Jesús en los Salmos

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Introducción
El salmo que veremos esta mañana es el Salmo 110 que es el salmo más citado en el Nuevo Testamento. Eso hace que el salmo sea significativo e importante.
Pero, este salmo también contiene algunas secciones confusas que deben ser explicadas para poder entender completamente este salmo. Afortunadamente, los autores del Nuevo Testamento e incluso Jesús mismo, aclaran nuestro entendimiento de este importante pasaje. 
El salmo comienza con las palabras: “El Señor dijo a mi Señor:”
Esta declaración, aunque inicialmente es confusa, identifica al que habla y también a quién se dirige.
Nuestro primer pensamiento podría ser que David, el autor de este salmo, es quien habla o aquel a quien se dirigen estas palabras, pero no hay prueba de que ese sea el caso.
Nuestra primer pista está en cómo se traduce en la Biblia el nombre de quien habla. Cuando vemos el nombre “SEÑOR” en mayúsculas significa que la palabra en el hebreo era Jehová. 
Esta palabra solo puede ser una referencia a Dios mismo. El que habla en este salmo es Dios. Pero a quién se dirige el salmo? 
En esto, los judíos tienen opiniones divididas. Algunos pensaban que se refería a David, otros a alguno de sus descendientes, otros al Mesías que vendría.
Algunos creían que se refería a David o alguno de sus descendientes pero muchas de las cosas que dice el salmo no se pueden aplicar a David ni a ninguno de los reyes de Israel o de Judá.
Aquí es donde Jesús nos ayuda a entender mejor este pasaje.
En Mateo 22:41-46 leemos:  
41 Mientras estaban reunidos los fariseos, Jesús preguntó:
42 —¿Qué piensan ustedes acerca del Cristo? ¿De quién es descendiente? —De David —respondieron ellos. Jesús les dijo:
43 —Entonces, ¿cómo es que David, hablando por el Espíritu, lo llama “Señor”? Él afirma:
44 »“Dijo el Señor a mi Señor: ‘Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies’ ”.
45 Si David lo llama “Señor”, ¿cómo puede entonces ser su descendiente?».
46 Nadie pudo responderle ni una sola palabra y desde ese día ninguno se atrevía a hacerle más preguntas. 
En este pasaje, Jesús aclara, citando Salmo 110:1, que la persona a la que se dirige el salmo es al Mesías que vendría.
Las palabras que están a continuación en el salmo, revelan verdades importantes acerca del Mesías y fueron dichas siglos antes de que naciera. Aquí es donde encontramos a Jesús en los Salmos.
El Mesías como Rey
El resto del versículo 1 presenta al Mesías como un rey victorioso.
Salmo 110:1-2 NVI
1 Así dijo el Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos por debajo de tus pies».
2 El Señor extenderá desde Sión el poder de tu cetro. Domina tú en medio de tus enemigos.
Este pasaje es citado varias veces en el Nuevo Testamento por Jesús, por Pedro y por el autor de Hebreos. Nos presenta un cuadro en donde se describe la total sumisión de los enemigos del Mesías y su humillación delante de Él.
El Mesías es descrito frecuentemente en los Salmo como un Rey:
Salmo 45:3-6 NVI 
3 ¡Con esplendor y majestad, cíñete la espada, oh valiente!
4 Con majestad, cabalga victorioso en nombre de la verdad, la humildad y la justicia; que tu diestra realice maravillas asombrosas.
5 Que tus afiladas flechas atraviesen el corazón de los enemigos del rey y que caigan las naciones a tus pies.
6 Tu trono, oh Dios, permanece para siempre; el cetro de tu reino es cetro de justicia.
Es importante notar que solo a través de Jesús, quien fue descendiente de David, el trono de David durará para siempre.
Así que el salmista claramente vio que el Mesías vendría como un rey. Pero, ¿será que Jesús vino como rey a cumplir estas profecías?
La respuesta a esta pregunta es doble:
Primero, durante Su ministerio terrenal, Jesús habló frecuentemente acerca de establecer Su reino. Jesús anunció:
Mateo 4:17 NVI
Desde entonces comenzó Jesús a predicar: «Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca».
Este fue un tipo de reino muy diferente al de los gobernantes de Su tiempo. El suyo iba a ser un reino espiritual como Él lo describió en Juan 18:36.
Juan 18:36 NVI
—Mi reino no es de este mundo —contestó Jesús—. Si lo fuera, mis propios guardias pelearían para impedir que los judíos me arrestaran. Pero mi reino no es de este mundo.
