Eclesiastes 2
Eclesiastes 1.2-11
1:2 Vanidad de vanidades. Esta frase es el tema del libro (cp. 12:8). La palabra vanidad aparece unas 35 veces en el libro. La palabra hebrea jebel significa “aliento,” “sin sustancia” y “transitorio.” La tesis del autor es que la vida en este mundo (bajo el sol, vers. 3) es imposible de comprender si no se está en relación apropiada con Dios. La brevedad es una cualidad para todo, incluso el hombre (cp. Sal 39:5, 6, 11).
1:3 ¿Qué provecho…bajo el sol? La valoración de la vida en este mundo como algo completamente inútil (vers. 2) hace que el Predicador pregunte dónde se puede encontrar valor (vers. 13; 2:22; 3:9; 5:11, 16; 6:8, 11). La respuesta es que aparte de Dios (11:9; 12:13, 14), nada en la tierra tiene valor permanente o absoluto (cp. vers. 14; 2:11, 17; 4:4; 6:9). La frase bajo el sol se refiere al universo físico e incluye todo menos el Seol (el sepulcro) y los cielos. No hay ningún provecho en el Seol (9:10), pero Dios puede sustituir la desesperación de la existencia humana por gozo cuando los hombres reconozcan sus provisiones (2:24; 3:13, 22; 5:18, 19; 8:15, 16). A pesar del enigma de la existencia terrenal, el Predicador sugiere que Dios sí provee una ventaja en esta vida: la sabiduría (7:11, 12; 10:10).
1:4 Una generación va…viene. Esta frase introduce la primera mitad de una poesía que describe los ciclos de la naturaleza (vers. 5–7) para enfatizar que la actividad humana también es un ciclo continuo, y que el hombre no puede cambiar ni escapar de este proceso. la tierra permanece para siempre. Esta frase declara la permanencia de la tierra en comparación con lo pasajero de la vida humana e introduce la segunda mitad de la poesía (vers. 9–11) que dice que todo permanece igual. Ningún individuo tiene un efecto duradero sobre el ciclo de la vida humana. La paradoja de la relativa permanencia de la creación y la mudanza humana está oculta en Dios (3:14, 15).
1:9 nada nuevo bajo el sol. No hay nada único ni sin precedente que espere al hombre en el universo físico. El futuro repite el pasado y el hombre está confinado a una existencia vana y sin satisfacción. El hombre puede ver los cursos repetidos de la naturaleza y de la historia, pero no puede escapar de ellos ni controlarlos.
1:11 No hay memoria. La declaración de que existe algo nuevo sólo demuestra la falta de experiencia del hombre (vers. 10) o su falta de memoria (vers. 11). Aunque se repita el pasado, el hombre se olvida y no se aprovecha de ello. Cada generación tiene que investigar el significado de su propia existencia.
1:2. Después de identificarse a sí mismo como el autor, Salomón declara enfáticamente que todo es fútil o vanidad (“absurdo”, NVI99). En este v. utiliza cinco veces la palabra hebr. heḇel, que significa “vano”. Cuatro de esas ocasiones se encuentran en la repetición doble de la construcción hebr. superlativa que se trad. vanidad de vanidades y que la NVI99 trad. “lo más absurdo de lo absurdo”. Como se indicó en el “Tema y Propósito” de la Introducción, usa ese término metafórico a través de todo el libro para referirse a lo que carece de sustancia real, valor, permanencia, importancia o significado. Desde el principio aplica ese adjetivo a todo, i.e., a todo esfuerzo humano, esto se hace obvio en el v. 3 y en su argumentación a través de la totalidad del libro.
C. Argumento general: La futilidad del esfuerzo humano demostrada en la naturaleza (1:3–11)
Para apoyar su tema, Salomón discute en primer lugar y en términos generales, que es imposible obtener algo de valor permanente a través del esfuerzo humano. Lo demuestra con un poema que habla del ciclo incesante de las generaciones (v. 4) y de la naturaleza (vv. 5–7), el cual introduce con una pregunta retórica (v. 3) y termina con una conclusión poética (vv. 8–11).
