Eclesiastés 3
Eclesiastes 1.12-18
La sabiduría es vanidad (1:12–18)
1:12–15 Sin referirse a él mismo por su nombre, Salomón menciona otra vez su prominente posición. No se jacta, simplemente muestra que tenía una posición tan buena como ninguno para experimentar la vida en su plenitud, y habiendo vivido a plenitud, Salomón encontró qué tan vacía puede ser la vida.
Cuando el rey comienza otra vez a contar su vida, lo hace con el tópico de la sabiduría. Eso es natural, ya que la sabiduría fue la que hizo famoso al rey Salomón por todo el mundo. Las Escrituras registran el alcance de su sabiduría y su fama.
Dios dio a Salomón sabiduría y prudencia muy grandes, y tan dilatado corazón como la arena que está a la orilla del mar. Era mayor la sabiduría de Salomón que la de todos los orientales, y que toda la sabiduría de los egipcios. Fue más sabio que todos los demás hombres…
Y fue conocido entre todas las naciones de los alrededores. Compuso tres mil proverbios y sus cantares fueron mil cinco. También disertó sobre los árboles, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que nace en la pared. Asimismo disertó sobre los animales, sobre las aves, sobre los reptiles y sobre los peces. Para oír la sabiduría de Salomón venían de todos los pueblos y de parte de todos los reyes de los países, adonde había llegado la fama de su sabiduría. (1 Reyes 4:29–34).
Con ese vasto tesoro intelectual, el sabio rey Salomón se propuso descubrir el significado de la vida sobre la tierra, o como también la llama, la vida “debajo del cielo”. La primera cosa que observó fue la más obvia: “este penoso trabajo dio Dios a los hijos de los hombres”. La expresión que utiliza Salomón en hebreo para “hijos de los hombres” significa literalmente “los hijos de hombre”, es decir, los hijos de Adán. De nuevo nuestros pensamientos se remontan a la historia inicial de la humanidad y a todo lo que significa ser descendiente del primer hombre y de la primera mujer. Somos concebidos y nacemos en pecado, como dijo David, el padre de Salomón, en el Salmo 51. La humanidad se debate bajo la maldición del pecado. Todo esto es parte del “penoso trabajo” al que Dios ha sometido a la creación caída.
Salomón continúa: “Miré todas las obras que se hacen debajo del sol”. No debemos tener la idea de que Salomón fue un despreocupado observador de la vida. No, su visión de la vida era producto de haberla experimentado.
Por experiencia llegó a saber que todo es vanidad y “esfuerzo inútil”. La Nueva Versión Internacional traduce la frase como “es correr tras el viento”, mientras que la Reina-Valera, edición de 1995 tiene “aflicción de espíritu”. Como la palabra del hebreo para viento y espíritu es la misma, cualquiera de las dos se puede adecuar al tono de Eclesiastés. Sin embargo, la expresión “correr tras el viento” parece que nos da una mejor imagen. Todos los esfuerzos humanos, por sí y en sí, son intentos inútiles para agarrar el viento. Usted lo agarra entre sus puños y ¿qué tiene? ¡Una manotada de nada! No importa cuánto aprenda o vea, es con eso con lo que termina.
El filósofo griego Sócrates (460–399 a.C.), junto con Salomón y algunos otros, figura como uno de los grandes pensadores de la historia. Su búsqueda de la sabiduría lo llevó a una conclusión no diferente a la de Salomón: “Sólo sé que no nada sé”. La sabiduría humana no puede encontrar el significado de la vida.
Ahora, el rey Salomón inserta un pequeño proverbio en su discurso: “Lo torcido no se puede enderezar, y con lo incompleto no puede contarse”. Con estas palabras dice algo como: “Así es, usted no lo puede cambiar”. ¡Usted no puede contar con lo que ni siquiera existe! De la misma manera es completamente ilógico para el hombre caído pensar que puede encontrar un camino para escapar de su condición. Los recursos y la sabiduría para ese escape están más allá de su alcance. En efecto, ¡ni si quiera puede concebir cómo pudieran ser!
