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4. El argumento partiendo del alma humana.
El argumento que parte del alma humana tiene dos partes: (1) la de la imagen de Dios en el hombre y (2) la de la naturaleza moral del hombre. La Palabra de Dios declara que el hombre está creado a la imagen de Dios:
Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó; varón y hembra los creó (Gn. 1:26, 27).
No debemos buscar la imagen de Dios en el hombre físico, porque Dios es Espíritu (Jn. 4:24);
más bien, debemos buscar la imagen de Dios en el hombre espiritual: “y revestido del nuevo, [hombre] el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando ….” (Col. 3:10).
La imagen de Dios en el hombre se ve en que el hombre tiene dominio sobre las criaturas menores, y especialmente, en su capacidad y deseo ardiente de comunión con Dios. La otra marca de la imagen divina se ve en la naturaleza moral del hombre, su sentido de deber y responsabilidad, y en la posesión de una conciencia: “mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos …” (Rom. 2:15). C. S. Lewís dice:
Estos son los dos puntos que yo quería tratar. Primero, que seres humanos, en toda la tierra, tienen esta curiosa idea de que deben portarse de cierta manera, y no pueden realmente deshacerse de ella. Segundo, de hecho no se portan de esa manera. Conocen la ley de la naturaleza, y la quebrantan. Estos dos hechos son el fundamento de todo pensamiento claro sobre nosotros y el universo en que vivimos.
Un Dios personal nos hace responsables por nuestra conducta y nuestra actitud. Debemos rendirnos a su voluntad o vivir con una conciencia culpable. Uno puede lograr borrar la superficie de su conciencia o callarla por decepción propia, pero entonces, invariablemente creará su propio sistema de valores. La experiencia ha demostrado que el sistema de ética de la Biblia creada por Dios, después de todo, es el más adecuado a la naturaleza moral del hombre.[1]
Comentarios preliminares sobre la persona y la obra de Cristo: humillación y exaltación)
• Explicar uno de los posibles obstáculos que la teología sistemática genera ante el estudio de la persona y la obra de Cristo
Estudiarlo por temas, desliga la persona y la obra de Cristo
• Proporcionar una visión general del triple oficio y de los dos estados de Cristo.
La obra de Cristo: (Preexistencia de Cristo, la encarnación, la unión hipostática)
Triple oficio: Sacerdote, Profeta y Rey
• Los dos estados de Cristo: La Humillación y la exaltación de Cristo
Estado de humillación, en un tiempo fijado, en el que tomó el alma racional y el cuerpo de carne. Obediencia hasta la muerte.
Estado de exaltación: La corona de gloria.
Su persona y su obra son distintas pero inseparables
• La trinidad
Dios en tres personas.
Dios es uno: La Biblia enfatiza repetidamente que solo hay un Dios. Deuteronomio 6:4 dice: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”.
Tres personas distintas: Aunque la Biblia afirma que Dios es uno, también habla de Dios en términos de tres “personas”. Por ejemplo, en Mateo 3:16-17, vemos a las tres personas presentes y activas: Jesús (el Hijo) es bautizado, el Espíritu Santo desciende como una paloma y el Padre habla desde el cielo.
Coexistencia y coigualdad: Las tres personas de la Trinidad son coiguales y coexistentes. En Juan 10:30, Jesús dice: “Yo y el Padre uno somos”, indicando su igualdad con el Padre. Además, en Mateo 28:19, Jesús instruye a sus seguidores a bautizar “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”, lo que sugiere una coexistencia de las tres personas.
Roles distintos: Aunque las tres personas de la Trinidad son iguales, cada una tiene roles distintos. Por ejemplo, el Padre envía al Hijo al mundo (Juan 3:16), el Hijo redime a la humanidad a través de su muerte y resurrección (Romanos 5:10), y el Espíritu Santo mora en los creyentes y los guía a la verdad (Juan 14:16-17)
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