Un siervo sabio en sus relaciones
1 Timoteo: La casa puesta en orden • Sermon • Submitted • Presented
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Una de las cosas que hace diferentes a los humanos de cualquier otra especie viva es la capacidad de poder adaptar su comportamiento de acuerdo con el tipo de relaciones que tengan establecidas, y esto es parte de ser racionales, de tener una constitución que hace que nuestras interacciones sean complejas.
Por ejemplo, no nos relacionamos con nuestros familiares de la misma manera en que lo hacemos con un desconocido, o no tratamos a un bebé con la misma rudeza con la que tratamos a un adulto.
Pues bien, el ejercicio del liderazgo no es para nada ajeno a esta realidad. Los que tienen el privilegio de presidir deben ser conscientes de que su liderazgo se trata principalmente de relaciones, y la eficacia de dicha labor dependerá en gran manera de cómo las gestionen.
Hasta ahora, la carta a Timoteo nos ha llevado a lo largo de una serie de instrucciones generales para poner las iglesias de Éfeso en orden, las cuales estaban siendo atacadas por falsos maestros con motivaciones personales que estaban desviando al rebaño.
En los capítulos 1 y 2 vemos cómo se dan instrucciones sobre el culto en general, el rol de los hombres y las mujeres, la oración y la enseñanza.
En el capítulo 3, las instrucciones iban dirigidas a definir los requisitos que debían cumplir los que estaban interesados en servir como líderes. En efecto, si había que cambiar las formas, había que revisar el fondo. Así que, más que una cuestión de liturgia, era una cuestión de las competencias de los líderes.
En el capítulo 4, que recién hemos concluido, las instrucciones fueron más en dirección de Timoteo mismo, las cosas que él debía cuidar de sí mismo y de su enseñanza para ejercer un liderazgo eficiente y no fracasar en la misión que se le había encomendado: poner la casa en orden.
Bien, en lo que nos queda de la carta, las instrucciones se dirigen a las relaciones, de cómo debía Timoteo relacionarse con los diferentes grupos que componían la iglesia: hombres, mujeres, adultos, jóvenes, viudas y necesitados, otros pastores, las relaciones entre amos y siervos, y, por supuesto, la relación con el dinero.
Por hoy, nos concentramos en el primer grupo con el que Timoteo debía relacionarse dentro de la iglesia haciendo uso de sabiduría: los hombres y las mujeres, ya fuesen ancianos o jóvenes.
Y este es el argumento que quiero proponerles:
Un líder debe relacionarse con sabiduría con los miembros mayores y jóvenes en la iglesia.
Y vamos a desarrollarlo a la luz de los siguientes encabezados:
Las relaciones con hombres
Las relaciones con mujeres
Las relaciones con hombres
Las relaciones con hombres
Los primeros 2 versículos del capítulo 5 nos muestran dos grupos claramente distinguidos: hombres ancianos y jóvenes, mujeres mayores y jóvenes, y para cada uno de ellos Pablo le recomienda a Timoteo una forma de relacionarse.
Esta es la complejidad de las relaciones humanas de la que hablamos y no escapan de las realidades del liderazgo; los líderes de la iglesia no pueden perder de vista, bajo ninguna circunstancia, que están sirviendo a personas.
La primera consideración a Timoteo es acerca de cómo acercarse a los ancianos, lo cual se refiere aquí a personas mayores.
Aquí la palabra usada para “anciano” debe interpretarse como una persona de avanzada edad, aunque en otros contextos pueda referirse a los que lideran o gobiernan la iglesia. Aquí es claro por el contexto y la comparación que se hace con las jóvenes y las mujeres mayores que se trataba de personas de edad adulta.
Debía tener cuidado de no “reprender con dureza” o hablar ásperamente. Es algo como no regañar o reprender como si fueran niños pequeños.
Contrario a eso, Timoteo debía más bien “exhortar” o “amonestar”. El verbo carga más la idea de “llamar a parte”, bien sea para consolar, exhortar o rogar o apelar amorosamente a un cambio.