1:16–18 ¿Era muy pesimista Salomón en la valoración que hacía de la sabiduría? Como queriendo darnos seguridad, y tal vez dársela a él mismo, nos recuerda su sabiduría y su conocimiento inigualables. Nadie podría hablar con más autoridad sobre el tema que el rey Salomón.
Al compararse con todos los que habían gobernado en Jerusalén, Salomón no piensa sólo en su padre David, que fue el primer rey israelita en Jerusalén, ya que Jerusalén había tenido otros reyes antes de David. Anteriormente, en el tiempo de Abraham, Melquisedec fue “rey de Salem”, el antiguo nombre de Jerusalén (Génesis 14:18); en el tiempo de Josué, Jerusalén fue gobernada por Adonisedec (Josué 10:1). Sin duda existieron muchos otros gobernantes cuyos nombres no conocemos, pero ninguno de ellos superó a Salomón en conocimiento y sabiduría, es decir, en el conocimiento de hechos y en la capacidad de entenderlos y aplicarlos.
Después de examinar los inconvenientes de la sabiduría, el rey se dirigió a “las locuras y los desvaríos”. Pensó que tal vez le podamos encontrar significado a la vida abandonando la sabiduría. Eso es parecido a la desesperación que se ve en la actualidad por encontrar significado y valor en la sabiduría convencional. A pesar de todos los descubrimientos de la ciencia, esta no ha acercado al hombre al conocimiento del significado de la vida. Por eso la gente se aparta de la razón a la sinrazón, precipitándose temerariamente: a lo oculto, a las drogas, al alcohol, o al misticismo oriental. Eso también es un “esfuerzo inútil”.
Salomón, con otro proverbio puesto en forma de verso da la conclusión sobre su experiencia con la sabiduría: “…en la mucha sabiduría hay mucho sufrimiento”. Aquí es a dónde conduce inevitablemente la sabiduría humana. No es placentero conocer más profundamente la condición miserable del mundo, y lo que lo hace aún más triste es la conciencia de la incapacidad de uno para cambiar las cosas.
Sin embargo, hay una sabiduría que no lleva al pesar, y Jesús la mencionó cuando dijo: “La reina del Sur…porque ella vino de los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y en este lugar hay alguien que es más que Salomón” (Mateo 12:42). Para hallar la sabiduría verdadera y eterna nos debemos volver a aquel que es mayor que Salomón: a Cristo “en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Colosenses 2:3).
Salomón, en lugar de volverse a esa sabiduría piadosa (que conoció siendo joven), se apartó de ella, y dirigió su búsqueda hacia el placer.
1. LA FUTILIDAD DEL LOGRO HUMANO DEMOSTRADA POR LA INVESTIGACIÓN PERSONAL (1:12–15)
1:12–15 Salomón comienza su discusión acerca de la futilidad de los logros humanos y su valor real citando su investigación personal. Hace mención de la gran variedad de oportunidades que tuvo para observarlo todo dada su posición como rey sobre Israel (v. 12; cf. v. 16; 2:12). Así establece que apoyado por su notable sabiduría y conocimiento (1:13; cf. v. 16; 1 R. 4:26–34), hizo una investigación minuciosa (indicada por el uso de los sinónimos inquirir y … buscar en Ec. 1:13) y amplia de todo tipo de quehacer humano (i.e., todo lo que se hace; cf. “debajo del sol”, v. 14). Llega entonces a la conclusión de que toda ella es penosa (v. 13, ‘inyan rā‘, “una obra fea o desagradable”; trad. “duro trabajo” en 4:8 y “malas ocupaciones” en 5:14) y por lo tanto, es fútil y una completa vanidad. De hecho, es tan inútil como “correr tras el viento” (NVI99), lo cual representa un gran esfuerzo que no logra resultado alguno, pues no hay quien pueda alcanzarlo por mucho que se esfuerce. Salomón utilizó la frase “aflicción de espíritu” nueve veces, y todas aparecen en la primera mitad del libro (1:14, 17; 2:11, 17, 26; 4:4, 6, 16; 6:9).
