Es hora de comenzar
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1. Abram
1. Abram
La voz de Dios: la orden
Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. Y se fue Abram, como Jehová le dijo; y Lot fue con él. Y era Abram de edad de setenta y cinco años cuando salió de Harán.
En este pasaje, en esta historia tan antigua como la humanidad misma, podemos aprender una de las claves más importantes de nuestra existencia.
¿Cuál es esa clave?
Lo que le da sentido a la existencia de todo ser humano es LA VOZ DE DIOS.
En resúmen: NECESITAS ESCUCHAR LA VOZ DE DIOS.
Cuando lo expresamos así puede sonar como algo muy difícil, alqo que no sucede con mucha frecuencia. Sin embargo, podría sorprendernos el hecho de que Dios quiere hablarnos, y que de hecho lo hace cada día.
Esto fue lo que le sucedió a Abram (observa que lleva el nombre previo al nuevo nombre que Dios le daría).
Jehová había dicho a Abram...
Dios le había hablado a este hombre.
Abram fue un hombre que vivió antes de que existiera el pueblo de Israel. No pudo leer la Biblia o asistir a una iglesia; no escuchó hablar de Jesús por su nombre ni aprendió canciones cristianas. Sin embargo, Dios le habló.
Hoy en día, habiendo pasado ya tanto tiempo y habiendo ocurrido tantos eventos en los que Dios ha intervenido, tú y yo tenemos muchos más recursos en los que podemos reconocer que Dios nos ha hablado.
¿Te ha hablado Dios a ti?
Presta atención, porque podría suceder que Dios te haya hablado y que tú no lo hayas reconocido con toda claridad.
¿Qué le dijo Dios a Abram?
Dios dirigió a Abram hacia decisiones -- grandes e importantes -- que, conforme a Su plan, terminarían afectándonos a todos.
Dios te va a dirigir a tomar decisiones que van a cambiar tu vida mientras afectan poderosamente las vidas de otras personas también.
Dios llamó a Abram a convertirse en un inmigrante. Lo empujó a salir del lugar donde vivía.
Lo que llama poderosamente la atención es también esta frase:
...a la tierra que te mostraré.
Abram no solamente estaba escuchando la voz de Dios, sino que Dios se estaba comprometiendo a seguir hablándole.
Dios quiere hablarte a ti también. Cuando lo haga, te va a dirigir a tomar decisiones que van a cambiar tu vida y van a afectar la vida de otras personas.
Presta atención. Dios te quiere hablar.
2. Josué
2. Josué
¿Qué es lo que determina nuestras decisiones? ¿Cuál es la fuente de nuestras ideas? ¿En qué basamos la planificación de nuestras vidas?
Las “personas normales” — la mayoría, los que no tienen a Jesús — toman sus decisiones apoyándose en su buen criterio, en su inteligencia, en su percepción de las situaciones que tienen por delante, en sus sueños, en el consejo de sus amigos… Otra vez, esas “personas normales” no tienen una relación con Dios por medio de Jesucristo. Y eso hace toda la diferencia.
Los discípulos de Jesús somos llamados a vivir de otra manera, a ser transformados para no vivir “como el resto de la gente”.
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Si sigues a Jesús has escuchado este llamado y este impulso que te guía hacia la transformación en Jesús, a la renovación de tu entendimiento y al conocimiento de la buena voluntad de Dios.
Esa es la clave.
Aconteció después de la muerte de Moisés siervo de Jehová, que Jehová habló a Josué hijo de Nun, servidor de Moisés, diciendo: Mi siervo Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel. Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie. Desde el desierto y el Líbano hasta el gran río Eufrates, toda la tierra de los heteos hasta el gran mar donde se pone el sol, será vuestro territorio. Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé. Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos. Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.
Aconteció después de la muerte de Moisés siervo de Jehová, que Jehová habló a Josué hijo de Nun, servidor de Moisés, diciendo:
Este versículo nos presenta a Josué hijo de Nun en un momento muy especial, exactamente a continuación del fallecimiento de Moisés, quien fuera su “jefe” y el líder del pueblo de Israel por muchos años. Era un tiempo de transición y desafío, siendo que la labor de establecer a Israel en la tierra que Dios les había prometido aún no se había concretado.
Eso me lleva a preguntarme: ¿Podemos identificarnos nosotros con aquella etapa del pueblo de Israel? ¿Hay también para nosotros promesas de Dios que aún quedan por cumplirse?
La Segunda Venida
El Reino milenial
El juicio de las naciones
Las moradas celestiales
Podríamos seguir enumerando promesas y anuncios de Dios que aún no se han cumplido. Así como los israelitas de aquel tiempo, que esperaban el cumplimiento de la promesa de establecerse en la tierra prometida, también nosotros esperamos en las promesas de Dios.
