Comunión
Llamados a ser iglesia • Sermon • Submitted • Presented
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Introducción:
Introducción:
Si nuestro deseo es agradar al Señor, busquemos aquello que en realidad le importa.
David dijo: sacrificio y ofrenda no te agrada, sino hacer tu voluntad. (Salmo 40)
Al profeta Oseas dio este mensaje, misericordia quiero y no sacrificios, más que ofrendas quemadas quiero que me conozcan (Oseas 6:6)
Los discípulos quisieron impresionar al Señor mostrándole los edificios del templo pero él les dijo, — ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada.
En la oración sacerdotal de Juan 17, nuestro Salvador oró por sus discípulos y por todos los creyentes que vendríamos a conocer su Nombre por el testimonio de ellos. Clamo por unidad; que todos seamos uno en amor para que el mundo crea, perfectos en unidad para guardarnos del mundo en el que estamos pero al cual ya no pertenecemos, unidos para experimentar la gloria de Dios.
Su petición reiterada nos habla de lo que al Señor en verdad le importa. Haríamos bien en buscar esta unidad, cuidarla y procurarla. Es uno de los aspectos fundamentales de la vida cristiana. La Biblia lo llama Koinonía, una palabra griega que expresa una relación cercana, de compromiso mutuo que va mas allá de los superficial. Relaciones profundas, donde podamos ser vulnerables hacia los demás, tener en común todas las cosas, es verdadera comunión.
Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas;
I. Para que el mundo crea
I. Para que el mundo crea
Para que el mensaje del evangelio se creído la iglesia debe tener una verdadera comunión basada en el más importante de los mandamientos: amar a Dios y al prójimo como a sí mismos.
En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.
Esto da validez a nuestro mensaje, evidencia de su eficacia, pero no sustituye al Kerigma, la proclamación de las Buenas Nuevas. Jesús oró por sus discípulos y por los que habían de creer en Él por la palabra de ellos. No hay fe sin la palabra oída, no hay salvación sin la locura de la predicación.
Predica el Evangelio en todo momento y, si es necesario, usa las palabras
Predica el Evangelio en todo momento y, si es necesario, usa las palabras
Esa frase atribuída a Francisco de Asis suena muy piadosa y tiene su punto pero el Apostol Pablo le dijo a Timoteo algo muy diferente:
que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.
Pablo adelantaba lo que sucede en nuestros días, la doctrina diluida en mensajes entusiastas y humanistas. Un tremendo amor por uno mismo, un desafío a buscar la mejor versión de ti mismo, con cultos atractivos que promueven la emoción y sentirse bien. La verdadera comunión es un atentado contra todas estas cosas que no son otra cosa que expresiones de nuestro terrible egoísmo, porque nos lleva a vivir por Cristo y servir a los demás.
II. Para guardarnos del mundo
II. Para guardarnos del mundo
Estamos en el mundo pero no somos del mundo, de hecho Cristo dijo que el mundo nos aborrece por haber recibido su Palabra. El Señor guardó a sus discípulos mientras estaba con ellos, pero ahora es el medio para protegernos es estar en comunión con la iglesia.
No es la intención quitarnos del mundo, sino guardarnos del mal. Lo contrario sería estar en comunión con el mundo. Pablo dice a la iglesia en Corinto: ¿Que comunión hay entre la luz y las tinieblas? ¿Que parte tiene el creyente con el incrédulo?
A los efesios dice: en otro tiempo erais tinieblas, más ahora sois luz en el Señor, andad como hijos de luz. Fornicación, inmundicia, palabras deshonestas ni truhanerías se nombre entre vosotros, mas bien acciones de gracias.
Ya hemos hablado del papel de la disciplina en la iglesia. En este afán de guardarnos del mundo Cristo dio autoridad a la iglesia para atar y desatar, como una expresión de la multiforme sabiduría de Dios dada a conocer por medio de la iglesia a los ángeles como dice el Apóstol Pablo a los efesios.
Así que hermanos no despreciemos a los hermanos cuando nos reprenden en amor.
El que tiene en poco la disciplina menosprecia su alma; Mas el que escucha la corrección tiene entendimiento.
Mejor es reprensión manifiesta Que amor oculto.
Que el justo me castigue, será un favor, Y que me reprenda será un excelente bálsamo Que no me herirá la cabeza; Pero mi oración será continuamente contra las maldades de aquéllos.
III. Para experimentar la gloria de Dios
III. Para experimentar la gloria de Dios
Jesús expresó algo glorioso en su oración: Yo en ellos y tú en mi, para que sean perfectos en unidad. Esta unidad no puede ser completa en ninguna otra organización humana, es necesaria la presencia de Dios con nosotros para poder vivir la gloriosa experiencia de pertenecer a un mismo cuerpo:
así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.
Para que donde yo esté… ellos también esté. Cristo dirigiendo a su iglesia como la cabeza dirige al cuerpo, … para que vean mi gloria que me has dado.
Santifícalos en tu verdad, tu palabra es la verdad— dice el Señor en esta misma oración por nosotros. Sabe que necesitamos contemplar su gloria para ser transformados de gloria en gloria como por su Espíritu
Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.
Conclusión:
Conclusión:
La meta es clara: que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.
No nos quedemos fuera del proceso que Dios está haciendo con su iglesia. Tampoco rehuyamos a nuestra responsabilidad de formar a otros. Digamos como Pablo: sed imitadores de mi como yo de Cristo.
1 Corintios 11:28-29
Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa.
Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí.
Discernir el cuerpo de Cristo es investigar a fondo, experimentar lo que significa se parte de Su Cuerpo, miembros los unos de los otros. Participemos de esta mesa dignamente, sabiéndonos parte de esta comunión que Cristo ha conquistado por nosotros y para nuestra bendición.