1. TESIS: NO HAY VERDADERA GANANCIA EN LA LABOR HUMANA (1:3)
1:3. Después de presentar su tema (v. 2), Salomón continúa con una pregunta retórica que demanda una respuesta negativa. Por medio de ese método, que es un patrón común en su argumentación (2:2; 3:9; 6:8, 11–12; etc.), niega que el trabajo del hombre pueda obtener algún tipo de ganancia o provecho. El término “provecho” (yiṯrôn), que aparece exclusivamente en el libro de Eclesiastés, se menciona siete veces (1:3; 2:11, 13 [“sobrepasa”]; 3:9; 5:9, 16 [“aprovechó”]; 10:10 [“provechosa”]). “Provecho” se refiere lit. a lo que sobra (una ganancia o utilidad) y metafóricamente, a lo que es ventajoso o de beneficio. A pesar de que algunas cosas poseen ventaja relativa sobre otras (e.g., la luz sobre las tinieblas y la sabiduría sobre la necedad, 2:13), Salomón afirma que a fin de cuentas, la gente no obtiene provecho alguno o ganancia por todo lo que trabaja. La frase debajo del sol quiere decir “aquí abajo, en la tierra”. Usa esa frase en repetidas ocasiones (29 veces) a través del libro, con frecuencia en relación al trabajo humano.
2. PRUEBA: UN CICLO INCESANTE Y AGOTADOR (1:4–11)
Salomón apoya su tesis refiriéndose al ciclo incesante de las generaciones (v. 4) y de la naturaleza (vv. 5–7). De ello, llega a la conclusión de que el trabajo humano no produce nada que sea permanente o satisfactorio, como los incesantes ciclos de la vida (vv. 8–11).
a. La transitoriedad del hombre (1:4)
1:4. El primer hecho que Salomón cita en apoyo de su tesis es la transitoriedad de la existencia. En contraste con la tierra, el escenario donde se lleva a cabo el trabajo, que siempre permanece (lit. “perdura”), el autor presenta a cada ser como transitorio; cada persona es una mínima parte del devenir de las generaciones.
b. Los ciclos de la naturaleza (1:5–7)
1:5–7. El segundo hecho que Salomón aduce para apoyar su tesis es lo inefectivo del trabajo, lo cual queda demostrado por la actividad cíclica e incesante de la naturaleza. La pura actividad en sí misma o por sí misma no produce nada de valor real. El sol y el viento están en constante movimiento, pero no llegan a ninguna meta definida ni alcanzan el descanso perdurable. Los ríos continuamente van al mar (“al lugar donde los ríos fluyen, allí vuelven a fluir”, BLA, v. 7) y sin embargo, éste nunca se llena. Por lo anterior, toda la actividad de la naturaleza es monótona (va girando de continuo y a sus giros vuelve) y fatigosa (se apresura en el v. 5 significa lit., “jadea” [de agotamiento]; cf. Jer. 14:6), sin lograr progreso alguno ni llegar a meta alguna.
c. Repetición de las labores humanas (1:8–11)
1:8–11. A continuación, Salomón discutió que lo que se observa en los ciclos de la naturaleza también sucede con todo empeño humano. Nada sucede o se hace, que sea realmente nuevo (v. 9). Las cosas aparentemente son novedosas (v. 10a) porque la gente no se acuerda de las acciones, acontecimientos y logros pasados (vv. 10b–11). Algunos comentaristas hacen notar que con este argumento Salomón no tenía la intención de negar la creatividad humana, pero sí contradice la absoluta novedad de los logros de la raza humana. Por ejemplo, el viaje a la luna y el descubrimiento de América son dos acontecimientos diferentes, pero ambos fueron exploraciones hechas en lugares distantes que implicaron aventura y riesgo. Y la invención de la dinamita y de la bomba atómica comparten el elemento de descubrir un “explosivo”. Por lo tanto, el principio que se aplica a la esfera de la naturaleza—la repetición constante de los logros pasados—en esencia se puede aplicar a la activid ad humana, y se incluye en el veredicto de que todas las cosas producen solamente agotamiento indescriptible e insatisfacción (todas las cosas son fatigosas, v. 8).
