Dejando Atrás lo Viejo: Una Llamada a la Acción
Sólo tienes una cierta cantidad de energía emocional. En una conversación donde estás tratando de resolver un conflicto, puedes usar esa energía para arreglar la culpa o puedes usar esa energía para solucionar el problema. No tienes suficiente energía para hacer ambas cosas, así que lo que deberías preguntarte es ¿qué es más importante, culpar a la otra persona o resolver el conflicto? La respuesta correcta será siempre solucionar el problema, no la culpa. Todas las parejas casadas necesitan algunas reglas al momento de tratar de buscar una solución al problema, junto con ciertas palabras que ambos estén de acuerdo en no utilizar. Hay algunas cosas que nunca, nunca, se deben decir en un matrimonio, ya que estas se convierten en armas de destrucción masivas. Algunas de estas armas son: la amenaza de divorcio, amenazar con irse, traer a los padres de alguien, etc. Tienen que estar de acuerdo en que, no importa lo molesto que esté el uno con el otro, esas palabras están fuera de los límites, porque destruyen la relación y terminan con la confianza. Mencionar estas palabras es como poner un revólver en la mesa y esperar a que alguno lo tome. La Biblia es muy específica sobre lo que está fuera de los límites. La razón por la que necesitamos enfocarnos en solucionar el problema y no la culpa, es porque culpar es una forma de juzgar, y solo Dios tiene el derecho de hacerlo. Tú no eres el juez, no conoces la motivación de los demás y, de hecho, no conoces tu propia motivación la mayor parte del tiempo. Solo Dios la conoce, así que abandona todo deseo de tener la razón y culpar al otro, y permite que Él sea el juez.