Ellos habían estado “en transición”, viajando por cuarenta años, siendo dirigidos por Dios y experimentándole de diferentes maneras, y sentían que aquellas preciadas promesas no estaban lejos de cumplirse. Ya las vislumbraban, a la distancia sus ojos ya contemplaban el cumplimiento de lo que Dios les había prometido.
Así también vivimos nosotros. Nos ha tocado contemplar el cumplimiento de los anuncios de Dios, y percibimos que la culminación ya se acerca.
¿Y ahora qué?
...Jehová habló...
Una vez más, la voz de Dios.
Debe haber habido un momento de desconcierto para el pueblo de Israel ante la partida de Moisés. Se habían acostumbrado a su liderazgo y lo respetaban. Pero, ¿qué iban a hacer luego de su fallecimiento?
Tal vez tenían que volver a entender que el liderazgo sobre el pueblo de Dios no lo tiene ningún humano sino solamente Dios. Podría faltar Moisés, y podría faltar cualquiera de los hombres y mujeres que ejercían influencia sobre el pueblo, pero Dios no les iba a faltar.
En aquel momento, Dios volvió a hablar.
¿Volverá a hablar Dios en este tiempo? ¿Volverá el Altísimo a alzar su voz en medio del caos reinante?
Justamente, de eso se trata. Dios quiere hablar. Dios quiere hablarte, hablarnos, despertarnos, dirigirnos, alentarnos, llevarnos hacia el cumplimiento de sus promesas.
Dios volverá a hacerlo.
Creo que la mayoría de nosotros hemos oído hablar de los llamados de Dios.
El Nuevo Testamento abunda en pasajes en los que se menciona el llamado de Dios, a veces a tareas o misiones específicas, a veces para todos los integrantes del pueblo Dios.
Mi siervo Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel.
Este pasaje registra el momento exacto del llamamiento de Josué a un ministerio diferente del que había estado desarrollando hasta ese momento.
Había sido el “asistente” de Moisés.
Había sido uno de los doce espías, representando a la tribu de Judá.
Había sido general del ejército de Israel, conduciendo al pueblo a una de sus más épicas victorias.
Había sido testigo de la obra de Dios.
Había permanecido buscando a Dios.
Todo aquello había sido ni más ni menos que la preparación para este momento.
Dios había estado preparando a Josué para la labor que quería que cumpliese, dirigiendo su pueblo al cumplimiento de las promesas.
¿Para qué te ha estado Dios preparando a ti?
Lo que has vivido, tus experiencias, tus problemas, la capacitación que has recibido - todo - te conduce a lo que Dios tiene preparado para ti.
Dios le habla a Josué y le da una noticia que ya conocía:
“Mi siervo Moisés ha muerto...”
No puedo dejar pasar la ternura con la que Dios se refiere a Moisés como mi siervo.
Josué había sido testigo de la fidelidad, el trabajo y aún las dificultades que Moisés había experimentado.
De la misma manera, Dios ha puesto personas en tu vida, algunos de los cuales te ha presentado como ejemplos a seguir, modelos de lo que Él quiere hacer contigo.
Josué sabía que Moisés había muerto. Lo que no sabemos si sabía es lo que Dios tenía preparado para él.
...ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel.
Levántate. No te quedes inactivo. Muévete. Hay algo que necesitas hacer. Es tiempo de servir a Dios. Fue válido para Josué, y lo sigue siendo para ti y para mí en nuestro tiempo.
Pasa este Jordán. Dios tiene una tarea específica para cada uno. Es una tarea que tiene que ver con lugares, circunstancias, relaciones. En el caso de Josué era el Jordán. ¿Qué será en nuestro caso?
Tú y todo este pueblo. La misión que Dios nos da siempre involucra otras personas. Josué tuvo que asumir responsabilidad por todo Israel. ¿A quiénes está poniendo Dios a tu alcance y bajo tu responsabilidad? Puede ser que necesites cuidar a alguien, proveer para alguna necesidad, aconsejar, compartir el evangelio, ayudar, alentar...
A la tierra que yo les doy a los hijos de Israel. Las promesas de Dios siempre son para su pueblo, no para una persona. Sí, sus promesas son tuyas y se cumplen en tu vida, pero nunca olvides que las compartes con el resto de su pueblo, su iglesia. Es interesante notar la manera en que Dios dice esto: la tierra que yo les doy. No es “la tierra que yo les daré”. Tampoco se limita a mencionar que era “la tierra que le prometí a Abraham” (siendo que lo era). Las promesas de Dios no son de “cumplimiento futuro” (aunque sí hay cosas que necesitan concretarse más adelante en el tiempo). Las promesas de Dios se cumplen ahora. No “vas a tener vida eterna”, sino que ya la tienes. No se trata de que “las moradas celestiales serán tuyas”; ya lo son. Sí, todavía tenían que atravesar el río y enfrentar las batallas. Pero aquella tierra les era dada por Dios, en tiempo real, en el “ahora”. Nunca olvides que las dádivas de Dios no son dàdivas de hombres. Dios dice: yo les doy. No era ni Moisés, ni Josué. ¿No quieres tú también recibir lo que Dios da? De eso se tratan sus promesas. Dios da lo que los hombres no pueden dar.
