Imagine que está a punto de salir a su primera cita. Se prepara, se viste, se peina y cuando llega al lugar se da cuenta de que olvidó su billetera en casa. Así es como nos sentimos a veces cuando enfrentamos la vida sin estar preparados en la fe; efectivamente, estamos fritos. Pero, al igual que en la cita, siempre podemos volver a casa, buscar lo que faltaba y regresar listos para el encuentro. Dios siempre está disponible para darnos lo que necesitamos para no estar fritos.