Libro de Orden: Capítulo 5
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Capitulo 5
Introducción a la lección
En este capítulo, abordaremos los oficios de la iglesia, comenzando con su fundamento en los apóstoles y profetas y la transición hacia los oficios ordinarios y perpetuos del Nuevo Testamento: ministros, ancianos y diáconos. Analizaremos cómo estos oficios fueron establecidos por Cristo para el beneficio de su iglesia y la edificación del cuerpo de creyentes. Veremos también cómo los oficios del Antiguo Testamento, como los sacerdotes y profetas, ya no son necesarios debido a la obra completa de Cristo y el cierre del canon del Nuevo Testamento. Finalmente, examinaremos la función continua de los oficios actuales en el ministerio de la Palabra, el gobierno y la misericordia.
Párrafo 1
Texto del Libro de Orden:
“Nuestro Señor Jesucristo estableció su Iglesia del Nuevo Pacto sobre el fundamento de los apóstoles y profetas. Los apóstoles fueron comisionados para ser testigos del Cristo resucitado, proclamando en el Espíritu Santo lo que habían visto y oído, llevando el evangelio al mundo y cimentando la Iglesia en la enseñanza de Cristo. Junto con los profetas, hablaron mediante revelación, plasmando en las Escrituras del Nuevo Testamento la plenitud de la verdad tal como se revela en Cristo Jesús. Una vez completado su testimonio, su comisión y autoridad continuaron en la Iglesia, aunque los poderes y señales que acompañaron su ministerio cesaron.”
Comentario
Este párrafo subraya la fundación de la iglesia en el testimonio apostólico y la revelación profética. Los apóstoles y profetas del Nuevo Testamento tenían un papel único e irrepetible: ser testigos oculares del Cristo resucitado y transmitir la revelación de la verdad completa en Cristo. Aunque la iglesia continúa bajo la autoridad de su enseñanza, los dones extraordinarios y las señales que acompañaron su ministerio han cesado, lo que marca una clara distinción entre los oficios extraordinarios del Nuevo Testamento y los oficios ordinarios que perduran hasta el día de hoy.
Fundamento Bíblico y Teológico
1. Fundamento Apostólico y Profético:
El apóstol Pablo, en Efesios 2:20, dice que la iglesia está “edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo”. Esto significa que la iglesia está fundamentada sobre la revelación de Cristo que fue dada por los apóstoles y profetas del Nuevo Testamento. Este fundamento no es continuo, ya que los apóstoles cumplieron su misión al dar testimonio de lo que vieron y oyeron de Cristo, y los profetas completaron su tarea al revelar la plenitud de la verdad en la Escritura.
2. El Testimonio Completo en las Escrituras:
Los apóstoles no solo fueron testigos presenciales, sino que su testimonio fue registrado en las Escrituras del Nuevo Testamento, que contienen la plenitud de la revelación en Cristo. 2 Timoteo 3:16-17 enseña que “toda Escritura es inspirada por Dios” y es suficiente para equipar al creyente para toda buena obra. Esto significa que, con el cierre del canon, la iglesia ya no necesita una revelación adicional.
• James Bannerman, en The Church of Christ, explica que la iglesia de hoy continúa sobre el fundamento de los apóstoles, pero no en el sentido de que sus oficios sean reemplazados, sino en el sentido de que su testimonio autoritativo está plasmado en las Escrituras, y la iglesia debe guiarse únicamente por este testimonio inspirado .
3. Cese de los Dones y Señales Extraordinarias:
Aunque los apóstoles realizaron señales y milagros como parte de su ministerio, estos dones extraordinarios estaban ligados al establecimiento inicial de la iglesia y la confirmación de su mensaje. Hebreos 2:3-4 explica que el evangelio fue “confirmado” por aquellos que lo escucharon, y “Dios también testificó con ellos con señales, prodigios, diversos milagros y dones del Espíritu Santo”. Sin embargo, con el cierre del canon, estos dones extraordinarios ya no son necesarios para la vida de la iglesia, que ahora depende del testimonio escrito de los apóstoles.
4. El Oficio de Apóstol No Tiene Sucesores:
Aunque algunas tradiciones, como la Iglesia Católica Romana, afirman que los obispos son sucesores de los apóstoles, la enseñanza reformada sostiene que el oficio de apóstol no tiene sucesores. Los apóstoles tenían un ministerio único, vinculado a su testimonio ocular de Cristo y a la revelación de la verdad que ahora está completa en las Escrituras. El apostolado continuado, en el sentido extraordinario de los primeros apóstoles, ya no es necesario ni posible.