Su reino sería realmente un reino celestial en los corazones humanos.
En segundo lugar, como veremos más adelante en en este pasaje, Jesús vendrá nuevamente en el futuro para cumplir por completo todas las profecías acerca de Su reinado victorioso como el Rey eterno.
El Mesías como Sacerdote 
Volviendo al Salmo 110, encontramos no solo que el Mesías sería Rey sino que el Mesías sería también un Sacerdote.
Esto es muy inusual pues, a partir del reinado de David, para ser rey era necesario ser de la tribu de Judá.
En contraste, era requerido que los sacerdotes fueran de la tribu de Leví.
No es posible ser de la tribu de Judá y al mismo tiempo de la tribu de Leví. Así que, ¿cómo el Mesías podría ser también ser un Sacerdote?
La respuesta está en que el sacerdocio israelita tuvo sus raíces en Aarón, el primer sacerdote en el tiempo de Moisés.
Sin embargo, antes de eso, hubo sacerdotes de Dios, aun antes de la formación de la nación de Israel. Esto es lo que dice Salmo 110:4:
Salmo 110:4 NVI
El Señor ha jurado y no cambiará de parecer: «Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec».
¿A qué se refiere esto?
En Génesis 14 leemos acerca de un sacerdote que ministró a Abraham, un antecesor distante tanto de Moisés como de David así como de la nación de Israel.
Génesis 14:18 NVI
Y Melquisedec, rey de Salén, le ofreció pan y vino. Melquisedec era sacerdote del Dios Altísimo.
Aprendemos más acerca del significado de este encuentro entre Abraham y Melquisedec en el libro de Hebreos.
El autor de Hebreos comienza el capítulo 5 describiendo el rol de un sacerdote:
Hebreos 5:1-4 NVI
1 Todo sumo sacerdote es escogido de entre los hombres. Él mismo es nombrado para representar a su pueblo ante Dios y ofrecer dones y sacrificios por los pecados.
2 Puede tratar con paciencia a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está sujeto a las debilidades humanas.
3 Por tal razón se ve obligado a ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como también por los del pueblo.
4 Nadie ocupa ese cargo por iniciativa propia; más bien, lo ocupa el que esllamado por Dios, como sucedió con Aarón.
Este pasaje nos enseña que el sacerdote representa al pueblo delante de Dios. El sacerdote comprende la debilidad del pueblo que representa.
De hecho, el sacerdote tenía que ofrecer también sacrificios por sí mismo antes de poder representar al pueblo.
En este pasaje también aprendemos que el sacerdocio no es una posición que alguien pueda reclamar por sí mismo. El sacerdote debía ser llamado por Dios.
Continuamos con el pasaje de Hebreos, versículo 5:
Hebreos 5:5-6 NVI
5 Tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino que Dios le dijo: «Tú eres mi Hijo; hoy mismo te he engendrado».
6 Y en otro pasaje dice: «Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec».
Note la cita del Salmo 110 en el versículo 6. En estos versículos aprendemos que Dios escogió a Jesús para cumplir el papel especial de Sacerdote delante de Dios.
Su sacerdocio no es tampoco el sacerdocio de Aarón sino el de Melquisedec. Él es sacerdote, no solo de Israel sino de los gentiles también.
En Hebreos 7 encontramos más comparaciones entre Jesús y Melquisedec:
Hebreos 7:1-4 (NVI)
1 Este Melquisedec, rey de Salén y sacerdote del Dios Altísimo, salió al encuentro de Abraham, quien regresaba de derrotar a los reyes, y lo bendijo.
2 A su vez, Abraham le dio el diezmo de todo. El nombre Melquisedec significa en primer lugar: «rey de justicia» y, además, «rey de Salén», esto es, «rey de paz».
3 No tiene padre ni madre ni genealogía; no tiene comienzo ni fin, pero, a semejanza del Hijo de Dios, permanece como sacerdote para siempre.
4 Consideren la grandeza de ese hombre, a quien nada menos que el patriarca Abraham dio la décima parte del botín.
Este sacerdocio que surgió en el tiempo de Abraham se considera como un sacerdocio eterno y llegó a su cumplimiento en Jesús.
El autor de Hebreos continúa en los versículos 20 al 22 del capítulo 7:
Hebreos 7:20–22 NVI
20 ¡Y no fue sin juramento! Los otros sacerdotes llegaron a serlo sin juramento,
21 mientras que este llegó a serlo con el juramento de aquel que le dijo: «El Señor ha jurado, y no cambiará de parecer: “Tú eres sacerdote para siempre”».
