglesia visible desde su nacimiento.
En la tradición presbiteriana, los hijos bautizados son miembros de la iglesia visible, con todos los derechos y privilegios de esa membresía, aunque no accedan plenamente a ciertos aspectos (como la Cena del Señor) hasta que hagan una profesión creíble de fe. Este enfoque es contrario a la teología bautista, que limita la membresía de la iglesia solo a aquellos que han hecho una profesión de fe adulta.
El Espíritu y los medios de gracia en la iglesia visible
La iglesia visible, como organización, no es simplemente una reunión social o una institución terrenal. El Espíritu Santo actúa a través de los medios de gracia (predicación de la Palabra, sacramentos y disciplina) para edificar a los creyentes y llevar a cabo la obra de Dios en el mundo. Herman Bavinck, en su obra sobre la iglesia, destaca que “el Espíritu de Dios usa el ministerio visible de la Palabra y los sacramentos para nutrir y fortalecer a su pueblo” . Esto contrasta con las visiones sectarias que niegan la eficacia de los medios visibles de la gracia y que ven la iglesia solo como una comunión espiritual de creyentes.
Implicaciones prácticas
Entender que la iglesia es tanto un organismo espiritual como una organización visible tiene varias implicaciones prácticas para la vida y el gobierno de la iglesia:
La membresía visible es significativa: La membresía en una iglesia local no es opcional ni secundaria en la vida del creyente. Es el medio por el cual los creyentes se sujetan al gobierno de Cristo y participan en los medios de gracia.
Los hijos del pacto son miembros: Los hijos de los creyentes no son observadores externos, sino miembros de pleno derecho de la iglesia visible, aunque su plena participación en los sacramentos dependa de su confesión futura.
El Espíritu obra a través de los medios visibles: No debemos despreciar los medios visibles de la gracia (la predicación, los sacramentos, la disciplina) como si fueran meros rituales. El Espíritu Santo actúa eficazmente a través de estos medios para edificar a su pueblo.
4. Organización Local y Regional de la Iglesia
Fundamento bíblico para la organización local y regional
El Libro de Orden nos enseña que la iglesia, aunque universal, se manifiesta visiblemente a través de congregaciones locales y regionales. Esta estructura no es un simple arreglo práctico, sino que tiene un profundo fundamento teológico en las Escrituras.
“Según la enseñanza de las Escrituras, los diversos miembros de esta iglesia universal deben organizarse en congregaciones locales y regionales, compartiendo una fe común y sometiéndose a un gobierno eclesiástico compartido.”
Este principio refleja la naturaleza del cuerpo de Cristo, que, aunque es uno, se expresa de manera visible en múltiples partes. En el Nuevo Testamento vemos que las iglesias locales eran establecidas en diferentes regiones, pero todas compartían una misma fe y se sometían a una misma autoridad espiritual. Hechos 14:23 menciona que Pablo y Bernabé “designaron ancianos en cada iglesia”, lo que sugiere una estructura organizada en cada lugar donde el evangelio era predicado.
La iglesia visible: de la universalidad a lo local
Aunque la iglesia es universal, esa universalidad se expresa localmente en la forma de congregaciones. James Bannerman, en su libro The Church of Christ, señala que la iglesia universal no es una entidad vaga o abstracta, sino que se manifiesta de manera concreta en las iglesias locales y regionales, cada una con sus propios ancianos y estructuras de gobierno .
El Nuevo Testamento nos muestra varios ejemplos de esta estructura:
La Iglesia en Jerusalén (Hechos 2:41-47): Una iglesia local que se reunía regularmente para la enseñanza de los apóstoles, la comunión, la oración y la administración de los sacramentos.
Las Iglesias en las Regiones de Asia Menor (Apocalipsis 2-3): Cada una de las siete iglesias mencionadas en el Apocalipsis tenía sus propios ancianos y un gobierno eclesiástico específico, pero todas ellas formaban parte de la iglesia universal.
