Juicio de los ricos opresores

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Santiago 5:1–6 NTV
1 Presten atención, ustedes los ricos: lloren y giman con angustia por todas las calamidades que les esperan. 2 Su riqueza se está pudriendo, y su ropa fina son trapos carcomidos por polillas. 3 Su oro y plata han perdido su valor. Las mismas riquezas con las que contaban les consumirán la carne como lo hace el fuego. El tesoro que han acumulado se usará como evidencia contra ustedes el día del juicio. 4 Así que ¡escuchen! Oigan las protestas de los obreros del campo a quienes estafaron con el salario. El dinero que no les pagaron clama en contra de ustedes. Los reclamos de quienes les cosechan sus campos han llegado a los oídos del Señor de los Ejércitos Celestiales. 5 Sus años sobre la tierra los han pasado con lujos, satisfaciendo todos y cada uno de sus deseos. Se han dejado engordar para el día de la matanza. 6 Han condenado y matado a personas inocentes, que no ponían resistencia.
En Lucas 16:13 el Señor Jesús presentó un importante principio espiritual: “Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”.
Debido a eso, Jesús exhortó: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mt. 6:19-21).
Nada revela más claramente el estado del corazón de una persona que el punto de vista que ella tenga del dinero y los bienes materiales.
Muchos que profesan la fe en Cristo, invalidan su proclamada genuina fe salvadora por su estilo de vida opulento, indulgente y materialista; una clara indicación de que sirven a las riquezas, no a Dios (Mt. 6:24).
Como se ha observado a lo largo de este comentario, Santiago estaba presentando pruebas de la genuina fe salvadora, pruebas que confirman o invalidan el decir que se es cristiano.
Teniendo como fundamento la enseñanza de nuestro Señor, como hace con frecuencia,
Santiago presenta otra de estas pruebas en el capítulo 5, la de cómo se ve el dinero.
Los primeros seis versículos del capítulo 5 conforman una fuerte reprensión, la más fuerte en toda la epístola.
La cruda denuncia de Santiago condena a los que dicen adorar a Dios pero en realidad adoran al dinero.
Los llama a examinar el verdadero estado de su corazón, en vista de cómo se sienten en cuanto a sus riquezas.
La Biblia NO enseña que poseer riquezas sea pecaminoso en sí. En realidad, todos poseemos riquezas y bienes materiales de alguna manera.
Moisés les recordó a los israelitas cuando estaban al entrar en la Tierra Prometida que “Jehová tu Dios él te da el poder para hacer las riquezas” (Dt. 8:18), una verdad confirmada en Proverbios 10:22: “La bendición de Jehová es la que enriquece, y no añade tristeza con ella”.
Lo que es incorrecto es el mal uso de las riquezas. “El amor al dinero”, escribió Pablo en 1 Timoteo 6:1010 porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.” , es “raíz de todos los males”;
pero luego escribió que es Dios el que “nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos” (v. 1 Timoteo 6:1717 A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.” ).
Santiago, al igual que Pablo, advierte contra el amor al dinero, que guía a las personas al mal uso, para sus propósitos egoístas y pecaminosos, de las riquezas con las que Dios las ha bendecido.
El profeta Amós describió gráficamente a los ricos opresores de su época, como ganado gordo, listo para la devastadora matanza del juicio de Dios: Oíd esta palabra, vacas de Basán, que estáis en el monte de Samaria, que oprimís a los pobres y quebrantáis a los menesterosos, que decís a vuestros señores: Traed, y beberemos. Jehová el Señor juró por su santidad: He aquí, vienen sobre vosotras días en que os llevarán con ganchos, y a vuestros descendientes con anzuelos de pescador; y saldréis por las brechas una tras otra, y seréis echadas del palacio, dice Jehová (Am. 4:1-3).
Tan fuerte es la reprensión de Santiago, que algunos han afirmado que él tenía en mente a los que no eran de la iglesia. Pero el que Santiago se dirija a sus lectores en segunda persona, indica que estaba dirigiéndose a los que oirían la lectura de su carta en las iglesias.
Entonces, Santiago tenía en mente en su reprensión a las personas que estaban de alguna manera asociadas con la iglesia.
