Teologia Biblica - Semana 1

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Introducción

Muy buenas noches, hermanos. Qué gozo verles nuevamente, y comenzar juntos una nueva etapa en nuestra formación teológica. Esta noche damos inicio a una materia fundamental: Teología Bíblica.
Antes de explicar qué significa ese término, vamos a leer juntos la Palabra de Dios, para que sea el Señor mismo quien nos dé una pauta de entrada al tema que abordaremos durante estas próximas siete semanas. Leamos Lucas 24:25–27:
Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.
Este pasaje, hermanos, es profundamente consolador. Jesús ha resucitado de los muertos, y se encuentra con dos discípulos desorientados, tristes y confundidos. Pero además de ser un momento de consuelo, este encuentro es también una clase magistral de teología bíblica.
Aquí, Jesús no solo consuela: enseña. Y nos enseña algo fundamental: cómo debemos leer toda la Escritura. No como una fuente de inspiración superficial, ni como un compendio de ética o doctrina aislada. Sino para verlo a Él en cada parte del relato bíblico.
En lugar de darles una nueva revelación, Jesús abre el Antiguo Testamento —la Ley, los Profetas y los Escritos— y les muestra cómo todo hablaba de Él. El Cristo que padecería, moriría y entraría en su gloria no es un agregado al relato: es su centro hermenéutico y redentor.
Esto, hermanos, es lo que vamos a aprender a hacer juntos durante estas semanas: a leer la Biblia como Jesús la enseñó. A ver cómo, de Génesis a Apocalipsis, la historia de la redención culmina en Cristo.
Y eso, sin duda, es maravilloso.
Porque este enfoque no solo cambia cómo leemos la Biblia. Cambia cómo predicamos, cómo discipulamos, cómo aconsejamos, cómo adoramos. Ya no enseñaremos desde un enfoque moralista, ni desde una exposición meramente doctrinal, donde se separan los temas como en una enciclopedia.
Enseñaremos a Cristo. Porque solo Él transforma. Solo Él salva. Solo Él edifica a su Iglesia.

¿Cómo estudiaremos juntos?

Primero, en el Google Classroom encontrarán el libro El misterio revelado, de Edmund Clowney. Cada semana leerán un capítulo, y responderán las preguntas que aparecen al final en un documento de Word. Irán construyendo ese documento a lo largo del curso, y lo entregarán completo al final. Esa será una de las tareas evaluadas.
Segundo, tendrán un ensayo final de 7 a 8 páginas. Allí aplicarán todo lo aprendido en clase. Van a elegir un libro bíblico —como Génesis, Éxodo, Isaías, Juan, Hebreos o Apocalipsis— o un tema transversal como el Reino, el templo, el mediador, el éxodo o la simiente prometida.
El trabajo debe integrar el enfoque de la teología bíblica reformada: estructuras pactales, progresión tipológica, unidad canónica, y lectura cristocéntrica. Deberá incluir también el uso de al menos dos autores de los que estudiaremos: Vos, Clowney, Beale, Van Pelt, Morales, entre otros.
Si tienen dudas, pueden escribirme o hablarlo conmigo durante el curso. Estoy aquí para acompañarlos en ese proceso.
Por último, deberán participar en estas clases, donde exploraremos juntos la historia de la redención desde Génesis hasta Apocalipsis, reconociendo patrones, tipologías, estructuras pactales y anticipaciones escatológicas.
Mi anhelo es que, al terminar este curso, puedan decir como los discípulos de Emaús:
“¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?”
Quiero que aprendan a leer mejor sus Biblias, sí. Pero más que eso, que aprendan a adorar al Dios que las inspiró, a predicar a Cristo como el centro de todo, y a vivir como miembros de su Reino en medio de este siglo presente.

I. Lectura devocional-expositiva: Lucas 24:25–27

Hermanos, ya hemos leído el texto. Pero ahora vamos a detenernos unos minutos a meditar en lo que el Señor está haciendo aquí, porque este pasaje no solo es el punto de partida de nuestro curso, es también una corrección de nuestro corazón y de nuestra hermenéutica.

Cristo enseña cómo leer las Escrituras

Jesús se encuentra con discípulos que no entienden lo que acaba de pasar. Han visto morir al Mesías, y no saben qué hacer con eso. Sus expectativas eran terrenales, sus esperanzas estaban rotas. Pero lo más profundo no era la tristeza, sino la ceguera espiritual.
Y lo que Jesús hace es profundamente pastoral: enseña.
Pero atención: no enseña cosas nuevas, no les da una revelación fresca del cielo. Les abre las Escrituras que ya conocían, pero que no sabían leer correctamente. Y en esto Jesús está mostrando que el problema del corazón no es solo ignorancia… es incredulidad hermenéutica.
“¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!”
Aquí hay una crítica amorosa, pero firme: los profetas ya lo habían dicho todo. El problema no era el texto, era su lectura del texto.

La Escritura testifica de Él desde Moisés hasta los Profetas

El texto nos dice que Jesús comenzó “desde Moisés y todos los profetas”. Esta es una forma común en el judaísmo del primer siglo para referirse al corpus completo del Antiguo Testamento: la Torá y los Nevi’im.
Más adelante, en el versículo 44, añadirá también “los Salmos”, es decir, los Escritos. Está usando la estructura del canon hebreo tripartito. No está improvisando. Jesús está diciendo: toda la Escritura, estructurada como está, es un testimonio redentor que converge en mí.
Él no está insertándose en el texto como una idea bonita, sino mostrándoles que Él es la clave que organiza y da sentido a todo lo anterior.

No nueva revelación, sino interpretación correcta

Esto es crucial. Jesús no les da un nuevo mensaje. Les da una nueva lectura del mensaje antiguo. La revelación ya estaba allí. Lo que faltaba era verla con los ojos abiertos por Cristo.
Aquí nace lo que Geerhardus Vos llamará “la historia progresiva de la revelación especial”. No es que el AT hable de unas cosas y el NT de otras. Es que el AT habla de Cristo en promesa, tipo y sombra, y el NT habla de Cristo en cumplimiento y gloria.
Vos diría que este momento en el camino a Emaús marca el inicio de la hermenéutica redentiva-escatológica cristiana. Aquí se nos enseña a leer la Biblia como una unidad histórica redentora que va de promesa a cumplimiento.

¿Cómo transforma esto nuestra forma de leer, enseñar y adorar?

Hermanos, si esto es así —y lo es— entonces debemos revisar nuestra manera de acercarnos a la Escritura:
¿Leemos la Biblia como una historia con un solo Autor, un solo plan, un solo Redentor?
¿Predicamos moralismo (“sé como David”), o proclamamos a Cristo (“espera al Hijo de David”)?
¿Discipulamos desde promesas cumplidas o desde mandatos sin gracia?
¿Aconsejamos con técnicas o con Cristo, el cumplimiento del consuelo divino?
Ver a Cristo en toda la Escritura no es un lujo hermenéutico, es una necesidad pastoral. Porque sólo Cristo transforma. Sólo Él puede pastorear el corazón cansado, herido, culpable o engañado.