II. El objetivo general del libro es instruir a los lectores, sobre la vanidad de todas las cosas de este mundo y, por tanto, lo poco que de ellas hemos de esperar. En efecto, muestra:
1. Que todas ellas son vanidad (v. 2), no en el sentido de vanagloria, como actualmente suele entenderse, sino de vaciedad o futilidad. No dice que todo es vano, sino que es vanidad, como si fuese algo que constituye la esencia misma de cada cosa, como una propiedad inalienable de todas las cosas de este mundo. Más aún, dice que son vanidad de vanidades, es decir, una vaciedad (lit. soplo) superlativa. Hay muchos que hablan del mundo con desprecio: ermitaños, que no lo conocen, o mendigos, que no lo tienen; pero Salomón lo conoció bien (1 R. 4:33) y lo tuvo en abundancia. Hablaba aquí en nombre de Dios, divinamente inspirado, y lo presenta como principio fundamental sobre el que ha de basarse la necesidad de ser verdaderamente religioso, temiendo a Dios y guardando sus mandamientos. Algo también importante que aquí nos quiso enseñar es que el trono y el reino eternos deben proceder de otro mundo, pues todas las cosas de este mundo están sujetas a vanidad y, por tanto, no tienen en sí mismas la suficiente calidad para corresponder a tal promesa.
2. Que son insuficientes para hacernos felices (v. 3): «¿Qué provecho saca el hombre de toda su fatiga, etc.?» Los quehaceres de este mundo son fatiga; el vocablo hebreo indica un trabajo duro y fatigoso. En Proverbios 14:23, había dicho Salomón que en toda labor hay fruto. Sin embargo, aquí dice, con esa pregunta retórica, que no hay provecho. Es de notar, en primer lugar, que los vocablos hebreos no son los mismos de Proverbios 14:23. Allí, la enseñanza es que todo trabajo útil proporciona algún fruto al que trabaja, y come el pan con el sudor de su frente (Gn. 3:19). Aquí, en cambio, habla de algo que no es suficiente para hacer feliz al hombre. El contexto y el objetivo de la frase son, pues, diferentes. Diez veces ocurre en este libro el vocablo «provecho». Y, a continuación, viene la frase clave del libro: «debajo del sol», que aparece en el libro veintinueve veces y expresa el escenario terrestre de todas las actividades y vicisitudes humanas.
Versículos 4–8
Para demostrar la futilidad de todas la cosas terrestres, Salomón muestra ahora que el tiempo en que podemos gozar de todas estas cosas es muy breve.
Entra en escena una generación y sale de escena la generación anterior. Y mientras la corriente de la humanidad fluye sin cesar, ¡cuán breve es el goce que puede proporcionar una gota de esa corriente que se desliza por entre los deliciosos bancales! Bien podemos dar a Dios la gloria de la constante sucesión de las generaciones, pero, en cuanto a nuestra dicha y felicidad, no esperemos gran cosa de tan estrechos límites, sino pongamos nuestra esperanza en lo que es eterno y sustancial. La misma monótona mutabilidad de las generaciones humanas aparece también en el sol (v. 5), el viento (v. 6) y el agua (v. 7); recorren su ciclo una y otra vez sin cesar, pero al hombre individual no le cabe esta suerte: el hombre yace y no vuelve a levantarse (Job 14:12). El versículo 8 expresa, de modo general y compendioso esta, al parecer, inútil movilidad de todas las cosas, movilidad que el poder de la palabra humana es incapaz de expresar y que, por su inconsistencia, no puede satisfacer al ojo ni al oído del hombre: ni la mente ni el sentido tienen dónde reposar.
Versículos 9–11
La misma monotonía que había visto en el curso de la naturaleza, la ve el Kohélet en el curso de la vida humana. Nosotros (especialmente en los dos últimos siglos XIX y XX, nota del traductor) nos jactamos de nuevas modas, nuevas hipótesis, nuevos métodos, nuevos inventos. Pero todo ello es una equivocación.