Era lo bastante sabio como para darse cuenta de que, como en cualquier parte, algunos en las iglesias a las que escribía decían ser cristianos, pero no lo eran. Aunque exteriormente habían profesado la fe en Cristo, el hecho de tener la mira puesta en los tesoros terrenales revelaba la falsedad de tal profesión
(Mateo 6:2121 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
cp. Mateo 13:2222 El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
Lamentablemente, muchos en la iglesia actual son aceptados como cristianos porque hablan de Jesucristo y manifiestan una lealtad superficial a Él. Pero un examen de su estilo de vida, manifiesta que ellos no caminan en obediencia a sus mandamientos. Su deseo de tener dinero y posesiones, dejaba ver su verdadera lealtad
AMOR A ESTE MUNDO
(Mt. 6:24; cp. Stg. 4:4; 1 Jn. 2:15-17).
Los creyentes debemos tener cuidado de no caer en los mismos pecados que caracterizan a los inconversos. Santiago nos muestra a todos el pecado de amar el dinero, para que nadie caiga en él.
Santiago comienza su denuncia con un enérgico anuncio del juicio inminente. En vista del juicio inevitable que viene contra los ricos opresores, Santiago advierte: ¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán.
Santiago ordenó a los ricos opresores que lloraran y aullaran. Llorad viene de klaiō, que significa “sollozar con fuerza”o “lamentar”. Se empleaba para describir los lamentos que tenían lugar cuando alguien moría (p. ej. Mr. 5:38- 39; Lc. 7:13; 8:52; Jn. 11:31, 33; 20:11; Hch. 9:39).
Tomadas en conjunto, llorar y aullar reflejan un intenso ataque de desesperada, violenta e incontrolable amargura. Los profetas del Antiguo Testamento a menudo describieron tal lamento por los efectos del pecado (p. ej. Is. 13:6; 15:3; 16:7; 23:1; Jer. 48:20; Ez. 21:12; Am. 8:3; Zac. 11:2; cp. Mt. 5:4).
Santiago luego ofrece la razón por la que los ricos deben responder con tan abrumador dolor: las miserias que os vendrán. Talaipōria (miserias) aparece solo aquí y en Romanos 3:16 en el Nuevo Testamento. Describe adversidad, problema, sufrimiento o aflicción abrumadora. Problemas abrumadores vendrían sobre los ricos opresores cuando estén delante del Señor en juicio.
En Lucas 6:24-25, Jesús les advirtió: “¡Ay de vosotros, ricos! porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados! porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros, los que ahora reís! porque lamentaréis y lloraréis”.
Más adelante en Lucas, Jesús contó una conmovedora historia que ilustra gráficamente el juicio terrible que vendrá sobre los malvados ricos: Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado (Lc. 16:19-25; cp.
Sofonías 1:1818 Ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día de la ira de Jehová, pues toda la tierra será consumida con el fuego de su celo; porque ciertamente destrucción apresurada hará de todos los habitantes de la tierra.
Santiago destaca cuatro pecados que precipitan el severo juicio pronunciado contra los ricos opresores.
Están condenados debido a que su riqueza:
fue acumulada inútilmente,
ganada de manera injusta,
gastada en placeres
y adquirida despiadadamente.
SU RIQUEZA FUE INÚTILMENTE ACUMULADA
Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros. (Sant 5:2-3)
Santiago 5:2–3 NTV
2 Su riqueza se está pudriendo, y su ropa fina son trapos carcomidos por polillas. 3 Su oro y plata han perdido su valor. Las mismas riquezas con las que contaban les consumirán la carne como lo hace el fuego. El tesoro que han acumulado se usará como evidencia contra ustedes el día del juicio.
Es trágico que la acumulación sea uno de los pecados más difundidos de nuestro tiempo. Dios pone bienes materiales en las manos de los creyentes, para que puedan usarlos para su gloria.
Es obvio que los cristianos deben proveer para sus familias (1 Ti. 5:8). Pero además de eso, los recursos de los cristianos deben usarse para el progreso del reino de Dios (cp. 1 Cr. 29:3; Mr. 12:42-44; Lc. 6:38; 1 Co. 16:2- 3; 2 Co. 8:2; 9:6-7).