II. ¿Qué es la teología bíblica?

Ahora que vimos como Jesús abrió las Escrituras para mostrar que todo hablaba de Él. Eso es exactamente lo que queremos aprender a hacer en este curso. Pero antes de avanzar, es importante que sepamos con claridad qué entendemos nosotros por teología bíblica.
Ustedes seguramente ya han escuchado este término, pero lo han asociado con diferentes cosas:
A veces se usa para hablar simplemente de estudios bíblicos bien hechos.
Otras veces, se refiere a identificar temas grandes que atraviesan la Biblia, como “reino”, “templo”, “sacrificio”.
En ciertos contextos, incluso se habla de teología bíblica como una forma de leer la Biblia de forma más “narrativa”.
Y aunque todos esos enfoques pueden tener algo de valor, nosotros vamos a trabajar desde una definición reformada, centrada en la revelación progresiva de Dios en la historia redentora.
Para esto, quiero traerles las palabras de Geerhardus Vos, uno de los teólogos más importantes del siglo XX, y considerado el “padre de la teología bíblica reformada”. Él define esta disciplina así:
“La teología bíblica es la exposición de la verdad divina tal como se revela progresivamente en la historia de la redención.”
Observa esa palabra clave: progresivamente.
Esto significa que la revelación de Dios no vino toda de una vez, ni en forma de un sistema de proposiciones abstractas. Dios se reveló en la historia, en etapas, en pactos, en promesas, en tipos, en acontecimientos, en profecías, en personas.
Dios habló. Pero habló como un Padre que educa a su pueblo a lo largo del tiempo.
Desde Génesis hasta Apocalipsis, lo que tenemos no es simplemente un “libro sagrado” lleno de verdades, sino una historia revelada, que crece, que avanza, que se cumple.
Esta es una gran diferencia respecto a cómo muchas personas ven la Biblia:
Algunos la tratan como una enciclopedia doctrinal.
Otros como un manual de vida.
Algunos como una compilación de historias con moralejas.
Pero la Biblia no es esencialmente ninguna de esas cosas. Es la historia de la redención, una narración real, con un principio, un desarrollo y una culminación, cuyo centro es Jesucristo.
Por eso decimos que la teología bíblica no es simplemente “más bíblica” que la teología sistemática —como si la sistemática fuera “menos espiritual”—, sino que tiene una estructura distinta: sigue la revelación de Dios tal como Él la dio en la historia.

Comparación con otras disciplinas teológicas

Hermanos, para entender mejor lo que hace la teología bíblica, necesitamos compararla con otras ramas de la teología. Muchas veces se piensa que hay que elegir entre “hacer teología bíblica” o “hacer teología sistemática”, como si fueran caminos opuestos. Pero no es así.
Veamos cómo se relacionan y cuál es el aporte específico de cada una:

1. Teología Sistemática

La teología sistemática se pregunta:
¿Qué enseña toda la Biblia sobre el pecado? ¿Sobre Dios? ¿Sobre la justificación?
Organiza el contenido de la revelación por temas, de manera lógica y doctrinal. Es útil y necesaria, porque resume lo que creemos y lo organiza en confesiones, credos, catecismos.
Pero, ¿qué no hace la sistemática?
No se detiene a observar cómo esa doctrina fue revelada, cuándo, en qué contexto, y cómo fue desarrollándose en la historia redentora.
Por eso necesitamos la teología bíblica: para trazar el camino que Dios siguió para revelarse, no solo el resultado final.

2. Exégesis

La exégesis estudia un pasaje aislado, en su idioma original, su contexto histórico y literario. Nos ayuda a entender qué dice el texto, sus matices gramaticales, sus estructuras, sus formas.
Pero la exégesis, por sí sola, no nos da el panorama general. Podemos hacer buena exégesis de Génesis 3, o de Isaías 53, o de Hebreos 1, sin darnos cuenta de que esos textos están profundamente conectados por una misma historia redentora.
La teología bíblica hace ese puente: une los textos a través de la historia de la salvación.

3. Teología Histórica

Estudia cómo se han entendido las doctrinas a lo largo de la historia de la Iglesia. Desde los Padres, la Edad Media, la Reforma, hasta hoy. Es fundamental para no caer en herejías antiguas con ropaje nuevo.
Pero la teología histórica se enfoca en la historia de la interpretación, no en la historia interna de la revelación bíblica.
La teología bíblica, en cambio, estudia cómo Dios se ha dado a conocer progresivamente en las Escrituras, no cómo la Iglesia ha interpretado esa revelación después.

4. Teología Práctica o Pastoral

Esta busca aplicar la verdad bíblica a la vida de la Iglesia: la predicación, la consejería, la adoración, la educación cristiana.
Pero la teología práctica depende de una buena comprensión del mensaje bíblico. Si la lectura es moralista o fragmentada, entonces la práctica también lo será.
Por eso, una teología bíblica sólida, centrada en Cristo, es el mejor fundamento para la predicación fiel, la adoración verdadera y el discipulado bíblico.
Cada una de estas disciplinas tiene su lugar y su valor. No compiten entre sí, sino que se complementan. Pero en este curso, nuestro enfoque será leer la Biblia como una historia unificada, revelada por Dios en etapas, centrada en Cristo y orientada hacia la gloria escatológica. Esa es la tarea específica de la teología bíblica.

 Ilustración:

Imagina que la historia de la redención que Dios nos ha dado en la Escritura es como una gran película divinamente producida, con múltiples escenas, personajes, desarrollo de trama y un clímax glorioso en Cristo.
Cada rama de la teología cumple el rol de un equipo de análisis que observa esta película desde un ángulo distinto, pero todos están contemplando la misma historia.

1. Exégesis

La exégesis es como el experto en escenas individuales.
Se enfoca en un fotograma, una secuencia o una línea de diálogo. Analiza los gestos, las palabras, el ángulo de cámara, la iluminación. Su trabajo es esencial: ¿Qué exactamente se dice en esta escena y cómo?
Pero no siempre ve la película completa.

2. Teología Bíblica

La teología bíblica es el crítico que ve toda la película de principio a fin, en orden. Observa cómo se desarrolla la trama, cómo evoluciona el protagonista, cómo cada escena anticipa la siguiente, cómo los temas se repiten y maduran
Este crítico ve la película como una historia que progresa desde la creación, pasando por los pactos, los profetas, el exilio, la venida del Hijo, hasta la consumación final.
Este enfoque es el que enseñamos en este curso: ver la revelación progresiva de Dios como una historia orgánica centrada en Cristo, sin saltarnos etapas, sin desordenar la narrativa, sin descontextualizar personajes o símbolos.

3. Teología Sistemática

La sistemática es el analista que toma todos los temas de la película —amor, justicia, redención, traición, sacrificio— y los organiza en categorías.
“¿Qué dice toda la película sobre el perdón?”
“¿Qué aprendemos sobre el carácter del protagonista?”
Es un análisis temático y lógico. No sigue la historia, sino que clasifica su contenido. Es fundamental para confesar, enseñar y defender la fe.