Lo mismo que en el reino de la naturaleza, ¿qué podemos decir que sea nuevo en la vida humana? El corazón del hombre, sus múltiples corrupciones, siempre son lo mismo. Taciano el asirio, al mostrar a los griegos que todas las artes de las que ellos se gloriaban debían, en realidad, su origen a las naciones que ellos llamaban bárbaras, les dice: «No llaméis invenciones a lo que no son sino imitaciones». Tampoco podemos esperar que el mundo se porte con nosotros de diferente manera de la que adoptó con nuestros antecesores. Si realmente queremos ver nuevas cosas, debemos adquirir una nueva naturaleza; entonces es cuando las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas (2 Co. 5:17).
Muchos piensan que ya es una gran satisfacción el que sus nombres sean perpetuados y que la posteridad celebre las grandes hazañas que llevaron a cabo. Pero hubo en todos los tiempos cosas y personas que parecían muy grandes a los que vivían entonces y, sin embargo, no hay recuerdo (v. 11) de todo ello.
hacerlo (ver 1:3), pues todo lo que hacemos pasará luego al olvido. Es un pensamiento deprimente, pero sólo para aquellos que no creen en el juicio divino después de la muerte. Si en verdad Jehová nos recompensa en la vida de ultratumba, nuestro trabajo en el Señor, aun el trabajo que nadie recuerda, no es en vano (ver 1 Corintios 15:58).
¡PENSEMOS!
¿Qué nos dice acerca de Dios la constancia en la naturaleza? ¿Cómo sería afectada su vida si no pudiera contar con la promesa de que “mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche” (Génesis 8:22)? Alabe a Jehová por esos beneficios leyendo el salmo 104:10–24.
Si entendemos sólo una pequeña parte de la creación de Dios, ¿quién es más inteligente, él o nosotros? ¿Es sabio, entonces, contender con el Omnipotente cuando él permite que suframos (ver Job 40:2–5; 42:1–6)? Eleve al Señor una alabanza por su omnisciencia y sabiduría. ¿Qué tanto recordarán de usted cincuenta años después de su muerte? ¿Es más sabio buscar fama en la tierra, o recompensas eternas en el cielo? ¿Qué puede usted hacer para lograr recompensas eternas?
1:2. Vanidad. Ya en la literatura *sumeria y a lo largo de las tradiciones del antiguo Cercano Oriente se había reconocido la falta de significado de la existencia y especialmente de la condición humana; desde tiempos antiguos ha habido vanidad (viento).
1:9. Nada hay nuevo debajo del sol. A juzgar por las inscripciones reales *asirias, parecería que los reyes estaban en una constante búsqueda de logros para poder jactarse de haber hecho algo que nunca antes se había hecho o logrado. Así el rey podría incluirse entre los “creadores” o “fundadores”, los que habían establecido precedentes. Estos logros incluían búsquedas o conquistas; la edificación de un camino, palacio, templo o ciudad; la introducción de una nueva técnica o celebración.
1:2 El Maestro comienza y termina el libro con un marco temático (cf. 12:7), el cual refleja su valoración de la vida “bajo el sol” y, por supuesto, bajo la maldición del pecado: todo es vanidad. FÚTIL (hebreo: hevel) es muy difícil de traducir. De hecho, los eruditos han asignado a la palabra muchos equivalentes en español: “vapor”, “fútil”, “vanidad”, “vacío”, “absurdo”, “transitorio”, “ilusorio”, “incomprensible” y “sin sentido”. Ninguna palabra en español parece captar el significado de los más de 30 usos de hevel en el libro (1:2, 14; 2:1, 11, 15, 17, 19, 21, 23, 26; 3:19; 4:4, 7–8, 16; 5:7, 10; 6:2, 4, 9, 11; 7:6, 15; 8:10, 14; 11:8, 10; 12:8). Por ejemplo, hevel a menudo implica algo transitorio (cf. Pr 21:6; Sal 144:4), un significado que se traduce bien en versículos como Eclesiastés 9:9 y 11:10, pero no tan bien en versículos como 6:2 y 8:14. Otras veces, hevel podría traducirse mejor como “sin sentido”, describiendo placeres insatisfactorios (2:2). La traducción “absurdo” también es atractiva, ya que en muchos casos el Maestro habla de un acontecimiento, acción o situación que desafía la razón, una realidad que no está a la altura de las expectativas (por ejemplo, 2:4–15; 8:14). Dado que el tema del hevel es primordial en el libro, quienes estudian el Eclesiastés deben tener en cuenta los matices de esta palabra.