Esta organización no significa que cada iglesia local sea independiente y autónoma. En la tradición presbiteriana, cada iglesia local está conectada a una iglesia regional (presbiterio), que a su vez está conectada a la iglesia universal. Esta conexión se expresa a través de la fe común que compartimos, basada en las Escrituras y articulada en nuestras confesiones de fe, y en el gobierno compartido, que asegura la unidad y la disciplina en todo el cuerpo.
El papel de los presbiterios y la conexión mundial
El Libro de Orden resalta la importancia de que la iglesia no se vea como una colección de comunidades independientes, sino como una sola iglesia conectada a nivel mundial:
“La iglesia universal se hace visible en todo el mundo, en cada nación o grupo étnico, en iglesias regionales (gobernadas por presbiterios) e iglesias locales (gobernadas por sesiones).”
Esta es una característica clave del gobierno presbiteriano: la conexión entre las iglesias locales, regionales y universales a través de presbiterios y sínodos. La confesión de una fe común (como se expresa en los Credos Ecuménicos y las Normas de Westminster) y la sumisión a una forma común de gobierno son las bases sobre las que se sustenta esta estructura.
Esta conexión mundial y unificada de la iglesia se expresa en organismos ecuménicos de los cuales nuestra iglesia es parte, tales como el Consejo Presbiteriano, en conjunto con la Iglesia Presbiteriana Ortodoxa (OPC)y la Confraternidad Latinoamericana de Iglesias Reformadas (CLIR), así como el Consejo Internacional de Iglesias Reformadas (CICR).
El gobierno presbiteriano se basa en el principio de que Cristo gobierna su iglesia a través de ancianos que son llamados, formados y establecidos por el Espíritu Santo para velar por la salud espiritual del rebaño (Hechos 20:28). Estos ancianos son responsables no solo de sus congregaciones locales, sino también de la iglesia más amplia a través de su participación en los presbiterios y sínodos.
Edmund Clowney, en su obra The Church, resalta que “el principio presbiteriano refleja el gobierno apostólico del Nuevo Testamento, donde los ancianos locales estaban conectados a una iglesia más amplia a través de la enseñanza apostólica y la supervisión mutua” .
Una fe común y un gobierno compartido
Uno de los grandes tesoros del gobierno presbiteriano es que la unidad de la iglesia no se basa en una jerarquía centralizada, sino en la confesión de una fe común y la sumisión a un gobierno compartido. Amós 3:3 nos recuerda que dos no pueden caminar juntos a menos que estén de acuerdo. La unidad de la iglesia presbiteriana, entonces, no es simplemente una unidad organizativa, sino una unidad de convicciones, basada en la Palabra de Dios y articulada en nuestras confesiones de fe, como la Confesión de Fe de Westminster y los Catecismos.
Esta fe común es lo que une a las iglesias locales y regionales en todo el mundo. Como señala el Libro de Orden, “las diversas manifestaciones de la iglesia deben compartir una fe común y someterse a una forma común de gobierno”. En otras palabras, aunque existan iglesias en diferentes regiones y contextos culturales, todas ellas se rigen por los mismos principios bíblicos de gobierno eclesiástico y confesión de fe.
Carl Trueman, en The Creedal Imperative, argumenta que las confesiones de fe y credos son esenciales para preservar la unidad doctrinal de la iglesia a lo largo del tiempo y en diferentes contextos. Él subraya que “sin una confesión compartida, las iglesias corren el riesgo de desviarse hacia el subjetivismo y la fragmentación” .
Implicaciones prácticas para el liderazgo local y regional
Responsabilidad mutua entre las iglesias: Los pastores y ancianos de una iglesia local no son autónomos. Deben rendir cuentas a un presbiterio, que garantiza la salud espiritual y la disciplina en toda la región. Este sistema asegura que ningún pastor o iglesia actúe de manera independiente o despótica.
La importancia de la confesión común: En una época en la que el relativismo doctrinal está en aumento, la confesión común de la fe es esencial para mantener la pureza doctrinal y la unidad entre las iglesias. El liderazgo eclesiástico debe esforzarse por enseñar y mantener estas confesiones.
Unidad en la diversidad cultural: Aunque las iglesias locales pueden tener diferentes estilos de adoración o tradiciones culturales, todas ellas deben estar unidas en la confesión de una misma fe y en la sumisión a un gobierno eclesiástico compartido.
