Eclesiastés 14

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Eclesiastés 8.1-8

Versículos 1–5

1. Un encomio de la sabiduría (v. 1). El verdadero sabio piadoso con Dios, justo con los demás, sobrio consigo mismo (

1. Se continúa la alabanza de la sabiduría verdadera (cap. 7:11, etc.). ¿“Quién” ha de ser tenido por “igual al sabio”? ¿“Quién (como él) sabe la interpretación” de las providencias divinas (v. gracia, cap. 7:8, 13, 14), y la palabra de Dios (cf. 7:29,

Es decir, abandonar el puesto cuando la situación parezca desfavorable. una causa impía. Es decir, una conspiración contra el rey.

8:4 ¿quién le dirá…? Los reyes no sólo tienen potestad para hacer lo que les plazca (vers. 3b), sino que su poder también los libra de la crítica (cp.

(1) El sabio sabe cuál es la conducta apropiada. 8:1. El sabio tiene la capacidad de conducirse correctamente. Salomón afirma por medio de dos preguntas retóricas que sólo el sabio puede evaluar con acierto diferentes situaciones y conducirse en forma correcta. Solamente él sabe la declaración (pēšer) de las cosas. El sustantivo pēšer aparece sólo aquí en hebr. En el arameo usado por Daniel, se refiere a la interpretación de los sueños (cf.

Comentario Bíblico Mundo Hispano Tomo 9: Proverbios—Cantares 8. Los límites de la sabiduría, 7:23-8:1

La sabiduría del hombre iluminará su rostro (v. 1). Como comentan Reichert y Cohen: “Cuando un hombre posee sabiduría ésta se refleja en la feliz y serena expresión en su rostro.”

Joya bíblica

La sabiduría del hombre iluminará su rostro y transformará la dureza de su semblante (8:1b).

9. Una cuestión de autoridad, 8:2–13

Con este pasaje entramos en un tema común a la literatura sapiencial del antiguo oriente. “Obtener una buena posición y mantenerla en el ambiente de la tiranía e intriga de un palacio oriental requería gran variedad de dones, y todos del más alto nivel moral: Lealtad al poder gobernante, el saber evitar tanto un excesivo temor como un desconsiderado espíritu de oposición, prontitud para enfrentar situaciones complejas, una gran capacidad para disfrazar sus propios sentimientos, paciencia para aprovechar sus oportunidades y habilidad para escoger los medios adecuados para alcanzar un objetivo dado” (Roberto Gordis). Claro que el sabio israelita con la formación ética de su fe, procura alcanzar otros objetivos con medios menos mundanos. De paso notamos que la sabiduría hebrea no es una sabiduría para cortesanos sino una sabiduría sencillamente para la vida humana de cualquier condición. Es una sabiduría más “democrática”.

A causa del juramento (shebowah 7621) hecho a Dios. Esto no es tanto en consideración al mismo rey como a Dios ante el cual se ha jurado (

Vv. 1—5. Ninguno de los ricos, poderosos, honorables o cumplidos hijos de los hombres son tan excelentes, útiles o felices como el hombre sabio. ¿Quién más puede interpretar las palabras de Dios o enseñar bien sus verdades y dispensaciones? —¡Qué locura debe ser para criaturas débiles y dependientes rebelarse contra el Todopoderoso! ¡Cuántos se forman juicios equivocados y se acarrean desgracias a sí mismos en esta vida y en la venidera!

Vv. 6—8. En su sabiduría Dios nos ha resguardado del conocimiento de los hechos futuros para que siempre estemos preparados para los cambios. Todos debemos morir, la fuga, ni escondernos nos puede salvar, ni hay armas para resistir eficazmente. Noventa mil mueren por día, más de sesenta por minuto, y uno cada segundo. ¡Qué pensamiento tan solemne! ¡Oh, que los hombres fueran sabios, que entendieran estas cosas, que consideraran su final definitivo! Solo el creyente está preparado para comparecer a la solemne convocatoria. La maldad, por la cual los hombres suelen escapar de la justicia humana, no puede salvar de la muerte.

La vida, la muerte y el amor (Eclesiastés y Cantares) CUALQUIERA PUEDE SER VÍCTIMA 8:1–9

De nuevo, el Predicador comienza una sección con enseñanzas sapienciales aceptadas, y luego revela sus debilidades. Esta vez la verdad reconocida era que la sabiduría señala cómo llevarse bien con los poderosos (8:1–5). La deficiencia en esa idea es que nadie sabe lo suficiente como para anticipar todos los problemas y librarse de ellos (8:6–9).

