Eclesiastés 4
Eclesiastés 2.1-11
Los placeres son vanidad (2:1–11)
2:1–3 Quizá a las personas de habla inglesa o española les parezca extraño que Salomón diga: “Dije yo en mi corazón.” Eso ocurre sólo porque el concepto que tienen del corazón es muy diferente del que tenían los antiguos hebreos. Para esos lectores modernos de la Biblia, “corazón” significa el órgano físico o la parte emocional de una persona; los judíos raramente se referían al corazón en un sentido estrictamente físico, sino que incluían en él toda la vida interna de: pensamientos, voluntad, emociones, y personalidad del hombre. La palabra hebrea para corazón contiene un amplio rango de significados. La Nueva Versión Internacional la traduce como “mente” en el versículo 3.
Su experiencia con la sabiduría lo había conducido al vacío, y por eso el rey entregó su corazón a la búsqueda del placer. Salomón presenta los resultados aún antes de entrar en los detalles de su búsqueda: encontró que vivir para el placer es vanidad y locura; solamente pudo menear la cabeza y preguntarse: “¿De qué sirve el placer?”
Aunque Salomón sostiene que mientras se mimaba a él mismo con el placer, su mente todavía lo guiaba “en sabiduría”, sin entregarse al necio libertinaje y a la borrachera. No fue así, ya que en realidad quería hacer dos cosas opuestas: andar al mismo tiempo en misa y en la procesión. Quiso mantener sus sentidos mientras se dejaba tentar para poder determinar qué es provechoso hacer con su vida.
A pesar de los esfuerzos de autocontrol que hizo Salomón, el cuadro que vemos es el de un hombre desesperado, que busca a ciegas donde poder encontrar el significado de la vida. ¿Qué tan lejos se había apartado el rey Salomón de su juventud, cuando se arrodilló humildemente delante del Señor y oró: “Concede, pues, a tu siervo un corazón que entienda para juzgar a tu pueblo y discernir entre lo bueno y lo malo, pues ¿quién podrá gobernar a este pueblo tuyo tan grande?” (1 Reyes 3:9). Por la manera como Salomón se describe en Eclesiastés, él había llegado a ser un hombre que trataba de arreglárselas sin Dios.
Muchas personas nunca van más allá de “agasajarse con vino y abrazar la necedad”. Beber y reír parecen ser el todo y el fin de todo para muchos. Aunque se comprometan a refrenarse, el placer se puede convertir en una adicción, en un dios que controla la vida.
El Señor Jesús pudo haber basado una de sus parábolas en estos versículos de Eclesiastés. La parábola describe a un hombre que se dijo a él mismo: “muchos bienes tienes guardados para muchos años; descansa, come, bebe y regocíjate” (Lucas 12:19). El veredicto de Dios para este hombre fue severo: “Necio”. Ese es el juicio del Creador para los que no viven para otra cosa que: comer, beber, y divertirse.
La búsqueda del placer por el rey Salomón no terminó con vino y risa. Él continúa relatando la manera como esa búsqueda incluyó las alegrías, de los logros y de la adquisición de bienes.
2:4–9 Ahora el rey pasa de la complacencia personal a los logros personales: describe en los versículos 4–6 lo que construyó para él. El templo, que fue el más grande logro arquitectónico de Salomón, es notable por su ausencia en esta lista. Sin embargo, es obvio que el templo no encajaría aquí, porque construido para la gloria del Dios eterno, el propósito del templo supera grandemente los proyectos de Salomón para su propio servicio, descritos aquí con la constante repetición de referencias a la primera persona singular.
Salomón comienza diciéndonos que no sólo construyó, sino que también llevó a cabo sus proyectos de una manera grandiosa: “Acometí grandes obras”. Después procede a enumerar sus logros: “me edifiqué casas”. En 1 Reyes 7 encontramos una descripción de los palacios de Salomón.
Edificó Salomón su propia casa en trece años [en comparación con los siete que tomó para el templo], y la terminó del todo…
Hizo asimismo el vestíbulo del trono en que había de juzgar, el pórtico del juicio, y lo cubrió de cedro desde el piso hasta el techo. La casa donde él vivía, en otro atrio dentro del pórtico, era de una obra de estilo semejante a esta. Edificó también Salomón para la hija del faraón, a la que había hecho su mujer …(1 Reyes 7:1–12).
“Planté viñas para mí”. El Cantar de los Cantares dice que “Salomón tuvo una viña en Baalhamón, y la encomendó a unos guardas, y cada uno le llevaba por su fruto mil monedas de plata” (Cantar de los Cantares 8:11). Tal vez debido a que el rey tenía viñas, eso llegó a ser una moda por todo Israel: “Judá e Israel vivían seguros, cada uno debajo de su parra y debajo de su higuera, desde Dan hasta Beerseba, todos los días de Salomón” (1 Reyes 4:25).
“Me hice huertos y jardines…” La palabra para huertos, pardes, es posiblemente de origen persa u oriental, y de ella viene el término “paraíso”. En esta declaración vemos de nuevo el lujo del reino de Salomón, que trae a la mente la imagen de los “jardines colgantes” de Babilonia o los jardines de los reyes de Persia. Todavía es una fuente de orgullo y una señal de riqueza entre las personas ricas del medio oriente tener jardines con “toda clase de árboles frutales”.
“Me hice estanques de aguas…” Unos 500 años después de la época de Salomón, Nehemías mencionó el “estanque del Rey” en Jerusalén (Nehemías 2:14). Josefo, el historiador judío (37–95) lo llamó “el estanque de Salomón”. La función de los estanques de Salomón era proporcionar el agua para sus muchos árboles.
“Compré siervos y siervas…” El rey ya ha descrito su búsqueda de placeres mediante fiestas y proyectos, ahora introduce un tercer y final elemento, sus bienes. Aquí también parece que Salomón no se contuvo. Se nos dice que cuando la reina de Sabá visitó a Salomón, “se quedó asombrada” (1 Reyes 10:5), entre otras cosas, por “el porte y los vestidos de los que le servían”. Con todos sus siervos, la imagen es, otra vez, la de un potentado oriental de riqueza y poder fabulosos.
“Tuve muchas más vacas y ovejas que cuantos fueron antes de mí…” Es interesante que Salomón pase directamente de sus siervos a su ganado y sus ovejas. ¿Había considerado, en su condición pecaminosa, a sus esclavos como simple ganado? El rey Salomón poseyó más ganado que cualquier otro gobernante que le precediera en Jerusalén. ¡Eso puede explicar por qué, en la dedicación del templo, pudo sacrificar 22,000 bueyes y 120,000 ovejas! (1 Reyes 8:63)
“Acumulé también plata y oro…” El libro de Reyes tiene mucho que decir respecto a los inmensos tesoros de Salomón.
