Renovación escandalosa

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Dios hace nuevas todas las cosas

Hechos de los Apóstoles 2:1 NBLA
1 Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un mismo lugar,
Los judíos celebraban el Pentecostés como una fiesta tradicional.
La fiesta que celebraban no debía perder el enfoque esencial.
Lo que pasó el día de Pentecostés fue Dios renovando una fiesta tradicional, devolviéndole el sentido original.

La Pascua

Los judíos recordaban la salida de Egipto, el día posterior a la muerte de los primogénitos.
El pueblo sale enriquecido a rendir culto a Dios y con eso daba los primeros pasos para su libertad y asentamiento como nación.
Los años pasan y la tradición sigue celebrando la Pascua y justo en la celebración, Jesucristo, el primogénito de Dios, muere y resucita.
Lo que aquello quería decir era que había una nueva Pascua, la cual es Jesucristo.
¿Fue coincidencia? No, Dios estaba hablando a su pueblo a través de la renovación de una tradición, devolviéndole el sentido original.

La Fiesta de las semanas

Luego de haber partido de Egipto, el pueblo de Israel acampa frente al monte de Dios y ahí Él le revela a Moisés las pautas y mandamientos de la nueva relación que tendrían como pueblo de Dios.
Esa celebración se recordaba año tras año, se le conocía como la celebración de la Pascua o de las Semanas.
Deuteronomio 16:10–12 NBLA
10 »Entonces celebrarás la Fiesta de las Semanas al Señor tu Dios con el tributo de una ofrenda voluntaria de tu mano, la cual darás según el Señor tu Dios te haya bendecido. 11 »Y te alegrarás delante del Señor tu Dios, tú, tu hijo, tu hija, tu siervo, tu sierva, el levita que habita en tus ciudades, y el extranjero, el huérfano y la viuda que están en medio de ti, en el lugar donde el Señor tu Dios escoja para poner allí Su nombre. 12 »Te acordarás de que fuiste esclavo en Egipto; cuídate de guardar estos estatutos.
Esta celebración era una oportunidad para la unidad y la hermandad.
Los sacerdones que estaban en el templo así como las familias de cualquier lugar, sus trabajadores y hasta los pobres debían celebrarla.
Piensa en el huérfano celebrando la Pascua. Una vez al año volvía a sentarse en la mesa de la familia y comía como miembro de la familia y celebraba como miembro de la familia.
Una vez al año gozaba de los beneficios de ser hijo, aunque era huérfano.
La fiesta de la Pascua reunía a todo el pueblo y los ponía en la mesa a celebrar.
Los años pasaron y el pueblo celebró tradicionalmente esta fiesta.
Fue justo en medio de esta celebración que los seguidores de Jesús estaban reunidos orando y el Espíritu Santo se manifestó escandalosamente.
Habían venido judíos de todas partes, además de extrangeros convertidos al judaísmo. Todos celebrando tradicionalmente hasta que el Espíritu Santo llama la atención de todos.
¿Casualidad? No, Dios estaba renovando la celebración tradicional y devolviéndole su sentido original.

El estudioso de la ley en la Pascua

Piense en el estudioso de la Pascua que estaba haciendo su maestría en Profecías.
Está celebrando junto con el pueblo y preguntándose cuál es el sentido de la celebración, cuando ve al Espíritu Santo manifestarse.
Va a los libros de la profecía. Él sabe que hay algo ahí que no debe pasar por alto.
Es curioso por naturaleza y un acusioso investigador de las escrituras.
Oye el discurso de Pedro, mencionando al profeta Joel, pero su mente va más allá. Él sabe que aun hay más.
Sabe lo que pasó con Jesús y simpatiza con sus discípulos. Quiere saber si aquello tiene alguna explicación teológica y entonces es guiado hasta el libro de Jeremías.
Jeremías 31:33 NBLA
33 «Porque éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días», declara el Señor. «Pondré Mi ley dentro de ellos, y sobre sus corazones la escribiré. Entonces Yo seré su Dios y ellos serán Mi pueblo.
Lo que está pasando aquí, en Pentecostés, fue lo dicho por el profeta.
El Espíritu Santo es Dios morando en nosotros, internalizando su ley en nuestro corazón.
La Pascua tiene ahora un significado mucho más profundo, pero no oculta el sentido original, más bien lo potencia.
La era del Espíritu Santo empezaba. Ya no habría que esperar a sentirse hijo una vez al año. El huérfano podría ser hijo para siempre y gozar de los beneficios de ser familia, la familia de Dios.
Esta es una renovación escandalosa, es una transformación del alma.

La renovación de aquel Pentecostés

Hoy, cientos de años después, seguimos celebrando el pentecostés, pero tal como es característico del Espíritu Santo, él desea y está aquí para renovar nuestro sentido de la celebración.
Queremos ser llenos del Espíritu, decimos que caminamos con Él y que lo honramos, pero ¿hay algo más?
Aquel día de Pentecostés, después de escuchar a Pedro, sucedió la renovación.
No ocurrió limitada por una manifestación en el aposento alto, sino que se extendió y pretende seguirse extiendo más allá de nuestros días.
Pedro les explica:
Hechos de los Apóstoles 2:39 NBLA
39 »Porque la promesa es para ustedes y para sus hijos y para todos los que están lejos, para tantos como el Señor nuestro Dios llame»
Y lo que ocurre es la renovación más escandalosa que la cultura había visto en aquellos días:
Hechos de los Apóstoles 2:41–42 NBLA
41 Entonces los que habían recibido su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como 3,000 almas. 42 Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración.

Nuestro escandaloso Pentecostés

En medio de nuestro mundo egoísta y distante, tengo un reto de aplicación para nuestro Pentecostés.
Porque tenemos al Espíritu Santo y su presencia en nosotros debe devolvernos a la esencia.
¿Invitarías a alguien a comer en este mes de mayo?
Piensa en alguien que no pueda devolverte el favor, alguien a quien compartirle el amor de Dios. Invítalo a comer. Trátalo como de la realeza.
Conviértete en un cristiano contagioso.
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