Comprendiendo la mente de Dios – Parte 1: De Lida a Cesarea Hechos 10:1-33
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Introducción
Introducción
Desde el capítulo 9, el libro de los Hechos viene gritando una sola palabra: cambio.
Dios cambió a un perseguidor como Saulo en apóstol; cambió el temor de Ananías en obediencia; cambió la parálisis de Eneas en movimiento… y cambió la muerte de Dorcas en vida.
Pero más allá de lo visible, Dios estaba trabajando en lo más profundo: la mente de Pedro.
En Lida, Pedro aprendió que el poder no viene de él, sino del nombre de Jesús.
En Jope, entendió que Dios puede levantar lo que todos ya dan por muerto.
Y ahora en Cesarea, va a aprender lo más difícil: que Dios también quiere salvar a los que Pedro no esperaba.
Cada ciudad es un paso.
Cada paso es una lección.
Y cada lección es parte de un cambio que Dios no solo quiere hacer en el mundo…
sino en nosotros.
Hoy entramos a una nueva etapa en este camino:
Comprendiendo la mente de Dios.
Desarrollo
Desarrollo
En la ciudad costera de Cesarea, una de las capitales administrativas del Imperio romano en Palestina, vivía un hombre llamado Cornelio (v.1).
Era centurión, es decir, un oficial que comandaba aproximadamente a 100 soldados. Los centuriones eran elegidos por méritos, no por linaje.
Debían ser hombres equilibrados, sabios, valientes y fieles a Roma.
Interesantemente, cada vez que un centurión aparece en las Escrituras, lo hace como un personaje digno de admiración.
Por ejemplo, el centurión que pidió ayuda a Jesús por su siervo fue elogiado por su fe: “Ni aun en Israel he hallado tanta fe” (Lucas 7:1–9). Y en la crucifixión, fue un centurión quien exclamó: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Marcos 15:39). Esto nos lleva a notar algo sorprendente: hombres endurecidos por la guerra estaban, sin embargo, abiertos a la verdad espiritual cuando se encontraban con Jesús.
Cornelio era piadoso, temeroso de Dios, y educaba a su familia bajo ese temor. Daba limosnas con generosidad y oraba constantemente a Dios (v.2).
Aunque era gentil, tenía un respeto profundo por el Dios de Israel. Probablemente, era lo que los judíos llamaban un “prosélito de la puerta”, es decir, alguien que adoraba a Dios, respetaba muchas de las leyes judías, pero no había sido circuncidado ni se había convertido formalmente al judaísmo (ver Hechos 13:43; 17:4,17).
A pesar de no ser salvo aún, Dios miraba con agrado su corazón buscador.
Una tarde, como a la hora novena —la hora judía de la oración— Cornelio recibió una visión clara y sobrenatural: un ángel del Señor se le apareció y le dijo que sus oraciones y limosnas habían subido como memorial delante de Dios (vv.3–4).
Este detalle muestra algo importante: Dios escucha y responde a quienes lo buscan sinceramente, aun cuando todavía no lo conocen plenamente (Jeremías 29:13; Hebreos 11:6).
El ángel no predicó el evangelio, sino que le ordenó buscar a un hombre específico: Simón, llamado Pedro, que estaba hospedado en casa de un curtidor llamado Simón, junto al mar (vv.5–6).
Esta escena nos enseña un principio esencial: Dios escoge que el evangelio lo anuncien personas a otras personas, no ángeles. Así lo declara Pablo: “Plació a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación” (1 Corintios 1:21).
No se trata de sueños, señales o estrellas. Se trata de un mensaje claro, anunciado por labios humanos. Por eso, la evangelización no es opcional: es el canal de salvación para el mundo (Romanos 10:14–15).
Cornelio, obedeciendo al instante, eligió a dos de sus siervos más fieles y a un soldado piadoso de su confianza, y los envió a Jope (vv.7–8).
Mientras ellos viajaban, Dios también estaba trabajando con Pedro. A eso del mediodía, Pedro subió a la azotea a orar, y mientras esperaba la comida, cayó en un éxtasis espiritual (vv.9–10).
En visión, vio descender del cielo un lienzo grande, lleno de animales que la ley mosaica consideraba impuros (v.11–12). Una voz le dijo: “Levántate, Pedro, mata y come” (v.13).