El sabio rey apoya su veredicto en sus observaciones personales que habían demostrado que los logros del hombre dejan mucho que desear. El esfuerzo y acción humanos no pueden enderezar todas las irregularidades o contrarrestar todas las deficiencias que se observan en las cosas (1:14–15; cf. 7:13).
2. LA FUTILIDAD DE LA SABIDURÍA HUMANA DEMOSTRADA POR LA REFLEXIÓN PERSONAL (1:16–18)
1:16–18. Salomón dijo que cuando meditó (v. 17) acerca de su gran sabiduría y vasta experiencia (v. 16) por medio de la cual hizo su investigación (cf. v. 13), llegó a una conclusión sombría. Se dio cuenta de que en realidad, sus cualidades le proporcionaban muy poca ventaja sobre las locuras y los desvaríos (i.e., ideas y placeres insensatos; cf. 2:2, 13–14). Su búsqueda de la sabiduría fue tan frustrante como “querer alcanzar el viento” (NVI99), y al adquirirla, todavía estaba muy lejos de aliviar la depresión que sentía por su lóbrego veredicto. Ese sentimiento empeoró su angustia mental (molestia) y la gran tristeza que experimentaba su corazón (dolor).
Desilusiones de la vida
Eclesiastés 1:12–2:26
“Imagina que no hay cielo … ningún infierno debajo de nosotros. Imagina que toda la gente vive para hoy … vive en paz”. Así reza una canción todavía popular de John Lennon en inglés. Según ella, si dejáramos de creer en el juicio de ultratumba, el mundo sería mejor. En cierta ocasión, Salomón se puso a analizar cómo sería la vida si todo terminara con la muerte, pero sus conclusiones discrepan mucho de las ideas de la canción mencionada. El Predicador incluso llegó a aborrecer la vida. En Eclesiastés 1:12–2:26 nos cuenta su experimento.
CREENCIAS QUE NO CUADRAN
1:12–18
¡PENSEMOS!
¿Qué nos dicen 1:12 y 16 acerca del Predicador? Según 1:13 y 17, ¿qué tareas emprendió? Según 1:14, 15 y 18 ¿a qué conclusiones llegó?
Cuando Salomón reinaba sobre Israel (1:12), Dios lo bendijo dándole más sabiduría que ningún otro ser humano (1:16; ver 1 Reyes 3:12; 4:29–31). Entonces emprendió la tarea de tratar de entender lo que sucede con los seres humanos (1:13). Limitó su investigación a lo que se hace “debajo del cielo”, es decir, en el mundo de los vivientes (1:13). No tomó en cuenta la posibilidad de que hubiera recompensas más allá de esta vida. Puso esa limitación porque, como muchos otros israelitas, él no estaba seguro de que habría juicio y vida después de la muerte (ver 3:20–21; 9:2–3).
En particular, el rey analizó lo que sucedía con los sabios y con los insensatos que se entregaban a sus locuras y desvaríos (1:17). Para él la sabiduría consistía sobre todo en ser justo (ver Proverbios 1:2–3; 8:12, 20) y trabajar diligentemente (ver Proverbios 10:5). Creía que al sabio Dios le daría éxito, salud, buena fama, larga vida, prosperidad y felicidad (Proverbios 3:13–18). Estaba igualmente convencido de que el camino de los insensatos, caracterizado por el egoísmo, la impiedad y la pereza, conduciría a la destrucción (Proverbios 2:22; 4:14–17, 19).