Afírmate en las promesas de Dios y responde a su llamado. Dios quiere hacer grandes cosas involucrándote.
Es posible que una persona haya pasado sus últimos veinte años con problemas de salud y dificultades en la familia. Sin embargo, si recibió las promesas de Dios, si le creyó a Dios, no es cuestión de futuro sino de presente: lo que Dios le prometió ya es suyo.
Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie.
Observa cómo aquí Dios habla en tiempo pasado:
Yo os he entregado...
Los israelitas podrían cuestionar esta declaración. ¿Cómo que les había entregado? ¡Todavía no habían llegado!
Este es un principio espiritual que Dios nos quiere enseñar. Puedes contar con aquello que Dios te ha prometido.
Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida.
De eso se trata: confianza. Dios escucha tus oraciones, y conforme a sus promesas las responde. Ya tienes la salvación que Dios te prometió en Cristo Jesùs.
...como lo había dicho a Moisés...
Otro principio espiritual importante que debemos tener en cuenta: Dios anticipa su obra, y sus obras se apoyan en sus promesas.
Dios obra conforme a su Palabra.
Al llamar a Josué, Dios se toma el trabajo de conectar lo que está haciendo con lo que le había prometido a Moisés, que es la referencia más cercana que tiene Josué. Él sabía que Moisés había recibido estas promesas.
La promesa de la tierra prometida venía desde Abraham, y se había repetido hasta llegar a Moisés, y ahora a Josué.
El hecho es que cuando Dios prometió, considera que ya lo hizo, que ya dio.
¿Qué te ha prometido Dios? ¡Ya está hecho! Aunque no lo veas, aunque todavía no se materialice, puedes contar con el cumplimiento de cada una de las promesas de Dios. En eso consiste la fe.
...todo lugar que pisare la planta de vuestro pie.
Dios nos lleva por el cumplimiento de sus promesas.
Si bien Dios daba sus promesas por cumplidas, sus hijos todavía tenían que dar el paso. No podían contentarse con quedarse donde estaban diciendo: “Todo aquello es nuestro”. Tenían que tomar posesión de lo que les había sido asignado.
Lo mismo se nos aplica. Las promesas de Dios se cumplen y son verdaderas en Jesús. Pero tenemos que ir y recibirlas, experimentarlas, hacerlas parte de nuestra vida.
No te conformes con saber que Dios responde la oración. Ora y experimenta sus respuestas. No te conformes con “saber” que su Espíritu está obrando en ti. Búscalo, deléitate en Él, ponte a disposición de su intervención sobrenatural en tu vida.
Dios lo ha hecho, tal como lo había prometido.
Tienes que andar en el cumplimiento de sus promesas.
El cumplimiento de las promesas de Dios no está en el aire, sin realidad material. Al contrario, la obra de Dios se materializa, se concreta en lo que experimentamos y vemos a nuestro alrededor.
Desde el desierto y el Líbano hasta el gran río Eufrates, toda la tierra de los heteos hasta el gran mar donde se pone el sol, será vuestro territorio.
Dios le pone límites terrestres al cumplimiento de sus promesas. Estos límites eran perfectamente concretos (y más que suficientes) para el pueblo de Israel. Dios conocía a la perfección la geografía de la zona (Él creó todo) y le explica a su siervo de qué se trata lo que está por hacer.
Dios quiere obrar concretamente en tu vida, en nuestra vida, en la vida de su iglesia, tal como lo hizo en la vida de Josué y el pueblo de Israel.
Dios sabe dónde vives, así como conocía donde estaba Israel. Conoce el nombre de cada miembro de tu familia, el de tus jefes en el trabajo, el de tus vecinos, el de cada persona vinculada contigo.
Dios conoce los detalles, y cuando promete y obra sabe perfectamente lo que está haciendo.
Todos enfrentamos obstáculos, dificultades, circunstancias difíciles de enfrentar. No siempre son enemigos a los que enfrentarse en un conflicto bélico, pero nuestros problemas son reales.
Dios lo sabe.
Dios conoce nuestras dificultades.
Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé.
¿Conocía Dios a los enemigos que Israel iba a tener que enfrentar? ¿Sabía de las ciudades amuralladas y ejércitos entrenados que se les iban a oponer?
