Libro de Orden: Capítulo 3 y 4
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Capítulo 3
Capítulo 3
Introducción a la lección:
En esta lección, exploraremos la naturaleza y el ejercicio del poder eclesiástico en la iglesia reformada, basada en el Capítulo III del Libro de Orden de nuestra denominación. A lo largo de la historia, las diferentes tradiciones cristianas han variado en su comprensión de cómo se ejerce el poder dentro de la iglesia. Desde la concentración del poder en los obispos en la Iglesia Católica Romana, hasta la afirmación del sacerdocio universal de todos los creyentes en el protestantismo, el poder eclesiástico ha sido objeto de considerable reflexión teológica y práctica. Esta lección busca explicar y analizar el ejercicio de dicho poder desde la perspectiva reformada, donde el equilibrio entre la autoridad delegada por Cristo y la participación de los laicos es crucial para la estructura y funcionamiento de la iglesia.
Comenzaremos con el análisis de uno de los principios fundamentales: el poder no reside solo en los oficiales designados, sino en todo el cuerpo de creyentes. Esta afirmación implica profundas implicaciones teológicas y prácticas que exploraremos a la luz de las Escrituras y el pensamiento reformado.
Párrafo 1
Texto del Libro de Orden:
“El poder conferido por Cristo a Su Iglesia no reside únicamente en los oficiales designados, sino en todo el cuerpo de creyentes. Todos los fieles están investidos con el Espíritu y son convocados por Cristo a unirse en adoración, edificación y testimonio, conformando así la iglesia que crece como el cuerpo de Cristo. Este cuerpo está bien coordinado y unido entre sí, cada miembro contribuyendo con sus propias habilidades. El poder de los creyentes en su función general incluye el reconocimiento y la búsqueda del ejercicio de los dones y llamamientos de los oficios especiales. La supervisión regular en una congregación particular es llevada a cabo por aquellos llamados a tal tarea mediante el voto del pueblo.”
Comentario
Este primer párrafo establece la doctrina del sacerdocio universal de los creyentes, una verdad central en la teología reformada. Esta doctrina, arraigada en la enseñanza de Lutero sobre el sacerdocio de todos los creyentes, fue una respuesta directa al modelo católico romano de la época, en el cual todo el poder eclesiástico se concentraba en los obispos y, en última instancia, en el Papa.
Fundamento Bíblico y Teológico
1. El Sacerdocio de Todos los Creyentes:
La idea de que todo creyente tiene un papel sacerdotal está claramente fundamentada en pasajes como 1 Pedro 2:9, que dice: “Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”. Aquí se afirma que todos los creyentes tienen una posición sacerdotal ante Dios, lo que significa que tienen acceso directo a Él a través de Cristo (Hebreos 4:16).
2. El Cuerpo de Cristo:
Pablo utiliza la imagen del cuerpo para describir a la iglesia en 1 Corintios 12. En este pasaje, cada miembro del cuerpo tiene una función específica, y todos son necesarios para el buen funcionamiento de la iglesia. Esto implica que no hay creyentes “de segunda clase”; todos son parte integral del cuerpo de Cristo, y el poder y los dones están distribuidos entre todos, no solo entre los líderes designados.
• Bannerman refuerza esta idea al explicar que la iglesia es tanto visible como invisible, y todos los miembros del cuerpo de Cristo, aunque no todos ejerzan el mismo tipo de autoridad, están investidos con un rol espiritual vital .
3. Llamamiento y Dones:
La estructura eclesial no es anárquica, sino que sigue un orden donde algunos son llamados a supervisar, enseñar y gobernar en la iglesia. Efesios 4:11-12 aclara que Cristo mismo constituyó a algunos como apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros, con el fin de edificar a los santos. Este pasaje subraya que los oficios dentro de la iglesia son una extensión de los dones que Cristo ha dado a su pueblo.
4. El Voto del Pueblo:
La elección de líderes por medio del voto de la congregación refleja un principio fundamental del presbiterianismo, donde la autoridad no es impuesta desde arriba, sino que es reconocida por la comunidad de creyentes. Este principio se ve reflejado en Hechos 6:3-6, donde la congregación fue responsable de elegir a los diáconos para servir a la iglesia.
Comentario teológico
Como afirma Clowney en The Church, la naturaleza del poder eclesiástico en la tradición reformada se basa en una comprensión clara de que Cristo es la cabeza de la iglesia, y los dones y la autoridad que Él otorga a los creyentes son para la edificación del cuerpo en su totalidad. La doctrina del sacerdocio universal resalta que todo cristiano tiene una responsabilidad en la misión de la iglesia. Este concepto no solo eleva la dignidad de cada miembro del cuerpo, sino que también asegura que la iglesia no sea una institución jerárquica rígida, sino una comunidad de creyentes equipados para servir juntos.
Aplicación
Este entendimiento de la iglesia tiene implicaciones profundas para el funcionamiento diario de una congregación. En la práctica, debe haber un reconocimiento mutuo de los dones de cada creyente y una disposición para buscar cómo esos dones pueden ser usados para la gloria de Dios y el bien de la comunidad. Los líderes son elegidos por la congregación porque son aquellos a quienes Dios ha dotado con dones específicos de liderazgo, pero el liderazgo en sí mismo debe ser siempre ministerial, no dictatorial.
Con esto en mente, es importante que las congregaciones fomenten un ambiente donde todos los miembros participen activamente en el testimonio y el ministerio de la iglesia, no solo aquellos que ocupan oficios visibles.