Comentario Teológico
Clowney, en The Church, enfatiza que la autoridad de los apóstoles y profetas estaba directamente vinculada a su testimonio de la obra y las palabras de Cristo. Este testimonio fue plasmado en las Escrituras, y su ministerio extraordinario no tiene sucesores en el sentido en que algunos lo afirman hoy. La iglesia moderna se edifica sobre este fundamento por medio de la predicación y enseñanza de la Palabra de Dios, pero no mediante una repetición o continuación del ministerio apostólico .
Aplicación
En la vida de la iglesia, este párrafo nos enseña la importancia de depender de las Escrituras como la autoridad suprema. Los oficios de apóstol y profeta cumplieron su propósito en el establecimiento del testimonio de Cristo y la revelación completa de la verdad en la Biblia. Esto significa que no debemos buscar nuevas revelaciones o señales extraordinarias, sino enfocarnos en la fidelidad a la Palabra como la base de nuestra enseñanza y gobierno eclesiástico.
Párrafo 2
Texto del Libro de Orden:
“Nuestro Señor sigue edificando su Iglesia mediante el ministerio de hombres a quienes Él llama y dota con dones especiales para enseñar, gobernar y servir. Algunos de estos dones especiales solo pueden ejercerse con mayor provecho cuando quienes los poseen son reconocidos públicamente como llamados por Cristo al ministerio con autoridad. Es adecuado hablar de esta función públicamente reconocida como un oficio, y designar a hombres con títulos bíblicos como evangelista, pastor, maestro, obispo, anciano o diácono. Existe diversidad de ministerios dentro de cualquier oficio, ya que cada hombre está llamado a ser ministro según sus dones. Al mismo tiempo, una designación general del oficio puede aplicarse a un grupo de funciones, aunque dentro de oficios separados se pueden distinguir funciones específicas.”
Comentario
Este párrafo se enfoca en el hecho de que Cristo sigue edificando su iglesia mediante el ministerio de hombres llamados y dotados por Él para enseñar, gobernar y servir. Aunque el apostolado y el oficio de profeta fueron únicos en la iglesia primitiva, Cristo sigue levantando oficios ordinarios en su iglesia para el crecimiento y edificación del cuerpo de creyentes. Los oficios de evangelista, pastor, maestro, anciano y diácono son reconocidos públicamente y acompañados de autoridad, lo que permite a aquellos que los ocupan ejercer sus dones de manera eficaz.
Fundamento Bíblico y Teológico
1. El Llamado y Dotación por Cristo:
La Biblia enseña que Cristo sigue llamando y dotando a hombres para ejercer el ministerio dentro de la iglesia. En Efesios 4:11-12, se nos dice que Cristo “constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”. Aunque los apóstoles y profetas tuvieron un rol único, los otros oficios mencionados aquí continúan en la iglesia para la edificación y enseñanza del pueblo de Dios.
2. El Reconocimiento Público del Llamado:
El ministerio en la iglesia no es simplemente una cuestión de habilidades personales, sino de reconocimiento público. En 1 Timoteo 4:14, Pablo exhorta a Timoteo a no descuidar el don que había recibido “por profecía con la imposición de manos del presbiterio”. Esto muestra que, aunque el don y el llamado provienen de Cristo, es necesario un reconocimiento público y la imposición de manos para conferir la autoridad de ejercer ese ministerio dentro del cuerpo de la iglesia.
• Cornelis Van Dam, en The Deacon, explica que el reconocimiento público y la ordenación no solo confieren autoridad, sino también una responsabilidad particular para guiar, enseñar y servir al pueblo de Dios .
3. Diversidad de Ministerios dentro de los Oficios:
Aunque existen varios oficios en la iglesia, hay una diversidad de ministerios dentro de esos oficios. Esto refleja la diversidad de dones que Cristo ha dado a su iglesia. En Romanos 12:6-8, Pablo enseña que “tenemos diferentes dones, según la gracia que nos es dada”, y menciona la profecía, el servicio, la enseñanza, la exhortación, el dar, el presidir y la misericordia. Aunque los ministros, ancianos y diáconos pueden tener diferentes responsabilidades, dentro de cada oficio puede haber una diversidad de dones y funciones.
• James Bannerman, en The Church of Christ, comenta que aunque hay oficios distintos, como el de ministro, anciano y diácono, cada uno de estos puede tener expresiones diferentes según los dones de aquellos que los ocupan. Esta diversidad en los dones asegura que el cuerpo de Cristo sea edificado de manera completa y equilibrada .