Esto tiene mucho sentido. Timoteo era un joven, y una de las tentaciones a las que se enfrentaba era que, por su posición como delegado de Pablo, actuara irrespetuosamente o con altivez, que viera su liderazgo como algo que estaba incluso por encima de la dignidad de las personas.
Levítico 19:32 dice: "Delante de las canas te pondrás en pie; honrarás al anciano, y a tu Dios temerás. Yo soy el SEÑOR."
Proverbios 20:29:
"La gloria de los jóvenes es su fuerza,
Y la honra de los ancianos, sus canas."
Una de las lamentaciones que Jeremías hace de la invasión babilónica dice lo siguiente:
"Los príncipes fueron colgados de sus manos,
Los rostros de los ancianos no fueron respetados." (Lam 5:12)
Las personas mayores que han ganado sabiduría son un regalo para una iglesia local. El mismo Moisés, en un momento de su vida de mucha convulsión, fue bendecido por la sabiduría acumulada de Jetro, quien lo ayudó a liderar mejor al pueblo de Dios.
Los pastores deben tratar a las personas mayores con consideración y tacto, y si hay algo que corregir, deben hacerlo con sabiduría y respeto.
El texto también nos deja ver que los ancianos deben ser tratados como padres, lo que recalca el carácter familiar de la iglesia local.
La iglesia debe estar caracterizada por relaciones que son comparables a las de una familia.
Reprender o corregir algo no siempre es fácil, pero el Señor nos manda a hacerlo con mansedumbre, con paciencia y con amor.
Por otro lado, Pablo también le dice a Timoteo que los varones jóvenes también debían ser tratados con consideración, como hermanos, lo cual implicaba un trato afectuoso, paciente, amoroso; no con altivez, como si estuviera en una competencia.
Algo que podemos ver aquí es que, aunque ancianos y jóvenes debían ser tratados con cierta consideración, ambos, sin embargo, conviven en la misma comunidad de creyentes. Esta no era una iglesia de solo jóvenes o solo ancianos, era una iglesia en la que todos conviven como una familia, tanto jóvenes como adultos.
Es lamentable que muchas veces las iglesias parecen estar divididas por dentro: una iglesia para adultos y mayores que es más clásica y tranquila, y otra para jóvenes, más alegre y dinámica; esto es un error. La iglesia debe aprender a ser homogénea en sus relaciones, que adultos y jóvenes convivan en amor y buen trato.
Las relaciones con mujeres
Las relaciones con mujeres
Pablo continúa destacando el carácter familiar de la iglesia local; aquí se refiere a las mujeres mayores en primera instancia, a las cuales debía tratar con un afecto casi maternal.
Esto nos ayuda a dimensionar la naturaleza de este pedido; una hermana mayor es una hermana digna de un trato respetuoso y puro, al mismo tiempo que fraternal.
Hombres y mujeres son diferentes en cómo han sido diseñados. No en vano dice Pedro sobre esto:
"Ustedes, maridos, igualmente, convivan de manera comprensiva con sus mujeres, como con un vaso más frágil, puesto que es mujer, dándole honor por ser heredera como ustedes de la gracia de la vida, para que sus oraciones no sean estorbadas." (1 Pd 3:7).
Del mismo modo, a las mujeres más jóvenes se les recomienda tratarlas como a hermanas, por una razón simple: el peligro que representa caer en tentación de pecado sexual.
Mujeres jóvenes puede referirse también a mujeres que aún no habían llegado al matrimonio o incluso adolescentes.
Como un hombre que estaba en una posición de liderazgo, que exhibía cierta sabiduría y las condiciones de un hombre ideal, era muy fácil que algunas hermanas vieran a Timoteo con otros ojos, y él, por lo tanto, debía cuidarse de no dar ninguna ocasión para el pecado; incluso él mismo debía mantenerse lejos de esa frontera.