Párrafo 2
Texto del Libro de Orden:
“Los encargados de ejercer la autoridad eclesiástica son los ministros de la Palabra o ancianos docentes, junto con otros supervisores de la iglesia, conocidos comúnmente como ancianos gobernantes. Solo ellos están llamados a ejercer esta autoridad delegada por Cristo, ya que según el Nuevo Testamento son los únicos oficiales permanentes en la iglesia con los dones para el gobierno. Ancianos gobernantes y ancianos docentes se reúnen en asambleas congregacionales, presbiteriales y sinodales, porque aquellos que comparten los dones para el gobierno de Cristo deben ejercerlos no solo en el ámbito local, sino también para la edificación de todos los santos en ámbitos más amplios, de acuerdo con un orden establecido y aceptado por los santos como aquellos puestos sobre ellos en el Señor.”
Comentario
En este segundo párrafo, el Libro de Orden destaca la estructura de gobierno de la iglesia reformada y presbiteriana, en la cual la autoridad eclesiástica es ejercida por los ancianos docentes (ministros de la Palabra) y los ancianos gobernantes. Ambos oficios trabajan en conjunto para dirigir la iglesia local y regionalmente en el contexto de los consistorios, presbiterios y sínodos. Esta estructura no es jerárquica como en el episcopado, sino conectiva y basada en la idea de un gobierno compartido bajo la autoridad de Cristo.
idea de un gobierno compartido bajo la autoridad de Cristo.
Fundamento Bíblico y Teológico
1. El Oficio de Anciano en el Nuevo Testamento:
El Nuevo Testamento describe el oficio de anciano en varios lugares. En Hechos 14:23, Pablo y Bernabé “constituyeron ancianos en cada iglesia”, lo que muestra que el liderazgo eclesiástico desde el principio estuvo basado en la pluralidad de ancianos. Este modelo plural contrasta con el sistema jerárquico de un solo obispo que se desarrolló más tarde en la iglesia. También en 1 Timoteo 5:17 se distingue entre los ancianos que gobiernan bien y los que trabajan en la predicación y la enseñanza, lo que proporciona la base para la distinción entre ancianos gobernantes y ancianos docentes en la tradición reformada.
2. La Autoridad Delegada por Cristo:
Los ancianos, tanto gobernantes como docentes, ejercen su autoridad como representantes de Cristo, no como señores sobre el pueblo de Dios. Esta es una autoridad ministerial y pastoral, como se refleja en 1 Pedro 5:2-3, donde Pedro exhorta a los ancianos a “apacentar el rebaño de Dios” no por ganancia deshonesta ni como “señores de aquellos que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos del rebaño”. La naturaleza servicial del liderazgo está profundamente enraizada en el carácter de Cristo como el Buen Pastor (Juan 10:11) y se espera que los ancianos reflejen ese mismo carácter en su cuidado pastoral.
3. La Reunión de Ancianos en Asambleas:
La práctica de reunir a los ancianos en cuerpos colegiados como consistorios, presbiterios y sínodos tiene su base en el principio bíblico de la conexión y mutua sumisión. En Hechos 15, vemos cómo la iglesia primitiva se reunió en el Concilio de Jerusalén para resolver un asunto doctrinal importante. Los apóstoles y ancianos trabajaron en conjunto, lo que ofrece un modelo para la estructura presbiteriana de gobierno, donde las decisiones importantes se toman en un contexto de consejo plural, no individual. Este enfoque evita los extremos del congregacionalismo, donde cada iglesia es autónoma, y del episcopalismo, donde un solo obispo tiene autoridad absoluta.
• James Bannerman, en su obra The Church of Christ, argumenta que esta conexión entre iglesias locales, regionales y universales es un reflejo de la unidad y catolicidad de la iglesia de Cristo. Aunque las iglesias son entidades locales, están unidas en un cuerpo más amplio que expresa la universalidad de la iglesia bajo el señorío de Cristo .
4. El Gobierno para la Edificación de Todos los Santos:
Los ancianos no solo gobiernan en sus iglesias locales, sino que también están llamados a gobernar para la edificación de la iglesia en su conjunto. Efesios 4:12-13 establece que el propósito de los líderes en la iglesia es “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”. Este gobierno no es opresivo, sino que tiene como fin la madurez espiritual del pueblo de Dios y la manifestación del cuerpo de Cristo en el mundo.
Comentario Teológico
En su obra The Creedal Imperative, Carl Trueman señala que el poder en la iglesia reformada se entiende mejor no como una jerarquía rígida, sino como una autoridad delegada que busca la edificación de todo el cuerpo. Los ancianos no son un fin en sí mismos, sino medios a través de los cuales Cristo gobierna a su iglesia y los capacita para que cumplan su misión en el mundo . Este enfoque presbiteriano, con su énfasis en la rendición de cuentas mutua y la pluralidad de liderazgo, es crucial para evitar abusos de poder y para asegurar que la iglesia sea gobernada de manera bíblica y pastoral.
Aplicación
En la vida práctica de la iglesia, este párrafo nos enseña la importancia de un liderazgo que refleje la naturaleza servicial de Cristo. Los ancianos no son “dueños” de la iglesia, sino siervos que cuidan de ella en nombre de Cristo. Además, la estructura presbiteriana asegura que las decisiones importantes no sean tomadas por un solo individuo, sino por un consejo de ancianos que buscan la sabiduría de Dios en oración y consejo mutuo. Este principio de gobierno plural es esencial para mantener la unidad y la integridad doctrinal en la iglesia local y en la iglesia universal.
Párrafo 3
Texto del Libro de Orden:
“Todo poder eclesiástico es meramente ministerial y declarativo, ya que las Santas Escrituras son la única regla infalible de fe y práctica. Ningún tribunal eclesiástico puede pretender restringir la conciencia basándose únicamente en su propia autoridad; todas sus decisiones deben estar fundamentadas en la Palabra de Dios. ‘Solo Dios es el Señor de la conciencia y la ha dejado libre de los mandamientos y doctrinas de los hombres que sean contrarios a su Palabra, o que estén al margen de ella en asuntos de fe o adoración’ (Confesión de Fe, XX, 2).”