4. Teología Histórica

La teología histórica es el crítico que estudia cómo han visto la película otros grandes espectadores en la historia: desde los primeros en verla (los Padres), hasta los reformadores, y más allá.
Estudia cómo ha sido interpretada la historia bíblica en diferentes contextos, qué errores cometieron algunos, qué aspectos resaltaron otros, y cómo se formaron las doctrinas sobre la base de esa lectura.

5. Teología Práctica o Pastoral

La teología práctica es el guía que ayuda al público actual a entender por qué esta película importa para su vida. Es el que pregunta:
“¿Cómo cambia tu manera de vivir el hecho de que Cristo sea el protagonista? ¿Qué significa para tu matrimonio, tu iglesia, tu trabajo?”
Esta rama lleva la historia de redención al corazón y a la vida.

Conclusión de la ilustración:

Hermanos, no podemos hacer teología bíblica como si fuéramos directores de cine alternativos que reordenan la historia a su gusto.
Tampoco podemos hacer teología sistemática sin haber visto toda la película, o hacer teología práctica sin entender primero quién es el protagonista.
Todas estas disciplinas son necesarias, pero en este curso vamos a enfocarnos en seguir la trama original escrita por Dios, leyendo la Biblia como historia revelada, orgánica, pactual, progresiva y cristocéntrica.
Hermanos, si cada una de estas disciplinas observa la gran película de la redención desde un ángulo distinto, entonces también es cierto que ninguna puede operar de forma autónoma. Cada una necesita de las otras para cumplir su propósito con fidelidad.
La exégesis, por ejemplo, necesita de la teología bíblica para saber dónde está ubicada la escena que estudia: ¿es antes del clímax? ¿es promesa o cumplimiento? ¿es sombra o realidad?
La teología bíblica necesita de la exégesis para no ser narrativa libre, sino fiel al texto.
La sistemática necesita de la bíblica para no construir doctrinas fuera del flujo redentor y para saber que la verdad no se cayó del cielo armada, sino que Dios la fue revelando a lo largo del tiempo.
La teología práctica necesita de todas las anteriores para no ser pragmática o moralista, sino verdaderamente pastoral, centrada en Cristo y en la historia redentora.
Y la teología histórica nos ayuda a no olvidar cómo la Iglesia ha leído esta historia y cómo se han defendido las verdades cuando fueron distorsionadas.
Por eso, aunque hoy nos centraremos en la teología bíblica, lo haremos en diálogo y en comunión con las otras disciplinas. Porque ver la película completa nos permite organizarla bien, aplicarla con fidelidad, enseñarla con claridad y vivirla con reverencia. Pues todas estas ramas, como un cuerpo vivo, se necesitan y se corrigen mutuamente.
Así que en este curso, aunque nos enfocaremos en la teología bíblica, no lo haremos como una isla. Lo haremos sabiendo que esta disciplina alimenta y se alimenta de las otras, y que todas encuentran su unidad en la persona gloriosa de Cristo y en el Reino que Él ha inaugurado y consumará.

III. El método de la teología bíblica: pactual, progresivo, escatológico y cristocéntrico

Ahora que hemos visto qué es la teología bíblica y cómo se relaciona con las demás disciplinas, vamos a observar cómo funciona su método. Es decir: ¿Cómo hacemos teología bíblica desde una perspectiva reformada y confesional?
A diferencia de otros enfoques que sistematizan temas o aplican métodos literarios sueltos, la teología bíblica reformada es profundamente histórica, orgánica, pactual y redentiva. No trabaja con ideas sueltas, sino con la revelación divina dada en la historia, por medio de pactos, y culminada en Cristo.
Vamos a considerar cuatro rasgos esenciales del método reformado de la teología bíblica:

1. Es orgánica, no artificial

Cuando decimos que es “orgánica”, nos referimos a que la revelación divina no fue dada como un sistema abstracto, como si Dios hubiera enviado un manual doctrinal desde el cielo, sino que se desarrolló en la historia, como una planta viva que crece.
Esta es una de las ideas centrales en Geerhardus Vos:
“La revelación es orgánica. La verdad no se vierte como agua en un recipiente, sino que crece como una semilla que se desarrolla a través del tiempo.”
Esto significa que no podemos tratar la Escritura como si todos los libros fueran iguales en propósito o revelación. Hay un movimiento, una progresión, una maduración de la verdad.
Por ejemplo:
El mensaje de Dios en Génesis 3:15 (la simiente que aplastará a la serpiente) no dice todo lo que dirá la Biblia sobre Cristo, pero ya anuncia su victoria.
En Isaías, esa promesa ya tiene forma: es un Siervo sufriente.
En el Nuevo Testamento, esa promesa se cumple: el Hijo de Dios ha venido, ha muerto, ha resucitado, y ha vencido.
La teología bíblica sigue ese crecimiento. No impone categorías externas. Deja que la revelación hable desde su raíz hasta su fruto.
Este principio orgánico también implica que cada etapa es necesaria. No podemos saltarnos la Ley para llegar a la gracia, ni despreciar el Antiguo Testamento pensando que ya no lo necesitamos. Cada pacto, cada promesa, cada figura, cada sombra fue dada por Dios para mostrarnos su redención en Cristo.

2. Es pactual y escatológica: avanza por medio de pactos hacia la consumación

La teología bíblica reformada entiende que la historia de la redención no es una secuencia arbitraria de eventos, sino una historia estructurada por pactos y dirigida hacia un fin escatológico. No es una historia que se repite cíclicamente, ni una cadena de episodios morales, sino un plan redentor con un principio, un desarrollo y una culminación.

A. El eje pactual

Desde una perspectiva confesional reformada (como la de la Confesión de Fe de Westminster), Dios ha administrado su relación con el hombre por medio de pactos. La revelación bíblica está tejida por la progresión de estos pactos:
Pacto de obras (Adán antes de la caída): la obediencia trae vida, la desobediencia, muerte.
Pacto de gracia (después de la caída): la promesa de redención en la simiente (Gn 3:15), desarrollada en:
El pacto con Noé (preservación de la creación),
El pacto con Abraham (promesa de descendencia, tierra y bendición),
El pacto con Moisés (ley, sacrificios, mediación),
El pacto con David (promesa del Rey eterno),
El Nuevo Pacto en Cristo, que es el cumplimiento de todas las promesas anteriores (Jer. 31; Lc. 22:20; Heb. 8–10).
La teología bíblica reformada no ignora esta estructura, sino que la toma como columna vertebral de la revelación. No leemos la Biblia como un libro de temas, sino como una historia pactual: cada etapa del pacto nos acerca más a Cristo.
Como dice Bavinck:
“Toda la historia bíblica se desarrolla dentro del marco del pacto, y toda doctrina encuentra su lugar en la economía del pacto.”