22 Por tanto, Jesús ha llegado a ser el que garantiza un pacto superior.  
Entonces, ¿de qué manera el sacerdocio de Jesús es superior al sacerdocio del Antiguo Testamento?
Hebreos 7 continúa: Hebreos 7:23-25 NVI
23 Ahora bien, a los sacerdotes la muerte les impedía seguir ejerciendo sus funciones y por eso hemos tenido muchos de ellos;
24 pero como Jesús permanece para siempre, su sacerdocio es imperecedero.
25 Por eso también puede salvar por completo a los que por medio de él se acercan a Dios, ya que vive siempre para interceder por ellos.
El sacerdocio de Jesús no está limitado por la muerte del sacerdote. Él vive para siempre para interceder por nosotros hoy y hasta completar nuestra salvación en la eternidad.
Hebreos 7:26-28 NVI
26 Nos convenía tener un sumo sacerdote así: santo, irreprochable, puro, apartado de los pecadores y exaltado sobre los cielos.
27 A diferencia de los otros sumos sacerdotes, él no tiene que ofrecer sacrificios día tras día, primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo; porque él ofreció el sacrificio una sola vez y para siempre cuando se ofreció a sí mismo.
28 De hecho, la Ley designa como sumos sacerdotes a hombres débiles; pero el juramento posterior a la Ley designa al Hijo, quien ha sido hecho perfecto para siempre.
Nuestro Sumo Sacerdote Jesús es un sacerdote superior pues vivió una vida santa. Otros sacerdotes debían responder por sus pecados antes de poder representar a otros.
Regresando a Hebreos 5, el autor continúa describiendo cómo Jesús cumplió con el papel de Sacerdote en Su ministerio.
Hebreos 5:7-10 NVI
7 En los días de su vida mortal, Jesús ofreció oraciones y súplicas con fuerte clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte y fue escuchado por su temor reverente.
8 Aunque era Hijo, mediante el sufrimiento aprendió a obedecer.
9 Al ser así perfeccionado, llegó a ser autor de salvación eterna para todos los que le obedecen
10 y Dios lo nombró sumo sacerdote según el orden de Melquisedec.
Jesús funcionó como sacerdote durante Su ministerio terrenal al orar e interceder por el pueblo.
Como nuestro Gran Sumo Sacerdote, también completó nuestra salvación al morir en la cruz.
Hebreos 9:11-14 NVI
11 Pero Cristo, al presentarse como sumo sacerdote de los bienes definitivos en el santuario más excelente y perfecto, no hecho por manos humanas (es decir, que no es de esta creación),
12 entró una sola vez y para siempre en el Lugar Santísimo. No lo hizo con sangre de machos cabríos y becerros, sino con su propia sangre, logrando así un rescate eterno.
13 La sangre de machos cabríos y de toros, y las cenizas de una novilla rociadas sobre personas impuras, las santifican de modo que quedan limpias por fuera.
14 Si esto es así, ¡cuánto más la sangre de Cristo, quien por medio del Espíritu eterno se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras que conducen a la muerte, a fin de que sirvamos al Dios viviente!
Jesús entró en un tabernáculo más perfecto. Entró al mismo cielo yendo directo a la presencia de Dios.
Él también ofreció un sacrificio superior, Él mismo, en vez de sangre de toros o machos cabríos, los cuales eran solo símbolos externos del perdón de Dios.
Esos sacrificios apuntaban al momento en que todo pecado sería perdonado en la cruz pero no quitaban el castigo por el pecado por sí mismos.
El Mesías como Juez
Volviendo al Salmo 110, donde comenzamos, hay una tercera imagen del Mesías. Además de ser Rey y Sacerdote, el Mesías es visto también como Juez.
Como dijimos antes, algunas de las cosas que este Salmo predice acerca del Mesías son para el futuro.
Cuando Jesús se preparaba para morir en nuestro lugar, prometió a Sus discípulos que regresaría para llevarnos para estar con Él.
Juan 14:1-3 NVI
1 »No se angustien. Confíen en Dios y confíen también en mí.
2 En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas. Si no fuera así, ¿les habría dicho yo a ustedes que voy a prepararles un lugar allí?
