3 CIUDADES 3 RESPUESTAS

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3 CIUDADES 3 RESPUESTAS A LA PALABRA DE DIOS
Hechos 17
Este capítulo describe el ministerio de Pablo en tres ciudades y cómo algunos de los habitantes de ellas respondieron a la Palabra de Dios. Estos cuadros son instantáneas, no murales, porque el Dr. Lucas no nos da muchos detalles. Sin embargo, al estudiar estas tres respuestas diferentes, podemos ver a nuestro mundo moderno y entender mejor qué esperar al procurar dar testimonio de Cristo hoy.
1. TESALÓNICA: LA RESISTENCIA A LA PALABRA (Hechos 17:1–9)
El titulo marginal de esta porción bíblica es: El alboroto en Tesalónica
Hechos 17:1-9 Pasando por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos. 2 Y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo[a] discutió con ellos, 3 declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos; y que Jesús, a quien yo os anuncio, decía él, es el Cristo. 4 Y algunos de ellos creyeron, y se juntaron con Pablo y con Silas; y de los griegos piadosos gran número, y mujeres nobles no pocas. 5 Entonceslos judíos que no creían, teniendo celos, tomaron consigo a algunos ociosos, hombres malos, y juntando una turba, alborotaron la ciudad; y asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo. 6 Pero no hallándolos, trajeron a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá; 7 a los cuales Jasón ha recibido; y todos estos contravienen los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús. 8 Y alborotaron al pueblo y a las autoridades de la ciudad, oyendo estas cosas. 9 Pero obtenida fianza de Jasón y de los demás, los soltaron.
Siguiendo la famosa ruta que Pablo y Silas caminaron alrededor de 160 kilómetros desde Filipos a Tesalónica. A Timoteo no se lo menciona de hasta Hechos 17:14, así que, tal vez se quedó en Filipos.
Pablo sabía que Tesalónica era una ciudad estratégica para la expansión de la obra del Señor. No sólo era la capital de Macedonia, sino también un centro comercial, cuyo único rival era Corinto. Estaba ubicada sobre varias rutas importantes para el comercio, y se jactaba de tener un excelente puerto.
La ciudad era predominantemente griega, aunque estaba controlada por Roma y aunque no era soberana era una ciudad libre, lo que quiere decir que tenía una asamblea de ciudadanos elegidos, podía acuñar su propia moneda y no tenía una guarnición romana dentro de sus muros.
Pablo cuando viajaba no dejaba de trabajar en su oficio de hacer carpas (Hechos 18:3; 1 Tesalonicenses 2:9; 2 Tesalonicenses 3:7–10), pero el sábado ministraba en las sinagogas, donde sabía que hallaría judíos y gentiles devotos, “buscadores de Dios” y prosélitos.
No sabemos exactamente cuánto tiempo se quedó Pablo en Tesalónica, pero fue lo suficiente como para recibir ayuda financiera dos veces de la iglesia de Filipos.
Filipenses 4:15–16 Y sabéis también vosotros, oh filipenses, que al principio de la predicación del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino vosotros solos; 16 pues aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades.
1 Tesalonicenses 1 nos da testimonio de cómo Dios bendijo el ministerio de Pablo y cómo el mensaje se esparció de Tesalónica a otros lugares. Aunque no fue un ministerio largo, sí fue muy eficaz.
Cuatro palabras clave en Hechos 17:2–3 describen el método que Pablo usaba con la congregación de la sinagoga.
Hechos 17:2–3 Y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo[a] discutió con ellos, 3 declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos; y que Jesús, a quien yo os anuncio, decía él, es el Cristo.
a. Discutía, lo que quiere decir que dialogaba con ellos mediante preguntas y respuestas.
b. Declaraba las Escrituras
c. Demostraba (“exponiendo”) que Jesús en verdad era el Mesías. La palabra que se traduce “exponiendo” quiere decir poner algo junto; comprobar presentando pruebas. El apóstol ponía ante ellos una prueba tras otra del Antiguo Testamento de que Jesús de Nazaret era el Mesías de Dios.
d. Anunciaba la muerte y resurrección de Jesucristo, que es el mensaje del evangelio – 1 Corintios 15:1 en adelante.