B. El fin escatológico

Además de estar estructurada por pactos, la revelación bíblica avanza hacia una meta, un telos: la consumación del Reino de Dios.
Geerhardus Vos fue pionero en mostrar que la escatología no es solo el final de la historia bíblica, sino su principio y motor desde el principio. Dios creó a Adán para llevarlo a la gloria, no para dejarlo en el Edén. Desde el principio, el plan era glorificar al hombre en comunión plena con Dios.
Cristo, como el segundo Adán, logra esa gloria por nosotros, y en su resurrección inaugura los últimos días. Por eso, la historia de la Biblia se mueve hacia el Reino glorioso, hacia el templo eterno, hacia la nueva creación.
Como dirá Vos:
“La escatología no se introduce en el NT como algo extraño, sino que brota como la flor desde la raíz del AT.”
Este doble eje —pactual y escatológico— es el mapa que usaremos en este curso. Cada pacto será una etapa del camino hacia la gloria, y cada texto será una estación que anuncia la llegada del Rey.

3. Es cristocéntrica: toda la Escritura apunta, anuncia y se cumple en Cristo

Hasta ahora hemos visto que la teología bíblica reformada sigue una revelación orgánica, que se desarrolla a través de pactos y se dirige hacia la consumación escatológica. Pero todo esto tendría poco valor si no entendemos que Cristo es el centro de esta historia.
La teología bíblica reformada no es cristocéntrica como adorno o énfasis final, sino desde el principio.

A. Cristo es la clave hermenéutica

Esto lo vimos en nuestra lectura inicial de Lucas 24:25–27. Jesús no les dijo a los discípulos de Emaús: “Lean la Biblia y después hablen conmigo”. Tampoco dijo: “Aquí tienen una nueva revelación”. Lo que hizo fue tomar las Escrituras que ellos ya conocían —la Ley, los Profetas, los Salmos— y mostrarles que todo eso hablaba de Él.
“Les declaraba en todas las Escrituras lo que de Él decían.”
Esto significa que Cristo no es un tema entre muchos, ni una figura que aparece al final, sino el centro interpretativo de toda la Escritura. Todo lo que Dios ha revelado en la historia tiene su sentido más profundo y su plenitud en Cristo.

B. Cristo como cumplimiento, no solo aplicación

Hay un error común —incluso en círculos bien intencionados— que es usar a Cristo como “aplicación” de un texto, como si lo espiritualizáramos al final para que “suene cristiano”.
Pero la teología bíblica reformada no hace eso. No ponemos a Cristo al final como una reflexión devocional. Lo buscamos como la intención del texto, como el cumplimiento de la historia, como el Hijo eterno prometido y enviado, como el objeto mismo de la fe de los santos del Antiguo Testamento.
Como dice Clowney en El misterio revelado:
“Cristo no aparece en la historia bíblica como una figura posterior, sino como el contenido sustancial de la promesa.”
Por eso los pactos no son simplemente formas de relacionarse con Dios, sino caminos hacia Cristo. Los tipos (como Moisés, David, el cordero pascual, el templo, el éxodo) no son ilustraciones simpáticas, sino sombras que encuentran su realidad en Él (Heb. 10:1).

C. ¿Cómo lo aplicamos en este curso?

Durante estas semanas vamos a leer cada texto y cada etapa de la historia redentora buscando a Cristo no de manera forzada, sino fiel al propósito divino. Nuestra tarea no será hacer una “teología de temas bonitos”, sino seguir el trazo que el Espíritu Santo ha dejado en la historia, para mostrar cómo Dios ha glorificado a su Hijo desde el principio hasta el fin.
Y esto tiene implicaciones enormes para el ministerio:
Predicaremos con poder porque Cristo es el mensaje.
Aconsejaremos con esperanza porque Cristo es el cumplimiento.
Adoraremos con asombro porque Cristo es el Cordero y el Rey.
Con esto cerramos este bloque sobre el método reformado de la teología bíblica:
Es orgánica, porque sigue el crecimiento histórico de la revelación.
Es pactual y escatológica, porque avanza por medio de pactos hacia la gloria final.
Es cristocéntrica, porque todo encuentra su plenitud en Cristo.
Pero si queremos aplicar este método de manera fiel, hay una pregunta que no podemos ignorar:
¿Dónde se manifiesta esa progresión redentora que afirmamos? ¿Cómo fue revelada esa historia orgánica y pactual?
La respuesta es crucial: en el canon de la Escritura.
La progresión no es solo conceptual, sino estructural. No está flotando como ideas abstractas, sino encarnada en la disposición providencial de los libros inspirados. Por eso, el siguiente paso en nuestro curso no es cambiar de tema, sino descubrir la forma misma que Dios usó para comunicar su historia redentora.

IV. El canon como estructura teológica de la revelación

Una pregunta que muchos creyentes rara vez se hacen al leer la Biblia es esta:
¿Por qué los libros están organizados en el orden en que están?
¿Es una decisión editorial? ¿Un accidente histórico? ¿O es parte del mensaje mismo?
La teología reformada responde con claridad: sí tiene importancia.
El canon no es una colección de libros sueltos, ni una enciclopedia doctrinal.
Tampoco es una antología piadosa agrupada por temas.
El canon no es una colección de libros sueltos. No es una enciclopedia doctrinal, ni una antología piadosa agrupada por temas. El canon bíblico es una arquitectura teológica, diseñada por Dios, donde la posición, secuencia y agrupación de cada libro contribuyen al propósito revelacional del pacto de gracia.
Como afirma Miles Van Pelt:
“La Biblia es como un rompecabezas en el que cada pieza tiene su forma e imagen única, pero su significado pleno solo se revela al encajar en el todo.”
Así, el método reformado de lectura —orgánico, pactual, escatológico y cristocéntrico— no se sostiene sin una lectura canónica coherente. La historia redentora no solo está en el contenido de los libros inspirados, sino también en su forma, en su secuencia, en su disposición como narrativa pactal guiada por el Espíritu de Dios.
Esto significa que la ubicación de un libro afecta su interpretación.
Rut después de Jueces nos habla de redención en tiempos oscuros.
Rut después de Proverbios nos la presenta como la mujer virtuosa encarnada.
La forma canónica forma la lectura. La estructura enseña
Y no estamos especulando. Jesús mismo enseñó a leer la Escritura desde su estructura canónica. En Lucas 24:44 dice:
“Era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.”
Esa frase no es poética. Es una referencia explícita a las tres secciones del canon hebreo:
La Ley (Torá)
Los Profetas (Nevi’im)
Los Escritos (Ketuvim)
Este orden canónico y teológico era conocido y reconocido en tiempos de Jesús. Y es vital para entender cómo Dios ha revelado su pacto de gracia en etapas, progresivamente, con centro en Cristo y meta en la gloria.
En este bloque vamos a estudiar esa arquitectura divina, no solo para entender la historia bíblica, sino para aprender a leer toda la Escritura como una historia pactual, progresiva, cristocéntrica y escatológica, exactamente como la teología bíblica reformada nos enseña.

A. ¿Qué significa “canon”?

La palabra canon proviene del griego kanōn, que significa regla, vara de medir o estándar. En el contexto bíblico, se refiere al conjunto de libros que han sido reconocidos como inspirados por Dios y normativos para su pueblo. Pero no solo importa qué libros están dentro del canon, sino cómo están organizados y qué historia narran juntos.