No cabe duda que la sabiduría proporciona grandes beneficios (8:1). Por ejemplo, indica cómo mantener una buena relación con el rey (8:2–5). El sabio reconoce que debe guardar el mandamiento del rey (8:2) y no participar en rebeliones (8:3), porque el monarca tiene mucho poder (8:4). El que siguiera esas pautas no experimentaría mal a manos del gobernante (8:5a). Esto es aún más cierto en el caso del sabio que puede discernir cómo y cuándo actuar (8:5b; el vocablo que se traduce “juicio” aquí significa “modo” o “proceder”).

Sin embargo, dice el Predicador, esto es poner demasiada confianza en la sabiduría. Como hay un tiempo para todo, incluyendo para las desgracias, no se puede evitar sufrir el mal (8:6). Ni siquiera el más sabio puede adivinar siempre lo que ha de ser, ni cuándo sucederá (8:7). Aun si alguno fuera tan astuto que lograra librarse de los demás “tiempos” funestos, lo vencerá el peor de todos, el día de la muerte (8:8). Y esa muerte a veces viene a manos del rey, o de otra persona que detenta el poder (8:9).

8:1 Aquí Salomón alaba el maravilloso don de la sabiduría. Las preguntas que hace en este versículo son retóricas, o sea no espera una respuesta. Pregunta algo parecido a esto: “¿Quién se puede comparar con el hombre sabio? ¿Quién conoce la explicación de las cosas como él? ¿La sabiduría hace feliz a una persona?”. No podemos dejar de comparar esta alegre sabiduría con la sabiduría vacía del mundo que no trae sino “mucha pesadumbre” (1:18). La verdadera sabiduría es un tesoro infinito, y está para adquirirse en la Palabra de Dios.

La persona verdaderamente sabia no sólo llega al conocimiento de las “cosas”, sino también a “interpretar” todas las cosas. Muchos tienen una gran cantidad de datos en su mente o de títulos junto a su nombre, pero no tienen una comprensión verdadera de lo que significa todo.

Esto no sucede con el sabio: él conoce la explicación de las cosas; sabe que detrás de las complejidades de la vida y de las injusticias aparentes, Dios está trabajando; entiende que Dios utiliza todo para el bien de su pueblo. El sabio entiende todo esto y confiadamente pone su vida en las amorosas manos de Dios.

Cada área del aprendizaje recibe una nueva luz cuando se ve de esta manera. La historia, por ejemplo, llega a ser más que un recuento del surgimiento y la caída de las naciones, se convierte en la historia de las bendiciones y de los juicios del Todopoderoso sobre las naciones para llevar a cabo los planes de Dios.

Con razón la sabiduría de Dios “ilumina su rostro, y [que] cambia la tosquedad de su semblante”. David, el padre de Salomón, lo dijo de esta manera: “Los mandamientos de Jehová son rectos, alegran el corazón; el precepto de Jehová es puro, alumbra los ojos” (

Visita a la corte del rey (8:2–17)

A partir de este capítulo el Maestro menciona varias veces al rey como representante del gobierno de turno. En general sus críticas son indirectas y contienen diversos comentarios sobre otros temas. Aparecen salpicadas en varios lugares y dan la impresión que el Maestro quiere evitar persecución o represalias personales. Parece que aquí habla como alguien que conoce muy bien los pormenores internos del monarca y su corte. El rey aparece como alguien déspota y malhumorado (8:3; 10:4) ante quien es mejor callar ya que delante de él no hay lugar para opiniones contrarias y, aunque los consejos sean apropiados y sabios, no hallan oídos atentos en el trono. La voluntad personal del monarca impera y él no rinde cuentas a nadie (8:2–4). Frente a esto el consejo para el sabio es de ser prudente y entender que hay un momento para hablar y otro para callar (8:5). Como dice el refrán castellano: “En boca cerrada no entran moscas”. Pero, el Maestro también menciona que el rey no es sino otro hombre que tampoco conoce el futuro, que no tiene poder sobre la vida ni sobre el día de su muerte (8:7–8). Ante este tipo de rey el pueblo sabio se ve forzado a obedecer sus órdenes, pero el Maestro propone al sabio la prerrogativa del cómo y cuándo hacerlo (8:5). Pero ningún malvado saldrá con las suyas ya que su maldad no lo libra del juicio. Con estas palabras el Maestro ofrece esperanza al pueblo que sufre bajo un gobierno injusto.

Proverbios y Eclesiastés Fuerza mayor (8:1–9)

Fuerza mayor (8:1–9)

Quizás, como muchos piensan, Qohelet ha tomado prestada una frase familiar para el versículo inicial en alabanza de la sabiduría y los sabios. Pero teniendo que enfrentarse a los peligrosos caprichos de un rey, la sabiduría ha de replegarse y asumir una actitud discreta, contentándose con mantener a su poseedor alejado de los conflictos. Esa sería la primera de las frustraciones, y la menor de ellas: hay al menos algo útil que hacer en un caso así, mientras que posteriormente dentro del capítulo tendrá que hacer frente a problemas tan insolubles como la muerte, la perversión moral y el profundo misterio del gobierno divino.

La discreción, pues, es una faceta de la sabiduría en la presente situación, si bien el versículo 12, con su alusión a José y Daniel, a Ahitofel y a Husai, enfatiza la parte que un talento más positivo por parte de los sabios, la interpretación del asunto en cuestión, debería tener en la corte. Hecha esa excepción, la sabiduría es una figura discreta y recatada en este párrafo, y cabe reflexionar entonces acerca de la locura de un rey, o de cualquier otro posible líder, cuyo desprecio o temor ante la verdad la reduce a un mutismo absoluto haciendo que aquellos que sí cavilan se guarden sus pensamientos para sí.

Por cautelosa que tenga que ser la persona sabia, no se le está presionando aquí para que renuncie a su integridad. Su disponibilidad para agradar no tiene por qué ser servil. La expresión vivaz y placentera que ha de caracterizarla, algo que el versículo 1b pone de relieve, no se asume para crear un efecto: la persona sabia se revela en virtud de la sabiduría como la persona que en realidad es y la mentalidad que le caracteriza. En otro orden de cosas, además, la genuina sabiduría actuará siempre en función de sus principios, no por interés según convenga, hecho que pone de relieve la muy precisa versión del versículo 2 que encontramos en la traducción de la RV: ‘… Obedece la orden del rey, por respeto al juramento hecho a Dios.’ Es, pues, dentro de ese marco referencial donde la persona sabia hace uso de su ingenio,240 calibrando los riesgos del caso (3) y decidiendo el momento apropiado para actuar (5b, 6a). Son muchos los pasajes del Antiguo Testamento que nos informan de los límites que una lealtad a Dios ha de imponer a la diplomacia y el acatamiento que imperan en toda corte. Basta con recordar la articulada franqueza de los profetas y, de entre los sabios, al irreductible Daniel y sus compañeros. Y si esos ejemplos valen para avergonzarnos por nuestro conformismo, los presentes versículos mantienen el necesario equilibrio instando a guardar el respeto que se le debe al gobernante. El Nuevo Testamento continuará así en esa misma línea, dando preeminencia ora a una parte del asunto, ora a la otra.

La mención del tiempo y modo (5, 6) que el hombre sabio aprende a reconocer –la verdad y el momento de la verdad que puede ser atrapado o perdido en cualquier empresa– saca a colación el mismo tema del capítulo 3, con esa presentación de un mundo condicionado por el tiempo y en constante mutación. Entonces es cuando nos vemos forzados a caminar a tientas en nuestra búsqueda de lo permanente; en el aquí y ahora, por algo que se pueda prever y anticipar (7). No es, pues, de mucho consuelo hallar tan sólo muerte en esta categoría, y poco mejor resulta, al retroceder ante semejante perspectiva, tener que enfrentarse a un presente lleno de sufrimiento, cuando el hombre domina a otro hombre para su mal (9). Se percibe una particular forma de ironía en este último comentario, donde el uso de un término más que notable para el abuso de poder (domina) contrasta grandemente con lo que se ha dicho respecto a su impotencia en otros apartados: su incapacidad para domeñar su propio espíritu, o vencer a la muerte –exhibiéndose, pues, toda una variante terminológica sobre el poder que presta su fuerza y su color a todo cuanto ahí se dice. El resto del versículo 8, especialmente en el caso de la paráfrasis de la TEV, resume el encuentro con gran viveza: ‘Esa es una batalla que no podemos eludir; no podremos escaparnos en forma alguna.’

Literatura Poética y Sapiencial (Tomo 3) a. Una oda a la sabiduría (8:1)

a. Una oda a la sabiduría (8:1). El versículo 1 es un pequeño poema en alabanza de la sabiduría. Puede haber sido un dicho común en la época del escritor. La traducción de Moffatt es atractiva:

¿Quién es como el sabio?

¿Quién puede explicar las cosas?

La sabiduría del hombre ilumina su rostro,

transfigura aun un semblante tosco.