El peso del oro que Salomón tenía de renta cada año, era 666 talentos [alrededor de 25 toneladas]…
Todos los vasos de beber del rey Salomón eran de oro, y asimismo toda la vajilla de la casa del bosque del Líbano era de oro fino; nada de plata, porque en tiempo de Salomón no era apreciada…
Y todos le llevaban cada año sus presentes: alhajas de oro y de plata, vestidos, armas, especias aromáticas, caballos y mulos…
E hizo el rey que en Jerusalén la plata llegara a ser como las piedras… (1 Reyes 10).
“Me hice de cantores y cantoras,…gocé de los placeres de los hijos de los hombres…” Junto con todo lo demás, Salomón procuró disfrutar de la música y de las mujeres. La expresión que se traduce como “toda clase de instrumentos musicales” se traduce como “harén” en otras versiones de la Biblia; y la rara combinación de palabras muy probablemente se refiera a un harén y sus deleites. Esto también se ajusta al relato de 1 Reyes: “Tuvo setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas” (1 Reyes 11:3).
En medio de todo ese esplendor y gloria, Salomón sostiene: “Conservé conmigo mi sabiduría”. Aunque se había apartado del Señor, el rey todavía podía mantener un sentido de equilibrio. En su estado de apostasía no hubiera estado inclinado a reconocerlo, pero fue solamente la gracia de Dios la que guardó a Salomón de tomar el camino que muchos otros gobernantes absolutos han tomado, el camino de la complacencia exagerada hasta la ruina final.
2:10–11 El versículo 10 resume la búsqueda del placer por Salomón: no se abstuvo de nada. No negué a mis ojos “ninguna cosa que desearan” literalmente significa “que mis ojos solicitaran”. Como un niño malcriado, Salomón obtuvo lo que quiso.
Él habla del gozarse en su trabajo; sin duda su gozo estaba en el logro así como en el trabajo mismo. Por lo tanto vemos que Salomón sí encontró algún placer pasajero en la vida.
Sin embargo, señala en el siguiente versículo que ni aun toda esa riqueza y todo ese placer verdaderamente lo dejaron satisfecho. ¡El gran rey tuvo todo lo que un hombre pudiera desear, sin embargo no le pareció suficiente!
Nuevamente Salomón muestra que había caído de la fe: había llegado a decir que sus logros eran “las obras de mis manos” y “el trabajo que [yo] me tomé para hacerlas”. Posteriormente veremos que Salomón le atribuye las bendiciones terrenales a Dios, pero al volver a contar aquí sus experiencias, tiene el punto de vista del hombre natural, que ve sólo sus propios esfuerzos y deja de ver al Dios escondido, que le ha dado el éxito.
¿Y a qué conclusión llega Salomón? Repite el triste estribillo: “Todo es vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol”.
¡Con qué fuerza le habla esta sección de Eclesiastés a nuestra generación! Las comparaciones con la Roma en decadencia son frecuentes pero están algo fuera de lugar, nuestra sociedad todavía no está dada a borracheras y lascivia desenfrenadas. No, nuestra debilidad más bien es el placer “con sabiduría” y control. Comidas y bebidas finas, comer afuera, el teatro y el cine, el mundo de los deportes y de la recreación, los éxitos en los negocios, las ganancias financieras, todo eso se busca sin complacencia exagerada, no sea que uno pierda su ventaja competitiva.
Para concluir esta sección, sobre la búsqueda que hace Salomón de significado en el placer, citamos estos adecuados pensamientos del comentarista luterano Paul Kretzmann:
Salomón hizo lo que tantas personas han tratado de hacer desde su tiempo: en lugar de aceptar las declaraciones de la Palabra de Dios respecto a lo que es bueno y de beneficio para ellos, determinan probar por sí mismos lo que es bueno y por eso están obligados a aprender por medio de muchas experiencias amargas y dolorosas. Salomón, teniendo los medios, aprovechó toda oportunidad para experimentar.
2:1 Dije yo en mi corazón. Esta frase, semejante a la del 1:16, empieza una explicación de ese versículo. placer. El placer (o la alegría) reaparece tanto en las conclusiones provisionales (2:10, 11) como en la recomendación final de esta sección (2:24–26). también esto era vanidad. Esto es una forma abreviada de la expresión “todo es vanidad y correr tras el viento” (cp. 1:14).
2:3 mi corazón me guiaba con sabiduría. Esto se refiere a la búsqueda por el Predicador de un valor duradero en la vida (v. coment. en 1:3), no por el placer como un fin en sí mismo. echar mano de la insensatez. El Predicador quería investigar todo el campo del placer, aún hasta su extremo (es decir, la insensatez).
2:4 Engrandecí mis obras. Las obras descritas en los vers. 4–6 se adaptan a la escala de la actividad constructora de Salomón (1 R 7–9). para mí. Repetida varias veces en el vers. 8, esta frase enfatiza que la actividad del rey era para su propio provecho (vers. 10). Hay que recordar sin embargo, que el Predicador tiene en mente un propósito mayor (vers. 3).
2:8 el tesoro de los reyes y de las provincias. Es decir, el tributo pagado por los reyes y territorios conquistados. los placeres de los hombres. Es decir, la atracción sexual de las mujeres (cp. Cnt 7:6). concubinas. Salomón tuvo 300 concubinas y 700 esposas (1 R 11:3).
2:10 trabajo. La palabra se emplea 15 veces en este cap. Se refiere al esfuerzo físico y la lucha necesaria para sostenerse y gozar de la vida. recompensa. Referencia a los logros o al placer que resulta de los esfuerzos personales; forman la base de la recomendación del Predicador de gozar de ellas (cp. 2:24–26). Sin embargo, están sujetas a las circunstancias variables de la vida, y no perduran (v. vers. 11).
2:11 todas las obras. Es decir, las experiencias personales.
2. La vanidad del placer, 2:1–11
Si la sabiduría termina en frustración, ka’ac 3708 (1:18), que significa “dolor, enojo”. ¿Por qué no probar el placer? El hedonismo se ha considerado como la clave de la felicidad, el Predicador ensaya esa vía. Pero no reflexiona sobre el placer, lo prueba, lo busca; y donde el placer se busca por el placer mismo, es seguro que no se halla el placer.
La felicidad que da sentido a la vida se encuentra cuando no se busca. Es conocida la historia de un paisano que salió en busca de la felicidad y luego de andar mucho tiempo, tanto que había envejecido en la búsqueda, resolvió regresar a su humilde vivienda, por lo menos moriría en lo que había sido suyo. Pero para su sorpresa en la puerta de su vivienda abandonada encontró un esqueleto; era el de la felicidad que había venido en su búsqueda durante su ausencia.