En los sermones de Hechos, hallarás el énfasis a la resurrección, porque los creyentes fueron llamados a ser testigos de ella (Hechos 1:21–22; 2:32; 3:15; 5:32). “El cristianismo en esencia es una religión de resurrección”. “El concepto de la resurrección está en su médula. Si se lo quita, el cristianismo se destruye”.
Como resultado de estas tres semanas de ministerio, Pablo vio que un gran número de personas creyó, especialmente prosélitos griegos y mujeres influyentes. Entre los hombres, estaban Aristarco y Segundo, quienes más adelante viajaron con él (Hechos 20:4).
Hechos 17:4 Y algunos de ellos creyeron, y se juntaron con Pablo y con Silas; y de los griegos piadosos gran número, y mujeres nobles no pocas.
La frase de Lucas “no pocas” es una manera de decir: ¡Fue una gran multitud!
Pero estos resultados no regocijaron a todos. Los judíos incrédulos envidiaban el éxito de Pablo y se lamentaban al ver que los gentiles y mujeres influyentes dejaban la sinagoga. Pablo esperaba que la salvación de los gentiles “provocara” a los judíos a estudiar las Escrituras y descubrir a su Mesías prometido (Romanos 11:13–14), pero en este caso, sólo los provocó a perseguir a la iglesia en ciernes.
Hechos 17:5 Entonces los judíos que no creían, teniendo celos, tomaron consigo a algunos ociosos, hombres malos, y juntando una turba, alborotaron la ciudad; y asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo.
Los judíos renuentes querían arrastrar a los misioneros ante la asamblea de la ciudad, así que, atizaron este motín para llamar la atención de los magistrados. Como no pudieron hallar a los misioneros, la multitud arrestó a Jasón, anfitrión de Pablo y sus amigos, y lo apresaron a él y a otros creyentes en lugar de ellos.
Hechos 17:6-9 Pero no hallándolos, trajeron a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá; 7 a los cuales Jasón ha recibido; y todos estos contravienen los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús. 8 Y alborotaron al pueblo y a las autoridades de la ciudad, oyendo estas cosas. 9 Pero obtenida fianza de Jasón y de los demás, los soltaron.
Las acusaciones de los judíos fueron similares a las que usaron en el juicio de Jesús: perturbar la paz y promover traición (Lucas 23:2). El delito era decir “que hay otro rey, Jesús”.
La palabra griega que se traduce “otro” quiere decir otro de diferente clase de diferente naturaleza, es decir, un rey que no sería como el césar. – Por supuesto, el reino de nuestro Señor ni es político ni “de este mundo” (Juan 18:36–37), pero no podemos esperar que los impíos lo entiendan.
La realeza de Jesucristo es diferente a la de los gobernantes de este mundo.
- Él conquista con embajadores, no con ejércitos
- Sus armas son la verdad y el amor.
- Da a los hombres paz al trastornar la paz e invertir las cosas.
- Conquista mediante la cruz donde murió por un mundo de pecadores perdidos. ¡Incluso murió por sus enemigos! (Romanos 5:6–10).
La multitud en Tesalónica se agitó porque no pudieron hallar a Pablo y Silas, así que, se conformaron por pedir una fianza. Jacobo tuvo que depositar dinero y garantizar que Pablo y Silas salieran de la ciudad y no volvieran.
Es probable que Jasón fuera pariente de Pablo, lo que haría la transacción incluso más significativa (Romanos 16:21). Pablo consideró esta prohibición una artimaña de Satanás para entorpecer la obra (1 Tesalonicenses 2:18), pero por cierto no impidió que la iglesia de Tesalónica “proclamara la palabra” y ganara a los perdidos (1 Tesalonicenses 1:6–9).