1:3 La pregunta retórica aquí es fundamental en el Libro del Eclesiastés (cf. 2:22; 3:9; 5:16), ya que guía la propia búsqueda del Maestro, además de dar voz a la búsqueda de sentido de la humanidad y (a menudo) a la propia valoración posterior de la vida. Cada persona desea marcar la diferencia y asume que el trabajo duro cosechará un beneficio (Pr 14:23). Pero cuando no hay una ganancia real (hebreo: yitron, un término comercial o de negocios que significa “excedente, ganancia, ventaja” y que no se utiliza en ningún otro lugar del Antiguo Testamento; Ec 1:3; 2:11, 13; 3:9; 5:16; 7:12; 10:10–11) por los esfuerzos de uno, la conclusión final a menudo es que tal búsqueda es inútil (1:2).
La frase BAJO EL SOL (1:3, 9, 14; 2:11, 17–20, 22; 3:16; 4:1, 3, 7, 15; 5:13, 18; 6:1, 12; 8:9, 15, 17; 9:3, 6, 9, 13; 10:5; en ningún otro lugar del Antiguo Testamento) se refiere simplemente a este mundo de los vivos. La frase sirve a menudo como un importante calificador, limitando muchas de las observaciones del Maestro al mundo actual. La mayor parte del libro se ve desde la vida en la tierra, demostrando que la vida en sí misma no puede proporcionar las respuestas. Solo Dios puede, en última instancia, dar sentido, propósito y valor a nuestra existencia terrenal.
1:4–7 Para ilustrar el trabajo infructuoso y frustrante de la humanidad, el Maestro utiliza primero un poema sobre el trabajo interminable de la naturaleza. La imagen es la de un cosmos en monótona repetición, cada elemento continúa haciendo lo que siempre ha hecho. En comparación con el breve ciclo de la vida, la tierra permanece para siempre (v. 4). El sol también continúa en su monótona rutina, a diferencia del novio que resplandece de alegría al salir de la recamara de su luna de miel (v. 5; cf. Sal 19:4–5). En cambio, el sol se afana en su viaje de este a oeste por el cielo; literalmente jadeante, vuelve a su lugar (Ec 1:5; cf. Is 42:14). Las ráfagas de viento de norte a sur continúan su ciclo (Ec 1:6), y los arroyos trabajan perpetuamente en su propio trabajo: llenar, pero nunca desbordar el mar (v. 7).
Se recuerda a los lectores que Dios mismo es el autor de las leyes por las que funciona todo el universo, incluyendo la evaporación y la condensación (v. 7; cf. Job 36:24). La imagen de la tierra (aparentemente) eterna, del sol jadeante, del viento que siempre vuelve y del mar insaciable, parece acentuar el sentido del trabajo (sin cambio ni beneficio) en el universo y destaca la transitoriedad de la humanidad. Versículos como estos afirman la armonía de la ciencia con las Escrituras.
1:8–11 Inserto en este ciclo cósmico inmutable está el hombre mortal. Ante el cansancio, el hombre es incapaz de hablar o dar una explicación de esta vida (v. 8). Como el mar insaciable, a menudo se cansa por su insatisfacción con lo que ve y oye de la vida bajo el sol. Es un mundo de movimiento, pero sin cambio real; no hay nada nuevo bajo el sol (v. 9).
2. Tema del libro (1:2–11)
a. El texto (1:2–3). En 2–11 el predicador bosqueja el tema de su “sermón”. El texto es: Vanidad de vanidades, todo es vanidad (2). La palabra hebrea es hebhel, que significa “vapor” o “aliento”. Esto refleja la transitoriedad de la vida, pero el autor le da un sentido más amplio. La vida parece no ir a ninguna parte. Distintos traductores han empleado los términos vanidad, futilidad, esterilidad, falta de dirección y vaciedad. Desde este punto de vista, nuestras vidas carecen de sentido. La repetición vanidad de vanidades, es la manera hebrea de aumentar la fuerza y expresar así la futilidad total (cf. siervo de siervos, Gn. 9:25; y santos de santos [“santísimo”]). El escritor no omite fase alguna de la vida; todo es vano e inútil.