Esta es un área en la que los líderes deben tener mucho cuidado. Un trato indebido a una hermana puede comunicar un mensaje que abra la puerta a pecados lamentables.
Muchas de las caídas de hombres que servían en el liderazgo comenzaron con una conversación, un gesto o acciones inapropiadas que abrieron la puerta al deseo, y este a su vez condujo al pecado.
Este no es solo un llamado a los líderes, sino a todos los miembros varones de la iglesia. A menos que tengas un interés real y manifiesto hacia una hermana soltera con miras al matrimonio, todo nuestro trato con el sexo opuesto debería ser tal que el solo pensar en ir más allá del trato respetuoso, sea visto con el mismo escándalo moral con el que se ve una relación de incesto.
Aprovecharse de una relación basada en lo que somos en Cristo, hermanos y miembros de la misma familia en la fe, para luego satisfacer un deseo lujurioso, es una vileza.
Uno de los relatos más tristes y dignos de repudio que se lee en la Biblia tiene que ver con alguien que se aprovecha de un grado de relación para satisfacer el deseo de su carne:
Después de esto aconteció que Absalón, hijo de David, tenía una hermana muy hermosa que se llamaba Tamar, de la cual se enamoró Amnón, hijo de David. Y Amnón estaba tan atormentado a causa de su hermana Tamar que se enfermó, porque ella era virgen, y le parecía difícil a Amnón hacerle cosa alguna. Pero Amnón tenía un amigo que se llamaba Jonadab, hijo de Simea, hermano de David; y Jonadab era un hombre muy astuto. Y este le dijo: «Hijo del rey, ¿por qué estás tan deprimido día tras día? ¿No me lo contarás?». «Estoy enamorado de Tamar, hermana de mi hermano Absalón», le respondió Amnón. Entonces Jonadab le dijo: «Acuéstate en tu cama, y finge que estás enfermo; y cuando tu padre venga a verte, dile: “Te ruego que dejes que mi hermana Tamar venga y me dé algún alimento para comer, y que prepare la comida delante de mí para que yo la vea y la coma de su mano”». Amnón se acostó y se fingió enfermo. Cuando el rey vino a verlo, Amnón dijo al rey: «Te ruego que venga mi hermana Tamar y haga dos tortas delante de mí para que yo coma de su mano».
Y David envió mensaje a Tamar, a su casa, diciendo: «Ve ahora a la casa de tu hermano Amnón, y prepárale la comida». Fue, pues, Tamar a la casa de su hermano Amnón, y él estaba acostado. Y ella tomó masa, la amasó, hizo tortas delante de él y las coció. Y tomando la sartén, las sirvió delante de él, pero él rehusó comer. Y Amnón dijo: «Que salgan todos de aquí». Y todos salieron de allí.Entonces Amnón dijo a Tamar: «Trae la comida a la alcoba para que yo coma de tu mano». Y Tamar tomó las tortas que había hecho y las llevó a su hermano Amnón a la alcoba. Cuando ella se las llevó para que comiera, él le echó mano, y le dijo: «Ven, acuéstate conmigo, hermana mía». Pero ella le respondió: «No, hermano mío, no abuses de mí, porque tal cosa no se hace en Israel; no cometas esta terrible ofensa. Pues, ¿adónde iría yo con mi deshonra? Y tú serías como uno de los insensatos de Israel. Ahora pues, te ruego que hables al rey, que él no me negará a ti». Pero él no quiso escucharla; como era más fuerte que ella, la forzó, y se acostó con ella.