BEREA: LA RECEPCIÓN DE LA PALABRA (Hechos 17:10–15)
Pablo y Silas en Berea
Hechos 17:10-15 Inmediatamente, los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta Berea. Y ellos, habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los judíos. 11 Y estos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así. 12 Así que creyeron muchos de ellos, y mujeres griegas de distinción, y no pocos hombres. 13 Cuando los judíos de Tesalónica supieron que también en Berea era anunciada la palabra de Dios por Pablo, fueron allá, y también alborotaron a las multitudes. 14 Pero inmediatamente los hermanos enviaron a Pablo que fuese hacia el mar; y Silas y Timoteo se quedaron allí. 15 Y los que se habían encargado de conducir a Pablo le llevaron a Atenas; y habiendo recibido orden para Silas y Timoteo, de que viniesen a él lo más pronto que pudiesen, salieron.
Bajo el amparo de la noche, Pablo y Silas salieron de la ciudad y se dirigieron a Berea, a unos 72 kilómetros de distancia. Timoteo seguía ausente en la primera parte del relato, porque probablemente se había quedado trabajando en Filipos. – Más tarde, se uniría a Pablo en Atenas (Hechos 17:15)
Como Timoteo era gentil y no había estado cuando empezó el problema, podía estar en la ciudad libremente. La fianza podía impedir que Pablo volviera, pero eso no se aplicaría a su joven ayudante.
Pablo fue a la sinagoga y allí encontró a un grupo de personas profundamente interesadas en estudiar las Escrituras del Antiguo Testamento. Es más, se reunían diariamente para estudiarlas y determinar si lo que Pablo decía era verdad o no.
Pablo se había regocijado grandemente por la manera en que la gente de Tesalónica había recibido la Palabra, así que, estos “nobles” bereanos habrán animado su corazón.
1 Tesalonicenses 2:13 Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes.
Todos debemos imitar a estos residentes de Berea, que estudiaban fielmente la Palabra de Dios cada día, dialogando al respecto y examinando los mensajes que oímos. Dios usó Su Palabra para que muchos confiaran en Cristo.
Los creyentes de Berea le ganaron al enemigo al llevar a Pablo hacia el mar y ponerlo en un barco que se dirigía a Atenas. De nuevo, el apóstol tuvo que salir de un lugar de rico ministerio y alejarse de las personas que había llegado a amar.
Silas y Timoteo más tarde se le unieron en Atenas, y luego Timoteo fue enviado a Tesalónica para que ayudara a los santos allí (1 Tesalonicenses 3:1–6). Silas también fue enviado en una misión especial a alguna parte de Macedonia (¿Filipos?), y más adelante, ambos se encontraron con Pablo en Corinto (Hechos 18:1–5).
ATENAS: LA RIDICULIZACION DE LA PALABRA (Hechos 17:21–34)
Pablo por fin llega a la gran ciudad de Atenas, y no como turista, sino como ganador de almas. “Millones de turistas visitan Europa cada año, en tanto que millones de cristianos la pasan por alto”.
– Europa necesita el evangelio hoy tanto como lo necesitaba en la época de Pablo, y no nos atrevamos a perder nuestra oportunidad. Como Pablo, debemos tener ojos abiertos y corazones quebrantados, y no me refiero específicamente a Europa sino a la necesidad mundial del evangelio.
A. La ciudad.
Hechos 17:21 Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría. 17 Así que discutía en la sinagoga con los judíos y piadosos, y en la plaza cada día con los que concurrían. 18 Y algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos disputaban con él; y unos decían: ¿Qué querrá decir este palabrero? Y otros: Parece que es predicador de nuevos dioses; porque les predicaba el evangelio de Jesús, y de la resurrección. 19 Y tomándole, le trajeron al Areópago, diciendo: ¿Podremos saber qué es esta nueva enseñanza de que hablas? 20 Pues traes a nuestros oídos cosas extrañas. Queremos, pues, saber qué quiere decir esto. 21 (Porque todos los atenienses y los extranjeros residentes allí, en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en oír algo nuevo.)