¿En qué sentido hace el Predicador esta declaración? Hay intérpretes que ven en ella su estado de ánimo prevalente, su filosofía fija de la vida. Parece mejor, sin embargo, entenderla como un juicio sobre los hombres que ven la vida terrenal como la única vida del hombre (véase la Introducción: “Interpretación”).
Hay, desde luego, horas—y a veces días y semanas—en que el tema de Eclesiastés expresa la disposición de ánimo del alma. Pero son horas y días de depresión. Ocurren en momentos de pérdida y desaliento. Tales estados de ánimo son reacciones emocionales transitorias que a su tiempo dan paso a una comprensión más verdadera de la vida. Sólo llegan a formar las actitudes y convicciones en el hombre cuya vida se desenvuelve totalmente debajo del sol (3), cuyo punto de vista es enteramente mundano y secular. Tal hombre tiene toda la razón para preguntar: ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo?
“Si no estamos ciertos, puede ser porque estamos viviendo en un nivel demasiado bajo. Si vivimos para el placer o para el dinero o para la fama, entonces las realidades espirituales necesariamente deben tornarse nebulosas y vagas. Para sentir que somos inmortales, debemos vivir como inmortales. El mirar constantemente lo trivial ciega los ojos al esplendor de lo eterno, y el trabajar siempre por guirnaldas que se marchitan roba al corazón su creencia en la corona de gloria. A aquellos que se dan a sí mismos de todo corazón al servicio de la humanidad en el espíritu de su Hijo, Dios les comunica no sólo paz y gozo, sino una indominable convicción de que, terminada su obra aquí, el morir es ganancia” (Selecto).
Esta es la fe elevada a que apunta la revelación cristiana. Pero el hombre de quien habla Koheleth nunca alcanzó esta fe como una forma fija de vida. Para él usualmente otras cosas eran de más importancia.
b. Ilustraciones de la naturaleza (1:4–8). Si uno mira solamente el ámbito físico de la vida, sólo halla las respuestas que puede dar el mundo material. Aquí Koheleth muestra cuatro de esos hechos que tanto nos frustran. Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece (4). Esta Tierra no está destinada a permanecer para siempre (2 P. 3:10), pero ha subsistido a las vidas terrenales de incontables generaciones de hombres. Si la vida aquí es todo, el Predicador tiene un punto persuasivo.
Ahora la argumentación se vuelve a los ciclos del mundo natural, y el escritor no ve más que su monotonía. El sol (5) sólo sale para volver a ponerse, y entonces se apresura a volver al lugar de donde se levanta. El viento (6) tira hacia el sur, y rodea al norte (un reflejo de los vientos prevalentes en Palestina) y luego repite el proceso. Los ríos todos van al mar (7); la evaporación y la lluvia devuelven el agua a la tierra, y los ríos vuelven a correr por donde corrieron antes.
La naturaleza se mueve en un círculo, y cuando uno solamente puede ver el círculo se vuelve loco. Todas las cosas son fatigosas (8)—se consume una energía insondable y no hay nada diferente de antes. Es una actividad totalmente sin sentido—“inexpresablemente fatigosa” (Berk.). Como una reflexión tardía, el talante pesimita sólo ve aquí futilidad en los poderes de los sentidos humanos: Nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oir.
¿Pero por qué ha de ser el hombre pesimista en cuanto a las funciones recurrentes del mundo? Cuando el sol brilla, y las brisas soplan y la lluvia cae, los seres conscientes son bendecidos por ello. En lugar de verlo todo como una repetición sin sentido, la naturaleza puede ser vista viva, enérgica y vibrante. El que es pesimista acerca de los ojos que siempre ven y los oídos que siempre oyen, debiera enfrentar por un tiempo la perspectiva de perder la vista o el oído. Entonces vería estas disposiciones de Dios claramente como las bendiciones que son.
c. Repetición y aburrimiento (1:9–11). No se puede contradecir los hechos que señala el escritor en estos versículos. La mayor parte de las cosas que nosotros hacemos, y hemos hecho, han sido hechas por algún otro antes que nosotros—y la mayor parte de ellas serán hechas otra vez por muchos otros después de nosotros. Admitamos que hay pocas experiencias que puedan ser llamadas nuevo debajo del sol (9). La mayoría de las actividades básicas de la vida ya fue en los siglos que nos han precedido (10). ¿Y qué? ¿Exigimos que todo sea nuevo para ser de valor? ¡Ciertamente éste no es punto de vista de un coleccionista de antigüedades!