La felicidad no está en lo que se goza o en lo que se tiene, que muchas veces, como en el caso del Predicador sólo conduce a una frustración mayor. La risa engaña (2:2), el poseer deja vacío (2:8) el hacer, cuando la tarea se ha acabado deja el sentido que con la obra terminada terminó la vida misma (2:4). “Mejor es el camino que la posada” dice la sabiduría erudita. Y si se busca la felicidad en el goce material manteniendo al mismo tiempo la capacidad del juicio (2:3), no se alcanzará nada. La conclusión de esta búsqueda del sentido de la vida en el goce de los placeres ha llevado al Predicador a una conclusión: Para ser feliz con el placer es menester estar loco.
¡Ven, pues…! (v. 1). En hebreo es una llamada a la acción (comp. Isa. 1:18). Las riquezas pueden procurar el placer que el Predicador busca en todas sus formas, pero aquí se adelanta el resultado: esto también era vanidad. Agasajar mi cuerpo con vino (v. 3). La actitud más contradictoria con el pensamiento de los sabios (Prov. 20:1; 21:17; 23:19–21; 23:29–35) y tratándose de un rey más aún (Prov. 31:4). Contados días de su vida; el hombre antiguo contaba con que su vida sería breve (Job 7:6; 14:1; comp. 1 Ped. 1:24). Engrandecí mis obras (v. 4). Las construcciones eran una manera de pasar a la posteridad. De aquí hasta el v. 9 hay una vívida descripción de lo que se estimaba como digno del poder real en una corte oriental. Siervos nacidos en casa (v. 7) se explica en Exodo 21:2–6. Acumulé también plata y oro (v. 8), figura en que se toma la materia por el objeto. La plata y el oro en forma de joyas, vasos y utensilios diversos.
Del hedonismo como mal de nuestro tiempo
2:1–26
El psiquiatra español Enrique Rojas en su libro: El hombre light: una vida sin valores, haciendo un análisis de nuestra sociedad y del hombre de final del siglo XX, dice así: "Es una sociedad, en cierta medida, que está enferma, de la cual emerge el hombre light, un sujeto que lleva por bandera una tetralogía nihilista: hedonismo-consumismo-permisividad-relatividad", en una carrera frenética por encontrar sentido a la vida.
Para muchos la cuestión es "pasarlo bien"; el goce y el placer a toda costa; un hedonismo sin fronteras. El hedonismo se convierte en la ley misma del comportamiento, es el placer por encima de todo, así como el ir alcanzando progresivamente cotas más altas de bienestar uniéndose el consumismo como valor. La permisividad es código y la relatividad su hijo natural de tal modo que la tolerancia es interminable y de ahí la indiferencia pura. Es interesante que ya hace 2.300 años, el Predicador hiciera un ensayo sobre la vida (1:12–2:26), lleno de realismo para llegar a la conclusión de que el hedonismo no es camino para nadie. Como tantos hacen hoy, el Predicador lo probó todo: conocimiento, diversión, bebida, propiedades suntuosas, siervos, dinero, mujeres y, en resumen, todo tipo de placeres (2:10). Sin embargo, no se sintió satisfecho. Ni siquiera del hecho de trabajar y trabajar para atesorar. ¡Qué insensatez!
Si a fin de cuentas, el día que muramos todo lo material queda aquí. Eclesiastés pone de manifiesto que el hedonismo no da sentido a la vida. Ahora bien, tampoco se trata de que el gozar de la vida sea malo y que no sea bueno esforzarse (2:24–26). Pero sí se trata de que se haga en la debida relación al Señor de todo. Cuando así lo hacemos, no sólo encontramos sentido a la vida sino que disfrutamos de la vida en su dimensión más amplia y verdadera: una vida vivida en el amor del Dios Creador y Salvador que nos sustenta y que posibilita a la vez una relación de amor hacia el prójimo.
El cristiano debe aprender de la experiencia del Predicador de entonces y de los predicadores de nuestro tiempo que vuelven insatisfechos de probarlo todo. Debemos rechazar con fuerza el hedonismo pues es "antievangelio", es el "otro evangelio" de falsas promesas de felicidad creando un hombre vulnerable y vacío hambriento de verdad y de amor auténtico.
Mi sabiduría permaneció conmigo (v. 9). El ingrediente que estorba la felicidad cuando se la busca por el camino del tener (ver Luc. 12:15). El verbo para “acumular”, kanac 3664, da la idea de doblar una cosa sobre la otra. Mi corazón se alegraba de todo mi duro trabajo. ‘Amal 5999 lleva el sentido de dolor y miseria en el trabajo. Por un momento el Predicador creyó que había dado con el sentido de la vida, pero con un examen posterior se dio cuenta que toda esa grandeza acumulada no era otra cosa que vanidad y aflicción de espíritu (v. 14). No hay otra recompensa si se busca el sentido de la vida por ese camino.
CAPÍTULO II
Versículos 1—11. La vanidad y aflicción de la alegría, el placer sensual, las riquezas y la pompa. 12—17. La sabiduría humana es insuficiente. 18—26. Este mundo debe usarse conforme a la voluntad de Dios.
Vv. 1—11. Salomón pronto encontró que la alegría y el placer son vanidad. ¿Qué hace la alegría ruidosa y brillante, pero transitoria, para hacer feliz al hombre? Los múltiples inventos del corazón del hombre para obtener satisfacción en el mundo, y su cambio de una cosa a otra, son como la inquietud del hombre con fiebre. Al darse cuenta que era necedad darse al vino, en seguida prueba las costosas diversiones de los príncipes. Los pobres, cuando leen tal descripción, están prontos a sentirse descontentos. Pero el remedio contra todos esos sentimientos está en la estimación de todo por parte del autor que reconoce su resultado. Toda era vanidad y aflicción de espíritu: y las mismas cosas rendirían el mismo resultado para nosotros, que para Salomón. Teniendo comida y ropa, estemos contentos con eso. —Su sabiduría permaneció con él; un firme entendimiento con un gran conocimiento humano. Pero todo placer terrenal, cuando está desconectado con las mejores bendiciones, deja la mente tan ansiosa e insatisfecha como antes. La felicidad no surge de la situación en que somos puestos. Sólo a través de Jesucristo se puede obtener la dicha final.
Vv. 1—11. Salomón pronto encontró que la alegría y el placer son vanidad. ¿Qué hace la alegría ruidosa y brillante, pero transitoria, para hacer feliz al hombre? Los múltiples inventos del corazón del hombre para obtener satisfacción en el mundo, y su cambio de una cosa a otra, son como la inquietud del hombre con fiebre. Al darse cuenta que era necedad darse al vino, en seguida prueba las costosas diversiones de los príncipes. Los pobres, cuando leen tal descripción, están prontos a sentirse descontentos. Pero el remedio contra todos esos sentimientos está en la estimación de todo por parte del autor que reconoce su resultado. Toda era vanidad y aflicción de espíritu: y las mismas cosas rendirían el mismo resultado para nosotros, que para Salomón. Teniendo comida y ropa, estemos contentos con eso. —Su sabiduría permaneció con él; un firme entendimiento con un gran conocimiento humano. Pero todo placer terrenal, cuando está desconectado con las mejores bendiciones, deja la mente tan ansiosa e insatisfecha como antes. La felicidad no surge de la situación en que somos puestos. Sólo a través de Jesucristo se puede obtener la dicha final.