Atenas estaba pasando por un período de decadencia en ese tiempo, aunque todavía se la reconocía como centro de cultura y educación. La gloria de su política y comercio se había desvanecido hacía mucho tiempo.
Aunque AtenasTenía una famosa universidad y numerosos edificios hermosos, ya no era la ciudad influyente que había sido. La ciudad se había entregado al “paganismo cultural” que se nutría de la idolatría, las novedades y la filosofía.
“La religión griega fue meramente una deificación o idolatría a los atributos humanos y de los poderes de la naturaleza”. “Era una religión que ministraba al arte y la diversión, y estaba enteramente destituida de poder moral”.
Los mitos griegos hablaban de dioses y diosas que, en sus propias rivalidades y ambiciones, actuaban más como seres humanos que como dioses; ¡y abundaban las deidades entre las cuales escoger! Un bromista dijo que en Atenas era más fácil hallar un dios que un hombre. Pablo vio que la ciudad estaba “totalmente entregada a la idolatría”, y eso le partió el corazón.
Hoy admiramos la escultura y arquitectura griega como hermosas obras de arte, pero en los días de Pablo, mucho de esto se asociaba directamente con su religión. El apóstol sabía que la idolatría era demoníaca (1 Corintios 10:14–23) y que los muchos dioses de los griegos eran sólo personajes de historias que no podían cambiar la vida de los hombres (1 Corintios 8:1–6). Aun con toda su cultura y sabiduría, los griegos no conocían al Dios verdadero (1 Corintios 1:18–25).
En cuanto a las cosas novedosas, eran el principal interés tanto de ciudadanos como de visitantes (Hechos 17:21). Dedicaban por entero su tiempo libre a decir u oír “algo nuevo”.
Eric Hoffer escribió que “el temor de llegar a ser un ‘ha sido’ impide que algunos lleguen a ser algo”.
El que persigue lo nuevo e ignora lo antiguo pronto descubre que no tiene raíces profundas para nutrir su vida. También descubre que nada es realmente nuevo, sino que nuestra memoria es deficiente (Eclesiastés 1:8–11).
La ciudad también estaba dedicada a la filosofía. Cuando se piensa en Grecia, automáticamente se evoca a Sócrates y Aristóteles, y todo un ejército de pensadores cuyas obras todavía leemos y estudiamos.
El periodista Franklin P. Adams definió una vez la filosofía como “respuestas ininteligibles a problemas insolubles”, pero los griegos no hubieran convenido con él. Habrían seguido a Aristóteles, quien dijo que la filosofía era “la ciencia que considera la verdad”.
Pablo tuvo que confrontar dos filosofías opuestas al testificar en Atenas: la de los epicúreos y la de los estoicos. Hoy asociamos la palabra epicúreocon la búsqueda del placer y el amor de la “buena vida”, especialmente la buena comida.
Pero la filosofía epicúrea incluía mucho más que eso. En cierto sentido, su fundador, Epicuro, era “existencialista”, porque buscaba la verdad mediante la experiencia personal y no por el razonamiento.
Los epicúreos eran materialistas y ateos, y su objetivo en la vida era el placer. Para algunos, “placer” se refería a lo excesivamente físico; pero para otros, significaba una vida de refinada serenidad, libre de dolor y ansiedad.
Los verdaderos epicúreos evitaban los extremos y procuraban disfrutar de la vida manteniendo las cosas en equilibrio, pero el placer seguía siendo su objetivo número uno.
En cambio los estoicos rechazaban la idolatría de la adoración pagana y enseñaban que había sólo un “Dios mundo”. Eran panteístas, y su énfasis recaía en la disciplina personal y el dominio propio.