Específicamente, los creyentes deben usar sus riquezas para cuidar de los necesitados (Gá. 2:10; 1 Jn. 3:16-18), y apoyar a los que están en algún ministerio (1 Co. 9:4-14; Gá. 6:6).
Los que invocan el nombre de Cristo no deben acumular fortunas que sean amontonadas inútilmente sin hacer caso de la voluntad de Dios (Sal. 39:6; Ec. 5:10-11, 13).
En su condenación de la acumulación, Santiago describió las tres formas principales en las que se valoraba la riqueza en su época (aparte de la tierra y de las casas). Ploutos (riquezas) puede referirse a riquezas en general (cp. Mt. 13:22; 1 Ti. 6:17). Pero el uso que hace Santiago de podridas sugiere una referencia más estrecha a productos alimenticios. Santiago acusa a los ricos opresores por la acumulación inútil de alimentos (carne, granos, frutos, y más.) que inevitablemente se pudrirían.
Como el rico insensato en la parábola de nuestro Señor (Lc. 12:16-21), ellos creían que comida amontonada les permitiría decir a su alma “repósate, come, bebe, regocíjate” (Lc. 12:19) durante los años venideros. Pero al final solo se pudriría y nadie más pudiera utilizarla.
La riqueza en los tiempos bíblicos se medía también desde el punto de vista de las ropas ( Hch. 20:33 1 P. 3:3). Himitia (ropas) se refiere a los vestidos externos, como túnicas, mantos o capas. A veces ricamente bordados y embellecidos con joyas, tales ropas se dejaban en herencia como reliquias familiares.
Pero acumularlos era tan insensato e inútil como acumular alimentos, ya que tales ropas estaban en peligro de ser comidas de polillas (Job 13:28; Is. 50:9; 51:8; Mt. 6:19-20).
“Santiago ve todo esto [acumulación] como algo absurdo; ¿para qué alimentar las polillas”
Por último, la riqueza en la época de Santiago podía medirse en metales preciosos, sobre todo oro y plata. Aun las que parecen cosas indestructibles como esas, observó Santiago, pueden enmohecerse. Enmohecidos (katioō) es una palabra compuesta que significa “oxidar o corroer completamente”.
Estaba hablando en sentido figurado, declarando que en el día del juicio de Dios, el oro y la plata serán inútiles, como si estuvieran enmohecidos.
La total imposibilidad de las riquezas para librar a un individuo del juicio de Dios es un tema frecuente en las Escrituras (p. ej. Pr. 11:4; Ez. 7:19)
Amontonar posesiones, ya sea comida, ropa o dinero, es algo tonto.
Los que dedican su vida a tan inútil persecución no pueden adorar a Dios.
Habiendo expresado la pecaminosa inutilidad de acumular riquezas, Santiago prosigue a describir el juicio pronunciado sobre los acaparadores.
Personificando el moho que representa lo inútil de acumular riquezas, Santiago declaró que este será testigo del enjuiciamiento contra los ricos opresores.
En el juicio, sus tesoros acumulados, enmohecidos, comidos por la polilla y carcomidos, darán testimonio gráfico del estado no redimido de su corazón.
El enfoque ambicioso, egoísta, inmisericorde y terrenal que tienen de la vida, será la causa de su condenación.
No solo Santiago menciona al moho como testigo, sino también como verdugo; devorará la carne de los ricos opresores como fuego.
El fuego simboliza el juicio rápido, ineludible, fatal y final. Esa es una vívida imagen del infierno. Que el fuego devorará la carne de los ricos malvados, revela que el infierno es un lugar de tormento físico. Una de las realidades más atemorizantes en toda la Biblia es la verdad de que el infierno es un lugar donde habrá conciencia (Lc. 16:23-24),
cuerpo (Mt. 5:29; 10:28; 13:42, 50; Ap. 14:9-10; 19:20; 20:15),
que será eterno (Mt. 3:12; 25:41; Mr. 9:43-48; 2 Ts. 1:9; Ap. 14:11) y donde habrá castigo.