4. Designación de Títulos Bíblicos:
Los títulos bíblicos como evangelista, pastor, maestro, obispo, anciano y diácono son todos descriptivos de las funciones específicas dentro de los oficios que Cristo ha establecido. En el Nuevo Testamento, “pastor” y “obispo” son títulos intercambiables que describen el ministerio de aquellos que gobiernan y cuidan de la iglesia local (1 Pedro 5:1-2; Hechos 20:28). El término “diácono”, por otro lado, está vinculado al ministerio de servicio y misericordia (1 Timoteo 3:8-13).
Comentario Teológico
Clowney, en The Church, enfatiza que el ministerio de la iglesia no es simplemente un acto de liderazgo humano, sino que es un llamado y dotación divinos. El reconocimiento público de este llamado, a través de la ordenación, confiere autoridad a aquellos que son llamados al ministerio. Sin embargo, esa autoridad debe ejercerse en un espíritu de servicio, reconociendo que la diversidad de dones en la iglesia es para el bien común .
Aplicación
En la vida práctica de la iglesia, este párrafo nos enseña la importancia de reconocer públicamente a aquellos que han sido llamados y dotados por Cristo para ejercer el ministerio. Esto no solo asegura que el ministerio sea realizado con autoridad, sino que también ayuda a mantener el orden en la iglesia y a utilizar los dones de manera efectiva para la edificación del cuerpo. La iglesia debe también estar abierta a la diversidad de dones y ministerios dentro de los oficios, permitiendo que cada persona sirva de acuerdo con los dones que ha recibido de Cristo.
Párrafo 3
Texto del Libro de Orden:
“Los oficios ordinarios y perpetuos en la Iglesia están destinados al ministerio de la Palabra de Dios, el gobierno y la misericordia. Aquellos que participan en el gobierno de la Iglesia pueden ser llamados ancianos (presbíteros), obispos o gobernantes de la Iglesia. Los que sirven en la misericordia y el servicio son llamados diáconos. Los ancianos que, además de ser llamados y dotados por Cristo, también están encargados de la enseñanza de la Palabra, son llamados ministros.”
Comentario
Este párrafo nos enseña que los oficios ordinarios y perpetuos en la iglesia del Nuevo Testamento están centrados en tres áreas fundamentales: el ministerio de la Palabra, el gobierno y la misericordia. Los ancianos y obispos (términos intercambiables) son responsables del gobierno y la enseñanza, mientras que los diáconos están encargados del ministerio de la misericordia y servicio. Estos oficios continúan siendo la estructura básica de la iglesia hasta el regreso de Cristo.
Fundamento Bíblico y Teológico
1. Oficios Ordinarios y Perpetuos:
En contraste con los oficios extraordinarios (como el de apóstol y profeta) que cesaron con el cierre del canon del Nuevo Testamento, los oficios ordinarios (ministros, ancianos y diáconos) son perpetuos, lo que significa que perduran en la iglesia hasta el regreso de Cristo. En 1 Timoteo 3 y Tito 1, Pablo describe los requisitos para los ancianos y diáconos, mostrando que estos son oficios destinados a ser normativos para la iglesia.
• James Bannerman, en The Church of Christ, argumenta que los oficios ordinarios son esenciales para la vida y salud de la iglesia, ya que estos son los medios a través de los cuales Cristo continúa gobernando, enseñando y sirviendo a su pueblo .
2. Ministerio de la Palabra, Gobierno y Misericordia:
Estos tres aspectos —ministerio de la Palabra, gobierno y misericordia— reflejan la obra de Cristo mismo, quien es el Profeta, Rey y Sumo Sacerdote. Los ministros son aquellos encargados del ministerio de la Palabra, predicando y enseñando a la congregación (2 Timoteo 4:1-2). Los ancianos (o presbíteros) son responsables de gobernar la iglesia (1 Timoteo 5:17), y los diáconos ejercen el ministerio de la misericordia, atendiendo las necesidades físicas de los creyentes, especialmente los pobres y necesitados (Hechos 6:1-6).
3. Ancianos y Ministros:
Los ancianos (presbíteros) se dividen en dos categorías: aquellos que gobiernan y aquellos que también están encargados de enseñar. En 1 Timoteo 5:17, Pablo distingue entre los ancianos que gobiernan bien y los que “trabajan en predicar y enseñar”, lo que respalda la idea de que algunos ancianos (los ministros) tienen la responsabilidad adicional de la predicación. El término “ministro” o “anciano docente” se refiere a aquellos ancianos que tienen el deber particular de proclamar la Palabra de Dios de manera regular en el contexto de la adoración pública.