Debemos recordar que todas las cosas viejas son nuevas para las personas nuevas que llegan al mundo. También las experiencias viejas alcanzan un nuevo significado para las personas que son de alguna manera renovadas con un nuevo entusiasmo por la vida. Hay vidas nuevas, días nuevos, posibles nuevos intereses, nuevos servicios y nuevas devociones que traen nuevo significado a la vida. Tal vez en fallas de devoción y servicio pueda hallarse la clave de la disposición de ánimo del escritor. En el versículo 13 él nos dice que se consagró a entender este mundo. El conocimiento es bueno, pero Dios nunca quiso que seamos observadores alejados. Los que sirven con el compromiso de la devoción hallan un significado que pierden los que son meros espectadores interesados.
¿Contradice el versículo 11 el argumento de 9–10, y revela que el pesimismo de Koheleth es un estado de ánimo más bien que una posición racional? El escritor ha sostenido que la vida es vana porque nada es nuevo. ¡Ahora sostiene que la vida es vana porque tampoco será recordada! Muchas cosas se olvidan—y por la mayor parte de ello podemos estar agradecidos— pero también muchas cosas se recuerdan. Los monumentos que los hombres construyen y los libros que escriben conservan las memorias del pasado. Muchas de las cosas que queremos se conservan en nuestras memorias aquí, y creemos que nos seguirán acompañando en una existencia consciente más allá de la tumba. Además, Dios no olvida (Sal. 56:8).
A) VANIDAS DE LA VIDA. 1:2–11
Se introduce aquí la nota de pesimismo que se muestra en todo el libro, que en este pasaje se expresa en el disgusto que Cohelet siente por los esfuerzos del hombre para mejorarse.
1. Falta de provecho permanente en el trabajo. 1:2, 3
Los esfuerzos del hombre para trabajar y mejorarse se pierden frente al hecho de la muerte del hombre (véase 1:4–11).
2. Lo pasajero de las actividades del hombre. 1:4–11
La naturaleza sigue siempre, salida y puesta del sol, el viento, los ríos, la evaporación del mar, para formar nuevamente las nubes y la lluvia; en todas partes que el hombre vea o escuche, ve la misma cosa (1:8). Todo el curso de la naturaleza sigue igual, ni hay variación en ella, ni nada nuevo (1:9). En el porvenir no habrá memoria de los afanes de los hombres (1:11). Por todo esto Cohelet ve que son inútiles las actividades de los hombres.
Pensamientos iniciales (1:2–11)
Después de las breves palabras de presentación se introduce el tema de lo absurdo de la vida. De entrada el Maestro nos presenta su conclusión: Lo más absurdo de lo absurdo, ¡todo es un absurdo! La palabra que se traduce “absurdo” (hebel) es literalmente “vapor” o “aliento”. Se usa treinta y seis veces en este libro, pero no existe una palabra castellana que abarque completamente su significado. Aparece también en otros libros (ver Job 7:16, 9:29; 21:34, 27:12; 35:16; Sal 39:6, 7 y 12, 62:10; 94:11 y Pr 21:6). Otras traducciones son “vanidad”, “en vano”, “un soplo”, “vacío”, “ilusión”, y “sinsentido”. La idea apunta a todo lo que es efímero, transitorio y fugaz. Aquí el estribillo sirve para resumir el tema predominante de las palabras del Maestro. En 12:8 se cierra el discurso con el mismo refrán. Se podría entender como una declaración de frustración o de disgusto del Maestro, algo así como “¡qué perra vida!” o (en el área del Río de la Plata) “¡qué macana!”