Conclusión de este punto
La organización local y regional de la iglesia no es un accidente histórico, sino un reflejo de la forma en que Cristo gobierna su cuerpo. Las iglesias locales son parte de una iglesia universal que comparte una fe y un gobierno común. Este sistema garantiza que la iglesia sea fiel a su Señor y mantenga la pureza y la unidad en medio de la diversidad.
4. La Obra de la Iglesia en Obediencia a Cristo
Adoración, edificación mutua y testimonio del evangelio
El Libro de Orden de la Iglesia Presbiteriana de la Reforma de Colombia establece que la labor fundamental de la iglesia se resume en tres tareas principales: la adoración a Dios, la edificación mutua y el testimonio del evangelio. Estas son las actividades primordiales a las que la iglesia debe dedicarse en comunión y obediencia a Cristo.
Estos tres aspectos están profundamente arraigados en las Escrituras y son reflejo de la misión de la iglesia en el mundo. El gobierno de la iglesia, al estar bajo la autoridad de Cristo, tiene el propósito de guiar al pueblo de Dios en la realización de estas tres funciones clave. Veamos cada una en detalle.
Adoración divina
La adoración es el centro de la vida de la iglesia. En la adoración, la iglesia reconoce la grandeza y la soberanía de Dios y responde a Él en humildad y reverencia. Juan 4:24 dice: “Dios es espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”. La adoración verdadera no se limita a un ritual externo, sino que involucra una actitud interior de sumisión y reverencia a Dios.
En el contexto del gobierno eclesiástico, los líderes de la iglesia están llamados a asegurar que la adoración sea conforme a las Escrituras, regulada por los principios bíblicos (Colosenses 3:16) y centrada en la gloria de Dios. James Bannerman señala que “la adoración es la actividad más alta y santa en la que puede participar la iglesia, y debe ser dirigida conforme a la Palabra de Dios, no a las innovaciones humanas” . La predicación de la Palabra, la administración de los sacramentos, y la oración son elementos esenciales de la adoración cristiana.
Edificación mutua
El segundo aspecto de la obra de la iglesia es la edificación mutua. La iglesia no es solo un lugar donde los individuos vienen a adorar, sino que es una comunidad de creyentes que se construyen unos a otros en amor y en la fe. Efesios 4:12 establece que el propósito de los dones espirituales es “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”.
La edificación mutua implica la enseñanza de la Palabra de Dios, la corrección, la exhortación, y el ánimo mutuo. Los líderes de la iglesia deben estar comprometidos con el discipulado y la formación espiritual de los miembros, asegurándose de que todos los creyentes crezcan en su relación con Cristo y en su conocimiento de la doctrina bíblica.
Herman Bavinck, en su obra sobre la iglesia, enfatiza que “la iglesia no es simplemente una organización jerárquica, sino un organismo vivo donde todos los miembros, dotados por el Espíritu Santo, participan en la edificación del cuerpo de Cristo” . Esta edificación incluye tanto el ministerio de la Palabra como el acompañamiento pastoral y el ejercicio de la disciplina eclesiástica, que tiene como objetivo restaurar a los hermanos en amor (Gálatas 6:1).
Testimonio del evangelio
El tercer aspecto es el testimonio del evangelio. La iglesia no solo existe para su propio beneficio, sino que ha sido comisionada por Cristo para proclamar el evangelio a todas las naciones (Mateo 28:19-20). El testimonio no es una opción, sino un mandato que surge de la autoridad de Cristo sobre su iglesia. Hechos 1:8 subraya que el Espíritu Santo capacita a la iglesia para ser testigos “en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”.
En el contexto de la iglesia local y regional, el testimonio del evangelio incluye la predicación pública, el evangelismo personal, y la vida de los creyentes como un ejemplo visible del poder transformador del evangelio. Edmund Clowney señala que “la misión de la iglesia no se limita a las fronteras de su congregación, sino que se extiende a todo el mundo, donde Cristo llama a todos los hombres al arrepentimiento y la fe” .