• Edmund Clowney, en The Church, señala que la distinción entre ancianos gobernantes y ancianos docentes no implica una jerarquía, sino una división de labores en el cuerpo de Cristo. Tanto los ancianos gobernantes como los docentes son responsables del bienestar espiritual de la iglesia, pero los ancianos docentes se dedican específicamente a la enseñanza de la Palabra .
4. Diáconos: Ministerio de la Misericordia:
El oficio de diácono se centra en el servicio práctico a los necesitados, lo que se refleja claramente en Hechos 6, donde los apóstoles designan a siete hombres para “servir a las mesas” y cuidar de las viudas, permitiendo que los apóstoles se dediquen “a la oración y al ministerio de la Palabra”. Los diáconos son vitales para el bienestar del cuerpo de Cristo, ya que su labor asegura que las necesidades físicas de los miembros sean atendidas, permitiendo que el ministerio de la Palabra y el gobierno funcionen sin distracciones.
• Cornelis Van Dam, en The Deacon, describe el ministerio de los diáconos como una extensión del cuidado compasivo de Cristo hacia su pueblo. El ministerio diaconal es tanto un acto de misericordia como una expresión visible del amor de Cristo hacia los más vulnerables .
Comentario Teológico
En su comentario sobre los oficios en la iglesia, Bannerman afirma que los tres oficios principales en la iglesia del Nuevo Testamento —ministros, ancianos y diáconos— son la forma en que Cristo sigue guiando y cuidando de su iglesia. Estos oficios, cada uno con responsabilidades específicas, son necesarios para la edificación del cuerpo y el avance del evangelio .
Aplicación
Este párrafo nos recuerda la importancia de honrar y reconocer los distintos oficios en la iglesia. Cada uno de ellos es esencial para el funcionamiento saludable del cuerpo de Cristo. Los ministros deben dedicarse fielmente a la predicación y enseñanza, los ancianos a la supervisión espiritual y el gobierno de la iglesia, y los diáconos al servicio y ministerio de misericordia. Juntos, estos oficios trabajan para la edificación y protección de la iglesia. Además, debemos estar agradecidos por la estructura que Cristo ha establecido para su iglesia, sabiendo que a través de estos oficios, Él continúa gobernando, enseñando y sirviendo a su pueblo.
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Introducción a la Lección: Capítulo VI - Los Ministros o Ancianos Docentes
En este capítulo, reflexionaremos sobre el rol fundamental del ministerio de la Palabra en la vida de la iglesia, entendiendo que los ministros son llamados por Dios para proclamar el evangelio, pastorear y enseñar a su pueblo. A través de los siglos, la iglesia ha reconocido la importancia de este oficio como el medio a través del cual Cristo continúa edificando a su iglesia. La tradición reformada enfatiza que el ministro, también conocido como anciano docente, no solo tiene la responsabilidad de predicar la Palabra, sino también de gobernar, administrar los sacramentos y ser un ejemplo de vida piadosa para la congregación.
Este capítulo examina en detalle el llamado divino al ministerio de la Palabra, así como las diversas funciones que un ministro desempeña, tales como evangelista, pastor y maestro. Además, exploraremos cómo este oficio refleja la obra de Cristo como Profeta, Sacerdote y Rey, y cómo los ministros están llamados a continuar esta obra en la iglesia.
Profundizaremos en las responsabilidades de los ministros, no solo dentro de la congregación local, sino también hacia los que aún no conocen el evangelio. Este capítulo nos llevará a considerar la relación entre el llamado ministerial, los dones espirituales y la mayordomía de los misterios de Dios en la vida y misión de la iglesia.
Párrafo 1
Texto del Libro de Orden:
“El ministerio de la Palabra es un llamado divino para la proclamación del evangelio. En este ministerio, se encuentran una variedad de dones esenciales para llevar a cabo las funciones evangelísticas, pastorales y docentes.”
Comentario
Este primer párrafo establece la naturaleza del ministerio de la Palabra como un llamado divino, no simplemente como una función o profesión, sino como una vocación otorgada por Dios mismo. La proclamación del evangelio es el centro de esta vocación, y es a través de este ministerio que la iglesia se edifica y los no creyentes son alcanzados con el mensaje de salvación.
El ministerio de la Palabra incluye una variedad de dones dados por el Espíritu Santo, los cuales capacitan al ministro para desempeñar varias funciones: evangelísticas, pastorales y docentes. Esto implica que el llamado no es monolítico, sino que requiere diferentes habilidades y responsabilidades que contribuyen a la edificación de la iglesia y la extensión del evangelio.