Pedro, con su conciencia judía profundamente formada, respondió: “Señor, no. Jamás he comido cosa común o inmunda” (v.14).
Entonces, la voz replicó con fuerza: “Lo que Dios limpió, no lo llames tú común” (v.15). Este diálogo se repitió tres veces, dejando a Pedro profundamente desconcertado (v.16).
La visión no se trataba simplemente de comida: era una enseñanza profunda sobre personas. Dios le estaba mostrando que su gracia estaba alcanzando a los gentiles, y que debía dejar de verlos como “impuros”.
En ese momento, los hombres enviados por Cornelio llegaron a la casa donde Pedro se hospedaba (v.17).
Mientras Pedro seguía reflexionando, el Espíritu Santo le habló directamente: “He aquí, tres hombres te buscan. Levántate, desciende y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado” (vv.19–20).
Qué increíble misericordia: Dios no solo da visiones, sino que confirma su voluntad por medio de su Espíritu para que sus siervos no se desvíen.
Pedro bajó, se presentó a los hombres y escuchó su relato. Le contaron que Cornelio era justo, temeroso de Dios, y que había sido instruido por un ángel para buscarlo (vv.21–22).
Pedro los hospedó —rompiendo ya una barrera cultural— y al día siguiente partió con ellos, acompañado de algunos hermanos judíos (v.23).
Cuando llegaron a Cesarea, Cornelio los esperaba… pero no estaba solo. Había reunido a sus parientes y amigos íntimos (v.24).
El evangelio, para él, no era una experiencia privada, sino una esperanza pública. Al ver a Pedro, Cornelio se postró ante él, quizá como muestra de reverencia, pero Pedro lo levantó rápidamente diciendo: “Levántate, pues yo mismo también soy hombre” (vv.25–26).
¡Qué hermosa imagen de humildad y claridad espiritual! El verdadero liderazgo nunca acepta adoración ni protagonismo, sino que recuerda que sólo Dios es digno de gloria (Apocalipsis 19:10).
Pedro entonces entró, vio a todos reunidos y comenzó a hablar.
Les explicó que, como judío, la ley y la tradición le impedían juntarse con gentiles, pero que Dios le había mostrado que no debía llamar impuro a ningún hombre (vv.27–28).
Y por eso, sin protestar, había venido (v.29).
Cornelio, por su parte, relató toda su visión en detalle. La aparición del ángel, la hora exacta, la orden clara de buscar a Pedro (vv.30–32).
Pero lo más impactante fue lo que dijo al final: “Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios para oír todo lo que Dios te ha mandado” (v.33).
Esa frase no sólo revela fe, sino reverencia, disposición y hambre espiritual. El escenario estaba listo, no solo por casualidad, sino porque Dios había estado preparando a dos hombres por separado para un encuentro divino. El corazón de Cornelio estaba sediento. Y el corazón de Pedro, finalmente, estaba abierto.
VERDAD CENTRAL
VERDAD CENTRAL
Dios no solo transforma nuestras acciones, sino que busca cambiar nuestra manera de pensar para que podamos ver el mundo, las personas y la misión como Él las ve. Cada paso, cada ciudad, cada encuentro que vivió Pedro fue parte de un proceso divino para alinear su mente con el corazón de Dios.
CONCLUSIONES
CONCLUSIONES
1. Dios trabaja en ambos extremos antes de conectar los caminos.
1. Dios trabaja en ambos extremos antes de conectar los caminos.
Mientras Cornelio ora en Cesarea, Pedro ora en Jope. Uno busca respuestas, el otro no sabe que es parte de ellas. Dios coordina ambos corazones para cumplir Su propósito.
Cuando tú estás dispuesto, Dios ya está preparando lo que viene al otro lado de tu obediencia.
2. El evangelio no rompe primero barreras culturales… rompe corazones orgullosos.
2. El evangelio no rompe primero barreras culturales… rompe corazones orgullosos.
Antes de entrar a casa de un gentil, Pedro tuvo que dejar morir su orgullo religioso. Las visiones no eran para cambiar su teología, sino su actitud.
No podrás cruzar la calle con el evangelio si no crucificas primero tus prejuicios.