¡Claro que sí!
Pero sabía algo más: que no les iban a poder hacer frente.
Dios también conoce las dificultades que tienes y tendrás que enfrentar en el camino. Sin embargo, mientras permanezcas en su camino, mientras andes en el cumplimiento de sus promesas, puedes estar seguro de que esos obstáculos no te podrán derrotar.
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.
¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?
No se trata de lo que enfrentes, sino de quién está contigo.
...como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé.
Mateo 28:20 (RVR60)
… y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.
Como estuvo con Moisés, con Josué, con Simón Pedro, con Pablo el apóstol, y con cada uno de sus hijos a lo largo de la historia, estará contigo.
Nunca estarás solo o abandonado.
Dios, Emanuel, está contigo.
Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos.
Aquí comienza la trilogía. Tres veces en este pasaje, Dios repetirá la exhortación al esfuerzo y la valentía.
Por lo general, si las personas tuviéramos que elegir entre tener que esforzarnos para obtener algo y quedarnos en nuestro lugar y simplemente “esperar que suceda”, escogeríamos la segunda opción.
Un concepto equivocado pero muy difundido propone que el esfuerzo no es algo bueno. ¡Alguien lo tiene que hacer por nosotros y para nosotros!
Ese concepto no viene de Dios.
Dios siempre nos va a alentar a esforzarnos, a entregar nuestra energía para alcanzar lo que Él nos ha prometido.
Esfuérzate y sé valiente...
En otras palabras: no va a ser fácil. Pero lo harás.
Tenemos la tendencia a dejarnos convencer por el “no se puede”.
Dios conocía el corazón de Josué, y conocía que muy probablemente no se considerara a la altura de Moisés. ¡Qué difícil habrá sido procurar ocupar la posición de un líder de ese calibre!
Nosotros también podemos caer en un bajo concepto de nosotros mismos. Sin embargo Dios, que sabe más que nosotros, que nos creó y nos conoce a la perfección, nos vuelve a decir: ¡tú lo vas a hacer!
Déjate alentar por Dios, quien cumple sus promesas en tu vida y a través de tu vida.
Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.
Por segunda vez, Dios llama a Josué a esforzarse y ser valiente.
La primera ocasión lo animó a creer que Dios lo usaría para llevar a cabo una labor que el propio Josué sabía que no podría hacer por su cuenta.
En este caso, Dios le indica en qué tiene que aplicar su esfuerzo y valentía: en hacer las cosas conforme a su Palabra.
En el mundo podemos encontrar inspiración y ánimo. Hay quienes se dedican justamente a esto, a dirigir discursos motivacionales para que las personas emprendan. ¿En qué se basa esta motivación? Muchas veces no tiene bases.
Dios, sin embargo, nos anima a poner por obra su Palabra.
Lo hace por nuestro bien. Dios nos reveló su Palabra porque cumpliéndola viviremos conforme a sus propósitos, esos para los que nos creó.
Esfuérzate por poner en práctica toda la Palabra de Dios. No una parte, no una fracción, sino toda. Pon en práctica todo lo que Dios te ha enseñado y te está enseñando. Procura aplicarla al detalle, en tu comportamiento, tus relaciones, tus decisiones, tus palabras, la manera en que administras tus recursos, ¡en todo!
No te conformes con recordar la Palabra. Repítela. Que esté en tu boca y en tu meditación, para ponerla en práctica.
Dios promete prosperarte y llevarte en victoria cuando pones en práctica su Palabra.
Aférrate a la Palabra. ¿Lo estás haciendo?
Lee la Palabra. Memorízala. Medita en ella. Y por sobre todo, aplícala, cúmplela, actúa conforme a la voluntad de Dios.
Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.
Tercera exhortación al esfuerzo y la valentía.
Cualquiera de nosotros puede ser alcanzado por el temor.
Podemos llegar a preguntarnos: ¿qué pasará?
Podemos cuestionarnos si lo lograremos.
Podemos desanimarnos por el camino.
A veces vemos pocos resultados, mucha oposición, las victorias se pueden demorar.
Pero Dios está aquí para animarnos.
¡Esfuérzate una vez más!
¡Sé valiente!
No temas.
No desmayes.
Sigue adelante.
¿Por qué?
Porque Dios no se ha ido. Dios está contigo como lo prometió. Sigue siendo tu Emanuel, tu Padre, tu amigo. Vayas adonde vayas, Él está contigo.
¿Dónde vas? Él va contigo.
Confía.
Esfuérzate.
Sé valiente.
Dios está obrando.
3. Mateo
3. Mateo
Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió. Y aconteció que estando él sentado a la mesa en la casa, he aquí que muchos publicanos y pecadores, que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos. Cuando vieron esto los fariseos, dijeron a los discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores? Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento.