La Misión de Jesucristo en la Tierra
Que la Iglesia levante su mirada para que se de cuenta que el mundo esta listo para ir a cosechar las almas. El Tiempo es Hoy.
Jesús aprovecha lo que acaba de ocurrir con la mujer samaritana: Muestra la visión de los campos listos para la cosecha.
Alrededor de nosotros hay millones de hombres, mujeres y niños en ciudades, aldeas y en el campo, millones que están listos para ser cosechados espiritualmente. Debemos ofrecerles el mensaje que puede transformarlos. Debemos hacerlo aunque implique sacrificio personal.
Jesús hace advertencias acerca de nuestra tendencia a malgastar el tiempo. Una de las excusas más comunes de los cristianos es decir que el tiempo no ha llegado, que aún falta para la cosecha: “¿No decís que faltan cuatro meses para la siega?” Tal vez sea con otras palabras, por ejemplo: “Mis vecinos no tienen interés en Dios.” “Esperaré a que llegue la oportunidad justa.” “Debo conocerlos mejor antes de hablarles.”
El tiempo llego de ir en busca de los sedientos y hambrientos de espíritu y entregarles el agua de vida.
Campo blanco, almas preparadas por la acción del Espíritu Santo, listas para ser conducidas al Salvador.
Se necesitan miles de obreros en todos los campos del mundo. La cosecha no se puede dejar para el año que viene, pues se perdería totalmente.
Con la cosecha de almas ocurre algo similar. «Las almas que mueran hoy no podrán escuchar mañana».
en la historia de Hudson Taylor dice:
Llegó a ser un fervoroso estudioso de la Biblia y su crecimiento en gracia y sabiduría fue admirable. Poco después de su conversión obtuvo permiso para dirigir una reunión en la sociedad religiosa que anteriormente había presidido y el misionero que le acompañó en esa ocasión quedó impresionado por la claridad y plenitud con que había presentado el evangelio a sus contemporáneos. Por su testimonio se convirtió uno de sus seguidores de antaño y comenzó a sentir el gozo de ganar almas para Cristo.
Pero fue precisamente este nuevo creyente quien algún tiempo después, hablando con el misionero amigo se sintió impulsado a preguntarle:
—Hermano Taylor, ¿cuánto tiempo hace que en su país conocen las buenas nuevas del evangelio?
Con cierta vacilación, y tal vez sospechando cuál era el objetivo de la pregunta, Taylor contestó:
—Algunos centenares de años …
—¿Cómo dice?—replicó, sorprendido, el nuevo creyente—. ¿Centenares de años? Mi padre, como yo, buscaba la verdad y murió sin conocerla. ¿Por qué no vinieron antes? ¡Por qué tardaron tanto!
Desde miles de pueblos, aldeas y ciudades, millones de almas con el angustioso lenguaje sin palabras de sus necesidades materiales, físicas y espirituales, sumergidas como náufragos en un inmenso mar de idolatría, fanatismo, superstición, esclavitud, sometimiento, sufrimiento y temor puede ser que nos estén diciendo: «¿Por qué no vienen?»