CAPITULO 2
Salomón ahora prueba el placer y el lujo, reteniendo, con todo, su “sabiduría” humana (cap. 3:9), pero todo resulta en “vanidad” respecto al sumo bien. 1. Dije yo en mi corazón—(Lucas 12:19.) te probaré—por ver si puedes hallar aquel bien efectivo en el placer, que no hubo en la “sabiduría mundana.” Pero esto también resulta “vanidad” (Isaías 50:11). 2. risa—término que incluye la prosperidad, y el gozo en general (Job 8:21). Enloqueces—es decir, cuando se toma por el mayor bien; es inofensiva en su debido lugar. ¿de qué sirve—para conseguir el sumo bien? (cap. 7:6; Proverbios 14:13). 3–11. Ilustración más ampliada de los vv. 1, 2, 3. Propuse—después de inquirir en muchos proyectos. agasajar—lit., arrastrar mi carne (cuerpo) al vino (inclusive todo banqueteo). Figura sacada del cautivo arrastrado tras el carro de guerra, en el triunfo (Romanos 6:16, 19; 1 Corintios 12:2); o bien, de uno que es seducido (2 Pedro 2:18, 19). anduviese, etc.—Lit., “y mi corazón (aún) se portaba, o se guiaba, con sabiduría” (Gesenius.) Maurer traduce: “se cansó de la sabiduría” (mundana). Pero el fin del v. 9 apoya la versión inglesa: “enseñando aún a mi corazón la sabiduría.” la necedad—a saber, los placeres de la carne, llamados “locura” (v. 2). todos los días, etc.—Hebreo, el número de días de su vida (caps. 6:12; Job 15:20). 4. (1 Reyes 7:1–8; 9:1, 19; 10:18, etc.) viñas—(Cantares 8:11.) 5. jardines—Hebreo paraísos, vocablo extraño; Armenio y Arabe: “recreo con flores y plantas cerca de la casa o castillo del rey.” Ningún paraíso terrenal puede hacer las veces del celestial (Apocalipsis 2:7). 6. estanques—para la irrigación de la tierra (Génesis 2:10; Nehemías 2:14; Isaías 1:30). Aún existen tres de tales depósitos, llamados las cisternas de Salomón como a dos mil metros de Jerusalén. bosque, etc.—“antes, el bosque que florece con árboles.” (Lowth.) 7. hijos de familia—“siervos nacidos en mi casa,” estimados de más valor que los comprados (Génesis 14:14; 15:2, 3; 17:12, 13, 27; Jeremías 2:14), llamados hijos de la sierva de uno (Exodo 23:12; cf. Génesis 12:16; Job 1:3). 8. (1 Reyes 10:27; 2 Crónicas 1:15; 9:20.) tesoro … reyes … provincias—contribuciones de éstos, como tributarios del rey (1 Reyes 4:21, 24); un sustituto vil de aquella sabiduría “cuya adquisición es mejor que el oro fino” (Proverbios 3:14, 15). cantores—también David (2 Samuel 19:35). instrumentos, etc.—usados en los banquetes (Isaías 5:12; Amós 6:5, 6); más bien, una princesa y princesas, de raíz árabe. Una esposa propia, o reina (Esther 1:9); la hija de Faraón (1 Reyes 3:1); otras mujeres secundarias, princesas, distintas de las “concubinas” (1 Reyes 11:3; Salmo 45:10, Cantares 6:8). (Weiss, Gesenius.) De ser omitidas éstas, la enumeración sería incompleta. 9. engrandecido—“Fuí grande,” opulento (Génesis 24:35; Job 1:3; cf. 1 Reyes 10:23). perseveró—(v. 3). 10. mi trabajo—para procurar el placer. ésta—este gozo evanescente fué mi única “porción de toda mi labor” (caps. 3:22; 5:18; 9:9; 1 Reyes 10:5). 11. Pero todas estas cosas percibí que eran sólo “vanidad,” y de ningún “provecho” tocante al bien principal. La “sabiduría” (el sentido común mundano, la sagacidad), que aun “perseveró conmigo” (v. 9), me enseñó que éstas no me podían proporcionar la sólida felicidad.
3. LA FUTILIDAD EN LA BÚSQUEDA DEL PLACER DEMOSTRADA POR LA EXPERIENCIA PERSONAL (2:1–11)
Después de dar el informe de su cuidadosa investigación acerca del valor de los logros humanos en general (cf. 1:12–15), Salomón describe a continuación un experimento que realizó acerca del valor del placer. Haciendo hincapié en la naturaleza objetiva de su experimento bajo la mano guiadora de la sabiduría (2:3, 9), anuncia la meta y conclusión de su experimento (vv. 1–2), describe el medio por el cual buscó y encontró el placer (vv. 3–10) y lo relaciona con el valor absoluto de sus logros (v. 11).
a. Conclusión: el placer es de poco valor (2:1–2)
2:1–2. Salomón establece que en su búsqueda por encontrar algo que valiera la pena en la vida (bienes; cf. v. 3, “hasta ver cuál fuese el bien”), experimentó todo tipo de placeres. Pero llegó a la conclusión de que eran fútiles y vanos, porque eran necios y porque logró muy poco, o nada. La pregunta de Salomón ¿de qué sirve esto? es una vez más retórica y requiere una respuesta negativa (cf. 1:3).
b. El experimento: buscar el placer es fútil (2:3–11)
2:3. En su búsqueda de algo de valor o que valiera la pena, Salomón experimentó—deliberadamente pero con restricción, no ciegamente ni con exceso descontrolado (con retención de la necedad; cf. v. 9b)—la gratificación sensual (e.g., agasajar mi carne con vino) y examinó todas aquellas cosas que caracterizan al estilo de vida necio o frívolo. Quería probar los efectos de la búsqueda del placer y de la frivolidad para ver si en verdad valían la pena.