Fundamento Bíblico y Teológico
1. El Llamado Divino al Ministerio de la Palabra:
En las Escrituras, el ministerio de la Palabra es visto como un llamado directo de Dios. En 2 Timoteo 4:1-2, el apóstol Pablo exhorta a Timoteo a “predicar la palabra; que inste a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina”. Este mandato subraya la urgencia y la seriedad del llamado al ministerio de la Palabra. La proclamación del evangelio no es solo un deber humano, sino una comisión divina que requiere fidelidad a la Palabra de Dios y dedicación al bienestar espiritual de la iglesia.
• Michael Kruger, en su obra Canon Revisited, afirma que el ministerio de la Palabra está inextricablemente vinculado a la autoridad de las Escrituras. Los ministros son los guardianes y heraldos de esta revelación divina, llamada a ser proclamada con claridad y poder .
2. Diversidad de Dones para el Ministerio:
El ministerio no se limita a una sola habilidad o tarea. Según Efesios 4:11-12, Cristo dio “apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”. Estos diversos dones permiten que los ministros se enfoquen en diferentes aspectos del ministerio, ya sea en la predicación, el cuidado pastoral o la enseñanza. La diversidad de dones es fundamental para la eficacia del ministerio y la edificación de la iglesia.
• Richard Gaffin, en Perspectives on Pentecost, señala que los dones ministeriales son un regalo del Espíritu Santo, distribuidos para el bien común de la iglesia. Estos dones no son simplemente habilidades naturales, sino capacitaciones espirituales para llevar a cabo el propósito de Dios .
3. Funciones Evangelísticas, Pastorales y Docentes:
El ministerio de la Palabra incluye funciones evangelísticas, es decir, el llamado a proclamar el evangelio a los no creyentes (Romanos 10:14-15); pastorales, que implican el cuidado y guía del rebaño de Dios (1 Pedro 5:2-3); y docentes, que involucran la enseñanza de la sana doctrina a los creyentes para su edificación y madurez espiritual (Tito 1:9). Estas tres áreas reflejan la integralidad del ministerio de la Palabra, en el que el ministro debe ser tanto proclamador del evangelio como cuidador y maestro de la iglesia.
Comentario Teológico
James Bannerman, en The Church of Christ, destaca que el ministerio de la Palabra es el medio ordinario que Dios ha instituido para la salvación de los pecadores y la edificación de los santos. La proclamación del evangelio no solo es un acto de enseñanza, sino de autoridad divina, en la que el ministro habla en nombre de Dios para convocar a su pueblo y dirigir su iglesia .
Aplicación
Este párrafo nos invita a reflexionar sobre la seriedad y el privilegio del ministerio de la Palabra. Aquellos que han sido llamados a este oficio deben recordar que su llamado proviene de Dios y que están investidos con dones espirituales para llevar a cabo su ministerio. La iglesia, por su parte, debe reconocer la importancia de apoyar y orar por sus ministros, asegurándose de que ellos puedan cumplir con fidelidad sus responsabilidades evangelísticas, pastorales y docentes. El ministro no solo predica el evangelio, sino que también cuida y nutre a la iglesia en su crecimiento espiritual.
Párrafo 2
Texto del Libro de Orden:
“Todo ministro de la Palabra, también conocido como anciano docente, debe manifestar sus dones y llamado en los distintos aspectos del ministerio del evangelio, buscando el desarrollo espiritual de aquellos con quienes trabaja. Como servidor de Cristo, tiene la responsabilidad de nutrir el rebaño de Dios, ser un ejemplo para ellos, cuidarlos, llevar las buenas nuevas de la salvación a los ignorantes y los perdidos, y exhortar a aquellos que niegan la sana doctrina. Además, debe administrar los sacramentos instituidos por Cristo. Los roles específicos dentro del ministerio de la Palabra incluyen al evangelista, al pastor y al maestro.”
Comentario
Este párrafo describe el rol integral del ministro de la Palabra, también conocido como anciano docente, resaltando que su labor no se limita a la predicación, sino que abarca varias dimensiones del ministerio. El ministro tiene la responsabilidad de nutrir espiritualmente a la congregación, ser un ejemplo de vida cristiana, y llevar el evangelio a aquellos que no lo conocen. Además, es parte de su deber exhortar a aquellos que se desvían de la sana doctrina y administrar los sacramentos instituidos por Cristo, como el bautismo y la Cena del Señor.
Los roles específicos del ministerio de la Palabra, como evangelista, pastor y maestro, subrayan la diversidad de tareas que el ministro debe realizar. Esta amplitud de funciones exige que el ministro no solo predique y enseñe, sino que también cuide de la iglesia como un pastor cuida de su rebaño, mientras ejerce la mayordomía de los misterios de Dios en la administración de los sacramentos.
