Un Nuevo Nombre para Un Nuevo Hombre: Transformación Interna que produce el Evangelio

EVANGELIO  •  Sermon  •  Submitted   •  Presented
0 ratings
· 1 view
Notes
Transcript

Introducción:

El Evangelio es el encuentro que transforma nuestro viejo nombre y nuestro viejo hombre por uno nuevo. El Evangelio es un nuevo nombre para un nuevo hombre.
Una de las poderosas promesas del Evangelio es la transformación. Cómo un ser humano pecador, egoísta y malvado puede ser transformado de manera profunda y convertirse en una nueva criatura llena de amor, dispuesta a servir y vivir para el bien? Cuando el ser humano respondió a la bondad de Dios pecando, Dios puso en acción su plan para restaurarlos, para transformarnos desde adentro hacia afuera. Todo hombre, todo ser humano pecador, necesita un cambio de corazón y solamente en el evangelio hay poder para esa gloriosa transformación.
Romans 1:16–17 NVI
16 A la verdad, no me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para la salvación de todos los que creen: de los judíos primeramente, pero también de los gentiles. 17 De hecho, en el evangelio se revela la justicia que proviene de Dios, la cual es por fe de principio a fin, tal como está escrito: «El justo vivirá por la fe.»
2 Corinthians 5:17 NVI
17 Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!
La historia que compartiremos hoy nos da un adelanto o un anticipo de cómo sería esa obra transformadora que el precioso evangelio traería a la vida de quienes lo abrazaran. Lo que en esta historia es un adelanto o anticipo, hoy es una realidad viva y activa.
Jacob finalmente recibió la bendición de su padre, pero la manera en que la obtuvo va a tener un alto costo para su vida. Este hombre quieto que prefería quedarse en el campamento, ahora tiene que huir muy lejos para salvar su vida. Y a pesar de que en Betel se encuentra con Dios en un sueño en el que se le reitera la bendición…
Genesis 28:15 NVI
15 Yo estoy contigo. Te protegeré por dondequiera que vayas, y te traeré de vuelta a esta tierra. No te abandonaré hasta cumplir con todo lo que te he prometido.»
Lejos de casa, va a tener que enfrentar días duros en lo que será engañado una y otra vez hasta terminar hastiado.
Un día Jacob el engañador, se cansa, se cansa de vivir peleando por lo suyo, de pelear con todos, se cansa porque su vida ha sido una constante pelea, que todo lo que ha conseguido es el fruto de lucha y esfuerzo.
Hasta que se da cuenta que quiere otra cosa, que necesita otra cosa, algo más profundo, no un cambio de circunstancia (Dios lo respaldado muchas veces), pero ahora entiende que necesita un cambio interno, un cambio en su ser. Quiere dejar de ser un engañador porque por engañador es que ha vivido lo que ha vivido.
Jacob después de 20 años, regresa a su tierra por dirección de Dios, ya había aclarado las cosas con Labán (experto en el arte del engaño y la trampa) pero ahora tiene que hacer frente a un problema que había dejado años atrás.
Jacob deseaba una nueva vida pero para eso primero tenía que re-encontrarse con su hermano y solucionar ese asunto pendiente.
El pasaje que vamos a meditar hoy esta como una sándwich en medio de esa historia de re-encuentro.
Jacob le envió un mensaje a su hermano quien viene a su encuentro acompañado de 400 hombres. Jacob tiene miedo y ora al Señor recordándole el pacto, la promesa y pidiéndole que lo librara del poder de su hermano. Tiene un plan para apaciguar a Esaú mandándole regalos que precedieran el encuentro.
Y es en ese contexto que llegamos a nuestro pasaje de hoy:
Genesis 32:22–32 NVI
22 Aquella misma noche Jacob se levantó, tomó a sus dos esposas, a sus dos esclavas y a sus once hijos, y cruzó el vado del río Jaboc. 23 Una vez que lo habían cruzado, hizo pasar también todas sus posesiones, 24 quedándose solo. Entonces un hombre luchó con él hasta el amanecer. 25 Cuando ese hombre se dio cuenta de que no podía vencer a Jacob, lo tocó en la coyuntura de la cadera, y ésta se le dislocó mientras luchaban. 26 Entonces el hombre le dijo: —¡Suéltame, que ya está por amanecer! —¡No te soltaré hasta que me bendigas!—respondió Jacob. 27 —¿Cómo te llamas?—le preguntó el hombre. —Me llamo Jacob—respondió. 28 Entonces el hombre le dijo: —Ya no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido. 29 —Y tú, ¿cómo te llamas?—le preguntó Jacob. —¿Por qué preguntas cómo me llamo?—le respondió el hombre. Y en ese mismo lugar lo bendijo. 30 Jacob llamó a ese lugar Penuel, porque dijo: «He visto a Dios cara a cara, y todavía sigo con vida.» 31 Cruzaba Jacob por el lugar llamado Penuel, cuando salió el sol. A causa de su cadera dislocada iba rengueando. 32 Por esta razón los israelitas no comen el tendón que está en la coyuntura de la cadera, porque a Jacob se le tocó en dicho tendón.
Es un pasaje extraño, con un hombre extraño que no sabemos del todo quien es, pero que en el pasado arrojó un rayo de luz, de lo que es una realidad del evangelio.
El Evangelio es el encuentro que transforma nuestro viejo nombre y nuestro viejo hombre por uno nuevo. El Evangelio es un nuevo nombre para un nuevo hombre.
La noche antes del encuentro con su hermano Esaú, Jacob hizo cruzar el río Jaboc a su familia (sus dos esposas y once hijos), hizo cruzar sus posesiones y se quedó solo.