Santiago los reprendió por acumular su riqueza sin hacer caso del plan de Dios. ¡Cuán absolutamente inconcebible es acumular y amontonar riquezas mientras se acerca el día del juicio! Quienes lo hacen “[atesoran para sí mismos] ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras” (Ro. 2:5- 6).
Se debe disfrutar de la riqueza como una bendición de Dios y se debe emplear para cumplir su voluntad, satisfaciendo las necesidades y anunciando el evangelio. Los que no lo hacen así, sufren el juicio.
SU RIQUEZA FUE GANADA DE MANERA INJUSTA
He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos. (Sant 5:4)
Santiago 5:4 NTV
4 Así que ¡escuchen! Oigan las protestas de los obreros del campo a quienes estafaron con el salario. El dinero que no les pagaron clama en contra de ustedes. Los reclamos de quienes les cosechan sus campos han llegado a los oídos del Señor de los Ejércitos Celestiales.
Los ricos opresores no solo eran culpables de acumular incorrectamente su riqueza; también las habían adquirido de forma incorrecta.
En vez de ser generosos con los pobres, como lo ordenan las Escrituras ( Gá. 2:10), los explotaban.
Específicamente, se habían quedado con el jornal de los obreros que [habían] cosechado sus tierras; una práctica tan ofensiva que Santiago introdujo la afirmación con la frase He aquí.
El tiempo perfecto del verbo que se traduce con la frase por engaño no les ha sido pagado sugiere que los ricos opresores se quedaban al menos con una parte del pago de sus obreros; no era simplemente que se les demoraba el pago.
Los jornaleros eran parte esencial de la economía agraria de Israel (cp. Mt. 20:1-16), y quitarles parte de su salario estaba estrictamente prohibido por el Antiguo Testamento. Levítico 19:13 ordenaba a los israelitas: “No oprimirás a tu prójimo, ni le robarás. No retendrás el salario del jornalero en tu casa hasta la mañana”.
Deuteronomio 24:14-15 repite ese mandato: “No oprimirás al jornalero pobre y menesteroso, ya sea de tus hermanos o de los extranjeros que habitan en tu tierra dentro de tus ciudades. En su día le darás su jornal, y no se pondrá el sol sin dárselo”.
El versículo 15 explica por qué no pagar un día de trabajo es un asunto serio (“pues es pobre, y con él sustenta su vida”) y advierte de las consecuencias de tal conducta injusta (“para que no clame contra ti a Jehová, y sea en ti pecado”).
Carentes de la seguridad de una estable fuente de ingresos, los pobres jornaleros dependían del pago diario para alimentar y abrigar a su familia. Tan grave era el asunto de no pagar un día de trabajo, que Jeremías pronunció una maldición sobre aquellos que lo hacían: “¡Ay del que… [se sirve] de su prójimo de balde, y no dándole el salario de su trabajo!” (Jer. 22:13; )
Ese jornal, advierte Santiago a los ricos opresores, clama contra ustedes. Krazō (clama) se traduce “dar voces” (Mt. 15:23), “gritar” (Hch. 19:32, 34) “alta voz” (Hch 24:21), y “da voces” (Lc. 9:39).
Luego Santiago añadió la solemne advertencia de que los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos (cp. Dt. 24:15).
Los clamores de dolor de los obreros robados y estafados habían llegado a los oídos de Dios, y los harían repetir hasta que Él actuara con justo juicio. ejércitos es una traducción de sabaoth, palabra griega que se deriva de la palabra hebrea tsaba, que significa “huestes”o “ejércitos”.
Él es el que oye el clamor de los pobres estafados y alistará a sus huestes angelicales para actuar en juicio (cp. Mt. 13:41-42; 16:27; 25:31; Mr. 8:38; 2 Ts. 1:7-8).
Les espera un juicio aterrador a los que acumulan injustamente la riqueza que robaron a los pobres. Sus víctimas clamarán por justicia al Juez justo y Él no los defraudará.
SU RIQUEZA ERA GASTADA EN PLACERES
Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza. (Santiago 5:5)
Santiago 5:5 NTV
5 Sus años sobre la tierra los han pasado con lujos, satisfaciendo todos y cada uno de sus deseos. Se han dejado engordar para el día de la matanza.