Medios designados por Cristo para la obra de la iglesia
El Libro de Orden establece que Cristo ha prescrito medios específicos para que la iglesia cumpla con su misión. Estos medios son los que sostienen y guían a la iglesia en la adoración, la edificación y el testimonio. Los medios son la proclamación de la Palabra, la administración de los sacramentos, la oración, la alabanza, el ayuno, la misericordia y la disciplina eclesiástica.
“Las actividades prescritas por Cristo para las cuales la iglesia trabaja incluyen: proclamar el nombre de Cristo ante los hombres; fomentar el compañerismo para animarse mutuamente; estudiar, explicar y predicar la Palabra de Dios; orar; alabar a Dios con cantos; ayunar; administrar los sacramentos del bautismo y la Santa Cena; recolectar y distribuir ofrendas; practicar la misericordia; ejercer la disciplina eclesiástica; y bendecir a su pueblo.”
Estos medios son claramente bíblicos y han sido dados a la iglesia por Cristo mismo para llevar a cabo su obra. Es responsabilidad de los líderes de la iglesia asegurarse de que estos medios se implementen de manera fiel y con reverencia. El Espíritu Santo obra a través de estos medios para santificar y fortalecer a su pueblo.
1. Proclamación de la Palabra: La predicación es el medio principal por el cual Dios llama a los pecadores al arrepentimiento y edifica a los creyentes en la fe (Romanos 10:17). La Palabra de Dios debe ser predicada con claridad, autoridad y fidelidad.
2. Sacramentos: Los sacramentos del bautismo y la Santa Cena son signos visibles de la gracia de Dios. El bautismo señala la entrada en el pacto, y la Cena del Señor es una renovación de esa comunión con Cristo (1 Corintios 11:26).
3. Oración y alabanza: La oración es la comunicación de la iglesia con su Señor. La alabanza, tanto en canto como en oración, es una respuesta de gratitud y adoración a Dios (Efesios 5:19-20).
4. Disciplina eclesiástica: La disciplina es un medio de gracia que busca restaurar a los creyentes que han caído en pecado y mantener la pureza de la iglesia (Mateo 18:15-17). Su propósito es siempre restaurador y refleja el amor y la justicia de Cristo.
Implicaciones para el liderazgo eclesiástico
Los líderes de la iglesia tienen una gran responsabilidad en la administración de estos medios de gracia. La obra de la iglesia no es simplemente llevar a cabo programas o actividades, sino ser fieles en implementar los medios que Cristo ha designado para el bien de su pueblo. Algunas implicaciones prácticas incluyen:
1. Fidelidad en la predicación: Los pastores y ancianos deben ser fieles en la predicación de la Palabra, asegurándose de que la enseñanza sea bíblica, edificante y centrada en Cristo.
2. Administración correcta de los sacramentos: Los sacramentos no deben ser administrados de manera superficial o mecánica, sino con reverencia y claridad, asegurando que los miembros entiendan su significado.
3. Cuidado pastoral en la disciplina: La disciplina eclesiástica debe ser ejercida con amor, buscando siempre la restauración de los hermanos en lugar de la condenación.
Conclusión de este punto
La obra de la iglesia en obediencia a Cristo incluye la adoración, la edificación mutua y el testimonio del evangelio. Estos aspectos están sustentados por los medios que Cristo ha prescrito, y es tarea del liderazgo eclesiástico implementar fielmente estos medios para la gloria de Dios y el bien de su pueblo.
5. La Obra de la Iglesia en Obediencia a Cristo
Adoración, edificación mutua y testimonio del evangelio
El Libro de Orden de la Iglesia Presbiteriana de la Reforma de Colombia establece que la labor fundamental de la iglesia se resume en tres tareas principales: la adoración divina, la edificación mutua y el testimonio del evangelio. Estas son las actividades primordiales a las que la iglesia debe dedicarse en comunión y obediencia a Cristo.
“La labor de la iglesia, en comunión y obediencia a Cristo, consiste en la adoración divina, la edificación mutua y el testimonio del evangelio.”
Estos tres aspectos están profundamente arraigados en las Escrituras y son reflejo de la misión de la iglesia en el mundo. El gobierno de la iglesia, al estar bajo la autoridad de Cristo, tiene el propósito de guiar al pueblo de Dios en la realización de estas tres funciones clave. Veamos cada una en detalle.