Entonces Amnón la aborreció con un odio muy grande; porque el odio con que la aborreció fue mayor que el amor con que la había amado. Y Amnón le dijo: «Levántate, vete». Pero ella le respondió: «No, porque esta injusticia que me haces, echándome fuera, es mayor que la otra que me has hecho». Pero él no quiso oírla. Llamó, pues, a su criado que le servía y le dijo: «Echa a esta mujer fuera de aquí, y cierra la puerta tras ella». (Ella llevaba un vestido de manga larga, porque así las hijas vírgenes del rey se vestían con túnicas). Su criado la echó fuera, y cerró la puerta tras ella. Entonces Tamar se puso ceniza sobre la cabeza, rasgó el vestido de manga larga que llevaba puesto, y se fue gritando con las manos sobre la cabeza. (2 Samuel 13:1-19)
Este es un relato que está allí para mostrarnos hasta dónde puede llegar el insaciable deseo por el pecado, de cómo alguien aprovecha su posición de liderazgo o la cercanía de una relación para satisfacer su lujuria.
Mis hermanos y hermanas, debemos tomarnos en serio el pecado, pero también nuestra propia debilidad. Si eres casado o casada, honra el compromiso con la pureza que hiciste en tus votos matrimoniales; si estás soltero o soltera, honra al Señor y honra también tu compromiso de pureza hasta que el Señor te conceda un esposo o una esposa. El Señor no nos pide nada para lo que no nos haya dado lo necesario para perseverar.
Mis amados, entre más elevado sea nuestro concepto de la iglesia como una familia, mayor será nuestro compromiso con la pureza y el guardarnos los unos a los otros.
Hermanos varones: seamos cuidadosos con nuestro trato con las hermanas del sexo opuesto y busquemos maneras sabias de relacionarnos, de modo que no demos lugar a malos deseos.
Hermanas mujeres: sean también cuidadosas en sus conversaciones y en su conducta, de modo que su trato sea siempre con pudor y con respeto. Cuidarnos unos a otros incluye también cuidar la forma de vestir, como ya lo vimos antes en esta carta, porque del mismo modo que un hombre que mira a una mujer y la desea ya adulteró con ella en el corazón, así también, cuando una forma de vestir tiene la intención de ser llamativa y provocadora, allí también hay tropiezo y pecado.
Hoy, pueden verme como un hermano que ha hablado a sus padres, madres y a sus otros hermanos; vean esto como una reunión familiar en la que estamos siendo conscientes de cuánto necesitamos cuidar los unos de los otros; de cuánta calidez necesitamos en nuestro trato, de cuánto amor nos demanda el Señor los unos a los otros.
Queremos ser una iglesia de jóvenes, hombres mayores, mujeres mayores, mujeres jóvenes, niños y de recién nacidos; todos conscientes de que nos pertenecemos los unos a los otros, que posiblemente, si el Señor no viene antes, enterremos los unos los cuerpos de los otros, hasta que un día despertemos en gloria siendo una gran familia que ya no necesitará de estas advertencias y cuidados, porque el pecado habrá desaparecido de nosotros.
Una vez le dijeron al Señor mientras le hablaba a una gente, y vinieron a buscarlo María y sus otros hermanos:
"He aquí tu madre y tus hermanos están afuera, y te quieren hablar". Respondiendo él al que le decía esto, dijo: "¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?". Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: "He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, y hermana, y madre." (Mt 12:46-50).
Mi hermano que estás aquí, mira a tu alrededor, esos son tus hermanos, tus padres, tus madres. No somos una familia que sustituye a tu familia biológica, simplemente somos una familia de otra naturaleza, espiritual y que, por la gracia de Dios, si permanecemos en Cristo, lo seremos por la eternidad. Esta es tu familia.
Mi amigo que estás aquí; puede que este no haya sido un sermón fácil de oír, con algunas instrucciones aquí y allá; pero espero que hayas entendido una gran verdad que está contenida en esos dos versículos: la iglesia es una familia, donde hay padres, madres y hermanos.
Puede ser que tus ideas sobre la iglesia sean otras, pero esta es una visión noble. Somos personas imperfectas, siendo santificadas por un Dios perfecto, por lo que tú también puedes venir y ser parte de la familia de Dios. Solo tienes que creer en Jesucristo y convertirte en un hijo de Dios y un miembro de su familia.