Habiendo aumentado su riqueza por el robo y la acumulación, los ricos opresores añadieron a su pecado, al usar su riqueza para sus propios motivos egoístas. Santiago describió esto al emplear tres verbos.
Santiago condenó a los ricos opresores por vivir en lujos extravagantes a expensas de los demás.
Lejos de ser Robin Hoods del primer siglo, robando a unos para darles a otros, robaban para llenar sus bolsillos.
La palabra disolutos se deriva de un verbo griego simple, spatalaō, empleado solo aquí y en 1 Timoteo 5:6. Tiene la connotación de entregarse uno a la búsqueda del placer o hundirse por completo en el libertinaje.
Los que buscan el placer y los lujos a menudo caen en vicios y en un vano intento de satisfacer sus insaciables deseos. Una vida sin abnegación pronto está fuera de control en todos los aspectos. Pablo describió a tales personas como muertas, aunque estén viviendo (1 Ti. 5:6) porque, como el hijo pródigo en la parábola de nuestro Señor, derrochan todo en una vida libertina (Lc. 15:13).
Los que tienen dinero a menudo cierran los ojos a las necesidades de los demás y de la obra de Dios, viviendo solo para complacer sus deseos egoístas y pecaminosos. Y, sin la fe en Cristo, enfrentan ruina y pérdida eternas.
Por último, Santiago acusó a los ricos opresores de haber engordado sus corazones. Trephō (engordado) significa “alimentar, sustentar o engordar”.
La Septuaginta (la traducción griega del Antiguo Testamento) la empleó en Jeremías 46:21 para referirse a becerros engordados. El cuadro impresionante que presenta Santiago es de ladrones opresores y buscadores de placer, que se han saciado del botín que tomaron de sus víctimas. El deseo por el lujo conduce al vicio, que a su vez guía a los acaparadores injustos a buscar complacer de forma egoísta cada deseo de sus corazones. Irónicamente, uno de los hombres más ricos y sabios que haya vivido jamás, ofrece una ilustración de lo inútil de esta actitud. Eclesiastés 2:4-10 revela que Salomón hizo todo lo que estuvo a su alcance en su búsqueda desesperada de placer: Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas, planté para mí viñas; me hice huertos y jardines, y planté en ellos árboles de todo fruto. Me hice estanques de aguas, para regar de ellos el bosque donde crecían los árboles. Compré siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa; también tuve posesión grande de vacas y de ovejas, más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén. Me amontoné también plata y oro, y tesoros preciados de reyes y de provincias; me hice de cantores y cantoras, de los deleites de los hijos de los hombres, y de toda clase de instrumentos de música. Y fui engrandecido y aumentado más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; a más de esto, conservé conmigo mi sabiduría. No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y esta fue mi parte de toda mi faena. Pero la evaluación que hizo Salomón de su búsqueda atestigua de lo inútil de esta forma de vivir: “Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol” (v. 11). Pero abundar en esta búsqueda de placer puede conducir a algo peor que la vanidad. En armonía con la metáfora de los ricos opresores que habían engordado su corazón, Santiago advierte de un venidero día de matanza, una aterradora descripción del juicio. En vívido lenguaje, compara a estos acaparadores con becerros engordados, encaminados al matadero del juicio divino. Y, sin la fe salvadora en Cristo, esa es la realidad que les espera. A menudo la Biblia emplea esta metáfora de la matanza de animales para describir la realidad espantosa del juicio de Dios. Por medio de Isaías, Dios dictó sentencia contra Edom: Porque en los cielos se embriagará mi espada; he aquí que descenderá sobre Edom en juicio, y sobre el pueblo de mi anatema. Llena está de sangre la espada de Jehová, engrasada está de grosura, de sangre de corderos y de machos cabríos, de grosura de riñones de carneros; porque Jehová tiene sacrificios en Bosra, y grande matanza en tierra de Edom. Y con ellos caerán búfalos, y