Adoración divina
La adoración es el centro de la vida de la iglesia. En la adoración, la iglesia reconoce la grandeza y la soberanía de Dios y responde a Él en humildad y reverencia. Juan 4:24 dice: “Dios es espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”. La adoración verdadera no se limita a un ritual externo, sino que involucra una actitud interior de sumisión y reverencia a Dios.
En el contexto del gobierno eclesiástico, los líderes de la iglesia están llamados a asegurar que la adoración sea conforme a las Escrituras, regulada por los principios bíblicos (Colosenses 3:16) y centrada en la gloria de Dios. James Bannerman señala que “la adoración es la actividad más alta y santa en la que puede participar la iglesia, y debe ser dirigida conforme a la Palabra de Dios, no a las innovaciones humanas” . La predicación de la Palabra, la administración de los sacramentos, y la oración son elementos esenciales de la adoración cristiana.
Edificación mutua
El segundo aspecto de la obra de la iglesia es la edificación mutua. La iglesia no es solo un lugar donde los individuos vienen a adorar, sino que es una comunidad de creyentes que se construyen unos a otros en amor y en la fe. Efesios 4:12 establece que el propósito de los dones espirituales es “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”.
La edificación mutua implica la enseñanza de la Palabra de Dios, la corrección, la exhortación, y el ánimo mutuo. Los líderes de la iglesia deben estar comprometidos con el discipulado y la formación espiritual de los miembros, asegurándose de que todos los creyentes crezcan en su relación con Cristo y en su conocimiento de la doctrina bíblica.
Herman Bavinck, en su obra sobre la iglesia, enfatiza que “la iglesia no es simplemente una organización jerárquica, sino un organismo vivo donde todos los miembros, dotados por el Espíritu Santo, participan en la edificación del cuerpo de Cristo” . Esta edificación incluye tanto el ministerio de la Palabra como el acompañamiento pastoral y el ejercicio de la disciplina eclesiástica, que tiene como objetivo restaurar a los hermanos en amor (Gálatas 6:1).
Testimonio del evangelio
El tercer aspecto es el testimonio del evangelio. La iglesia no solo existe para su propio beneficio, sino que ha sido comisionada por Cristo para proclamar el evangelio a todas las naciones (Mateo 28:19-20). El testimonio no es una opción, sino un mandato que surge de la autoridad de Cristo sobre su iglesia. Hechos 1:8 subraya que el Espíritu Santo capacita a la iglesia para ser testigos “en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”.
En el contexto de la iglesia local y regional, el testimonio del evangelio incluye la predicación pública, el evangelismo personal, y la vida de los creyentes como un ejemplo visible del poder transformador del evangelio. Edmund Clowney señala que “la misión de la iglesia no se limita a las fronteras de su congregación, sino que se extiende a todo el mundo, donde Cristo llama a todos los hombres al arrepentimiento y la fe” .
Medios designados por Cristo para la obra de la iglesia
El Libro de Orden establece que Cristo ha prescrito medios específicos para que la iglesia cumpla con su misión. Estos medios son los que sostienen y guían a la iglesia en la adoración, la edificación y el testimonio. Los medios son la proclamación de la Palabra, la administración de los sacramentos, la oración, la alabanza, el ayuno, la misericordia y la disciplina eclesiástica.
“Las actividades prescritas por Cristo para las cuales la iglesia trabaja incluyen: proclamar el nombre de Cristo ante los hombres; fomentar el compañerismo para animarse mutuamente; estudiar, explicar y predicar la Palabra de Dios; orar; alabar a Dios con cantos; ayunar; administrar los sacramentos del bautismo y la Santa Cena; recolectar y distribuir ofrendas; practicar la misericordia; ejercer la disciplina eclesiástica; y bendecir a su pueblo.”
Estos medios son claramente bíblicos y han sido dados a la iglesia por Cristo mismo para llevar a cabo su obra. Es responsabilidad de los líderes de la iglesia asegurarse de que estos medios se implementen de manera fiel y con reverencia. El Espíritu Santo obra a través de estos medios para santificar y fortalecer a su pueblo.