Fundamento Bíblico y Teológico
1. El Ministerio como un Ejemplo de Vida:
El apóstol Pablo exhorta a los ministros a ser ejemplos para el rebaño en 1 Pedro 5:2-3, donde se llama a los pastores a “pastorear el rebaño de Dios” no por obligación, sino voluntariamente, y a ser “ejemplos para el rebaño”. El ministro no solo guía a los creyentes mediante su enseñanza, sino también a través de su ejemplo de vida. Esto implica una vida de integridad, santidad y servicio que modela el carácter de Cristo.
2. Cuidado Pastoral y Evangelización:
El cuidado pastoral incluye el nutrimiento espiritual de los creyentes y la evangelización de los no creyentes. En 2 Timoteo 4:5, Pablo instruye a Timoteo a “hacer la obra de evangelista” y a cumplir con todos los aspectos de su ministerio. Esto subraya que el ministro no debe limitarse solo a predicar a la congregación, sino también a buscar a los que están perdidos, llevarles las buenas nuevas y exhortarles a recibir la salvación.
• Richard B. Gaffin, en Perspectives on Pentecost, señala que los ministros, como ancianos docentes, deben estar equipados para proclamar el evangelio tanto a los creyentes como a los no creyentes. Esto refleja el doble propósito del ministerio de la Palabra: edificar a los santos y llevar el evangelio a los que están en tinieblas .
3. Exhortación en la Sana Doctrina:
Una parte crucial del ministerio de la Palabra es defender la sana doctrina y corregir a aquellos que se desvían de ella. En Tito 1:9, Pablo instruye que el anciano debe “retener la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen”. El ministro no solo enseña, sino que también debe corregir el error doctrinal, asegurándose de que la iglesia permanezca en la verdad de la Escritura.
• Michael J. Kruger, en Canon Revisited, destaca que la enseñanza correcta y la protección de la verdad son aspectos fundamentales del ministerio pastoral. El ministro debe ser un defensor del evangelio y un guardián de la doctrina que ha sido revelada en las Escrituras .
4. Administración de los Sacramentos:
La administración de los sacramentos, como el bautismo y la Cena del Señor, es parte integral del ministerio de la Palabra. Estos son medios de gracia instituidos por Cristo mismo (Mateo 28:19-20; 1 Corintios 11:23-26) y deben ser administrados fielmente por los ministros. El bautismo introduce a los creyentes a la comunidad de fe, y la Cena del Señor renueva su comunión con Cristo y con el cuerpo de creyentes. La correcta administración de estos sacramentos es un acto de obediencia y fidelidad al mandato de Cristo.
Comentario Teológico
James Bannerman, en The Church of Christ, subraya que el ministerio de los sacramentos está inextricablemente unido al ministerio de la Palabra. Los sacramentos no son meros rituales, sino signos y sellos de la gracia de Dios. El ministro, al administrar los sacramentos, actúa como un mayordomo de los misterios de Dios, asegurando que estos medios de gracia sean aplicados correctamente para el crecimiento y la comunión de la iglesia .
Aplicación
Este párrafo nos llama a reconocer la responsabilidad integral del ministro de la Palabra. Su labor no se limita a la enseñanza doctrinal, sino que también abarca el cuidado pastoral, la evangelización y la administración de los sacramentos. El ministro debe ser un ejemplo vivo de la fe que proclama, exhortando y guiando al rebaño en la verdad. La iglesia debe apoyar y orar por sus ministros para que ellos puedan llevar a cabo esta tarea con fidelidad y devoción, entendiendo que están llamados a representar a Cristo tanto en su enseñanza como en su vida.
Párrafo 3
Texto del Libro de Orden:
“Quien ocupe este oficio debe ser firme en la fe, tener habilidades en el aprendizaje humano y ser capaz de enseñar y guiar a otros. Su vida debe reflejar la santidad del evangelio, y debe ser una persona sabia y discreta. Además, debe ser capaz de liderar bien su propia familia y tener una buena reputación entre los que están fuera de la iglesia.”
Comentario
Este párrafo pone énfasis en las cualidades personales y espirituales que debe poseer un ministro de la Palabra. No basta con tener los dones necesarios para predicar o enseñar; el ministro debe también ser firme en la fe y llevar una vida que refleje la santidad del evangelio. La integridad y el carácter personal del ministro son esenciales para su rol, ya que él es un modelo para la congregación, y su vida personal debe estar en sintonía con las verdades que proclama.