Comentario
En este párrafo, se enfatiza que el poder eclesiástico no es coercitivo ni legislativo, sino ministerial (es decir, sirve al pueblo de Dios) y declarativo (proclama lo que ya está establecido en la Palabra de Dios).
Esto subraya la supremacía de las Escrituras como la única fuente infalible de autoridad, y protege la libertad de conciencia de los creyentes, asegurando que ninguna autoridad eclesiástica puede imponer doctrinas que no estén respaldadas por las Escrituras.
que ninguna autoridad eclesiástica puede imponer doctrinas que no estén respaldadas por las Escrituras.
Fundamento Bíblico y Teológico
1. La Autoridad de las Escrituras:
La idea de que el poder de la iglesia es meramente ministerial y declarativo se deriva de la convicción reformada de la sola Scriptura. 2 Timoteo 3:16-17 declara que “toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”. Esto indica que la Palabra de Dios es la única regla infalible para la fe y la práctica. La iglesia, entonces, no tiene el derecho de añadir nuevas leyes o doctrinas más allá de lo que las Escrituras enseñan.
2. La Libertad de Conciencia:
En Romanos 14:5, Pablo instruye a los creyentes a estar convencidos en su propia mente sobre cuestiones que no son esenciales para la fe, como días especiales o tipos de comida. Esto implica que los asuntos de la conciencia individual deben ser respetados y que la iglesia no tiene autoridad para legislar sobre cuestiones que las Escrituras dejan en libertad. La Confesión de Fe de Westminster (XX, 2) hace eco de esta enseñanza al afirmar que “solo Dios es el Señor de la conciencia”, estableciendo que la libertad cristiana es un derecho fundamental protegido por las Escrituras.
• Edmund Clowney en su obra The Church explica que la autoridad de la iglesia debe siempre estar sometida a las Escrituras, y que la conciencia de los creyentes debe ser gobernada solo por la Palabra de Dios. Cualquier intento de imponer mandamientos humanos fuera de la Palabra representa una usurpación de la libertad que Cristo ha comprado para su pueblo .
3. El Carácter Ministerial y Declarativo del Poder:
El término ministerial refleja la naturaleza servicial del poder eclesiástico. Los líderes de la iglesia están llamados a guiar y cuidar el rebaño de Cristo, no a imponer reglas arbitrarias. En Juan 13:14-15, Jesús mismo da el ejemplo de servicio al lavar los pies de sus discípulos y les ordena hacer lo mismo entre ellos. Así, el liderazgo en la iglesia no es una posición de dominio, sino de servicio humilde.
Declarativo significa que la iglesia no crea nueva doctrina, sino que proclama y aplica la verdad revelada en las Escrituras. Esta es una función vital de los ministros y ancianos, como se ve en 1 Timoteo 4:13, donde Pablo exhorta a Timoteo a dedicarse “a la lectura pública de las Escrituras, a la exhortación y a la enseñanza”. Los oficiales eclesiásticos, entonces, no tienen poder para legislar más allá de lo que la Palabra de Dios ya ha establecido.
4. Restringir la Conciencia y el Legalismo:
El Nuevo Testamento advierte contra la imposición de leyes humanas en la iglesia, especialmente cuando estas van más allá de las enseñanzas de Cristo. En Colosenses 2:20-23, Pablo reprende a aquellos que imponen reglas humanas como “no toques, no gustes, no manejes”, que no tienen valor en la edificación espiritual, sino que promueven un falso sentido de religiosidad. Esta advertencia es relevante para la iglesia hoy, ya que cualquier tribunal eclesiástico que busque restringir la conciencia de los creyentes más allá de las Escrituras se aparta del evangelio de la gracia.
Comentario Teológico
En The Creedal Imperative, Carl Trueman enfatiza que la verdadera autoridad en la iglesia siempre debe estar alineada con la revelación de Dios en las Escrituras. Los credos y confesiones son útiles solo en la medida en que reflejan fielmente la enseñanza bíblica, y cualquier intento de imponer leyes o prácticas que no estén claramente fundamentadas en las Escrituras es un desvío hacia el legalismo .
Aplicación
Este principio tiene profundas implicaciones para el gobierno de la iglesia y la vida cristiana. Los líderes eclesiásticos deben ser cuidadosos de no sobrecargar a los creyentes con mandamientos que no estén basados en la Palabra de Dios. En lugar de eso, deben guiar al pueblo de Dios hacia una mayor fidelidad a las Escrituras y una vida de libertad en Cristo. Asimismo, los creyentes deben estar atentos a mantener su libertad de conciencia, asegurándose de que sus prácticas y creencias estén siempre alineadas con la verdad bíblica.
Párrafo 4
Texto del Libro de Orden:
“Todo poder eclesiástico es exclusivamente moral o espiritual. Ningún oficial o tribunal eclesiástico tiene jurisdicción civil; no pueden imponer ninguna pena civil ni buscar la ayuda del poder civil en el ejercicio de su jurisdicción más allá de lo necesario para la protección y seguridad civil.”
Comentario
Este párrafo subraya una distinción fundamental entre el poder eclesiástico y el poder civil. En la tradición reformada, el poder de la iglesia es exclusivamente espiritual y moral, lo que significa que no tiene autoridad para ejercer coerción física o imponer penas civiles. Esta separación entre iglesia y estado es una doctrina esencial en la teología reformada, que asegura que la iglesia opera dentro de su esfera espiritual sin interferir con las funciones del estado, y viceversa.
Fundamento Bíblico y Teológico
1. La Separación entre el Poder Espiritual y el Poder Civil:
La idea de que el poder eclesiástico es espiritual y moral está enraizada en la enseñanza de Jesús en Mateo 22:21: “Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”. Aquí Jesús establece una distinción clara entre las responsabilidades civiles y espirituales, lo que significa que la iglesia y el estado tienen esferas separadas de autoridad. Mientras que el estado tiene el derecho de ejercer justicia y mantener el orden civil, la iglesia tiene la autoridad de proclamar la Palabra de Dios y administrar los sacramentos.