2:4–10. Como parte de su investigación respecto al valor del placer no se refrenó al buscar por todos los medios el deleite. Siendo el hombre más rico y poderoso que había vivido en Jerusalén (v. 9; cf. 1 R. 10), se rodeó de objetos gratificantes tales como edificaciones hermosas y viñas (Ec. 2:4; cf. 1 R. 7:1–11), huertos y jardines exuberantes (Ec. 2:5) y llenos de árboles (vv. 5–6), un gran séquito de siervos y siervas (v. 7; cf. 1 R. 10:5) que estaban disponibles para servirle, músicos para llenar sus necesidades artísticas y un gran harén (Ec. 2:8; cf. 1 R. 11:1–3) para satisfacer sus deseos físicos. Además, con las riquezas de sus manadas de vacas y … ovejas (Ec. 2:7) y sus grandes tesoros de plata y oro (v. 8; cf. 1 R. 10:14–15, 27) podía comprar cualquier cosa que su corazón deseara para satisfacer todo placer imaginable (Ec. 2:10).
2:11. Sin embargo y a pesar de que pudo lograr cierta satisfacción por medio de sus logros y al experimentar toda clase de placeres (cf. v. 10), meditó en el verdadero valor de lo que había conseguido y concluyó diciendo que todo era vanidad y aflicción de espíritu (“correr tras el viento”, NVI99; cf. 1:14, 17; 2:17, 26; 4:4, 6, 16; 6:9). No había obtenido una ganancia real o absoluta (cf. 1:3) de todas las faenas que realizó debajo del sol (cf. comentario “debajo del sol” en 1:3).
I. LA VARIEDAD DE PLACERES QUE PROBÓ SALOMÓN (2:1–11)
a) El vino (v. 3).
b) Construyó casas y parques para uso personal (vs. 4–6) (1 Reyes 9:15–19).
c) Recibió la atención de muchos sirvientes (v. 7).
d) Ganado (v. 7) (1 Reyes 8:63).
e) Acumulación de riquezas (v. 8).
• Oro y plata. (1 Reyes 4:21; 10:1).
f) Disfrutó las melodías de los artistas de la música (v. 9).
g) No se negó ningún placer (v. 10) (1 Reyes 10:14–24).
• Si sólo se vive para los placeres, el disfrute disminuirá a menos que aumente la intensidad del placer. Entonces alcanza un punto de gratificación tan disminuido que ya no lo disfruta para nada, sólo le queda la esclavitud.
Ejemplos:
• El que bebe más, menos gusto le saca. Esto quiere decir que tiene que tomar más y bebidas más fuertes a fin de disfrutarlo. Luego sustituye el alcohol por droga, el juego, el sexo, el dinero o cualquier otra cosa. Al final llegará la desilusión y el vacío.
• El placer solo por sí mismo no puede traernos satisfacción, porque solamente llena una parte de la persona e ignora el ser total. (El alma y espíritu del hombre).
• Nada había podido llenar el vacío del corazón de Salomón (v. 11).
Un muestreo de la realidad de la existencia (1:16–2:11)
A tenor de tan notable pensador, la búsqueda ha de comenzar de forma natural con la sabiduría, y ello por ser la cualidad más altamente ensalzada en su círculo. Pero lo cierto es que nada nos dice sobre su principio básico, el temor al Señor, y se puede asumir ahí que la sabiduría de la que él habla es (tal como su metodología requiere) el pensamiento bien trabado que el hombre pueda desarrollar por sí mismo. Pero si bien es en verdad espléndido y nada puede comparársele (2:13), lo cierto es que no tiene respuesta ante nuestra angustia vital. Lo que sí consigue es agudizar nuestra percepción del hecho en base a su claridad.
No cabe duda de que Qohelet se toma la sabiduría muy en serio, y ello como disciplina que se ocupa de las cuestiones últimas de la existencia, y no como mera herramienta que facilita la ejecución de una tarea. Si esa segunda opción fuera cierta, si eso fuera todo, sólo aspiraríamos a un éxito en el aquí y ahora. Pero la auténtica sabiduría está relacionada con la verdad, y la verdad nos lleva a admitir que el éxito mundano puede jugarnos una mala pasada, ya que, además, en este mundo nada permanece. Aún tiene más que decir a este respecto, pero, entre tanto, esa primera aproximación al tema basada en el reposo ha cedido terreno.
Por eso se lanza de lleno ahora al mundo de la frivolidad, si bien, una parte de él se mantiene alejado del tráfago –la mente todavía me guiaba con sabiduría– con el fin de juzgar rectamente en qué acaba una vida fútil y cómo le afecta eso al hombre. Lo primero que se hace evidente es la ‘paradoja del hedonismo’, que cuanto más placer busca, menos se encuentra. Sea cómo fuere, Qohelet quiere encontrar algo que suponga algo más que una gratificación inmediata. En realidad, se trata de una deliberada huida de la racionalidad, intentando conseguir penetrar en el secreto de la vida allí donde la razón puede bloquear el paso. Esa es la fuerza que alienta en el versículo 3b: ‘cómo echar mano de la insensatez, hasta que pudiera ver qué hay de bueno bajo el cielo que los hijos de los hombres hacen…’
Esta actitud que nos evoca a la época actual, con su culto a lo irracional en sus distintas facetas, desde el romanticismo más apasionado, al ansia desesperada del adicto por acceder a estados insólitos de la conciencia; y aún más allá, en un nihilismo que cultiva con esmero lo desagradable y lo horrendo, lo obsceno y lo absurdo, y no como mero pasatiempo, sino como intencionado ataque frontal a los valores de la razón. Y si bien Qohelet no nos lleva a estadio tan avanzado, la valoración de su propia vivencia de la insensatez pone de relieve tanto su desazón como su desencanto. Así, su desagradable descalificación del placer, ‘¿Qué se logra con ello?’, viene a quedar reforzada por una rotunda condena de la risa, ‘Es locura’; y, en las Escrituras, la ‘locura’ y la ‘insensatez’ llevan una carga de perversión de lo moral y no sólo de anomalía mental.
Pero para que una risa merezca en verdad ser descalificada, ha de ser por un carácter de fondo cínico y destructivo. Y si ello es así, estaríamos ahí muy próximos a la comedia negra y al humor malsano.
Como si se arrepintiera de esa reacción excesiva ante la futilidad del placer, pasa a ocuparse de los goces de la creatividad. Toda su energía se canaliza ahora en un proyecto artístico a la altura de sus gustos estéticos, de su conocimiento de las ciencias y las técnicas, y de su capacidad para poner en marcha un gran proyecto: un mundo propio a escala menor, dentro del mundo en su inmensidad, multiforme, armonioso, exquisito, cual nuevo Jardín del Edén, y abundante tanto en placeres civilizados como en delicias no tan domesticadas (8), y sin frutos prohibidos – o al menos ninguno que él incluya en esa categoría (10). Y en medio de todo ello, se ha precavido de no caer en el fácil aburrimiento, combatiéndolo con una actividad febril, que es valorada en sí misma (10), manteniéndose vigilante en todo momento de la marcha de sus proyectos a la par que inmerso activamente en su realización. ‘Mi sabiduría permaneció conmigo’ (9) nos informa, lo cual viene a querer decir que no ha perdido de vista la búsqueda original, su anhelo por hallar el significado de las cosas, y ello como origen y razón de todos sus afanes.