El placer no era bueno y el dolor no era malo. Lo más importante en la vida era seguir la razón personal y ser autosuficiente, impávido a sentimientos internos o circunstancias externas.
Por supuesto, tal filosofía sólo atizaba las llamas del orgullo y les enseñaba a los hombres que no necesitaban la ayuda de Dios. Es interesante que los primeros dos líderes de la escuela estoica se suicidaron.
Los epicúreos decían: “¡disfruta de la vida!”, en tanto que los estoicos decían: “¡soporta la vida!”. Pero le tocó a Pablo explicar cómo podían entrar en la vida por la fe en el Hijo resucitado de Dios.
B. El testigo.
Hechos 17:21 Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría.
Pablo habiéndose quedado solo en Atenas (1 Tesalonicenses 3:1), contemplaba la ciudad idólatra y su espíritu “se enardecía” (la palabra se traduce “desacuerdo” en Hechos 15:39: paroxismo). Por consiguiente, aprovechó toda oportunidad para proclamar la buena nueva del evangelio.
Como era su costumbre, discutió en la sinagoga con los judíos, pero también testificó en la plaza (ágora) a los griegos. Todo aquel que estaba dispuesto a hablar era bienvenido a las clases diarias de Pablo.
No les llevó mucho tiempo a los filósofos oír de “esta nueva” enseñanza que tenía lugar en el ágora, y fueron y escucharon a Pablo, y probablemente debatieron con él. Al escuchar, dieron dos respuestas diferentes.
Un grupo ridiculizó a Pablo y sus enseñanzas, y lo llamó “palabrero”. La palabra literalmente quiere decir “pájaros picoteando semilla”, y se refiere a alguien que recoge varias ideas y enseñanzas, y que expresa como reflexiones personales lo que toma prestado de otros. No era una descripción halagadora del más grande misionero y teólogo de la iglesia cristiana.
El segundo grupo quedó confuso, pero interesado. Pensaban que Pablo creía como ellos en muchos dioses, porque predicaba “a Jesús y a Anástasis” (palabra griega para “resurrección”). La palabra que se traduce “predicaba” en Hechos 17:18 quiere decir predicar el evangelio.
Los que dicen que Pablo modificó en Atenas su estrategia evangelizadora, esperando apelar a los intelectuales, no han entendido. Él predicó el evangelio tan intrépidamente en Atenas como lo hizo en Berea y lo haría más adelante en Corinto.
C. La defensa.
Hechos 17:19 Y tomándole, le trajeron al Areópago, diciendo: ¿Podremos saber qué es esta nueva enseñanza de que hablas? 20 Pues traes a nuestros oídos cosas extrañas. Queremos, pues, saber qué quiere decir esto. 21 (Porque todos los atenienses y los extranjeros residentes allí, en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en oír algo nuevo.)
El concilio del Areópago era responsable de supervisar la religión y la educación de la ciudad, así que, fue natural que investigaran la “nueva enseñanza” que Pablo estaba predicando. Cortésmente lo invitaron a que presentara su doctrina en lo que parece haber sido una reunión informal del concilio en el Areópago.
Pablo no estaba sometido a juicio; los miembros del concilio sólo querían que explicara lo que le había estado diciendo a la gente en el ágora. Después de todo, la vida en Atenas consistía en oír y decir cosas nuevas, ¡y Pablo tenía algo nuevo!
El mensaje de Pablo es una obra maestra de comunicación. Empezó con lo que la gente conocía, refiriéndose a un altar de ellos dedicado a un dios desconocido. Habiendo despertado su interés, explicó quién es ese Dios y cómo es él. Concluyó su mensaje con una aplicación personal que dejó a cada miembro del concilio frente a una decisión moral, y algunos decidieron seguir a Jesucristo.
Pablo empezó su plática con un elogio:
Hechos 17:22 Entonces Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo: Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos; 23 porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio.