A. El canon no es solo contenido, es forma

Desde una perspectiva reformada, afirmamos que:
Dios inspiró los textos (2 Tim. 3:16),
El Espíritu Santo guió a su pueblo para reconocerlos (cf. Juan 10:27; WCF 1.5)
Y la organización final de esos libros no es accidental, sino providencial y teológicamente significativa.
Como diría Geerhardus Vos:
“La revelación no vino como una descarga instantánea de verdades, sino como una corriente viva que creció en el tiempo, desde promesa hasta cumplimiento.”
La forma del canon refleja esa corriente:
Progresiva: se mueve desde la promesa en el Edén hasta la gloria del Cordero.
Orgánica: crece y se desarrolla como una planta viva.
Pactual: estructurada por los pactos divinos.
Escatológica: con un destino glorioso que culmina en la nueva creación.

B. Canon: no solo lo inspirado, sino lo dispuesto por Dios

No solo hablamos de inspiración verbal, sino de organización revelacional. Dios no solo habló; ordenó su Palabra para que sea comprendida como una historia.
Así como el templo tenía planos dados por Dios (Éxodo 25:9), y como los sacrificios debían hacerse conforme al modelo revelado (Lev. 1:1ss), así también la disposición de los libros sagrados sigue un patrón teológico revelado
Michael Morales afirma:
“El canon es como una montaña, y su estructura no es arbitraria. El lector está siendo guiado a subir hacia la presencia de Dios.”

C. Un canon pactual: no solo qué se dice, sino cómo se revela

Cuando hablamos del canon, entonces, hablamos de una estructura pactual. No estamos ante una biblioteca estática, sino ante un testamento divino, donde los libros:
Están conectados por pactos progresivos (Abrahámico, Mosaico, Davídico, Nuevo),
Avanzan hacia el cumplimiento escatológico en Cristo, y
Están ordenados teológicamente para formar al pueblo de Dios en su adoración, su esperanza, su sabiduría y su misión.
Así que, cuando hablemos de canon en este curso, no solo nos referiremos a la lista de libros inspirados, sino a la manera en que esos libros han sido agrupados, ordenados y entregados por Dios, para revelar su plan de redención como una historia unificada y gloriosa.

B. La estructura canónica en tiempos de Jesús

Cuando Jesús habla de la Escritura, no la presenta como un conjunto amorfo o desorganizado de textos sagrados. Él se refiere a ella como una unidad organizada, reconocida por el pueblo de Dios y con una forma específica: Ley, Profetas y Salmos.
“Era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.”
Lucas 24:44
Este versículo es clave para nuestra teología bíblica, porque Jesús no está citando simplemente algunas categorías literarias. Está afirmando la estructura canónica tripartita del Antiguo Testamento hebreo que estaba en uso en su tiempo y que fue posteriormente consolidada en la tradición rabínica como:
Torá (Ley) – Génesis a Deuteronomio
Nevi’im (Profetas) – Josué a Reyes, más Isaías, Jeremías, Ezequiel y los Doce
Ketuvim (Escritos) – Salmos, Job, Proverbios, Rut, Cantares, Eclesiastés, Lamentaciones, Ester, Daniel, Esdras-Nehemías y Crónicas
Esta división no es solo funcional; es teológica. Cada sección refleja un momento del desarrollo del pacto y una etapa en la revelación del Reino de Dios.

A. Una evidencia bíblica: Abel a Zacarías

Otra evidencia de que Jesús leía el AT en este orden está en Mateo 23:35:
“Para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel… hasta la sangre de Zacarías…”
Este juicio no se basa en un orden cronológico (porque Zacarías no fue el último mártir), sino canónico.
Abel muere en Génesis (primer libro del canon hebreo),
Zacarías muere en 2 Crónicas 24 (último libro del canon hebreo).
Con esto, Jesús da testimonio del canon reconocido por la comunidad judía y validado por el mismo Hijo de Dios, desde el primer mártir del pacto hasta el último.

B. El canon hebreo como narrativa del pacto

Leído así, el AT no comienza solo con la creación, ni termina con una profecía cualquiera, sino que:
Comienza con promesas de vida, comunión y descendencia (Génesis),
Y termina con un llamado a regresar a la tierra, al templo y al pacto (2 Crónicas 36:22–23).
Como afirma Van Pelt, este cierre de Crónicas no es un simple dato histórico, sino un clímax narrativo:
“Israel ha regresado… pero el Rey aún no ha llegado.”
Y así, el canon mismo crea expectativa, dirige la mirada hacia un cumplimiento aún pendiente, preparando teológicamente al lector para los Evangelios.

C. Aplicación a la teología bíblica

Esta estructura canónica nos enseña a:
Leer la Biblia como una historia progresiva que avanza desde promesa hasta cumplimiento,
No dividir artificialmente el AT y el NT, sino verlos como partes de una misma arquitectura pactual,
Y sobre todo, a reconocer que Cristo es el centro interpretativo de todo el canon, tal como Él mismo lo afirmó (Lc. 24:25–27, 44–45; Jn. 5:39).
Por tanto, la teología bíblica reformada no empieza en Génesis ni termina en Apocalipsis como si fueran compartimentos, sino que reconoce que cada libro fue providencialmente ubicado para formar parte de una sola casa: el templo de la revelación del Dios trino.
VEAMOS LA ESTRUCTURA DEL PACTO

a. La Torá (Ley): El Fundamento del Pacto

Cuando Jesús abre las Escrituras en Lucas 24, comienza desde Moisés. ¿Por qué?
Porque la Torá —los primeros cinco libros del canon hebreo: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio— no es simplemente el “comienzo” de la Biblia. Es el fundamento sobre el cual se edifica toda la estructura pactual de la revelación. La Torá establece las promesas, los patrones, los pactos, las tipologías y los símbolos que encontrarán su cumplimiento en Cristo.
Como enseña Michael Morales:
“El mensaje de la Torá no es solo histórico ni legal. Es el relato del Dios que abre un camino para habitar con su pueblo.”
Y como desarrolla Miles Van Pelt, la Torá es la sección del canon que da forma al pacto mismo, enseñando no solo cómo se origina la relación entre Dios y su pueblo, sino cómo Dios promete morar en medio de ellos mediante un mediador y un sacrificio aceptable.
Vamos a ver esto en tres dimensiones: narrativa, teológica y estructural.

Narrativamente: La historia del pacto

Cada libro de la Torá tiene una función clave en el desarrollo de la historia del pacto:
Génesis: Introduce la creación, la caída, y el pacto de gracia por medio de Adán, Noé y especialmente Abraham. La simiente prometida (Gn. 3:15) La promesa de tierra, descendencia y bendición (Gn. 12, 15, 17)
Éxodo: Narra la redención de Israel y la formación del pueblo por medio del pacto del Sinaí. La liberación del opresor como figura del éxodo escatológico. La construcción del tabernáculo como señal del deseo divino de habitar en medio de su pueblo
Levítico: Detalla los medios por los cuales un Dios santo puede morar con un pueblo pecador. Los sacrificios, el sacerdocio y las leyes de pureza son tipos de la mediación perfecta que se cumplirá en Cristo. El Día de la Expiación (Lv. 16) es el corazón teológico del libro y del Pentateuco entero
Números: Muestra la fidelidad de Dios en el desierto, a pesar de la rebelión de su pueblo. El pueblo fracasa, pero la promesa no fracasa. El nuevo éxodo sigue en pie
Deuteronomio: Es la renovación del pacto en la antesala de la tierra prometida. Reafirma la necesidad del corazón circuncidado (Dt. 10:16; 30:6) Apunta al profeta como Moisés (Dt. 18:15), una figura mesiánica que se cumplirá en Cristo (cf. Hch. 3:22–23)
En suma, la Torá es la base de todo el plan redentor, no solo en contenido, sino en forma: es historia, ley, tipología y promesa.