Al observar lo que pasa a ambos grupos, seguramente Salomón vio que en efecto, muchos de los sabios, tarde o temprano, prosperaban, y a muchos de los necios les iba mal. Sin embargo, había excepciones. Algunos rectos sufrían intensamente, y algunos impíos disfrutaban de una vida suave hasta el día de su muerte. Por mucho que se esforzaba por entender esos casos, Salomón jamás pudo hacer que armonizaran con sus creencias. En fin, existían contradicciones que él no podía resolver y tantas lagunas, que ni siquiera alcanzaba a contarlas (1:15).
Al darse cuenta de los padecimientos de los justos y de la prosperidad de los malos se sentía afligido (1:14). Sentía que sería más feliz si hubiera quedado ignorante de esas incongruencias entre sus creencias y la vida real (1:18).
LO TORCIDO QUE NO SE PUEDE ENDEREZAR:
ALGUNOS JUSTOS SUFREN
Y ALGUNOS INJUSTOS PROSPERAN.
¡PENSEMOS!
¿Ha conocido usted a algún justo que nunca prosperó? ¿Ha sabido de algún malvado que en esta vida nunca sufrió por su maldad? ¿Cómo explica usted esos casos? ¿Significan que Dios es injusto?
INTRODUCCIÓN: Salomón buscó comprender en qué consistía la vida y como resolver los difíciles problemas que presenta.
I. LA INVESTIGACIÓN DE SALOMÓN SOBRE LA VIDA (v. 13)
a) Quería descubrir si había algo que pudiera dar al hombre satisfacción permanente durante esta vida.
b) “Inquirir”: Examinarlo todo, desde todos los aspectos.
c) Describió la vida como “Este penoso trabajo” que nos cansa.
d) Experimento los placeres físicos de la vida, llevó a cabo proyectos de edificación ambiciosos y costosos. Acumuló grandes posesiones y descubrió que todo era vanidad y aflicción de espíritu.
e) Salomón tenía abundancia de dinero, placeres y fama. Sin embargo, admitió que estas cosas no satisfacían.
f) Observe lo que Jesús dijo. (Lucas 12:13–21).
II. CONCLUSIÓN DE LA INVESTIGACIÓN
a) Todo es vanidad y aflicción de espíritu.
b) Todo lo que se hace “debajo del sol” nunca satisface verdaderamente al hombre.
c) Todo es vana ilusión, es querer atrapar el viento.
d) “Lo torcido no se puede enderezar y lo incompleto no puede contarse” (v. 15).
e) Salomón nos está diciendo: “No siempre se puede cambiar el pasado y es inútil preocuparse por lo que pudo haberse hecho”.
f) El único que puede enderezar lo torcido y proveer lo que falta es Dios. (Lucas 1:37) (Lucas 13:11–17) (Mateo 12:10–13) (Mateo 15:29–39).
III. LA SABIDURÍA Y LA EXPERIENCIA NO PUEDEN RESOLVER TODOS LOS PROBLEMAS (v. 16–18)
a) El único que estaba preparado para resolver los complicados problemas de la vida era Salomón.
b) Era el más sabio de todos los hombres. (1 Reyes 4:29–34).
c) Se dedicó incluso a entender “las locuras y los desvaríos” en su búsqueda por las respuestas correctas.
d) La Sabiduría de Salomón le añadió dificultades (v. 18).
e) La experiencia de Adán y Eva cuando pecaron consiguieron un conocimiento experimental del bien y el mal, pero puesto que estaban alejados de Dios sólo añadió dolor a sus vidas.
f) Para el cristiano la vida es diferente. No podemos explicar todas las cosas, pero caminamos con Dios quien todo lo sabe y todo lo puede. (1 Cor. 1:24).
• Confiamos en la provisión y protección de Dios.
• Reconocemos los límites que tenemos y creemos en el poder ilimitado de Dios.