2. El Poder de las Llaves:
En Mateo 16:19, Jesús le dice a Pedro: “Te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos, y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos”. Este pasaje ha sido interpretado en la tradición reformada como una referencia al poder espiritual que tiene la iglesia para administrar disciplina eclesiástica. El poder de las llaves es espiritual, no coercitivo, y se refiere a la autoridad para admitir o excluir a las personas de la comunión y de los sacramentos, con base en su profesión de fe y vida cristiana.
3. El Papel del Estado:
Romanos 13:1-7 establece que las autoridades civiles son ordenadas por Dios para mantener el orden y la justicia en la sociedad. Sin embargo, el poder del estado es diferente al de la iglesia. El estado tiene el derecho de imponer penas civiles y usar la coerción física (la “espada”, como se menciona en Romanos 13:4), pero la iglesia no tiene ese derecho. La iglesia debe centrarse en su misión espiritual de predicar el evangelio y edificar a los creyentes, sin recurrir al poder coercitivo.
• James Bannerman, en The Church of Christ, hace un claro énfasis en que la iglesia no debe interferir en las funciones del estado, ni el estado debe interferir en los asuntos espirituales de la iglesia. Bannerman destaca la importancia de mantener la independencia espiritual de la iglesia, afirmando que su poder reside en la proclamación de la verdad y en el uso de los medios de gracia, no en la coerción física .
4. La Disciplina Espiritual:
En lugar de usar la coerción, la iglesia tiene la responsabilidad de ejercer disciplina espiritual sobre sus miembros. En 1 Corintios 5:12-13, Pablo instruye a la iglesia a “juzgar a los que están dentro” (es decir, los miembros de la iglesia) y a excomulgar a aquellos que persisten en el pecado. Este juicio no es físico ni legal, sino espiritual, y su propósito es restaurar al pecador a una relación correcta con Dios y con la comunidad.
5. Protección y Seguridad Civil:
Aunque la iglesia no puede imponer penas civiles, puede recurrir al poder civil cuando sea necesario para la protección y seguridad de sus miembros, especialmente en casos de crímenes o abusos graves. Por ejemplo, en Hechos 22:25-29, el apóstol Pablo recurre a su ciudadanía romana para evitar ser azotado ilegalmente. Esto muestra que los creyentes pueden usar los derechos civiles y la protección del estado en situaciones de necesidad, sin comprometer la independencia espiritual de la iglesia.
Comentario Teológico
Cornelis Van Dam, en The Deacon: Biblical Foundations for Today’s Ministry of Mercy, comenta que la distinción entre la autoridad civil y la autoridad eclesiástica es crucial para la función de la iglesia. Mientras que el estado tiene la responsabilidad de la justicia civil, la iglesia tiene la responsabilidad de guiar a los creyentes en la justicia espiritual. Esta separación asegura que la iglesia mantenga su carácter como una comunidad espiritual y no como una institución coercitiva o política .
Aplicación
En la vida de la iglesia, esta enseñanza debe llevarnos a ejercer el poder eclesiástico con humildad y enfoque espiritual. Los líderes de la iglesia están llamados a guiar al rebaño mediante el ejemplo y la enseñanza, no mediante la fuerza o la coerción. La disciplina eclesiástica debe ser siempre restaurativa, buscando el arrepentimiento y la reconciliación, no el castigo por sí mismo. Al mismo tiempo, la iglesia debe respetar la autoridad del estado en asuntos civiles, sin intentar ejercer funciones que no le corresponden.
Párrafo 5
Texto del Libro de Orden:
“Además, el gobierno eclesiástico es una autoridad válida y auténtica a la cual los cristianos están llamados a someterse. Por lo tanto, las decisiones de los oficios de la iglesia, cuando se toman correctamente y en conformidad con la Palabra de Dios, ‘deben ser recibidas con reverencia y sumisión, no solo por su acuerdo con la Palabra, sino también por el poder que las establece, como una ordenanza de Dios instituida para este fin en su Palabra’ (Confesión de Fe, XXXI, 2).”
Comentario
Este párrafo destaca la importancia de la sumisión a la autoridad eclesiástica cuando se ejerce de acuerdo con la Palabra de Dios. La iglesia, a través de sus ancianos y ministros, tiene una autoridad legítima que ha sido instituida por Dios. Sin embargo, esta autoridad no es absoluta, sino que está subordinada a la Escritura. Cuando los líderes de la iglesia toman decisiones basadas en la Palabra de Dios y con espíritu de humildad, los cristianos están llamados a someterse a estas decisiones con reverencia.
Fundamento Bíblico y Teológico
1. Sumisión a la Autoridad Eclesiástica:
La Biblia llama a los creyentes a someterse a las autoridades eclesiásticas. En Hebreos 13:17 se dice: “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso”. Aquí, se subraya que los líderes de la iglesia tienen la responsabilidad de velar por el bienestar espiritual de los creyentes, y que la obediencia y sumisión a su autoridad es beneficiosa para la comunidad cristiana.
2. La Autoridad Delegada de Cristo:
La autoridad que tienen los líderes de la iglesia es una autoridad delegada. No es una autoridad independiente o absoluta, sino que proviene de Cristo, quien es la cabeza de la iglesia (Colosenses 1:18). Esta autoridad es legítima solo en la medida en que esté en conformidad con la Palabra de Dios. Jesús mismo criticó a los líderes religiosos que abusaban de su autoridad imponiendo cargas innecesarias al pueblo (Mateo 23:4), lo que nos enseña que el poder eclesiástico debe ejercerse con sabiduría, humildad y alineado con las Escrituras.
3. Conformidad con la Palabra de Dios:
Este párrafo también recalca que las decisiones eclesiásticas deben estar en conformidad con la Palabra de Dios. La Confesión de Fe de Westminster, en el capítulo XXXI, sección 2, declara que los concilios y sínodos tienen autoridad en la iglesia, pero solo en la medida en que sus decisiones se basen en la Escritura. Esto asegura que los creyentes no están sometidos a opiniones humanas arbitrarias, sino a la verdad revelada de Dios.
• James Bannerman, en The Church of Christ, expone que la autoridad eclesiástica, cuando es ejercida de acuerdo con la Palabra de Dios, es una ordenanza de Cristo. Por lo tanto, los creyentes deben mostrar reverencia hacia esa autoridad, no por miedo al hombre, sino por obediencia a Cristo, quien la ha instituido para el bien de su iglesia .
4. Sumisión y Reverencia:
La sumisión a la autoridad eclesiástica no debe ser vista como una obligación gravosa, sino como un acto de reverencia hacia Dios. La Escritura enseña que la autoridad en la iglesia es una provisión divina para guiar, corregir y edificar a los creyentes. En 1 Tesalonicenses 5:12-13, Pablo exhorta a la iglesia a “reconocer a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra”. Esta reverencia no es tanto por la persona del líder, sino por el oficio que Cristo ha establecido en la iglesia.
5. El Carácter Condicional de la Sumisión:
Es importante notar que esta sumisión es condicional. La autoridad eclesiástica es válida solo cuando está en conformidad con la Palabra de Dios. Los líderes de la iglesia no tienen el derecho de imponer reglas o doctrinas que no estén basadas en las Escrituras. Si la autoridad eclesiástica se desvía de la verdad bíblica, los creyentes tienen el deber de resistir, como se ve en Hechos 5:29, donde Pedro declara: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres”.
Comentario Teológico
En The Creedal Imperative, Carl Trueman señala que la autoridad de los credos y las confesiones en la iglesia protestante es una extensión de la autoridad de la Palabra de Dios. Los creyentes están llamados a someterse a las confesiones de fe cuando estas son una fiel exposición de las Escrituras, pero esta sumisión siempre debe estar condicionada a la fidelidad de las decisiones eclesiásticas a la enseñanza bíblica .
Aplicación
En la vida práctica de la iglesia, este principio nos llama a una sumisión respetuosa a la autoridad de nuestros líderes espirituales, reconociendo que su llamado es cuidar de nuestras almas. Sin embargo, también nos recuerda que esa sumisión es siempre con discernimiento, asegurándonos de que lo que se nos enseña y exige esté alineado con las Escrituras. Los líderes, por su parte, deben ejercer su autoridad con humildad, reconociendo que están bajo la autoridad de Cristo y que su misión es edificar al cuerpo de Cristo con fidelidad a la Palabra de Dios.
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Capitulo 4
Capitulo 4
Introducción a la lección
En este capítulo, abordaremos la unidad de la Iglesia, una de las características esenciales del cuerpo de Cristo. La iglesia es descrita en las Escrituras como un solo cuerpo bajo un solo Señor, una sola fe y un solo bautismo. Aunque las divisiones denominacionales y doctrinales han causado que esta unidad se vea oscurecida a lo largo de la historia, seguimos siendo llamados a manifestar esa unidad que ya tenemos en Cristo. A través de esta lección, exploraremos cómo el gobierno y la vida eclesiástica deben promover y preservar esta unidad en el vínculo de la paz, mientras discernimos la necesidad de separarnos del error y el pecado. Esta enseñanza nos lleva a profundizar en el concepto de comunión en Cristo, la disciplina eclesiástica, y la importancia de mantener la santidad en medio de la unidad.
Párrafo 1
Texto del Libro de Orden:
“La Iglesia de Cristo, siendo un solo cuerpo, está unida bajo un mismo Dios y Padre, un Señor y un Espíritu, y debe cuidar celosamente esta unidad en el vínculo de paz. Para lograr este propósito, la iglesia debe recibir a aquellos dotados con los dones de Cristo como si fueran Cristo mismo, someterse a aquellos reconocidos como llamados para gobernar en la iglesia, y especialmente aprender de aquellos dotados con el don de enseñar la Palabra de Dios. Además, dado que todos los cristianos han sido dotados con dones para la edificación del Cuerpo, deben servir a la iglesia con fidelidad en función de esos dones. El gobierno de la iglesia debe fomentar esta comunión en Cristo y en los dones del Espíritu, y buscar su restauración cuando haya sido perturbada por el cisma.”
Comentario
La unidad de la iglesia está fundamentada en la Trinidad: un solo Dios y Padre, un Señor y un Espíritu. Esta unidad, lejos de ser una meta inalcanzable, es una realidad espiritual que ya existe en Cristo. Sin embargo, la iglesia es llamada a preservar esa unidad de manera activa, manifestándola a través de la sumisión a aquellos dotados por Cristo y al gobierno eclesiástico que busca promover la edificación mutua.
Fundamento Bíblico y Teológico
1. La Iglesia como un Solo Cuerpo:
En Efesios 4:3-6, Pablo exhorta a los creyentes a “guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”. Él afirma que hay “un cuerpo y un Espíritu… un Señor, una fe, un bautismo”. Este pasaje es crucial para entender la unidad ontológica de la iglesia. La iglesia no se convierte en un cuerpo; ya es un cuerpo debido a su unión con Cristo. La tarea de los creyentes es preservar y manifestar esa unidad en la vida práctica.
• Johannes Vos, en su comentario sobre el Catecismo Mayor de Westminster, subraya que la unidad de la iglesia no es opcional, sino un mandato que surge de la misma naturaleza de la iglesia como cuerpo de Cristo. Cada miembro está dotado con dones espirituales que deben ser utilizados para la edificación mutua y la promoción de la comunión en el Espíritu .