toros con becerros; y su tierra se embriagará de sangre, y su polvo se engrasará de grosura. Porque es día de venganza de Jehová, año de retribuciones en el pleito de Sion (Is. 34:5-8). Jeremías empleó un lenguaje parecido para describir el juicio de Babilonia: “Venid contra ella desde el extremo de la tierra; abrid sus almacenes, convertidla en montón de ruinas, y destruidla; que no le quede nada. Matad a todos sus novillos; que vayan al matadero. ¡Ay de ellos! pues ha venido su día, el tiempo de su castigo” (Jer. 50:26-27; cp. 51:40; Ez. 39:17-19). Ciegos al cielo, sordos a las advertencias del infierno, insensibles al día de matanza y juicio, los acaparadores no arrepentidos, egoístas y amadores de placeres, tropiezan ciegamente con su condena. A menos que se arrepientan, advierte Santiago, sufrirán la condenación al castigo eterno. SU RIQUEZA ERA ADQUIRIDA DESPIADADAMENTE Habéis condenado y dado muerte al justo, y él no os hace resistencia. (5:6) Este es el final de la espiral descendente seguida por los ricos a los que Santiago reprendía. Habiendo acumulado injustamente el dinero que se robaban de los pobres jornaleros, y gastado en sus placeres, fueron más allá y [condenaron] y [dieron] muerte al justo. Literalmente matarían para mantener su estilo de vida opulento. Condenado viene de katadikazō, que significa “dictar sentencia sobre”o “condenar”. El verbo griego traducido dado muerte (phoneuō) se traduce matar en otros pasajes en los que aparece en el Nuevo Testamento (Mt. 5:21; 19:18; 23:31, 35; Mr. 10:19; Lc. 18:20; Ro. 13:9; Stg. 2:11; 4:2). Lo que significa es que los ricos opresores estaban aprovechando los tribunales para asesinar judicialmente a algunos de los pobres maltratados. Dios estableció tribunales para impartir justicia justa e imparcialmente (Dt. 17:8-13). Los jueces no debían ser ambiciosos (Éx. 18:21-22), mostrar parcialidad (Lv. 19:15), tolerar falsos testimonios (Dt. 19:16-20), o recibir soborno (Mi. 3:11; 7:3). Pero hasta en Israel había una terrible corrupción. Amós denunció la perversión de la justicia que tenía lugar en los tribunales de su época: “Porque yo sé de vuestras muchas rebeliones, y de vuestros grandes pecados; sé que afligís al justo, y recibís cohecho, y en los tribunales hacéis perder su causa a los pobres” (Am. 5:12). “Aborreced el mal, y amad el bien, y estableced la justicia en juicio”, exhortó Amós. Entonces “quizá Jehová Dios de los ejércitos tendrá piedad del remanente de José” (v. 15). También en la época de Santiago los ricos opresores buscaban pervertir el sistema judicial y usarlo contra los pobres (cp. Stg. 2:6). El término justo denota a alguien moralmente recto (p. ej. Gn. 6:9; 2 S. 4:11; Mt. 1:19; 10:41; Hch. 10:22), como lo era el propio escritor, como lo prueba su apodo “el Justo”. Santiago dio a entender que las víctimas de los ricos opresores eran inocentes de cualquier delito. La mejor identificación del que hace resistencia al rico es el inocente, el pobre del que abusaban y a quien arrastraban a los tribunales. Esto pudiera indicar que las víctimas eran creyentes estafados, que se encomendaban, como lo hizo el Señor Jesucristo, al cuidado de Dios cuando los acusaban falsamente (1 P. 2:23). Pero al no resistir a sus opresores, vivieron las verdades enseñadas por nuestro Señor en Mateo 5:39-42: Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. La riqueza puede ser una bendición, un don de Dios que da la oportunidad de hacer el bien. Pero eso puede decirse solamente de los que también son “ricos en fe” (Stg. 2:5) y ricos “para con Dios” (Lc. 12:21). Si la riqueza ha de ser fuente de bendición y no de condenación, no debe acumularse en vano, ganarse injustamente, gastarse en placeres y adquirirse de forma despiadada. La orientación de Pablo a Timoteo muestra cómo Dios espera que los ricos usen sus riquezas. Forma un apropiado contraste con el abuso de los ricos que condenaba Santiago. A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna (1 Ti. 6:17-19).
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