1. Proclamación de la Palabra: La predicación es el medio principal por el cual Dios llama a los pecadores al arrepentimiento y edifica a los creyentes en la fe (Romanos 10:17). La Palabra de Dios debe ser predicada con claridad, autoridad y fidelidad.
2. Sacramentos: Los sacramentos del bautismo y la Santa Cena son signos visibles de la gracia de Dios. El bautismo señala la entrada en el pacto, y la Cena del Señor es una renovación de esa comunión con Cristo (1 Corintios 11:26).
3. Oración y alabanza: La oración es la comunicación de la iglesia con su Señor. La alabanza, tanto en canto como en oración, es una respuesta de gratitud y adoración a Dios (Efesios 5:19-20).
4. Disciplina eclesiástica: La disciplina es un medio de gracia que busca restaurar a los creyentes que han caído en pecado y mantener la pureza de la iglesia (Mateo 18:15-17). Su propósito es siempre restaurador y refleja el amor y la justicia de Cristo.
Implicaciones para el liderazgo eclesiástico
Los líderes de la iglesia tienen una gran responsabilidad en la administración de estos medios de gracia. La obra de la iglesia no es simplemente llevar a cabo programas o actividades, sino ser fieles en implementar los medios que Cristo ha designado para el bien de su pueblo. Algunas implicaciones prácticas incluyen:
1. Fidelidad en la predicación: Los pastores y ancianos deben ser fieles en la predicación de la Palabra, asegurándose de que la enseñanza sea bíblica, edificante y centrada en Cristo.
2. Administración correcta de los sacramentos: Los sacramentos no deben ser administrados de manera superficial o mecánica, sino con reverencia y claridad, asegurando que los miembros entiendan su significado.
3. Cuidado pastoral en la disciplina: La disciplina eclesiástica debe ser ejercida con amor, buscando siempre la restauración de los hermanos en lugar de la condenación.
Conclusión de este punto
La obra de la iglesia en obediencia a Cristo incluye la adoración, la edificación mutua y el testimonio del evangelio. Estos aspectos están sustentados por los medios que Cristo ha prescrito, y es tarea del liderazgo eclesiástico implementar fielmente estos medios para la gloria de Dios y el bien de su pueblo.
6. Aplicaciones Prácticas para el Ministerio
El papel del liderazgo en la implementación de las actividades de la iglesia
Ahora que hemos explorado las tres áreas clave de la obra de la iglesia —adoración, edificación mutua y testimonio del evangelio— es importante detenernos para analizar las implicaciones prácticas de estas áreas para los futuros líderes en el ministerio. Como hemos visto, los medios designados por Cristo, tales como la predicación, los sacramentos y la disciplina eclesiástica, son los canales a través de los cuales la iglesia cumple con su misión.
El papel del liderazgo en la iglesia no es opcional ni meramente administrativo. Los pastores y ancianos están llamados a guiar a la congregación en la implementación fiel de estas actividades, asegurándose de que la iglesia esté alineada con el propósito de Cristo. La importancia de este liderazgo puede verse en varios aspectos:
1. Cuidado pastoral a través de la predicación y los sacramentos: Como señala James Bannerman en The Church of Christ, los pastores no solo tienen el deber de predicar, sino también de asegurar que los sacramentos sean administrados correctamente, con reverencia y entendimiento claro por parte de la congregación . Esto requiere una enseñanza constante sobre el significado de los sacramentos y su lugar en la vida de la iglesia.
2. La administración de la disciplina eclesiástica: La disciplina no es simplemente un mecanismo para corregir errores, sino una expresión del amor de Cristo por su iglesia. Hebreos 12:6 nos recuerda que “el Señor al que ama, disciplina”. Los líderes de la iglesia deben estar preparados para guiar a la congregación en la disciplina, no como un acto de juicio, sino de restauración. Francis Turretin, en sus Institutes of Elenctic Theology, enfatiza que la disciplina debe ser vista como un medio de gracia para llevar a los creyentes a una mayor santidad .
Desafíos comunes en la práctica del gobierno eclesiástico
La implementación práctica de estas actividades y medios puede presentar varios desafíos que los líderes deben enfrentar con sabiduría y discernimiento.