Además, el ministro debe ser sabio y discreto, cualidades que le permiten no solo guiar bien a la iglesia, sino también lidiar con los desafíos que puedan surgir en su ministerio. La capacidad de gobernar bien su propia familia es un reflejo de su habilidad para gobernar en la iglesia, siguiendo el principio que Pablo establece en 1 Timoteo 3:5: “Pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?”.
También es importante que el ministro mantenga una buena reputación fuera de la iglesia, mostrando que su vida es coherente con el evangelio tanto dentro como fuera de la comunidad de fe.
Fundamento Bíblico y Teológico
1. Firmeza en la fe y en la enseñanza:
La Escritura enseña que los ministros deben ser firmes en la fe. En 1 Timoteo 4:16, Pablo exhorta a Timoteo a “tener cuidado de sí mismo y de la doctrina”, subrayando la importancia de mantener una enseñanza fiel a la Palabra de Dios y una vida coherente con esa doctrina. Un ministro no puede guiar a otros en la verdad si no es primero firme en su propio entendimiento y compromiso con la fe.
• Michael Kruger, en Canon Revisited, señala que los ministros son llamados a ser defensores de la verdad revelada en las Escrituras. Su firmeza en la fe debe ser una roca sólida que asegure la fidelidad doctrinal en la iglesia y proteja a la congregación de las falsas enseñanzas .
2. La vida del ministro como reflejo del evangelio:
La vida del ministro debe ser un ejemplo de santidad para los creyentes. En 1 Timoteo 3:2-7, Pablo establece las cualidades que deben caracterizar a un ministro, incluyendo la capacidad de enseñar, la sobriedad, la hospitalidad y el gobierno fiel de su familia. Estas cualidades no son opcionales, sino esenciales para que el ministro sea un verdadero ejemplo del evangelio que proclama.
3. Sabiduría y discreción:
La sabiduría es una cualidad fundamental en el ministerio. Santiago 3:17 describe la sabiduría que viene de Dios como “pura, pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos”. Esta sabiduría es esencial para guiar a la iglesia en la verdad y tomar decisiones difíciles en situaciones pastorales. La discreción también es necesaria, ya que el ministro debe ser capaz de manejar asuntos delicados con sensibilidad y prudencia.
• Richard B. Gaffin, en Perspectives on Pentecost, destaca que la sabiduría no es simplemente conocimiento intelectual, sino una disposición espiritual que capacita al ministro para discernir la voluntad de Dios en medio de las complejidades de la vida y del ministerio .
4. Buen liderazgo familiar:
El liderazgo en el hogar es una cualidad crítica para el ministro. En 1 Timoteo 3:4-5, se establece que un anciano debe gobernar bien su casa, teniendo a sus hijos en sujeción. Esto refleja que un ministro que no puede liderar en su hogar difícilmente podrá liderar la iglesia de manera efectiva. El hogar es el primer lugar donde el ministro demuestra su capacidad de pastorear, enseñar y corregir con amor.
5. Buena reputación fuera de la iglesia:
Finalmente, el ministro debe tener una buena reputación entre los que están fuera de la iglesia (1 Timoteo 3:7). Esto no significa que el mundo no se oponga a su mensaje, sino que su vida debe ser irreprochable, sin dar causa de escándalo o crítica por su conducta. La manera en que un ministro interactúa con los no creyentes también refleja la autenticidad de su fe y su compromiso con el evangelio.
Comentario Teológico
Edmund Clowney, en The Church, señala que los ministros deben ser hombres cuyo carácter refleje las virtudes de Cristo. El ministerio de la Palabra no se trata simplemente de enseñar y predicar, sino de ser un ejemplo vivo del evangelio, modelando la fe y la piedad en cada aspecto de su vida. La integridad personal del ministro es clave para el bienestar espiritual de la iglesia .
Aplicación
Este párrafo nos llama a reflexionar sobre la calidad de vida y carácter de aquellos que son llamados al ministerio. Los ministros de la Palabra deben no solo enseñar y predicar con fidelidad, sino también vivir vidas que sean ejemplos de santidad, sabiduría y discreción. Deben ser capaces de guiar bien a sus propias familias, mostrando que tienen la capacidad de pastorear la iglesia de Cristo con el mismo amor y cuidado. Además, su vida debe ser un testimonio del evangelio tanto dentro como fuera de la iglesia, manteniendo una reputación que respalde la verdad que proclaman.