Ahora bien, ¿qué es lo que, en definitiva, ha alcanzado? Una mente menos inquisitiva y exigente que la de Qohelet tendría mucho de lo que hablar con satisfacción. Los resultados obtenidos han sido en verdad brillantes. En la esfera de lo material, el perenne objetivo del agricultor por (según expresión nuestra) conseguir que la tierra rinda el doble de lo que antes daba, es ya una realidad indiscutible, mientras que, en el ámbito de lo estético y artístico, había logrado crear una auténtica delicia para el experto conocedor. Si ‘un objeto hermoso es fuente de gozo inagotable’, su búsqueda de lo atemporal y absoluto no había sido en vano. O así solemos pensar.
Qohelet ya no va a querer nada de todo eso. Considerar todo logro terrenal eterno es vana pretensión y mera retórica, y nada de cuanto es perecedero podrá satisfacerle. En versión un tanto libre, eso significaría ‘Me vine a dar cuenta de que nada de todo eso tenía valor alguno. No era sino correr tras el viento’.
B. LA BÚSQUEDA DE PLACERES FUGACES (2:1–11)
2:1–3 El Maestro ya ha explorado la sabiduría para encontrar el sentido (1:16–18). Ahora pasa a explorar las diferentes formas de placer (hebreo: simchah, ver “Temas” en la Introducción) para ver qué es bueno que la gente haga (2:2–3). Aunque el Maestro utiliza la misma palabra hebrea para referirse al placer en otras partes del libro y lo elogia (cf. 2:26; 5:20; 8:15; 9:7), aquí dice que el placer es absurdo (hebreo: hevel; véase el estudio de la palabra, 1:2). El placer, identificado aquí como hevel, incluye todas las formas de placer material extrínseco utilizadas para buscar la autorrealización y la ganancia (cf. 2:4–8, esp. 2:10). Este tipo de placer es muy diferente del don duradero de la alegría interior, la cual Dios proporciona para infundir las actividades cotidianas (2:24–26; 5:20). Al final, las formas externas de “placer” no consiguen nada duradero (2:2). La risa, especialmente cuando se asocia a un comportamiento insensato, es solo una locura (cf. 7:6).
El experimento del Maestro con el placer no era la indulgencia por la indulgencia; era una complacencia racionalmente controlada con el propósito de ver si tales placeres podían proporcionar algún beneficio y verdadera satisfacción. Por ejemplo, el experimento con el vino (un símbolo del placer, Dt 14:26; Sal 104:15) no fue con el propósito de emborracharse (Ec 9:7) sino para ver si el vino era una fuente de verdadera satisfacción (2:3).
2:4–8 El pasaje que viene se lee como un historial real, excepto que el Maestro no pretende presumir, como hicieron otros reyes del ACO. El Maestro encontró placer en los logros. Por lo tanto, construyó casas (por ejemplo, el templo de Jerusalén, 1Re 5–6; 7:13–51; residencias reales, 1Re 7:1–10; ciudades y otros proyectos, 1Re 9:15–19; 2Cr 8:1–6) y plantó viñedos (Ec 2:4; cf. Cnt 8:11). También hizo jardines y parques, con un sistema de riego para sus florecientes árboles (Ec 2:5–6; cf. Cnt 7:4). Aumentó su riqueza (Ec 2:7–8a). Los siervos (1Re 10:5), los esclavos (1Re 9:15–22), así como los ganados de vacas [por ejemplo, los grandes animales de granja] y los rebaños de ovejas (por ejemplo, el ganado más pequeño), eran todos trofeos de su prosperidad, por no hablar de las necesidades de su excedente de propiedades (Ec 2:7).
Nadie tenía más plata y oro que él, incluyendo el tesoro de reyes y provincias (1Re 10:14–29). Incluso se procuró los servicios de cantantes masculinos y femeninos (Ec 2:8; cf. 2Cr 5:13), lo cual era una rareza para cualquier individuo. Los eruditos han tenido dificultades para traducir Eclesiastés 2:8b, aunque la mayoría piensa que el Maestro se refiere aquí a las concubinas como una de las fuentes de su placer. Si esta es la traducción correcta, ciertamente coincidiría con lo que se sabe del amor de Salomón por las mujeres (cf. las “300 concubinas” de Salomón, 1Re 11:3).
2:9–11 Sus logros y riquezas le hicieron superar a todos los que le precedieron en Jerusalén (véase “Autor y fecha” en la Introducción). El hecho de que esta exhaustiva búsqueda fuera completada por un rey insuperable hace que tal conclusión sea aún más sorprendente: todos los logros eran vanidad (hebreo: hevel; véase el estudio de la palabra, 1:2) y una persecución del viento (véase el estudio de la palabra, 1:14), pues no había nada que ganar (hebreo: yitron, “resultado, ventaja”; cf. 1:3) de ellos (al menos bajo el sol, nótese la limitación).
En el Antiguo Testamento LA RECOMPENSA (hebreo: chēleq, “porción, lote”, 2:10) se refiere a la parte o herencia asignada (cf. Jos 18:5; 19:9; Nm 18:20; Dt 10:9). El Maestro utiliza igualmente esta palabra (Ec 2:10, 21; 3:22; 5:18–19; 9:6, 9) para describir lo que Dios asigna en esta vida bajo el sol. La asignación de cada persona viene acompañada de limitaciones, pero también de la posibilidad de gozo (2:10b; 3:22; 5:19; 9:9). Si alguien pudiera experimentar satisfacción o sentido en los logros o la riqueza, el rey Salomón lo habría hecho… pero no lo hizo. El vino (2:3), la riqueza (vv. 4–8, 10), las mujeres (v. 8) y el entretenimiento (v. 8), todas las fuentes habituales de gratificación simplemente demostraron su insuficiencia (v. 11).
3. La prueba del placer (2:1–3)
En su búsqueda del bien supremo muchos han explorado los senderos de la alegría (1), la risa (2), y el estímulo del vino (3). El Predicador admite que él mismo ha experimentado con estas formas de diversión, pero pronto descubrió que son caminos indignos para un hombre. El entretenimiento sirve un propósito útil como diversión ocasional de las tareas serias de la vida, pero en la diversión no se halla la felicidad. La alegría … también es vanidad cuando se hace de ella la meta última. La risa, ¿qué hace para satisfacer nuestras necesidades más íntimas? Y “estimular mi cuerpo con vino” (3 Berk.)— aun para el hombre que puede hacerlo con sabiduría—no es el camino a la satisfacción.