2. Recibir a Aquellos Dotados con Dones de Cristo:
El liderazgo dentro de la iglesia no es simplemente un asunto organizativo, sino un don de Cristo para la edificación del cuerpo. Efesios 4:11-12 establece que Cristo mismo “constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”. La iglesia debe recibir y someterse a aquellos que han sido dotados para enseñar y gobernar como una manera de preservar la unidad.
• Clowney, en The Church, explica que la autoridad de los líderes de la iglesia proviene directamente de Cristo, y que el rechazo de aquellos dotados por el Señor es, en última instancia, un rechazo de Cristo mismo .
3. El Uso de los Dones para la Edificación del Cuerpo:
La unidad de la iglesia se manifiesta cuando cada miembro utiliza los dones que ha recibido del Espíritu para el bien común. 1 Corintios 12:4-7 afirma que “hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo… A cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho”. Esta diversidad de dones, lejos de ser una fuente de división, es un reflejo de la rica unidad del cuerpo de Cristo.
4. La Amenaza del Cisma:
La unidad de la iglesia no está garantizada de manera automática; puede verse amenazada por el cisma (divisiones internas). En 1 Corintios 1:10, Pablo ruega a los corintios que “hablemos todos una misma cosa” y que no haya divisiones entre ellos. La disciplina eclesiástica y el buen gobierno de la iglesia juegan un papel crucial en la preservación de la unidad, ya que corrigen las desviaciones doctrinales y de conducta que podrían amenazar la comunión del cuerpo.
Comentario Teológico
En God’s Ambassadors, Chad Van Dixhoorn comenta que la unidad visible de la iglesia es una prioridad en la teología reformada, y que la predicación fiel de la Palabra de Dios es esencial para mantener esa unidad. Cuando la iglesia recibe a aquellos que Cristo ha dotado para enseñar y gobernar, la comunión se fortalece y la iglesia puede funcionar en armonía . Sin embargo, cuando se ignoran estos dones o se promueven divisiones, la iglesia se debilita y cae en cisma.
Aplicación
Para la vida de la iglesia, este párrafo nos enseña que la unidad es un don que ya poseemos en Cristo, pero que debemos cultivar activamente. Esto implica recibir con gratitud y respeto a los líderes que Cristo ha dado a la iglesia, someterse a su enseñanza y gobierno, y utilizar nuestros propios dones para el bien común. La iglesia debe estar siempre alerta a las divisiones y trabajar para restaurar la comunión cuando esta se vea afectada por conflictos internos.
Párrafo 2
Texto del Libro de Orden:
“Es tanto el derecho como el deber de los gobernantes en la iglesia de Dios mantener el orden y ejercer la disciplina, con el fin de preservar tanto la verdad como la santidad. Estos oficiales y toda la iglesia tienen la responsabilidad de censurar o expulsar a aquellos que están en error o que son escandalosos, siempre en conformidad con los requisitos de la Palabra de Dios y buscando la gloria del nombre de Cristo, el bienestar de su iglesia y la restauración del que ha pecado.”
Comentario
Este párrafo subraya el papel crucial de los gobernantes de la iglesia (ancianos y pastores) en mantener el orden y ejercer la disciplina. La disciplina eclesiástica no es opcional ni secundaria; es una de las marcas esenciales de una iglesia verdadera, tal como lo afirmaron los reformadores. La disciplina tiene como objetivo preservar la pureza doctrinal y la santidad de vida en la iglesia, protegiendo a la congregación de la contaminación del pecado y el error. Al mismo tiempo, debe ejercerse con el propósito de restaurar al pecador y glorificar a Cristo.
Fundamento Bíblico y Teológico
1. El Deber de la Disciplina en la Iglesia:
La disciplina eclesiástica es enseñada claramente en las Escrituras. En Mateo 18:15-17, Jesús establece un proceso claro para la corrección dentro de la comunidad de creyentes, comenzando con la reprensión privada y, si es necesario, llevando el asunto ante la iglesia. El objetivo de esta disciplina es la restauración del hermano o hermana que ha pecado, pero si persiste en su pecado, debe ser tratado “como gentil y publicano”, es decir, debe ser excluido de la comunión.
2. La Preservación de la Pureza y la Santidad:
El ejercicio de la disciplina tiene como fin preservar tanto la verdad como la santidad en la iglesia. En 1 Corintios 5:6-7, Pablo exhorta a la iglesia a “limpiar la vieja levadura”, refiriéndose a la necesidad de expulsar a un miembro que vivía en pecado sexual. Pablo advierte que “un poco de levadura leuda toda la masa”, lo que significa que tolerar el pecado sin corregirlo puede corromper a toda la congregación.
• Bannerman, en The Church of Christ, explica que la disciplina eclesiástica es un aspecto central de la iglesia visible. No se trata simplemente de mantener el orden externo, sino de proteger la pureza doctrinal y moral de la iglesia .
3. La Glorificación de Cristo y el Bienestar de la Iglesia:
El propósito final de la disciplina no es simplemente castigar, sino glorificar el nombre de Cristo al mantener la pureza de su iglesia. En Tito 2:14, Pablo dice que Cristo “se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras”. La iglesia debe reflejar esta santidad al corregir y, si es necesario, excluir a aquellos que rechazan vivir conforme a la verdad del evangelio.
Además, la disciplina busca el bienestar de la iglesia al protegerla del error y el escándalo. En 1 Timoteo 5:20, Pablo instruye a Timoteo a reprender públicamente a los ancianos que persisten en el pecado, para que “los demás también teman”. Esta reprensión pública, cuando es necesaria, no solo busca la restauración del pecador, sino que también preserva el testimonio de la iglesia.
4. La Restauración del Pecador:
La disciplina eclesiástica siempre debe tener como objetivo la restauración. En Gálatas 6:1, Pablo exhorta a los creyentes a “restaurar con espíritu de mansedumbre” a aquellos que han caído en falta. El propósito no es humillar ni destruir a la persona, sino guiarla de regreso a una relación correcta con Dios y con la comunidad de fe.