3 Y si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté.
Aquí se nos promete claramente que Jesús regresará para llevarnos al cielo con Él. Algunos de estos eventos futuros son descritos en este salmo:
Salmo 110:5-7 NVI
5 El Señor está a tu mano derecha; aplastará a los reyes en el día de su ira.
6 Juzgará a las naciones y amontonará cadáveres; aplastará cabezas en toda la tierra.
7 Beberá de un arroyo junto al camino y por eso levantará su cabeza.
Note que en este pasaje, el Mesías está sentado a la diestra de Dios. Ese es el lugar de honor del que ha vencido el pecado y la muerte.
Hebreos 8:1 NVI
Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es este: tenemos un sumo sacerdote que se sentó a la derecha del trono de la Majestad en el cielo
Pero ahora, vemos que el Mesías vendrá por segunda vez. Esta vez para juzgar al mundo. El versículo 6 nos dice que Él juzgará a las naciones.
Este es el juicio final. No habrá más oportunidad para creer en Dios. El autor de Hebreos declara:
Hebreos 9:27-28 NVI
27 Así como está establecido que los seres humanos mueran una sola vez y después venga el juicio,
28 también Cristo fue ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar los pecados
de muchos. Aparecerá por segunda vez ya no para cargar con pecado alguno, sino para traer salvación a quienes lo esperan.
Este pasaje claramente habla de un juicio futuro. Para muchos, estar delante de Dios será una experiencia aterradora. Pero para los creyentes será la culminación de su salvación.
Aunque debe notar que, después de morir, no habrá nada más que esperar sino el juicio.
Es esencial que tomemos la decisión de seguir a Jesús en el aquí y el ahora mientras todavía es posible. Habrá un tiempo en el que ya será demasiado tarde.
El versículo 3 del Salmo 110 mencionan la batalla final con las fuerzas del mal.
Salmo 110:3 NVI
Tus tropas estarán dispuestas cuando manifiestes tu poder, ordenadas en santa majestad. De las entrañas de la aurora recibirás el rocío de tu juventud.
El Rey y Juez es descrito como preparándose para una batalla con las fuerzas del mal. El Salmo 2 describe el escenario de esta batalla final:
Salmo 2:1-3 NVI
1 ¿Por qué se rebelan las naciones y en vano conspiran los pueblos?
2  Los reyes de la tierra se rebelan; los gobernantes se confabulan contra el Señor y contra su ungido.
3 Y dicen: «¡Hagamos pedazos sus cadenas!  ¡Librémonos de su yugo!».
Cuando el Mesías regrese, luchará contra esas fuerzas del mal, venciéndolas en la gran batalla final. El Mesías (Jesús) derrotará a los enemigos de Dios.
Finalmente, al final del versículo 7, leemos que Él levantará Su cabeza en alto. Esto se refiere a la exaltación del Mesías. Pablo describe esta exaltación en el libro de Filipenses:
Filipenses 2:9-11 NVI 
9 Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre,
10 para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra,
11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Conclusión:
El Salmo 110, como muchos otros salmos, también predicen la venida del Mesías. En este salmo se describen los tres roles del Mesías, los cuales fueron o serán cumplidos en Jesucristo.
Él vino como Rey a establecer un reino espiritual que redefine el sistema del mundo, centrándolo alrededor de la obediencia y el amor al Dios del universo.
Él vino como Sacerdote para lidiar con el único problema que el ser humano no podía resolver por sí mismo, su propio pecado.
Como nuestro Sumo Sacerdote, Jesús vivió una vida sin pecado. Esto era esencial porque todo sacerdote que representaba a un ser humano tenía que lidiar primero con su propio pecado.
Jesús nos comprende porque vivió Su vida entre nosotros, experimentando todo lo que nosotros experimentamos, solo que nunca pecó.
Nuestro Sacerdote se ofreció a Sí mismo como el perfecto sacrificio para pagar por nuestros pecados y trajo ese sacrificio dentro del perfecto tabernáculo, delante de Dios mismo.
Nuestro Sumo Sacerdote nos representa hoy delante de Dios porque ha vencido la muerte y vive para siempre.
Por Su sacrificio, sabemos que iremos a vivir con Jesús cuando muramos.
Finalmente, vemos que el Mesías regresará un día para llevarnos con Él.
Su segunda venida será también un tiempo de juicio y derrota para las fuerzas del mal de nuestro mundo.
Todo esto fue escrito aproximadamente 1000 años antes de que Cristo viniera a la tierra a cumplir esta importante profecía mesiánica.
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