A. LA BÚSQUEDA DE LA SABIDURÍA (1:12–18)
1:12–14 El Maestro comienza a describir su búsqueda de sentido en un mundo así. En primer lugar, recuerda a los destinatarios sus credenciales para tal compromiso (para un mayor estudio de este versículo y su interpretación, véase “Autor” y “Fecha” en la Introducción). Su búsqueda era exhaustiva: pretendía explorar y comprender todo lo que se hace bajo el cielo (v. 13). Utilizando la lente de la sabiduría que le había dado Dios, quería observar el funcionamiento del mundo y las realidades de la experiencia humana para discernir el sentido de la vida (cf. 2:3; 6:12, “qué hay de bueno bajo el cielo”). Pronto llegó a ver esta búsqueda como una tarea miserable (1:13; cf. 4:8), que a menudo aumenta el dolor y la angustia, y que Dios da a la gente para mantenerla ocupada (1:13).
En lugar de utilizar el nombre del pacto de Dios (hebreo: YHVH; cf. Éx 3:14) en todo el libro, el Maestro utiliza el nombre hebreo más general de DIOS (hebreo: ʾElohim, Ec 1:13), un nombre que indica la soberanía absoluta del Señor. El nombre del pacto de Dios, Yahvé (Éx 3:13–15), que en la traducción al español suele señalarse como “Señor” en mayúsculas, no aparece en el Libro del Eclesiastés, lo que quizá refleja la lucha del escritor por encontrar un sentido a la vida. Aparte de una relación de pacto con “el Señor”, quien se ha revelado en Cristo, todo lo que hay “bajo el sol” parece ser inútil (cf. Ro 5:1–5; 1Co 3:18–20; Ef 2:11–13).
¿Por qué el Maestro veía esta búsqueda como una “penosa tarea” (Ec 1:13 [BTX, NVI])? En primer lugar, se sentía frustrado por lo que observaba y concluía sobre la vida bajo el sol: todo (todos los esfuerzos, cf. 1:3, 13) parecía inútil, como una persecución del viento (v. 14). La frase traducida como “PERSEGUIR EL VIENTO” [NTV] (hebreo: reʿut ruach, “perseguir el viento [o el ‘espíritu’]”) aparece nueve veces en el Eclesiastés. Siete de las nueve veces, la frase ocurre en conjunción con la futilidad (1:14, 17; 2:11, 17, 26; 4:4, 6, 16; 6:9). La frase implica imposibilidad, por no hablar de frustración, pues ¿quién puede perseguir y atrapar el viento? En segundo lugar, pronto se dio cuenta de que ni siquiera él, con toda su sabiduría, podía comprender todos los acontecimientos de la vida ni discernir su significado (cf. 3:11; 8:16–17).
1:15 El Maestro utiliza un proverbio para ilustrar por qué todo lo que se hace bajo el sol parece inútil. En el contexto (cf. 7:13–14, donde Dios es la fuente de “lo que es torcido”), el Maestro está diciendo que los caminos de Dios en el mundo son:
• Más allá de la comprensión humana (es decir, para la humanidad, la realidad está torcida [a causa del pecado] y parece estar torcida [a causa del limitado conocimiento humano]).
• Más allá del control humano (“no se puede enderezar”; cf. el verbo en 1:13; 7:13; 12:9).
La frase lo que falta no se puede contar es una perogrullada (es decir, no se puede contar lo que falta), quizá refiriéndose a lo que parece ser una “falta” en la realidad (es decir, quedarse corto) o a lo que falta en el conocimiento humano.
1:16–18 Impulsado por su deseo de discernir el significado del mundo y creyendo que él, si es que alguien podía entenderlo, el Maestro dirigió su búsqueda más específicamente a conocer la sabiduría y el conocimiento, la locura y la insensatez (v. 17; cf. 1Re 3:12). Sin embargo, esta búsqueda para comprender tanto la vida sabia como la insensata, no tuvo recompensa (“querer alcanzar el viento”, Ec 1:17 [NVI]) porque un mayor conocimiento del mundo condujo a una mayor pena y dolor (v. 18). Aunque la sabiduría y el conocimiento son buenos, en sí mismos no traen éxito ni consuelo.