4. La prueba de la actividad y las posesiones (2:4–11)
Volviéndose de la diversión a la actividad, el rey se entregó por un tiempo a la labor constructiva. Edificó casas (4), plantó viñas, hizo huertos y jardines (5), hizo estanques de aguas, para regar … el bosque donde crecían los árboles (6). Un hombre necesita trabajadores para mantener empresas económicas, de modo que compró, siervos y siervas, y tuvo siervos nacidos en casa (7). Tuvo manadas y rebaños de ganado; y acumuló plata y oro (8). “El tesoro especial de los reyes y las provincias” (VM.), probablemente fueran dones únicos y costosos que llegaban al rey de parte de otros jefes de estado (cf. 1 R. 10:1–2, 10). El rey fue también un patrocinador de las artes, rodeándose de cantores y cantoras. La última parte del versículo 8 es oscura en el hebreo. La mayoría de los traductores modernos la entienden como una referencia a la satisfacción sexual: “tuve un harén de concubinas para gozar como suelen los hombres” (Nueva B. Esp.).
Todo esto puede ser llamado el esfuerzo cultural. Lo que hizo y lo que obtuvo era honorable y digno de elogio según las normas de su sociedad. Fue el individuo de éxito de nuestra cultura—tal vez el gobernador millonario. Tuvo todo lo que el dinero podía comprar, y todo lo que la inteligencia y la fama podían dar: mi corazón gozó de todo mi trabajo; y esta fue mi parte (10). Esta fue su parte—pero no era bastante—todo era vanidad y aflicción de espíritu (11). ¿Cómo podía ser de otra manera cuando todo era para sí mismo? No es extraño que no pudiera inspirarlo (Berk., nota de pie). La actividad centrada en uno mismo no resistirá la reflexión; la actividad debe tener un propósito satisfactorio.
2. La búsqueda vana de la felicidad en los placeres. 2:1–11
De la búsqueda de la sabiduría, Cohelet se vuelve a la búsqueda de la felicidad en los placeres, pero en seguida se convenció de que esto también es vanidad, y de la risa dijo: “Es locura,” y de la alegría concluyó: “No sirve.” En el vino que tomó tratando de seguir su estudio con sabiduría (2:3), también halló la desilusión. Engrandeció sus obras, haciendo casas y plantando viñas, huertos, y árboles; hizo estanques, aumentó sus posesiones, con siervos, y manadas, y rebaños; juntó tesoros, tuvo orquestas. En todo esto siguió su estudio de sí mismo, y el efecto de todas estas posesiones (2:9b). En fin, no se negó nada de lo que deseaba (2:10). Su conclusión fue que todo esto era vanidad, porque no producía ninguna felicidad duradera (2:11).
Eclesiastés
Eclesiastés 2:3
תַּ֣חַת הַשָּׁמַ֔יִם
Consideré en mi corazón estimular mi cuerpo con el vino, mientras mi corazón me guiaba con sabiduría, de cómo echar mano de la insensatez, hasta que pudiera ver qué hay de bueno bajo el cielo que los hijos de los hombres hacen en los contados días de su vida.
La LXX, la Sir., y dos manuscritos hebreos dicen «debajo del sol» en lugar de «debajo del cielo».
Eclesiastés 2:8
שִׁדָּ֥ה וְשִׁדּֽוֹת׃
Reuní también para mí plata y oro y el tesoro de los reyes y de las provincias. Me proveí de cantores y cantoras, y de los placeres de los hombres, de muchas concubinas.
La LXX y la Sir., dicen «mayordomo y coperas», y el Targ., y la Vulg., dicen «copa y vasos de vino», mientras que otros testigos dicen «voluptuosas concubinas». El texto hebreo es incierto al final del versículo no se haya en ninguna otra parte del Antiguo Testamento.
Eclesiastés 2:1–17; 24–26 Al principio de su búsqueda de la felicidad, Salomón erigió una casa espléndida y planeó toda clase de deleites de naturaleza artística y sensual. Había jardines, estanques de agua cristalina, árboles frutales, praderas llenas de ganado, esplendor regio, músicos que vertían en el palacio sus dulces melodías. Fue más allá, añadiendo a la arquitectura y al arte sus inquietudes intelectuales. Pero cuando había llegado al límite más lejano, se apartó de todo, con el viejo roer de su corazón: ¡Vanidad de vanidades!
Pocos días antes de la muerte del gran cardenal Mazarino, un amigo le oyó pronunciar algo parecido a este triste estribillo. “Estaba paseando”, dice este amigo, “por uno de los apartamentos del palacio, cuando reconocí la aproximación del cardenal por el ruido de sus pies resbaladizos, que arrastraba uno tras otro como un hombre que sufre una enfermedad mortal. Me oculté tras el tapiz y le oí decir, mientras miraba un cuadro y un raro tesoro tras otro, “debo dejar todo esto”. A la luz de estas cosas, reflexionemos de nuevo sobre aquellas palabras de Cristo en Lucas 12:33.
:5. Jardines y parques. Con frecuencia los palacios estaban rodeados por un jardín privado plantado con árboles frutales y árboles de sombra. Tenía canales de agua, estanques y senderos, algo así como un parque. El vivero tenía muchas plantas y árboles exóticos. Se han excavado jardines de este tipo en Pasargada, la capital de Ciro el Grande.
2:6. Sistemas de irrigación. Mesha de Moab (siglo IX a. de J.C.) también incluye en su lista de logros la construcción de reservorios de agua en la casa del rey. El historiador judío *Josefo asevera en su obra La guerra de los judíos que el estanque del rey en Jerusalén fue construido por Salomón.
2:7. La esclavitud en Israel. Había personas en Israel a las cuales se las privaba de por lo menos parte de su libertad y que podían ser compradas y vendidas. La palabra más común para esclavo en la Torá era ebed. Sin embargo, este vocablo era indefinido (similar a su contraparte *acadia wardu), ya que se usaba para cualquiera que estuviera en una posición subordinada a otra de mayor grado; por lo tanto, era un término de dependencia general. Con frecuencia este término se ha traducido como “siervos”. Hasta los patriarcas y monarcas eran siervos de Dios y todos los habitantes tanto de Israel como de Judá eran siervos o súbditos del rey, lo que incluía a los miembros de la familia real. David en una época fue siervo (vasallo) del rey filisteo Aquis, y Acaz de Judá fue siervo del rey *asirio Tiglat-pileser III. Una fuente de esclavitud eran los prisioneros de guerra, quienes eran vendidos como esclavos. Sin embargo, en la ley mosaica no se podía obligar a un israelita a hacer el trabajo de un esclavo. La única forma de reducir a un israelita a la esclavitud era su propia pobreza o si había sido dado como garantía por la pobreza de un pariente. Esta esclavitud terminaba una vez que se pagaba la deuda. Se hace muy poca mención al número de sirvientes y esclavos domésticos en el antiguo Israel. Por ejemplo, un censo tomado después del exilio (siglo V a. de J.C.) registró a más de 7.000 esclavos, en comparación con más de 40.000 personas libres. Es probable que una familia de buena posición económica tuviera un siervo doméstico o más. Aunque el esclavo era considerado propiedad, también era considerado humano y por lo tanto tenía ciertos derechos. Se consideraba que el esclavo era parte de la familia, según lo evidencia el requisito de la circuncisión. Aunque no había una preponderancia de mano de obra de esclavos en la agricultura, los oficios artesanales ni ninguna rama de la economía, aparentemente hubo cierto empleo de la esclavitud estatal durante el período de la monarquía (1000–586 a. de J.C.). David puso a trabajar a la población para hacer ladrillos, mientras que Salomón usó “esclavos” para trabajar en las minas del Arabá, en las fábricas de Ezión-geber, en el trabajo del palacio real y en el templo. La mayor parte de estos esclavos eran cananeos, no israelitas.