Párrafo 4
Texto del Libro de Orden:
“Cada ministro debe ser miembro de una iglesia regional y participar en plena comunión en cualquier congregación local dentro de esa región eclesiástica. El presbiterio, con la aprobación de un miembro ministerial, puede solicitar la supervisión pastoral sobre él en su beneficio. Asimismo, un consistorio, con la aprobación del presbiterio, puede otorgar el derecho de voto en la congregación a cualquier miembro ministerial de la iglesia regional.”
Comentario
Este párrafo trata sobre la relación del ministro con la iglesia regional y su integración en el sistema presbiteriano de gobierno. La mención de que cada ministro debe ser miembro de una iglesia regional subraya la naturaleza conectiva de la iglesia presbiteriana, en la que las congregaciones no operan de forma aislada, sino que están vinculadas a través de una estructura más amplia de gobierno eclesiástico. Esta conexión permite que los ministros participen en plena comunión con otras congregaciones dentro de la misma región, fomentando la unidad y la responsabilidad mutua.
Además, se menciona la posibilidad de que el presbiterio supervise pastoralmente a un ministro cuando sea necesario, mostrando que incluso los ministros, quienes guían a otros, necesitan cuidado y supervisión espiritual. La mención del consistorio otorgando el derecho de voto a un miembro ministerial resalta el aspecto democrático del gobierno presbiteriano, en el cual los ministros y ancianos son responsables ante sus pares y ante la congregación local.
Fundamento Bíblico y Teológico
1. La Conexión de la Iglesia Presbiteriana:
En el Nuevo Testamento, vemos que la iglesia no estaba estructurada como comunidades aisladas, sino que las congregaciones locales estaban interconectadas. Hechos 15 es un ejemplo claro de la interdependencia de las iglesias locales bajo el liderazgo de los apóstoles y ancianos reunidos en el concilio de Jerusalén. Esta estructura refleja el principio de rendición de cuentas y comunión entre las iglesias, lo que es un pilar en la práctica presbiteriana, donde los ministros y ancianos de varias congregaciones están bajo la supervisión de un presbiterio.
• James Bannerman, en The Church of Christ, argumenta que esta conexión entre iglesias no es solo una práctica administrativa, sino un reflejo de la unidad del cuerpo de Cristo. Cada iglesia local es parte de una iglesia más amplia, y los ministros y ancianos trabajan en conjunto para gobernar y cuidar la iglesia como un todo .
2. Supervisión Pastoral del Ministro:
Incluso los ministros necesitan estar bajo supervisión pastoral, mostrando que el liderazgo en la iglesia implica rendir cuentas y recibir cuidado. En Gálatas 6:1-2, Pablo exhorta a los creyentes a restaurar con mansedumbre a los que están en falta, y a “llevar los unos las cargas de los otros”. Esta supervisión pastoral refleja la realidad de que ningún ministro está por encima de la necesidad de ser cuidado espiritualmente.
3. El Derecho de Voto en la Congregación:
La estructura presbiteriana no solo se enfoca en la supervisión, sino también en la participación democrática dentro de la iglesia. El derecho de voto para los ministros refleja el principio de que la autoridad en la iglesia es compartida y que las decisiones importantes se toman de manera colectiva. Este modelo asegura que los ministros y ancianos no actúen de manera autoritaria, sino que participen en una comunidad de liderazgo.
• Edmund Clowney, en The Church, destaca que el modelo presbiteriano de gobierno eclesiástico es un sistema que busca reflejar el principio del liderazgo compartido y la rendición de cuentas mutua. Este sistema ayuda a mantener la salud espiritual de la iglesia, evitando que un solo individuo tenga un control excesivo .
Comentario Teológico
Bannerman, en su tratado sobre la iglesia, señala que la estructura presbiteriana es un reflejo de la naturaleza del reino de Dios, donde Cristo es el único Señor de su iglesia, y los ministros y ancianos son sus siervos, trabajando en conjunto para guiar al pueblo de Dios. La conexión entre las congregaciones locales dentro de un sistema regional permite que el liderazgo sea compartido y que la iglesia sea edificada a través de la supervisión y la participación comunal .
Aplicación
Este párrafo nos recuerda que la vida ministerial no es un ejercicio individualista. Los ministros, aunque tienen responsabilidades pastorales y de enseñanza, también están llamados a ser parte de un cuerpo más grande, trabajando bajo la supervisión de un presbiterio y participando en la vida de la iglesia regional. La iglesia presbiteriana, al ser conectiva en su estructura, busca reflejar la unidad y la rendición de cuentas del cuerpo de Cristo. Además, este sistema fomenta el liderazgo compartido y la toma de decisiones conjunta, lo que ayuda a evitar los abusos de autoridad y promueve la salud espiritual tanto de los ministros como de la congregación.