Teológicamente: El Dios del pacto que habita con su pueblo

El corazón teológico de la Torá es este:
“Y habitaré en medio de los hijos de Israel, y seré su Dios.” (Éx. 29:45; cf. Lv. 26:11–12)
Todo el movimiento de la Torá es hacia la presencia de Dios, y el libro de Levítico está en el centro de esa progresión. Como observa Morales, la estructura del Pentateuco es quiásmica, y Levítico ocupa el vértice central, con el Día de la Expiación como su punto más alto.
Este día revela cómo un pueblo pecador puede vivir con un Dios santo:
mediante la sangre,
por medio de un mediador,
en fidelidad al pacto de gracia.
La Torá no enseña un pacto de obras meramente nacional. Enseña la gracia de un Dios que hace provisión para su pueblo, señalando siempre hacia Cristo (Heb. 9–10).

Estructuralmente: Un modelo para el resto del canon

Así como la Torá establece los fundamentos del pacto, también establece el patrón literario y teológico del canon completo:
La liberación y el éxodo aparecen en los Profetas como modelo del regreso del exilio (Isa. 40–55)
El tabernáculo anticipa el templo (1 Reyes 6–8), y luego el cuerpo de Cristo (Jn. 2:19; Heb. 9)
La mediación sacerdotal encuentra su cumplimiento en el sacerdocio eterno de Jesús (Heb. 4:14–5:10)
Todo lo que vendrá después está anclado aquí. Por eso, la teología bíblica reformada no puede omitir ni desvalorizar la Torá. Debe leerla como el prólogo revelacional del Mesías prometido.

b. Los Nevi’im (Profetas): La proclamación e interpretación del pacto

Después del fundamento legal y litúrgico establecido en la Torá, el canon hebreo nos lleva a la proclamación profética del pacto: su vivencia, su violación, sus consecuencias, y la esperanza de su renovación.

Introducción: ¿Quiénes son los Nevi’im?

La sección de los Nevi’im, o Profetas, está dividida en dos grandes grupos:
Profetas Anteriores: Josué - Jueces - Samuel (1 y 2) - Reyes (1 y 2)
Profetas Posteriores: Isaías - Jeremías - Ezequie - Los Doce (lo que solemos llamar “Profetas Menores”)
Este bloque ocupa casi la mitad del Antiguo Testamento hebreo. Y no es accidental que esté en el centro del canon. Es el corazón palpitante del pacto: donde la historia del pueblo es narrada y donde la voz de Dios confronta, interpreta y promete.
Como bien afirma Rolf Rendtorff (citado por Van Pelt):
“La palabra profética se convierte en el comentario autorizado sobre la historia pactual de Israel.”

Los Profetas Anteriores – La historia del pacto en acción

Esta sección, aunque narrativa, no es historia secular. Es historia teológica, narrada desde la perspectiva del pacto. Su función es documentar la fidelidad de Dios y la infidelidad de su pueblo.
Josué: relata la conquista de la tierra prometida, como cumplimiento parcial de las promesas abrahámicas (Gn. 15; Dt. 1:8). Dios cumple: “Ninguna palabra falló de todas las promesas” (Jos. 21:45).
Jueces: muestra la fragilidad del pacto cuando el pueblo olvida a Yahvé. El ciclo de apostasía-represión-arrepentimiento-rescate revela la necesidad de un rey justo.
Samuel y Reyes: narran el establecimiento del reino davídico, el auge y caída de la monarquía, y la trágica conclusión en el exilio.
Aquí se desarrolla la promesa mesiánica del trono eterno de David (2 Sam. 7), que será central en los profetas posteriores.
Teológicamente, estos libros demuestran que el problema no es el pacto, sino el corazón del pueblo. La tierra fue dada, el templo fue construido, pero el corazón del pueblo seguía lejos de Dios. Por eso la historia termina con juicio.
“Ellos abandonaron al Señor, el Dios de sus padres, y siguieron a otros dioses…” (2 Reyes 17:7)

B. Los Profetas Posteriores – La interpretación del juicio y la promesa de restauración

Aquí entra en escena la voz directa de Dios por medio de sus siervos los profetas. Esta no es profecía de adivinación, sino proclamación del pacto roto y del pacto renovado.
Isaías, Jeremías y Ezequiel: Llaman al arrepentimiento. Explican la deportación como juicio justo. Anuncian la esperanza del nuevo pacto, un nuevo corazón y un nuevo templo.
Los Doce (Oseas a Malaquías): Reiteran las mismas advertencias. Insisten en la fidelidad del Señor. Terminan con un llamado al retorno y a la esperanza en un mensajero del pacto que vendrá (Mal. 3:1).

Función profética: fiscales del pacto

Siguiendo a Van Pelt y la tradición reformada, los profetas son los fiscales del pacto. Usan la ley (la Torá) como base y presentan cargos:
El pueblo ha sido infiel.
La tierra ha sido contaminada.
El templo ha sido profanado.
Pero Dios no ha quebrantado su promesa.
Jeremías 31:31
“He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel…”
Los profetas, por tanto, no solo confrontan. También consuelan. Preparan al pueblo para recibir al Mesías.

Teología bíblica del pacto en los Nevi’im

Desde una perspectiva de teología bíblica, los Nevi’im:
Narran cómo se vive (y se viola) el pacto,
Interpretan la historia a la luz de la fidelidad de Dios,
Anuncian un nuevo éxodo, un nuevo templo, un nuevo pastor, un nuevo pacto.
Este es el momento del canon donde el drama del Reino llega a su clímax de tensión: el pueblo es exiliado, pero el Reino no será destruido, porque vendrá un siervo fiel, un Rey justo, una ciudad redimida.

c. Los Ketuvim (Escritos): La vida bajo el pacto

Si la Torá funda el pacto y los Nevi’im proclaman su fidelidad y fracaso, los Ketuvim muestran cómo el pueblo de Dios vive bajo ese pacto: en adoración, en sabiduría, en sufrimiento, en expectativa. Son la voz del remanente —el pueblo fiel— que adora, espera, lucha, cae, se levanta, y medita en la ley de Yahvé, aunque muchas veces no ve aún su cumplimiento.

¿Qué libros componen los Ketuvim?

Esta sección es diversa, tanto en géneros como en estilos. Incluye:
Poesía y adoración: Salmos, Cantares, Lamentaciones
Sabiduría y reflexión: Proverbios, Eclesiastés, Job
Narrativa redentora: Rut, Ester, Daniel
Historia litúrgica y escatológica: Esdras-Nehemías, Crónicas
Aunque muy variados, todos estos libros tienen algo en común: forman al pueblo para vivir fielmente bajo el pacto, en medio del ya y del todavía no.
Como dice Miles Van Pelt:
“Los Escritos enseñan cómo pensar y cómo vivir a la luz del pacto al que pertenecemos.”