1. La búsqueda intelectual (1:13–16)
Sea que aceptemos o no a Salomón como autor del libro, debemos admitir que esta sección está de acuerdo con los intereses del tercer rey de Israel. Esta es la búsqueda de la mente inquisitiva, el esfuerzo del hombre que trata de ver la vida tranquilamente y de verla en su totalidad—buscar con sabiduría sobre todas las cosas (13). Pero la búsqueda intelectual no es plenamente satisfactoria. El escritor se volvió de ella como un penoso trabajo que dio Dios a los … hombres, para que se ocupen en él (13). En el versículo 16 razona que, si el rey con todos sus recursos financieros y dones intelectuales no ha hallado satisfacción en esta búsqueda, ¿cómo puede hombre alguno, con menos recursos, llegar a una conclusión diferente?
El frustrado Koheleth concluye que los esfuerzos intelectuales de la vida son vanidad y aflicción de espíritu (14), porque lo torcido no se puede enderezar (15) y lo incompleto no puede contarse. Nosotros somos finitos. Debemos admitir que siempre podemos hallar más cosas torcidas de las que podemos enderezar. “Poseemos, sin embargo, el poder, por la gracia de Dios y nuestras propias personalidades creadoras, de tomar la materia prima de la experiencia y nuestros propios egos inconclusos, y hacer de la vida una empresa digna de su costo y promesa. Lo torcido sí se puede enderezar, en las carreteras, en la sociedad y en el alma; no siempre fácil o rápidamente, y siempre es costoso. Pero no tenemos otra opción que intentarlo.”
2. Un sondeo y un descubrimiento (1:17–18)
En el versículo 17 el Predicador reafirma su esfuerzo por conocer la sabiduría, pero agrega una palabra sobre sus técnicas de estudio. Trató de alcanzar la sabiduría mediante la comprensión de sus opuestos: las locuras y los desvaríos. Este fue no sólo un esfuerzo para experimentar todos los hechos. Varios comentaristas han sugerido que fue un sondeo más profundo de la mente en una búsqueda de los principios por los cuales es posible distinguir la sabiduría de las locuras y los desvaríos. Pero Koheleth descubrió que aun una teoría del conocimiento puede ser aflicción de espíritu.
En el versículo 18 hay una verdad que descubre una personalidad en crecimiento. Mientras más conocimiento se obtiene, más lagunas descubre uno en lo que sabe y menos satisfecho se siente con su desarrollo. “Quien vive más de una vida, debe morir más de una muerte.” ¿Pero quién querría evitar los dolores del conocimiento a costa de permanecer ignorante? ¿Quién querría evitar las penas de perder seres queridos negándose a amar? Ganamos a medida que avanzamos en la búsqueda de vida. Retirarnos de la búsqueda es perder la meta.
La vía del conocimiento (1:12–18). Al principio, Salomón se dedicó al trabajo intelectual y a aprender todo lo que pudo respecto a todo lo que ocurre “debajo del cielo” (v. 13). Después de años de estudio, llegó a la conclusión de que aprender es “aflicción de espíritu” (v. 14), ya que cuanto más aprendía respecto a la naturaleza de las cosas, tanta más tristeza y sufrimiento sentía.
1. Lo cansador de Ja búsqueda de la sabiduría. 1:12–18
Cohelet, que se identifica como Salomón (1:2), relata cómo se había dedicado a la búsqueda de la sabiduría, queriendo saber todo lo posible sobre el hombre y sus actividades, con el resultado de que se convenció de que esto también es vanidad. Toda la sabiduría del hombre no puede rectificar lo torcido de la vida (1:15). Creció en sus conocimientos más que todos los que habían vivido en Jerusalén, pero cuanto más sabía, más le afligía el espíritu, porque el entendimiento de los males del mundo, y su fuente, sin el poder para rectificarlos, es miseria al alma sensible.