3. La disposición de Cornelio fue clave para que Dios le hablara… pero no fue suficiente para salvarlo.
3. La disposición de Cornelio fue clave para que Dios le hablara… pero no fue suficiente para salvarlo.
Era piadoso, generoso y temeroso de Dios, pero aún necesitaba oír el evangelio. Su sinceridad lo acercó, pero solo la verdad lo salvaría.
No basta con buscar a Dios: necesitas encontrar a Cristo.
4. Pedro no entendía todo, pero obedeció paso a paso… y Dios le reveló más en el camino.
4. Pedro no entendía todo, pero obedeció paso a paso… y Dios le reveló más en el camino.
Dios no le explicó toda la visión de inmediato. Solo le pidió que no dudara. La claridad vino mientras obedecía.
Si esperas a entender todo antes de obedecer, nunca verás lo que Dios te quiere mostrar.
5. El que predica también es transformado por el mensaje que anuncia.
5. El que predica también es transformado por el mensaje que anuncia.
Pedro no solo llevó el evangelio, el evangelio lo cambió a él. Predicar a Cornelio fue también parte de su proceso de renovación.
Dios no solo usa tu boca para hablarle a otros; usa tu obediencia para hablarte a ti.
6. Cornelio no recibió primero al predicador, sino el mensaje. Y Pedro no se ofreció, fue enviado.
6. Cornelio no recibió primero al predicador, sino el mensaje. Y Pedro no se ofreció, fue enviado.
Aquí no hay protagonismo humano. Uno obedece sin saber a quién irá. Otro espera sin saber quién vendrá. Ambos confiaron.
Dios obra en el momento exacto, cuando el que está dispuesto a hablar se encuentra con el que está listo para oír.
7. Las visiones y experiencias no reemplazan la predicación: la fe viene por oír.
7. Las visiones y experiencias no reemplazan la predicación: la fe viene por oír.
Dios usó ángeles y visiones, pero no para anunciar el evangelio, sino para dirigir a un hombre hacia otro hombre.
Los métodos pueden ser sobrenaturales, pero el mensaje sigue siendo humano.
8. Esta historia no es solo sobre Cornelio ni sobre Pedro… es sobre cómo Dios ensancha Su iglesia.
8. Esta historia no es solo sobre Cornelio ni sobre Pedro… es sobre cómo Dios ensancha Su iglesia.
No fue solo la conversión de un gentil. Fue la conversión del corazón de un líder que representaba a toda la iglesia.
El evangelio no cambia solo vidas individuales. Cambia cómo pensamos, a quién amamos y hasta dónde estamos dispuestos a llegar.
APLICACIONES
APLICACIONES
Para creyentes
Para creyentes
¿Qué barreras internas te impiden compartir el evangelio con ciertas personas?
Si el evangelio es para todos, entonces no puedes darte el lujo de callar con algunos.
¿Estás dispuesto a cambiar tu manera de pensar para obedecer a Dios, incluso si eso desafía tu tradición o comodidad?
Dios no solo quiere que hagas Su obra, quiere que pienses como Él.
¿A quién estás dejando fuera del plan de Dios solo porque “no encaja” con tu idea de iglesia?
Tu prejuicio puede estar cerrando la puerta que Dios ya abrió.
Dios aún guía a sus siervos como a Pedro, pero espera que tú también des pasos hacia el cambio.
Si no te mueves, el plan sigue… pero sin ti.
Tal vez Dios no quiere solo usarte para llevar el evangelio: quiere transformarte mientras lo haces.
La misión no es solo alcanzar otros; es dejar que Dios te alcance a ti también.
Para no creyentes
Para no creyentes
Dios está más cerca de lo que imaginas. Él ve tu búsqueda sincera como la de Cornelio.
No estás tan lejos de Dios como crees… estás a una decisión de distancia.
No necesitas tener todo en orden para que Dios te hable —solo un corazón humilde y dispuesto.
Dios no espera que seas perfecto, solo que estés dispuesto a escucharlo.
Dios no está buscando religiosos, sino personas que quieran conocer la verdad.
La religión te dice qué hacer. Jesús ya hizo todo por ti.
Pedro no salvó a Cornelio: solo le explicó a quién debía creer. Ese mismo Jesús está disponible para ti hoy.
Hoy no necesitas un ángel… solo fe para creer lo que Dios ya mostró.