Dos subsecciones en los Ketuvim

Siguiendo a Van Pelt y Morales, podemos distinguir dos bloques pedagógicos dentro de los Escritos:

1. Vida en la tierra prometida

Salmos: el libro más citado del AT en el NT. Expresa toda la gama de emociones del pueblo del pacto. Es la teología del corazón que canta a Dios, con el rey, el templo, el sufrimiento y la gloria como temas centrales.
Proverbios: sabiduría para vivir con temor del Señor. Es instrucción pactual en forma de máximas vivenciales.
Rut: una historia de redención personal que conecta la fidelidad diaria con la línea davídica mesiánica.
Cantares: amor redentor entre un esposo y una esposa, figura del amor entre Yahvé e Israel (y de Cristo y su Iglesia).
Eclesiastés: sabiduría en un mundo caído, un llamado a temer a Dios en medio del sinsentido aparente de la vida “bajo el sol.”
En este bloque, vemos que la vida del pacto no se limita al templo ni a la monarquía: se extiende al hogar, al trabajo, al sufrimiento, al gozo.

2. Vida en el exilio y el retorno

Lamentaciones: clamor del exilio. Expresa la teología del dolor, pero también de la esperanza:
“Por la misericordia del Señor no hemos sido consumidos…” (Lam. 3:22)
Ester y Daniel: testimonio de fidelidad en tierra ajena. Vivir como pueblo del pacto bajo imperios hostiles, esperando la intervención de Dios.
Esdras-Nehemías: el retorno a la tierra, la restauración del templo, pero también la decepción de un regreso incompleto. El exilio ha terminado… pero la gloria no ha regresado como se esperaba (cf. Esd. 3:12–13).
Crónicas: una recapitulación teológica de toda la historia de Israel, centrada en: La genealogía davídica - La preparación y gloria del templo - La esperanza de una restauración escatológica
El final de 2 Crónicas no es un final: es una apertura hacia la esperanza:
“Suba quien quiera… y edifique la casa del Señor.” (2 Cr. 36:23)
Este versículo cierra el canon hebreo. Es la última palabra antes de los Evangelios. No es un punto final. Es un punto suspensivo redentor.

Función teológica de los Ketuvim en la historia del pacto

Desde la perspectiva de la teología bíblica:
Los Ketuvim son la respuesta del pueblo del pacto ante la voz profética.
Aquí se canta lo que se cree, se llora lo que se ha perdido, y se anhela lo que aún no ha llegado.
La adoración, la sabiduría y la fidelidad bajo presión son sus grandes temas.
Pero también consolidan la esperanza mesiánica:
El Hijo de David vendrá,
El templo será glorioso,
El nuevo éxodo aún está por cumplirse,
El pacto será renovado en plenitud.
A estas alturas del curso, ya podemos afirmar con claridad:
la Biblia no es solo lo que Dios ha dicho, sino cómo lo ha dicho.
La forma canónica revela el contenido teológico. El orden enseña. La secuencia predica. El canon hebreo, con su triple división —Torá, Profetas, Escritos— no es un arreglo editorial; es una arquitectura teológica.
Y como buena arquitectura, conduce hacia una meta.
Como enseñan tanto Vos como Van Pelt, el canon hebreo tiene una estructura pactual-escatológica: empieza en el Edén y termina en Jerusalén… pero no con la Jerusalén glorificada, sino con un retorno incompleto, una casa sin gloria, un pueblo aún disperso.
Es una casa esperando su habitante.

El movimiento del canon: del Edén a la expectación

Génesis abre con Adán en el Edén, llamado a habitar con Dios, pero expulsado.
Levítico enseña cómo volver a la presencia, por medio de un mediador y sangre.
Los Profetas narran cómo esa morada fue violada, y cómo la tierra fue perdida.
Los Escritos claman desde el exilio, y Crónicas termina con un llamado:
“Suba quien quiera, y edifique la casa del Señor” (2 Cr. 36:23)
Es una estructura dramática, intencionalmente abierta, que clama por resolución.

La forma del canon apunta a un cumplimiento

El canon hebreo no termina con una victoria. Termina con una invitación, con una esperanza abierta, con una tensión no resuelta. ¿Dónde está el Rey? ¿Dónde está la gloria? ¿Dónde está el nuevo templo?
Así, la función del canon no es solo preservativa, sino anticipatoria. Está diseñado para:
Mostrar que la historia del pacto aún no ha terminado,
Preparar al pueblo para recibir al Mesías,
Y formar una expectativa escatológica viva, no idealista ni cíclica, sino lineal y culminante.
G. K. Beale, en su teología bíblica del templo, resume esto de forma magistral:
“La historia bíblica avanza hacia un clímax: la plena presencia de Dios con su pueblo, en una nueva creación, donde el templo no es un edificio, sino el Cordero mismo.”

Conexión con el Nuevo Testamento

Aquí es donde la arquitectura del canon encuentra su verdadera gloria:
el último versículo de Crónicas “Suba… y edifique la casa del Señor” (2 Cr. 36:23) nos invita a subir y reconstruir el templo.
Y el primer versículo del Nuevo Testamento (Mateo 1:1) responde:
“Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham…”
El Hijo de David ha llegado.
El templo viviente camina entre su pueblo.
La gloria ha regresado.
La historia continúa.
La esperanza abierta de Crónicas se encuentra con el cumplimiento encarnado en Jesús.
Y así, el Nuevo Testamento se convierte en la respuesta pactal de Dios a la tensión canónica del Antiguo Testamento.
Veamos cómo el Nuevo Testamento refleja, reconfigura y consuma la misma triple estructura del Antiguo Testamento:

A. Los Evangelios – La nueva Torá: Fundación del Nuevo Pacto

Los cuatro Evangelios (Mateo, Marcos, Lucas, Juan) presentan a Cristo como:
El nuevo Moisés (Mt. 5–7), que da una nueva ley desde el monte
El nuevo Adán (Lc. 3), que enfrenta y vence la tentación
El nuevo templo (Jn. 2:19), que ofrece el sacrificio perfecto
El Hijo de Abraham y David (Mt. 1:1), que hereda la promesa y el reino
El Mediador del nuevo pacto (Lc. 22:20; Heb. 8:6), que ofrece su sangre por muchos
En cada Evangelio, la estructura pactual es evidente:
la vida, muerte y resurrección de Jesús están marcadas por cumplimientos, tipologías, citaciones de la Torá, y una presentación explícita de Jesús como el cumplimiento total de la promesa canónica.

