LA PARABOLA DEL FARISEO Y DEL PUBLICANO
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as enseñanzas de nuestro Señor eran dirigidas contra los pecados del orgullo y la justicia propia.
El habló esta parábola para aquellos que confiaban en su justicia propia y despreciaban a los demás.
Los fariseos y los publicanos representaron a dos clases de personas que a su vez son exponentes de dos extremos opuestos de la sociedad.
La clase de los fariseos representaba a la gente más respetable y religiosa de la sociedad de ese tiempo, mientras que, por otra parte, muchos de los publicanos eran gente de mala reputación.
En esta parábola tenemos dos caracteres opuestos: el fariseo, ceremonioso en las prácticas, y en todos los respectos satisfecho de sí mismo; y el publicano, que se consideraba un pecador ante Dios.
Estos dos hombres fueron al Templo a orar, y de las oraciones de ambos tenemos valiosas lecciones que podemos aprender para nuestros días.
I. La oración del fariseo
Lucas 18:9–14 (RVR60)
9 A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola:10 Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano.11 El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano;12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.13 Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.14 Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
«El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo …». V.11
1. Era una oración autoengañosa:
a) Ignoró el carácter de esta oración, pues resulta increíble que siquiera haya llegado a pronunciarla. Cada vez que la repetía se iba engañando más y más a si mismo...
b) No deseaba magnificar la bondad de Dios, sino más bien exaltarse a sí mismo.
2. El orgullo era el principal ingrediente de la oración, de principio a fin:
a) Usaba una forma de dar gracias a Dios, pero era con un espíritu de autoexaltación
b) Cualquier ejercicio religioso que hace que un hombre se encuentre satisfecho consigo mismo es engañoso.
3. La oración del fariseo era jactanciosa:
a) «… Ayuno dos veces a la semana …».
b) Probablemente era verdad que hacía las cosas que decía, pero ¿por qué se lo decía a Dios en voz alta en el templo?
c) La humildad le habría hecho callarse y no decir las cosas buenas que hacía.
d) Jactarse es inadecuado, nunca lo es cuando los hombres le hablan a Dios.
4. La oración del fariseo era tristemente defectuosa
a) Le faltaban todos los elementos principales de la oración.
b) No había confesión de pecado.
c) No había adoración a Dios por Su bondad.
d) Tampoco había ninguna petición de perdón y misericordia.
e) Que la oración del fariseo nos sirva como una advertencia contra el orgullo y la justicia propia.
II. La oración del publicano
«Mas el cobrador de impuestos, de pie y a bastante distancia, no quería ni aun alzar los ojos al Cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador».
1. Su oración era la oración de un penitente:
a) Sintió y confesó el pecado.
b) El porte y la conducta del publicano eran una indicación de su humildad y actitud penitente: «… De pie y a bastante distancia, no quería ni aun alzar los ojos al Cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador».
c) Los pecadores deben de allegarse a Dios en el espíritu del publicano.
2. La oración del publicano era para pedir misericordia.
Buscaba en toda su oración misericordia por su alma...
3. La oración del publicano fue ofrecida con fe.
Sin duda él tenía un conocimiento del carácter lleno de gracia de Dios, y cuando oró era en la fe de que Dios sería misericordioso para con él.
4. La oración del publicano era breve pero eficaz:
a) Sus palabras no fueron muchas, pero la bendición que obtuvo fue abundante.
b) No necesitamos imitar necesariamente la brevedad de la oración del publicano, pero sí el espíritu de la misma