Estando solo, un hombre luchó en él hasta el amanecer, como el hombre no podía vencer a Jacob lo tocó en la coyuntura y se la dislocó.
El hombre tiene que irse porque va a amanecer y le pide que lo suelte, pero Jacob le dice que no lo soltará sino lo bendice.
El hombre le pregunta el nombre a Jacob y se lo cambia por Israel, ya no te llamarás Jacob y finalmente después de una noche de lucha, el hombre lo bendice.
Jacob llamó a ese lugar Penuel que significa: He visto a Dios cara a cara, y sigo con vida. Finalmente salió el sol y Jacob iba rengueando, que es el testimonio visible de ese encuentro. Esta es la razón por la que los israelitas no comen el tendón de la cadera.
¿Cómo es transformado Jacob el engañador en un hombre nuevo con un nombre nuevo?
El final de un viejo hombre. Jacob se quedó solo. Se prepara para una batalla, para una batalla personal. Hay batallas profundas, batallas internas que debemos dar. Podemos tener acompañamiento pero son una batalla personales, nadie las puede pelear por ti. Puedes pedir oración, compañía, consejo, etc; pero esa batallas internas necesitas enfrentarlas personalmente. Nadie puede poner la cara por ti. Nadie puede pelear en mi para vencer mi orgullo, mi soberbia, mi mentira. Eso que habita en mi lo debo enfrentar yo. Jacob se da cuenta de algo que Pablo diría Romanos 7:17-18, “pero, en ese caso, ya no soy yo quien lo lleva a cabo sino el pecado que habita en mí. 18 Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo.” El pecado que habita en mí.
Jacob esta determinado, necesita ser transformado en un nuevo hombre, igual que nosotros: No hay vuelta atrás. Jacob está determinado, se resiste a seguir viviendo engañando y siendo engañado, está hastiado, está determinado, necesita un encuentro que lo transforme. El hombre(Dios) luchó con Jacob. Jacob se aferra al (Dios) hombre, el hombre (Dios) se da cuenta que no podrá vencer la determinación de Jacob, el deseo que hay en él de un cambio de vida y lo toca en la coyuntura dislocándole la cadera. Jacob pide ser bendecido como condición para soltar al hombre. Jacob estaba cansado de buscar su propio bien en sus propias fuerzas. Necesitaba no una bendición externa, sino una que lo cambiará desde lo profundo. Jacob estaba hastiado del engaño que moraba en él.
Jacob recibe un nuevo nombre: El hombre le da un nombre nuevo. Ya no sería más Jacob, ahora se llamaría Israel. Persistió hasta que Dios cambio su nombre. Un nuevo nombre implica en este caso, una nueva identidad, no es solamente apariencia. Este es una acto soberano y sobrenatural de Dios, El tiene el poder de cambiar nuestro nombre. Los cambios que Cristo produce en nosotros son evidente.
Israel, un nuevo nombre para un nuevo hombre. Una nueva identidad. Sin embargo, Dios no solo le dió un nuevo nombre sino que lo bendijo como nuevo hombre. Jacob experimenta anticipadamente una de las más preciosas bendiciones del Evangelio, la transformación del corazón, la transformación interna, un cambio desde adentro hacia afuera.
Antes peleo y peleó pero ahora estaba cansado, hasta este punto, Jacob había asumido la responsabilidad de adquirir sus derechos de nacimiento y bendición. Ha luchado contra quien le impida obtener lo que desea (es decir, Esaú, Isaac, Labán). Sin embargo, en Génesis 32, Dios dice que Él luchará por Israel —Él será el responsable de véase que sus promesas se cumplan para él— y para la nación que proviene de él. Dios cumple sus promesas a lo largo del resto de la Escritura. Dios luchará por nosotros.
El Evangelio es el encuentro que transforma nuestro viejo nombre y nuestro viejo hombre por uno nuevo. El Evangelio es un nuevo nombre para un nuevo hombre.
Solo Dios en Cristo puede dar un nuevo a nombre a nuevos hombres. La cojera con la que ahora camina Israel es la evidencia tanto de un encuentro con Dios, como de un cambio de profundo. (El tendón no era una parte superficial. Solo Dios por medio de Cristo cambia desde adentro.
¿Cuáles son la evidencia externas de que Cristo ha hecho una transformación profunda en nosotros? Esperemos que sea el amor
Es bastante curioso que Jacob, ahora Israel, luchara con un hombre, pero que al final se da cuenta que ese hombre era Dios por eso llama al lugar Penuel. Es precioso como este personaje apunta a Cristo. Algunos eruditos bíblicos sostienen que esta es una Teofanía o una manifestación visible de Cristo en el A.T.
Conclusión:
Israel reconoce que se encontró con Dios porque esto no lo puede producir ni la religión, ni la autoayuda, ni la psicología o psiquiatría. Solo Dios en Cristo da nuevo nombre a nuevos hombres. Solo Dios puede transformar tu vida, y ese poder transformador está disponible aquí y ahora por medio de Cristo Jesús Señor nuestro.
2 Corinthians 3:18 NVI
18 Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu.
Que tal si venimos a Cristo con la necesidad y determinación de Jacob y le pedimos al Dios-Hombre con la intensidad que lo hizo Jacob que transforme nuestra vida (esa área que el quiere trabajar en nosotros) y nos de un nuevo nombre al hacernos de nuevo. Dios en Cristo tiene el poder de hacerlo, eso es el Evangelio.
Related Media
See more
Related Sermons
See more
Earn an accredited degree from Redemption Seminary with Logos.