dos vidas dos destinos

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DOS VIDAS, DOS MUERTES, DOS DESTINOS
INTRODUCCIÓN
¿Alguna vez se han preguntado qué ocurre en el momento exacto después de la muerte? 
Imaginen por un momento que pudieran observar el instante final de dos personas. La primera es un hombre vestido con la ropa más fina que el dinero puede comprar. Vive en una mansión impresionante, su mesa siempre está llena de los manjares más exquisitos, y su nombre aparece en las listas de las personas más influyentes. Su vida es la envidia de muchos.
La segunda persona es un hombre cubierto de heridas, que apenas puede moverse. Cada día es una lucha por sobrevivir. Su "cama" es el suelo frío junto a la puerta de la mansión del hombre rico. Su única compañía son los perros callejeros que a veces le ofrecen más compasión que los seres humanos que pasan a su lado.  
Y entonces... ambos mueren el mismo día.
Si pudiéramos seguir sus almas más allá de la muerte, lo que descubriríamos nos dejaría sin aliento. En un instante, todo lo que parecía importante en este mundo se desvanece como el humo. Las mansiones, la ropa fina, el estatus social... todo queda atrás. Y lo que queda es una realidad que desafía todo lo que creíamos saber sobre el éxito y el fracaso.
Esta no es una historia de ficción. Es una historia que Jesús mismo nos contó en Lucas 16. Una historia que revela verdades impactantes sobre la vida, la muerte y las decisiones que tomamos cada día. Una historia que nos advierte sobre un abismo que, una vez cruzado el umbral de la muerte, ya no se puede cruzar jamás.
Les invito a que no solo escuchen una historia de dos hombres que vivieron hace mucho tiempo, sino que miren su propia vida a través de los ojos de la eternidad. 
Porque como dice 1 Timoteo 2:3-4, "Dios nuestro Salvador quiere que todos sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad." Y esta verdad, aunque a veces incómoda, puede ser la diferencia entre una eternidad de consuelo o una eternidad de lamento.
I. DOS VIDAS CONTRASTANTES (Lucas 16:19-21)
Lucas 16:19-22
19 Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. 20 Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, 21 y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas.22 Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado.
La historia que Jesús cuenta comienza presentándonos dos personas con vidas completamente opuestas.
A. El Hombre Rico: Una Vida de Abundancia Sin Propósito
Este hombre habría aparecido en la portada de la revista People de su época. Es interesante notar que Jesús no menciona su nombre, lo cual ya nos da una pista importante.
Vestía habitualmente con ropa de color púrpura y lino fino, el tipo de vestimenta reservada para la realeza y gobernantes. 
No solo se vestía bien ocasionalmente, sino que vivía en un constante estado de lujo y celebración, haciendo "cada día banquete con esplendidez”. Es muy posible que haya sido de la elite de los fariseos.
No hay nada malo en tener riquezas. Abraham mismo fue muy rico, y también lo fueron José de Arimatea y otros personajes bíblicos. 
Lo problemático era su actitud: era un arrogante y vanidoso que disfrutaba presumiendo su riqueza. 
Quería que todos supieran que era rico y poderoso. Estaba enamorado de sí mismo, viviendo una vida extravagante para que otros lo admiraran y envidiaran.
B. Lázaro: Una Vida de Sufrimiento con Propósito
En contraste, tenemos a Lázaro, cuyo nombre significa "Dios ha ayudado". A diferencia del rico, Jesús sí nombra a este mendigo, sugiriendo su importancia ante los ojos de Dios.
Lázaro sufría el extremo de la aflicción humana. No solo era pobre, sino que su cuerpo estaba "lleno de llagas", causándole dolor constante y provocando rechazo en quienes lo veían. 
La situación era tan grave que había sido "arrojado" a la puerta del rico, posiblemente por algún pariente o amigo que esperaba que el rico le ayudara.
Mientras el rico disfrutaba de banquetes diarios, Lázaro anhelaba simplemente las migajas que caían de su mesa. 
La mención de “perros” es probablemente una referencia a las mascotas del hombre rico. En lugar de venir un sirviente con las sobras caídas, los perros después de haber consumido las sobras, venían a lamer las heridas de Lázaro.  
Sea como fuere, la imagen es la de un hombre completamente pobre, desamparado y que recibe más compasión de los perros que de la casa del rico. 
El hombre rico sabía quién era el mendigo porque más tarde lo reconocería después de la muerte de ambos.  
Mientras tanto, día a día, cuando el hombre pasaba por su puerta vestido con su túnica púrpura, su aroma perfumado chocaba con el hedor del mendigo.