2:8. Cantantes. Por lo general se contrataban músicos para el entretenimiento del monarca o para ceremonias cúlticas. Ya que se incluyen cantantes tanto masculinos como femeninos, para lo segundo es más probable. Mesopotamia y Egipto tenían largas historias de música tanto popular como religiosa que debía haber sido conocida por los israelitas. Los cuadros de los antiguos sepulcros egipcios muestran las posturas de los bailarines, así como una amplia variedad de instrumentos musicales. Hay testimonios de los músicos de la corte, tanto varones como mujeres, en muchas cortes reales a lo largo del antiguo Cercano Oriente. Hay evidencias de ellos en los textos (lo que incluye, por ejemplo, *Uruc y *Mari) en el valle del Tigris y el Éufrates, la *Anatolia *hetea y Egipto. Los músicos estaban incluidos en el personal permanente del palacio, como lo muestran las listas de raciones.
2:8. Harén (NVI). Por lo general se considera que la palabra era una designación de las *concubinas, pero éste es el único lugar donde aparece la palabra y su sentido no está en claro. No hay duda que el tener concubinas era parte del patrón normal de la conducta de los reyes. Otros han sugerido que la palabra debe traducirse como “cofres de tesoros”.
Búsqueda del sentido de la vida en la ciencia, los placeres y las riquezas (1:12–2:26)
Aquí comienza una sección autobiográfica. Quienes niegan la autoría salomónica encuentran en el 1:12 un apoyo clave, ya que Salomón nunca se hubiera referido a su reinado en el pasado. La frase también se podría traducir, “Yo he sido rey en Israel”, o “he llegado a ser rey de Israel”, lo que no implica una cesación de mandato. Recordemos que en el antiguo Cercano Oriente el rey era símbolo de sabiduría. Por otro lado, casi todos los verbos en el libro se conjugan en tiempo pasado, lo cual refleja el carácter reflexivo del mismo. El Maestro mira a su proceso investigativo en el pasado y presenta sus conclusiones. También es importante el uso del “yo” que hace el Maestro en todo el libro. Aunque muchas veces el verbo hebreo lo tiene implícito (como en castellano) y no es necesario escribirlo, él lo incluye para enfatizar su autoría. No es la investigación de otra persona, o las conclusiones de otro sabio, sino las suyas propias. Así reclama sus derechos exclusivos de autor.
El Maestro explica su metodología de adquirir conocimiento como observador cuidadoso de todo su entorno, incluyendo la naturaleza y la vida humana. Su método de investigación es básicamente empírico. El verbo que más utiliza para referirse a su adquisición de conocimiento es “ver”. Obtiene su conocimiento a través de la experiencia y sus conclusiones se validan así mismo. Su tarea es investigar (ver) minuciosamente todo cuanto se hace bajo el cielo (1:13), y denomina también absurdo y sin sentido todo lo que encuentra (1:14). Como decía don Quijote: “Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la misma experiencia, madre de las ciencias todas.”
Hay tres asuntos a los que el Maestro dedica su investigación inicial: sabiduría y conocimiento (1:16–18), placeres (2:1–3) y riquezas (2:4–26). Son precisamente las mismas tres áreas a las que dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo y nuestros recursos: erudición y ciencia, autogratificación hedonista y acumulación materialista. Las tres fueron para el Maestro un absurdo perseguir al viento (1:17). La imagen de la cacería del viento enfatiza la futilidad de la búsqueda y su total incapacidad de satisfacer al Maestro. Su búsqueda de sabiduría fue tan intensa que podía presumir que nadie había logrado su grado de conocimiento (1:16–17). Pero, la sabiduría terminó en el mismo absurdo y solo le trajo más sufrimiento y problemas. Para reforzar su conclusión, cita un refrán popular que muestra su incapacidad de afectar su entorno a pesar de la abundancia de su conocimiento (1:15). Algunos autores ven aquí una protesta burlona a los oficios del sabio y el refranero en Israel. Parece que la sabiduría se había desgastado tanto, ya que el cúmulo de ella no evitó el exilio.
La expresión Francamente, mientras más sabiduría, más problemas; mientras más se sabe, más se sufre (1:18) no se debe entender como una apología de la ignorancia o una agenda contra la promoción de la educación en nuestros países. El contexto no permite esa aplicación. Por otro lado, la experiencia nos lleva a concluir que la ciencia no satisface sino que causa más complicaciones de las que pretende resolver. La propaganda de que la última tecnología y la abundancia de posibilidades producen la felicidad ha mostrado ser una farsa. Los promotores del progreso han resultado ser pastores del viento. Cualquier apariencia de progreso es simplemente el resultado de amnesia colectiva, porque no hay nada nuevo bajo el sol (1:9).
Los placeres también resultaron una locura absurda, y el llenarse de riquezas y propiedades tampoco le significó ningún provecho al Maestro (2:1–11). Su descripción de su lujo y sus placeres tiene un parecido cercano con lo que el libro de los Reyes atribuye al rey Salomón (1R 10:14–11:3). Ningún placer quedó fuera de la investigación. Con vino como compañía el Maestro fue cuidadoso de mantener todo bajo control (2:3). Su conclusión lo llevó al mismo vacío y absurdo general (2:11). La tradición deutoronomista exhortaba al pueblo a no dejarse llevar por los “deseos de los ojos” (Nm 15:39). Por eso resulta cándido el reconocimiento de que el Maestro no les negó a sus ojos ningún deseo (2:10).
Las tres áreas que los humanos pretendemos controlar al final terminan controlándonos y dejándonos vacíos. En 2:10 aparece un esbozo inicial de respuesta al interrogante directriz. Lo único que logró el Maestro con su búsqueda mediante la ciencia, los placeres y las riquezas fue que su corazón disfrutó de todos sus afanes. La acumulación no trae nada en sí excepto cuando el ser interior es capaz de disfrutar la experiencia. Más tarde el Maestro ahondará este punto.