1. Tensiones entre la iglesia visible y la iglesia invisible: Como vimos anteriormente, la iglesia es tanto un organismo espiritual como una organización visible. Este hecho puede crear tensiones, especialmente cuando la vida visible de la iglesia no refleja adecuadamente su realidad espiritual. El liderazgo debe ser consciente de que la iglesia, aunque imperfecta en su manifestación visible, sigue siendo el cuerpo de Cristo y debe ser tratada con amor y respeto. Edmund Clowneyseñala que el liderazgo debe guiar a la iglesia en la tensión entre su carácter presente como “ya, pero no todavía”, es decir, ya redimida, pero aún esperando su glorificación final .
2. El reto de mantener la unidad en la diversidad: En muchas iglesias, la diversidad de trasfondos y culturas puede ser un desafío. La iglesia local y regional incluye personas de diferentes trasfondos, pero todas ellas están unidas por una fe común en Cristo. La tarea del liderazgo es preservar esta unidad, asegurándose de que la diversidad no cause divisiones. Efesios 4:3 insta a la iglesia a “guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”. Los líderes deben trabajar para que la confesión común de fe sea el lazo que une a la congregación, a pesar de las diferencias culturales o personales.
3. La tentación del poder: El gobierno eclesiástico presbiteriano está diseñado para evitar que el poder se concentre en una sola persona. Sin embargo, los líderes aún pueden caer en la tentación de usar su autoridad de manera incorrecta. 1 Pedro 5:3advierte a los ancianos: “no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey”. El liderazgo debe ser humilde, siempre consciente de que el verdadero gobierno pertenece a Cristo, y ellos solo son sus siervos.
Sujeción a Cristo y a su gobierno
Uno de los principios clave del gobierno presbiteriano es que la iglesia está bajo la autoridad directa de Jesucristo. Esto significa que todos los miembros, incluyendo los líderes, deben someterse a su gobierno y a su Palabra. Como señala el Libro de Orden, los líderes de la iglesia deben asegurarse de que todos los aspectos de la vida de la iglesia estén alineados con la voluntad de Cristo, tal como se revela en las Escrituras.
“La iglesia universal se hace visible en todo el mundo, en cada nación o grupo étnico, en iglesias regionales (gobernadas por presbiterios) e iglesias locales (gobernadas por sesiones).”
Este principio de sujeción a Cristo tiene varias implicaciones prácticas:
1. Fidelidad a la Palabra de Dios: Los líderes no deben gobernar según su propio criterio o las expectativas de la cultura, sino según las Escrituras. 2 Timoteo 3:16-17 afirma que “toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”. La Palabra de Dios debe ser la norma que guía todas las decisiones en la iglesia.
2. Transparencia y rendición de cuentas: Dado que los líderes de la iglesia están bajo la autoridad de Cristo, deben ser transparentes en su liderazgo y estar dispuestos a rendir cuentas a la congregación y al presbiterio. Hebreos 13:17 instruye a los creyentes a obedecer a sus líderes, “porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta”. Esto subraya que el liderazgo eclesiástico no es un ejercicio de poder, sino de servicio, siempre consciente de la responsabilidad ante Cristo.
3. Dependencia del Espíritu Santo: Finalmente, los líderes deben recordar que no pueden cumplir con su llamado por sus propias fuerzas. Juan 15:5 nos recuerda que “sin mí, nada podéis hacer”. El liderazgo en la iglesia requiere una constante dependencia del Espíritu Santo, quien guía, fortalece y equipa a los pastores y ancianos para llevar a cabo la obra de Cristo.
Conclusión del punto
La obra de la iglesia en la adoración, la edificación mutua y el testimonio del evangelio no puede llevarse a cabo sin un liderazgo comprometido y fiel. Los pastores y ancianos están llamados a guiar a la iglesia en la implementación de los medios de gracia que Cristo ha establecido, siempre conscientes de los desafíos y peligros inherentes al liderazgo. La fidelidad a la Palabra de Dios, la humildad en el ejercicio del poder y la dependencia del Espíritu Santo son esenciales para un liderazgo efectivo.