La repetición lo más absurdo de lo absurdo representa dos palabras en hebreo, la primera en singular y la segunda en plural (habel habalim). Se utiliza en la literatura como superlativo para añadir énfasis, p. ej. en las expresiones “Señor de señores”, “Rey de reyes” y “Cantar de los cantares”. Con este recurso literario el autor enfatiza que algo no es solamente absurdo, sino absurdo en su máxima expresión. La traducción lo más absurdo de lo absurdo se queda corta para expresar la fuerza del hebreo original. Se podría expresar como “el colmo de lo absurdo”, o “lo máximo de lo absurdo”, o expresiones similares. El Maestro considera al absurdo como la característica central de la existencia. Lo permea todo y afecta todo. El “afán” de 1:3 no se refiere al trabajo en sí, sino a la frustración, al dolor y a la ansiedad que lo acompañan. El 1:3 plantea la pregunta que el Maestro quiere responder en su libro: ¿Qué provecho saca el hombre de tanto afanarse en esta vida? La repite en 2:22; 3:9 y 5:16. El resto del libro es la respuesta.
La expresión bajo el sol (1:9) que el Maestro repite veintinueve veces define los límites de la investigación. Las culturas del antiguo Cercano Oriente consideraban al sol principalmente como un marcador del tiempo y las estaciones. Por esto, el tiempo es un tema central y recurrente en el libro. Los seres humanos estamos en la dimensión temporal y eso determina el alcance de nuestra investigación. No podemos acceder a otra dimensión; por ejemplo, la dimensión de Dios (10:5).
El Maestro no entiende bajo el sol como vida sin Dios. Para el autor, Dios está constantemente activo en la creación (p. ej. 2:24–25; 3:10–15; 4:6; 7:13–14; 9:1, 7, 9) y nosotros debemos reconocer su presencia. Dios no tiene limitaciones para acceder a nuestra dimensión de tiempo. El Maestro menciona constantemente el actuar de Dios en la vida humana, pero nunca lo que dice acerca de Dios lo relaciona con su investigación. Entiende los límites de su capacidad investigadora. Por eso, lo que dice acerca de este tema en todo el libro no podía saberlo por su observación minuciosa sino por la fe que había recibido. A Dios solamente lo conocemos por la revelación. El libro presenta lo presenta como el Creador, soberano y dador de todas las cosas; alguien que debe ser recordado y respetado, aunque los humanos no lleguen a entenderlo; el juez de todos, tanto de justos como de malvados, y hacedor de obras inmutables. El Maestro no trata de explicar a Dios, puesto que su investigación se limita a todo cuanto se hace bajo el cielo.
El Maestro lee la totalidad de la vida y de la naturaleza, representada por los cuatro elementos básicos (tierra, sol, viento y agua), como un ciclo incesante de hastío en que nada satisface (1:4–9). Aquí se nos muestra lo poco que los seres humanos realmente controlamos. En efecto, ¡no controlamos casi nada! Su visión del ser humano es realista. Con nosotros o sin nosotros el universo y la historia siguen su curso en un ciclo infinito de repeticiones monótonas. Hasta el sol “afanoso” repite su ciclo lo mismo que los seres humanos que se “afanan” en esta vida (1:3). El Maestro proyecta en el orden natural la condición humana cuando aplica al sol el mismo verbo que describe el devenir humano: afanarse. Así se ve la creación desde el punto de vista debajo del sol. Aquí el Maestro refleja la cosmovisión hebrea que no daba a la creación, en especial al sol, características divinas. Lo mismo pasa con el devenir histórico, en que todo pierde su novedad (1:9–10) y aun los humanos pasamos al olvido. En palabras del poeta español Antonio Machado: “Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar; pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar.” Somos incapaces de salir de ese continuo girar del mundo. Nuestra memoria es corta y pronto nos perderemos en las sombras del pasado (1:11). Al Maestro lo atormenta la amnesia histórica de las futuras generaciones y la idea de que nadie se va a acordar de él en la posteridad. La brevedad de la vida humana es un tema que también aflige al Maestro y que revisitará a menudo.
Preguntas de reflexión
¿Cómo describe usted el devenir humano?
¿Es su actitud frente a la vida y a la naturaleza similar a la del Maestro? ¿En qué concuerda con él y en qué no?