La pertinencia de este versículo como introducción a la sección se aclara cuando “recordamos que el rey era considerado el hombre sabio por excelencia, por cuanto su oficio y estado le daban acceso a los secretos de Dios”.

b. Es sabio obedecer al rey (8:2–6). Te aconsejo que guardes el mandamiento del rey anticipa la instrucción de Pablo a los cristianos (

8:2. Guarda el mandamiento del rey. Algunos han visto aquí el consejo en cuanto a la manera de conducirse de un cortesano, cuya función principal era la de capacitar a los futuros funcionarios del palacio. La Instrucción de Ptah-Hotep de Egipto dedica muchos de sus párrafos a las personas que ejercen diversos puestos de liderazgo. La Instrucción de Ankhsheshonqy tiene un consejo muy parecido al de esta sección de Eclesiastés: “No des un dictamen equivocado” (16:17); “No te apresures a hablar delante de tu amo” (17:10). El consejo para el cortesano, que puede ser que se describe aquí, también es similar al que se encuentra en los dichos de *Ahicar, consejero de la corte *asiria en el siglo VII a. de J.C.

Antiguo Testamento A. TRATAR CON LA AUTORIDAD (8:1–9)

. TRATAR CON LA AUTORIDAD (8:1–9)

8:1 La sabiduría tiene sus ventajas cuando se trata de la autoridad. La sabiduría ayuda a una persona a interpretar los asuntos, y hace brillar el rostro de una persona. En otras partes de la Escritura, el “rostro resplandeciente” es el de Dios (cf.

LA VIDA VALIOSA. 8:1–9:10

Nuevamente Cohelet repasa sus argumentos y llega a sus conclusiones no finales, mientras considera cuál es la vida valiosa.

1. La sabiduría en la corte del rey. 8:1–5

La sabiduría es necesaria en la corte del rey, y el hombre que la tiene tendrá éxito allí, porque el entendimiento de sí mismo, con su libertad de la ansiedad, y el perfecto conocimiento de cómo presentarse ante el rey, dará al rostro una calma y a la vida un aplomo de mucho valor en conseguir el favor del rey (8:1). Debemos guardar los preceptos del rey, y el juramento de lealtad de él, hecho en presencia de Dios (8:2). Aun cuando el rey sea tiránico, no debemos dejar de servirle, ni favorecer una revolución en contra de él (8:3). Esto se aconseja por cuanto el rey tiene autoridad, y nadie puede, sin encontrar mal, criticarlo o ir en contra de él (8:4). También los tiranos deben ser obedecidos, porque aun el rey malo tiene necesidad de súbditos obedientes, y no les hará daño (8:5a), y al final la retribución al tirano ha de sobrevenir a su tiempo (8:5b).

2. Por causa de las injusticias en la vida, es mejor la vida privada que la pública. 8:6–15

Así como hay tiempo de juicio sobre el rey tirano (como se indicó en el párrafo anterior), asimismo lo hay para toda cosa que quisiéramos (8:6a); la miseria del hombre se aumenta por cuanto no sabe exactamente cuándo vendrá esto (8:6b); tanto lo que ha de acontecer, como el tiempo cuando ha de efectuarse, se oculta al hombre, y no hay nadie que se lo pueda enseñar (8:7). No hay hombre, ni aunque sea rey tirano, que pueda evitar el día de su muerte (8:8a); en la guerra contra la muerte no hay armas que prevalezcan (8:8b); por más poderosa que parezca la maldad en esta vida, tampoco puede ella liberar a los impíos de la muerte (8:8c). Aún así, no siempre viene la retribución en esta vida a los reyes tiránicos, porque Cohelet, que todo lo ha considerado y estudiado, a veces ha visto que tales reyes siguen reinando sobre sus súbditos para daño de éstos (8:9),

8:4 «Pues la palabra del rey es con potestad, ¿y quién le dirá: Qué haces?». En la época de Salomón, los reyes gozaban de amplias potestades, y su palabra era absoluta. Si el monarca era sabio y bueno, esto significaba una gran bendición para su pueblo. Sin embargo, si tenía una naturaleza dura y tiránica, sus súbditos eran simples esclavos y gemían bajo un yugo de hierro. No obstante, hay un Rey —bendito sea el Señor— cuyo poder no deseamos limitar en nada. Dios obra conforme a Su voluntad entre los ejércitos del cielo y entre los habitantes de este mundo. Nadie puede detener Su mano ni decirle: «¿Qué haces?». Esto nos produce gran gozo. El gobierno de una persona sería el mejor si esta fuera perfectamente buena e infinitamente sabia, y si tuviera abundante poder. Los autócratas se convierten en déspotas porque ningún ser humano es perfectamente bueno, desinteresado o sabio. Dios no tiene defectos ni insuficiencia; por lo tanto, somos dichosos de que Él obre según Su voluntad. Nunca querrá hacer algo que no sea estrictamente justo. En el ejercicio de Su soberanía absoluta, no es injusto ni falto de misericordia. El Señor no puede errar; por lo cual, nos gozamos porque podemos afirmar: «Jehová reina; se vistió de magnificencia; Jehová se vistió, se ciñó de poder. Afirmó también el mundo, y no se moverá» (

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