• Van Dixhoorn, en God’s Ambassadors, señala que el proceso de disciplina en la iglesia no solo debe estar enfocado en la corrección del pecado, sino también en la restauración del pecador. El objetivo es siempre la reconciliación y la unidad en Cristo .
Comentario Teológico
Johannes Vos, en su comentario sobre el Catecismo Mayor de Westminster, subraya que la disciplina eclesiástica es una señal distintiva de la verdadera iglesia. Sin la correcta aplicación de la disciplina, la iglesia corre el riesgo de caer en el error doctrinal y moral. La disciplina es, por tanto, una provisión de Dios para proteger a su pueblo y preservar la santidad dentro del cuerpo de Cristo .
Aplicación
En la vida de la iglesia, este párrafo nos recuerda la importancia de ejercer la disciplina con sabiduría, amor y fidelidad a la Palabra de Dios. Los líderes de la iglesia deben estar dispuestos a corregir el error y el pecado, no por deseo de poder o control, sino por amor a Cristo y a su iglesia. Al mismo tiempo, la congregación debe entender que la disciplina es una provisión para su protección y bienestar espiritual. La disciplina siempre debe apuntar hacia la restauración y la reconciliación, buscando glorificar a Cristo al mantener la pureza de su cuerpo.
Párrafo 3
Texto del Libro de Orden:
“La manifestación de la unidad de la iglesia requiere su separación del mundo. La apostasía en la fe y en la vida es destructiva para la comunión en Cristo; solo rechazando tal error se puede mantener la comunión cristiana. Hay muchos falsos profetas y maestros, y la iglesia debe apartarse de ellos. Aquellos que siguen ciegamente a tales pastores falsos no pueden considerarse ovejas de Cristo. Hay organizaciones que, falsamente llamándose a sí mismas iglesias, difunden el error y la falsedad. La comunión con tales organizaciones es adulterio espiritual y una ofensa contra Cristo y sus santos.”
Comentario
Este párrafo introduce un tema crucial en la preservación de la unidad en la iglesia: la necesidad de una clara separación del mundo y de todo error. La unidad no es una unidad superficial basada en un acuerdo general, sino una comunión que se mantiene en la verdad. La iglesia está llamada a apartarse del error doctrinal y del pecado, incluso si esto significa romper relaciones con aquellos que se apartan de la enseñanza de Cristo.
Fundamento Bíblico y Teológico
1. Separación del Mundo:
La Biblia constantemente llama a la iglesia a separarse del mundo en términos de sus valores y prácticas. En 2 Corintios 6:14-18, Pablo exhorta a los creyentes a no unirse en yugo desigual con los incrédulos, argumentando que “¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia?” y “¿qué comunión la luz con las tinieblas?”. La iglesia no debe conformarse a los patrones del mundo (Romanos 12:2), sino vivir como una comunidad distinta, apartada para Dios.
• Edmund Clowney, en The Church, explica que la separación del mundo no significa aislamiento, sino una distinción clara entre los valores del reino de Dios y los valores del mundo. La iglesia está en el mundo, pero no es del mundo, y por lo tanto debe vivir en santidad y verdad .
2. Apostasía en la Fe y la Vida:
El peligro de la apostasía (abandono de la fe verdadera) es uno de los temas recurrentes en el Nuevo Testamento. En 1 Juan 2:18-19, el apóstol Juan advierte sobre los “anticristos”, aquellos que se apartan de la iglesia y la verdad: “Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros”. La apostasía no solo destruye la comunión con Dios, sino que también rompe la comunión entre los creyentes.
La apostasía puede manifestarse en el ámbito doctrinal, cuando las personas niegan verdades fundamentales de la fe (como en Gálatas 1:6-9, donde Pablo advierte contra aquellos que predican un “evangelio diferente”), o en el ámbito moral, cuando la vida de una persona ya no refleja la santidad a la que ha sido llamada (como en Judas 1:4, que habla de aquellos que “convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios”).
3. Falsos Profetas y Maestros:
En el Nuevo Testamento, hay una constante advertencia contra los falsos profetas y maestros. Jesús mismo advierte en Mateo 7:15: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”. La iglesia debe ser diligente en discernir entre la verdad y el error, y apartarse de aquellos que promueven enseñanzas contrarias a la Palabra de Dios.
• James Bannerman, en The Church of Christ, destaca que la comunión en la iglesia se basa en la adhesión a la doctrina verdadera. Aquellos que se apartan de esta verdad, sean maestros o congregaciones enteras, ya no pueden ser considerados parte de la iglesia verdadera .
4. Adulterio Espiritual:
La comunión con falsas iglesias o con aquellos que promueven el error es descrita en este párrafo como “adulterio espiritual”. En la Biblia, el adulterio espiritual se refiere a la infidelidad del pueblo de Dios al unirse a ídolos o falsas religiones. En Santiago 4:4, el apóstol declara: “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios?”. La iglesia es la novia de Cristo, y cualquier alianza con falsos maestros o doctrinas es una traición a esa relación exclusiva con Cristo.
• La Confesión de Fe de Westminster, en el capítulo 25.5, enseña que algunas iglesias han caído tanto en el error doctrinal y moral que se han convertido en “sinagogas de Satanás”, y que los verdaderos creyentes deben separarse de tales comunidades. Esto refleja la necesidad de proteger la pureza de la iglesia mediante la separación del error.
Comentario Teológico
En The Creedal Imperative, Carl Trueman señala que la preservación de la verdad doctrinal es esencial para la unidad de la iglesia. Aunque algunos promueven la unidad a cualquier costo, la verdadera unidad solo puede existir cuando se basa en la verdad del evangelio. Trueman advierte contra los movimientos ecuménicos que buscan unidad sin prestar atención a las diferencias doctrinales fundamentales .