B. Hechos – La nueva historia profética del pueblo del pacto

El libro de Hechos no es simplemente una crónica eclesial. Es el equivalente de los Profetas anteriores, narrando la historia del nuevo pueblo del pacto bajo la obra del Espíritu Santo.
El Pentecostés es el nuevo Sinaí
Los apóstoles son nuevos Moiséses que proclaman al Mesías con autoridad
La Iglesia es el nuevo Israel, que lleva el testimonio desde Jerusalén hasta lo último de la tierra (Hch. 1:8)
Pedro, Esteban y Pablo, como portavoces del pacto, interpretan la historia a la luz de Cristo, igual que los profetas del AT, pero ahora desde el cumplimiento.

C. Las Epístolas – La nueva sabiduría del pueblo del pacto

Desde Romanos hasta Judas, las epístolas ocupan un lugar equivalente a los Escritos (Ketuvim) en el canon hebreo. Forman al nuevo pueblo de Dios en:
Doctrina (los indicativos: lo que Dios ha hecho en Cristo)
Ética (los imperativos: cómo vivir en la nueva comunidad del pacto)
Adoración, discipulado, sufrimiento, escatología
Pablo, Pedro, Juan, Santiago, Judas… cada uno reflexiona sobre la vida bajo el pacto, no en el exilio físico, sino en el exilio espiritual del siglo presente (1 Pe. 2:11).
Así como Job, Ester o Eclesiastés enseñan a vivir bajo tensión,
las epístolas enseñan a esperar el Reino, mientras caminamos como peregrinos.

D. Apocalipsis – El epílogo escatológico del pacto

Apocalipsis no es un añadido. Es el Apéndice pactual, el clímax de la historia, la respuesta definitiva al Día de la Expiación, al exilio, a la promesa, al templo, al Rey.
El Cordero inmolado vive y reina (Ap. 5)
El templo de Dios desciende del cielo (Ap. 21:2)
La promesa de Levítico 26:12 se cumple eternamente:
“Y oí una gran voz… He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos.” (Ap. 21:3)
Génesis Apocalipsis
Cielos y tierra Cielos nuevos y tierra nueva
Adán y Eva en el jardín El Cordero y la novia en la ciudad
Entrada del pecado Fin del pecado y de la muerte
Serpiente Derrota final de Satanás
Árbol de la vida perdido Árbol de la vida restaurado
Dios caminaba con ellos Dios mora entre ellos por siempre

Conclusión

La Biblia no es una colección de textos sagrados. Es una historia teológica, una estructura revelacional, una morada narrativa del pacto, cuya arquitectura —Torá, Profetas, Escritos— es consumada por el cumplimiento en Cristo: Evangelios, Hechos, Epístolas, Apocalipsis.
Como dice Van Pelt:
“La Escritura no es un sistema abstracto, sino un templo narrativo donde la gloria de Dios habita en medio de su pueblo.”
En este curso de teología bíblica, leeremos ese templo.
Caminaremos desde el altar de Génesis hasta la gloria de Apocalipsis.
Y veremos que toda piedra, todo profeta, toda sombra, toda lágrima encuentra su sentido en Jesucristo, nuestro Rey, Cordero y Señor del pacto.
Queridos hermanos y estudiantes en Cristo,
Al cerrar esta primera gran sección de nuestro curso de Teología Bíblica, no concluimos simplemente una unidad de estudio; hemos ascendido juntos los peldaños de una montaña sagrada. Y desde esta altura, podemos ver con más claridad la majestuosidad del paisaje: una Escritura que no es una colección de textos piadosos, sino una historia viva, una arquitectura revelacional, una morada narrativa donde el Dios del pacto camina con su pueblo y lo conduce hacia la gloria en Cristo.
No hemos recorrido este camino para acumular datos, ni para dominar técnicas exegéticas. Lo hemos hecho porque creemos que la Palabra de Dios, inspirada y providencialmente ordenada, es el lugar donde Dios se deja encontrar. Porque creemos que la historia redentora no es un tema, es nuestra identidad, y que el canon no es una tabla de contenido, sino un templo donde Cristo mismo es la puerta, la piedra angular y la gloria que llena toda la casa.

¿Qué hemos aprendido?

Que la revelación es orgánica, como una semilla que brota en Edén y florece en la Nueva Jerusalén.
Que la historia avanza por medio de pactos, cada uno sumando su voz a la sinfonía de la gracia que culmina en Cristo.
Que la esperanza es escatológica: no escapista, sino activa, no individualista, sino cósmica, no vaga, sino anclada en el Cordero.
Que Cristo no es un adorno devocional, sino el alma de toda la Escritura: la sustancia de la promesa, el cumplimiento de la tipología, el Rey del Reino.
Y que el canon bíblico es un diseño teológico divino: cada sección —la Torá, los Profetas, los Escritos— forma, moldea y llama al pueblo del pacto a vivir con fidelidad, adoración y esperanza, hasta que Él venga.

¿Qué haremos con esto?

La meta no es el conocimiento. La meta es habitar la historia. Porque no fuimos llamados a conocer el pacto desde afuera, sino a vivirlo desde dentro.
Ya no somos meros lectores: somos personajes dentro del drama redentor.
No somos aplicadores de temas: somos proclamadores de una historia viva
No somos consumidores de devocionales: somos sacerdotes que habitan el templo narrativo de la Palabra.

Implicaciones para el ministerio

Enseña desde el canon: que cada sermón conecte el texto con la historia, el pacto y la consumación. No enseñes fragmentos; proclama el Reino.
Discipula desde la narrativa redentora: forma creyentes que vean su vida como parte del plan de Dios, no como un esfuerzo solitario por portarse bien.
Aconseja desde la esperanza escatológica: no repitas consejos terapéuticos vacíos; anuncia el Reino inquebrantable que ya ha amanecido.
Adora desde la consumación: canta como quien ya ve al Cordero en el trono. Organiza tu liturgia no solo con orden, sino con conciencia de que entras al lugar santísimo.

El canon nos forma como iglesia escatológica

El canon comienza con un Edén perdido y termina con una ciudad gloriosa. Entre ambos extremos, caminamos como peregrinos, pastoreados por Cristo, nutridos por la Palabra, y llamados a edificar sobre el fundamento eterno del pacto.
Y ese llamado es urgente. Porque una iglesia sin teología bíblica es una iglesia sin rumbo, y un predicador que ignora la historia redentora está condenado a repetir moralismo sin poder. Pero una iglesia formada por el canon, nutrida por la progresión pactual y centrada en Cristo, es una iglesia viva, reverente y gloriosa, lista para habitar la historia hasta el día de la consumación.

Desafío final

Querido hermano, querida hermana:
¿Estás habitando la Escritura como un templo? ¿Estás leyendo como quien sube al monte de Dios? ¿Estás predicando como quien ha visto al Cordero en la gloria?
Este curso no es un pasaje académico: es una invitación divina:
Una invitación a entrar con reverencia.
A leer con expectativa.
A predicar con fuego.
A sufrir con esperanza.
A cantar con los redimidos.
Y a vivir, en este siglo presente, como quienes ya han probado las primicias del Reino eterno.
Porque toda la Escritura —canónicamente dispuesta, escatológicamente orientada, cristocéntricamente revelada— nos llama a habitar el Reino del Hijo amado.
Y ahora, hermanos, subamos… y edifiquemos la casa del Señor.
Porque el Cordero vive, el Reino avanza, y la gloria espera.
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