7. Conclusión de la Clase
En esta clase hemos recorrido las principales enseñanzas del Libro de Orden de la Iglesia Presbiteriana de la Reforma de Colombia, explorando cómo la teología detrás del gobierno eclesiástico se fundamenta en la soberanía de Cristo y en la enseñanza clara de las Escrituras.
Resumiendo los puntos clave:
1. Jesucristo es la cabeza de la Iglesia: La iglesia es el reino de Cristo en la tierra, y Él gobierna su cuerpo de manera visible a través de su Palabra, sus sacramentos y su Espíritu.
2. La Iglesia es tanto invisible como visible: En su esencia, la iglesia es una comunión espiritual de santos, pero siempre se manifiesta visiblemente a través de congregaciones locales y regionales.
3. La organización local y regional de la Iglesia: La iglesia universal se manifiesta en congregaciones locales que están unidas por una fe común y un gobierno eclesiástico compartido, bajo la supervisión de presbiterios y sesiones.
4. La obra de la iglesia en obediencia a Cristo: La iglesia está llamada a adorar a Dios, edificar mutuamente a sus miembros y testificar del evangelio al mundo, utilizando los medios que Cristo ha ordenado: la predicación, los sacramentos, la oración y la disciplina.
5. Implicaciones prácticas para el liderazgo: Los líderes de la iglesia deben guiar con fidelidad a la Palabra de Dios, asegurar la correcta administración de los medios de gracia y velar por la unidad y pureza de la iglesia, siempre bajo la autoridad de Cristo.
La importancia de la sujeción a Cristo:
En última instancia, el gobierno de la iglesia no se trata simplemente de administrar bien una organización, sino de reconocer y someterse al señorío de Jesucristo. Como líderes, estamos llamados a ser fieles mayordomos de su iglesia, conscientes de que toda autoridad en la iglesia es delegada y que un día daremos cuentas a Él (1 Pedro 5:1-4). Esta sujeción a Cristo nos debe llevar a una dependencia constante del Espíritu Santo, sabiendo que, sin Él, nada podemos hacer (Juan 15:5).
Desafíos y llamados para los futuros líderes:
Finalmente, a medida que ustedes se preparan para el ministerio, deben estar conscientes de los desafíos que conlleva el liderazgo en la iglesia. La tentación de ejercer el poder de manera incorrecta, las tensiones entre la iglesia visible e invisible, y la necesidad de mantener la unidad doctrinal son solo algunos de los obstáculos que enfrentarán. Sin embargo, la promesa de Cristo es que Él edificará su iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella (Mateo 16:18).
Es mi oración que ustedes, como futuros líderes, puedan ejercer su ministerio con humildad, fidelidad y un profundo sentido de reverencia por la responsabilidad que se les ha encomendado.
Reflexión final:
La iglesia es el cuerpo de Cristo, y ustedes, como líderes, son llamados a ser sus siervos. Su gobierno no es autónomo ni arbitrario, sino una expresión del reino de Dios en la tierra. Que cada decisión que tomen, cada palabra que prediquen y cada acto de liderazgo que ejerzan, sea hecho en obediencia y sujeción a Cristo, nuestro Rey y Salvador.
Bibliografia:
1. Bannerman, James. The Church of Christ. Edinburgh: Banner of Truth, 2015.
2. Bavinck, Herman. Reformed Dogmatics: Volume 4, Holy Spirit, Church, and New Creation. Edited by John Bolt. Translated by John Vriend. Grand Rapids: Baker Academic, 2008.
3. Clowney, Edmund P. The Church: Contours of Christian Theology. Downers Grove: InterVarsity Press, 1995.
4. Trueman, Carl R. The Creedal Imperative. Wheaton: Crossway, 2012.
5. Turretin, Francis. Institutes of Elenctic Theology. Edited by James T. Dennison Jr. Translated by George Musgrave Giger. Phillipsburg: P&R Publishing, 1994.
6. Vos, Johannes Geerhardus. Westminster Larger Catechism: A Commentary. Edited by G. I. Williamson. Phillipsburg: P&R Publishing, 2002.