Ellos eran tan religiosos que incluso tenían un altar “Al Dios No Conocido”, a fin de no descuidar a ninguna deidad benéfica. Si no conocían a este Dios, ¿cómo podían adorarlo? ¿O cómo ese Dios podría ayudarlos? Ese era el Dios al que Pablo declaraba.
En este mensaje, similar a su sermón en Listra (Hechos 14:15–17), Pablo dijo cuatro verdades básicas sobre Dios.
1. La grandeza de Dios: Él es el Creador (v. 24).
24 El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas,
Toda persona pensante se pregunta: “¿De dónde vine? ¿Por qué estoy aquí? ¿A dónde voy?” La ciencia intenta responder a la primera pregunta, y la filosofía lucha con la segunda; pero sólo la fe cristiana tiene una respuesta satisfactoria para las tres. Los epicúreos, que eran ateos, decían que todo era materia y que la materia siempre había existido. Los estoicos declaraban que todo era Dios, “el Espíritu del universo” que no creó nada; sólo organizó la materia y le asignó un poco de “ley y orden”.
Pero Pablo intrépidamente afirmó: “en el principio Dios”. Dios hizo el mundo y todo lo que hay en él, y él es Señor de todo lo que ha hecho. No es un Dios distante, divorciado de su creación; ni tampoco un Dios preso, encerrado en la creación.
Es demasiado grande para contenido en templos hechos por el hombre (1 Reyes 8:27; Isaías 66:1–2; Hechos 7:48–50), pero no es demasiado grande como para no hacer morada en nosotros ni para interesarse en las necesidades humanas (Hechos 17:25).
Nos preguntamos cómo los miembros del concilio reaccionaron ante la afirmación de Pablo sobre los templos, porque precisamente allí en la Acrópolis había varias capillas dedicadas a Atenea.
2. La bondad de Dios: Él es el Proveedor (v. 25).
V.25 – ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas.
Los hombres pueden enorgullecerse de servir a Dios, pero es Dios quien se inclina para servir al hombre. Si Dios es Dios, es autosuficiente y no necesita nada que el hombre pueda suplir. No sólo que los templos no contienen a Dios, sino que los cultos en los templos no le añaden nada a Dios.
En dos breves declaraciones, Pablo simplemente redujo completamente a nada todo el sistema religioso de Grecia.
- Es Dios quien nos da lo que necesitamos: “vida y aliento y todas las cosas”.
- Dios es la fuente de todo don bueno y perfecto (Santiago 1:17).
- Él nos da vida y sostiene esa vida por su bondad (Mateo 5:45).
- Es la bondad de Dios lo que debe guiar a los hombres al arrepentimiento (Romanos 2:4).
- Pero en lugar de adorar al Creador y glorificarlo, los hombres adoran a su creación y se glorifican a sí mismos (Romanos 1:18–25).
3. El gobierno de Dios: Él gobierna (vs. 26–29).
V.26-29 – Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; 27 para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. 28 Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos. 29 Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres.
Los dioses de los griegos eran seres distantes que no se preocupaban por los problemas y las necesidades de los hombres. Pero el Dios de la creación también es el de la historia y la geografía. Creó a la humanidad de un solo hombre (Hechos 17:26), de modo que todas las naciones son hechas del mismo material y tienen la misma sangre.
Los griegos pensaban que eran una raza especial, diferente de otras naciones; pero Pablo afirmó lo contrario. Incluso su tierra preciosa, que ellos reverenciaban como una dádiva de Dios. No es el poder del hombre, sino el gobierno de Dios lo que determina el ascenso y la caída de las naciones (Daniel 4:35).
Dios no es una deidad distante; “ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros” (Hechos 17:27). Por consiguiente, los hombres deben buscar a Dios y llegar a conocerlo en verdad. Aquí Pablo citó al poeta Epiménides: “Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos”. Luego, añadió una cita de otros dos poetas, Arato y Cleantes: “porque linaje suyo somos”.