Aplicación
En la vida de la iglesia, este párrafo nos llama a ser vigilantes en cuanto a la doctrina y la pureza de vida. La iglesia debe estar dispuesta a separarse del error, incluso cuando esto pueda causar incomodidad o controversia. Esta separación no es por orgullo o sectarismo, sino por fidelidad a Cristo y a su Palabra. Al mismo tiempo, la iglesia debe fomentar la verdadera unidad entre aquellos que comparten la fe en Cristo y viven de acuerdo con la verdad del evangelio.
Párrafo 4
Texto del Libro de Orden:
“La unidad visible del Cuerpo de Cristo, aunque no está completamente destruida, se ve oscurecida por la división de la iglesia cristiana en diferentes grupos o denominaciones. A pesar de estas divisiones, las iglesias cristianas ejercen comunión en la doctrina, el culto y el orden entre sí que no ejercen con otros cristianos. Aunque algunas de estas iglesias pueden haberse alejado de la pureza apostólica, todas aquellas que mantienen una disciplina fiel a la Palabra y los sacramentos en su integridad fundamental deben ser reconocidas como verdaderas manifestaciones de la iglesia de Jesucristo. En este contexto, dichas iglesias deben buscar una comunión más estrecha, conforme a los principios expuestos anteriormente.”
Comentario
Este párrafo aborda la unidad visible de la iglesia, reconociendo que, aunque las divisiones denominacionales son una realidad lamentable, no destruyen por completo la unidad del Cuerpo de Cristo. Las iglesias que conservan una fiel adherencia a la Palabra y los sacramentos fundamentales siguen siendo manifestaciones auténticas de la iglesia de Jesucristo. Al mismo tiempo, este párrafo anima a estas iglesias a buscar una comunión más cercana en la medida en que su doctrina y práctica lo permitan.
Fundamento Bíblico y Teológico
1. Unidad en Medio de la Diversidad Denominacional:
La Biblia enseña que la iglesia es una a pesar de la diversidad de congregaciones y denominaciones. En Efesios 4:4-6, Pablo escribe que “hay un solo cuerpo y un solo Espíritu… un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo”. Esta verdad no está condicionada por las divisiones visibles dentro del cristianismo, sino que está anclada en la realidad espiritual de la unidad en Cristo. Las diferentes denominaciones y grupos que se adhieren a los elementos esenciales de la fe cristiana, como la Palabra y los sacramentos, son verdaderas manifestaciones de la iglesia.
2. Comunión en Doctrina, Culto y Orden:
A pesar de las diferencias entre denominaciones, muchas iglesias cristianas comparten una comunión en doctrina, culto y orden que no comparten con otras religiones o falsos maestros. Esto se debe a que las doctrinas fundamentales del evangelio, el correcto uso de los sacramentos y el orden bíblico de gobierno eclesiástico son elementos que identifican a las verdaderas iglesias de Cristo. En 1 Corintios 1:10, Pablo ruega a los creyentes que “todos hablen una misma cosa”, lo que sugiere la importancia de una comunión doctrinal y práctica entre las iglesias.
• James Bannerman, en The Church of Christ, destaca que la unidad de la iglesia se manifiesta visiblemente a través de la fidelidad a las doctrinas esenciales y a la correcta administración de los sacramentos. Aunque las iglesias pueden diferir en cuestiones secundarias, aquellas que conservan estos fundamentos deben ser reconocidas como parte del cuerpo de Cristo .
3. Reconocimiento de las Iglesias Verdaderas:
La iglesia reformada, siguiendo las enseñanzas de los reformadores, ha identificado ciertas marcas que definen a una verdadera iglesia. Estas marcas incluyen la predicación pura de la Palabra de Dios, la correcta administración de los sacramentos, y el fiel ejercicio de la disciplina. En su forma más pura, la iglesia visible manifiesta estas marcas, y donde estas se mantienen, incluso en medio de diferencias denominacionales, las iglesias deben reconocerse mutuamente como verdaderas iglesias de Jesucristo.
• En The Creedal Imperative, Carl Trueman comenta que las iglesias que sostienen fielmente las confesiones históricas de la fe cristiana, como las confesiones reformadas, deben buscar la unidad y comunión con otras iglesias que también adhieren a estos principios. Sin embargo, esta unidad nunca debe ser a expensas de la verdad doctrinal .
4. Buscar una Comunión Más Estrecha:
A pesar de las diferencias denominacionales, este párrafo enfatiza que las iglesias que comparten una base doctrinal común deben buscar una comunión más estrecha. Esto no significa ignorar las diferencias teológicas importantes, pero sí implica trabajar en unidad siempre que sea posible, buscando promover el reino de Dios juntos. Juan 17:21 recoge la oración de Jesús pidiendo que sus seguidores “sean uno”, reflejando el deseo de Cristo de que su iglesia muestre una unidad visible que testifique al mundo de la verdad del evangelio.
Comentario Teológico
Clowney, en The Church, argumenta que la división denominacional es una realidad compleja que refleja tanto la debilidad humana como la diversidad de dones y enfoques dentro del cuerpo de Cristo. Sin embargo, insiste en que las iglesias que se mantienen fieles a las enseñanzas fundamentales del evangelio deben buscar maneras de colaborar y expresar su unidad en Cristo, sin comprometer la verdad .
Aplicación
Para la iglesia local, este párrafo nos anima a ser generosos en nuestro reconocimiento de otras iglesias que son fieles a la Palabra de Dios y los sacramentos. Aunque las divisiones denominacionales son una realidad, debemos evitar un sectarismo innecesario y buscar la unidad donde sea posible, siempre sobre la base de la verdad del evangelio. Al mismo tiempo, debemos estar dispuestos a distinguir entre iglesias que han permanecido fieles a la enseñanza apostólica y aquellas que se han apartado de ella, asegurándonos de que nuestra comunión esté fundada en la verdad.