Búsqueda del sentido de la vida en la ciencia, los placeres y las riquezas (1:12–2:26)
Aquí comienza una sección autobiográfica. Quienes niegan la autoría salomónica encuentran en el 1:12 un apoyo clave, ya que Salomón nunca se hubiera referido a su reinado en el pasado. La frase también se podría traducir, “Yo he sido rey en Israel”, o “he llegado a ser rey de Israel”, lo que no implica una cesación de mandato. Recordemos que en el antiguo Cercano Oriente el rey era símbolo de sabiduría. Por otro lado, casi todos los verbos en el libro se conjugan en tiempo pasado, lo cual refleja el carácter reflexivo del mismo. El Maestro mira a su proceso investigativo en el pasado y presenta sus conclusiones. También es importante el uso del “yo” que hace el Maestro en todo el libro. Aunque muchas veces el verbo hebreo lo tiene implícito (como en castellano) y no es necesario escribirlo, él lo incluye para enfatizar su autoría. No es la investigación de otra persona, o las conclusiones de otro sabio, sino las suyas propias. Así reclama sus derechos exclusivos de autor.
El Maestro explica su metodología de adquirir conocimiento como observador cuidadoso de todo su entorno, incluyendo la naturaleza y la vida humana. Su método de investigación es básicamente empírico. El verbo que más utiliza para referirse a su adquisición de conocimiento es “ver”. Obtiene su conocimiento a través de la experiencia y sus conclusiones se validan así mismo. Su tarea es investigar (ver) minuciosamente todo cuanto se hace bajo el cielo (1:13), y denomina también absurdo y sin sentido todo lo que encuentra (1:14). Como decía don Quijote: “Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la misma experiencia, madre de las ciencias todas.”
Hay tres asuntos a los que el Maestro dedica su investigación inicial: sabiduría y conocimiento (1:16–18), placeres (2:1–3) y riquezas (2:4–26). Son precisamente las mismas tres áreas a las que dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo y nuestros recursos: erudición y ciencia, autogratificación hedonista y acumulación materialista. Las tres fueron para el Maestro un absurdo perseguir al viento (1:17). La imagen de la cacería del viento enfatiza la futilidad de la búsqueda y su total incapacidad de satisfacer al Maestro. Su búsqueda de sabiduría fue tan intensa que podía presumir que nadie había logrado su grado de conocimiento (1:16–17). Pero, la sabiduría terminó en el mismo absurdo y solo le trajo más sufrimiento y problemas. Para reforzar su conclusión, cita un refrán popular que muestra su incapacidad de afectar su entorno a pesar de la abundancia de su conocimiento (1:15). Algunos autores ven aquí una protesta burlona a los oficios del sabio y el refranero en Israel. Parece que la sabiduría se había desgastado tanto, ya que el cúmulo de ella no evitó el exilio.
La expresión Francamente, mientras más sabiduría, más problemas; mientras más se sabe, más se sufre (1:18) no se debe entender como una apología de la ignorancia o una agenda contra la promoción de la educación en nuestros países. El contexto no permite esa aplicación. Por otro lado, la experiencia nos lleva a concluir que la ciencia no satisface sino que causa más complicaciones de las que pretende resolver. La propaganda de que la última tecnología y la abundancia de posibilidades producen la felicidad ha mostrado ser una farsa. Los promotores del progreso han resultado ser pastores del viento. Cualquier apariencia de progreso es simplemente el resultado de amnesia colectiva, porque no hay nada nuevo bajo el sol (1:9).
1:13. La tarea del sabio. Evidentemente, los sabios conformaban un gremio distinto al de los escribas, aunque no está muy clara su función y naturaleza exactas. Ciertamente eran maestros, pero no se sabe si tenían una capacitación formal o si enseñaban de modo formal. Se conocían los sabios en otras culturas del antiguo Cercano Oriente, a veces eran consejeros de los reyes. Para información adicional, ver el comentario sobre Proverbios 1:1.