Pablo no estaba diciendo que todas las personas de la tierra son hijos espirituales de Dios, porque los pecadores llegan a ser sus hijos sólo por la fe en Jesucristo (Juan 1:11–13). Más bien, Pablo estaba afirmando la “paternidad de Dios” en un sentido natural, porque el hombre fue creado a imagen de Dios (Génesis 1:26). En este sentido, Adán fue “hijo de Dios” (Lucas 3:38).
Esto llevó a Pablo a una conclusión lógica: Dios nos hizo a su imagen, así que, ¡es insensato que nos hagamos dioses a nuestra imagen! La religión griega no era otra cosa que la fabricación y adoración de dioses modelados según los hombres y que actuaban como ellos. Pablo no sólo mostró la necedad de los templos y de los ritos, sino también la insensatez de toda idolatría.
4. La gracia de Dios: Él es el Salvador (vs. 30–34).
V.30-34 – Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; 31 por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos. 32 Pero cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos acerca de esto otra vez. 33 Y así Pablo salió de en medio de ellos. 34 Mas algunos creyeron, juntándose con él; entre los cuales estaba Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos.
Al concluir su mensaje, Pablo resumió las pruebas claras de la gracia de Dios. Por siglos, Dios fue paciente con el pecado y la ignorancia del hombre (Hechos 14:16; Romanos 3:25).Esto no quiere decir que los hombres no sean culpables (Romanos 1:19–20), sino sólo que Dios contuvo su ira divina.
A su debido tiempo, envió un Salvador, y ahora ordena a todos los hombres que se arrepientan de sus caminos insensatos. Este Salvador murió y luego resucitó de los muertos, y un día volverá para juzgar al mundo. La prueba de que juzgará es que resucitó de los muertos.
La mayoría de los miembros del concilio no pudo aceptar la doctrina de la resurrección. Para el griego, el cuerpo era sólo una prisión; y mientras más pronto la persona dejara ese cuerpo, más feliz sería. ¿Por qué resucitar un cadáver y vivir en él de nuevo? ¿Y por qué Dios iba a molestarse con un juicio personal de cada hombre? Esta clase de enseñanza era definitivamente incompatible con la filosofía griega. Ellos creían en la inmortalidad, pero no en la resurrección.
Hubo tres respuestas diferentes a este mensaje.
- Algunos se rieron, se mofaron y no tomaron en serio el mensaje de Pablo.
- Otros se interesaron, pero querían oír más.
- Algunos aceptaron lo que Pablo predicaba, creyeron en Jesucristo y fueron salvos.
Nos preguntamos si los que pospusieron su decisión, a la larga confiaron en Cristo. Esperamos que sí.
Al contrastar lo que parece ser un resultado escaso en Atenas con las grandes cosechas en Tesalónica y Berea, uno se siente tentado a concluir que el ministerio de Pablo allí fue un desilusionante fracaso. Si piensas así, tal vez estés llegando a una conclusión precipitada y errónea.
A Pablo no lo obligaron a irse, así que, damos por sentado que se quedó en Atenas y continuó ministrando tanto a creyentes como a incrédulos. Atenas, orgullosa, sofisticada y sabia, no aceptó fácilmente el mensaje humillante de Pablo del evangelio, especialmente cuando él resumió toda la historia griega en la frase “los tiempos de esta ignorancia”. El terreno allí no era profundo y tenía muchas hierbas malas, pero con todo, hubo una pequeña cosecha.
Y después de todo, ¡un alma vale el mundo entero!
Todavía necesitamos testigos que invadan los “salones académicos” y presenten a Cristo a personas sabias según este mundo, pero que ignoran la verdadera sabiduría del mundo venidero.
No son llamados “muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles” (1 Corintios 1:26), pero algunos sí lo son, y Dios puede usarte para hacerlo.
Llevemos el evangelio a nuestro “Atenas”. ¡Seamos intrépidos![1]
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