De vez en cuando sus ojos se encontraban, pero sin reconocimiento ni sentimiento por parte del hombre rico.  El mendigo era simplemente parte del paisaje, una visión desagradable que tenía que soportar.  
Pronto el mendigo ya no estaría más a su puerta. Ambos murieron: “murió el mendigo y murió también el rico”. La muerte no respeta a ricos ni pobres, ya sean piadosos o malvados. 
Los creyentes mueren para poner término a sus miserias y recibir entrada al cielo. Los malvados también mueren, pero para despedirse de sus comodidades y entrar en el eterno tormento. 
Así que ricos y pobres deben prepararse para la muerte, porque la muerte les está esperando a todos.
Aunque las personas creen erróneamente que, en el mejor de los casos, cuando mueran dejarán de existir, el hecho es que no solo continuarán existiendo, sino que también podrán recordar las cosas buenas que recibieron en la tierra, las bendiciones que Dios derramó sobre ellos, la paciencia que Dios les mostró, las múltiples oportunidades que les dio para volverse a Él.
Lo admirable de Lázaro es que a pesar de su sufrimiento extremo, no se nos presenta quejándose ni amargado. Su nombre refleja su actitud: confiaba en que Dios le ayudaría, aunque no fuera en esta vida.
II. DOS DESTINOS DEFINITIVOS (Lucas 16:22-23)
A. La Muerte: El Gran Nivelador
Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.
"Murió el mendigo y murió también el rico." Esta simple frase nos recuerda que la muerte no respeta posición social, riqueza o estatus. Todos enfrentamos este destino común.
Sin embargo, lo que sigue a la muerte marca una total inversión de las situaciones:
Lázaro murió y fue llevado al seno de Abraham. ¡Qué diferencia! Tal vez el cadáver del mendigo ni siquiera tuvo un entierro decente, aun cuando los judíos por lo general eran compasivos en esos casos. 
Ignorado por los seres humanos, los seres celestiales lo acompañaron al salir de este mundo. Los ángeles ministran a los creyentes en esta vida, y no parece haber razón alguna para dudar que lo hagan en el momento de la muerte. 
En buena compañía fue llevado al seno de Abraham, un lugar de honor en una fiesta celestial, donde se reclinó a la derecha de Abraham mientras disfrutaban de una conversación íntima. 
El que había anhelado recibir las migajas y sobras ahora está reclinado a la mesa celestial, donde se celebra un banquete especial. 
Lázaro estaba en el seno (en compañía) de Abraham no porque fuera pobre, sino porque creyó en la Palabra de Dios y confió en Él.
Murió también el rico y fue sepultado. Con toda seguridad tuvo un funeral impresionante, sus amigos estaban debidamente vestidos de luto. 
Qué bonito se veía su cuerpo adornado de púrpura y lino; aquel cuerpo que tanto había mimado y por el que tanto había gastado fue colocado en una hermosa tumba sobre el suelo. 
Pero esto no era todo. Su alma, su yo consciente fue al Hades. La palabra “Hades” se refiere al lugar temporal de los muertos mientras esperan el juicio. 
El lugar permanente de castigo para los perdidos es el infierno, el lago de fuego. La muerte tiene lugar cuando el espíritu sale del cuerpo (Santiago 2:26).
Pero la muerte no es el fin; es el principio de una existencia completamente nueva en otro mundo. 
Para el creyente la muerte quiere decir estar presente con el Señor (2 Corintios 5:1–8; Filipenses 1:21). Para el incrédulo la muerte significa estar lejos de la presencia de Dios, y en gran tormento.
Lo que sigue en la historia destruye varios mitos populares sobre la muerte:
1. La muerte no es el fin de la existencia. Ambos hombres continuaron existiendo conscientemente.
2. La muerte no elimina los recuerdos ni las emociones. El rico podía recordar su vida anterior y sentía dolor.
3. La muerte sella el destino eterno. No hay "segunda oportunidad" ni purgatorio temporal.
Así se encontraba el ex-rico. Lo que el tipo no sabía era que Lázaro era muy conocido en el cielo y disfrutaba de grandes privilegios; pudo distinguirlo muy bien de lejos. 
Totalmente consciente de su tormento comenzó a pedir ayuda, los papeles se invirtieron, ahora era él el necesitado y desesperado. 
El ex-rico estaba más atormentado que el pobre Lázaro cuando vivió en la tierra y los perros le lamían las llagas mientras el rico lo ignoraba.
III. DOS DIÁLOGOS REVELADORES (Lucas 16:24-31)
A. Primera Petición: Alivio Personal (v. 24-26)
Desde su lugar de tormento, el rico ve a lo lejos a Abraham y a Lázaro a su lado. En su desesperación, clama: "PADRE ABRAHAM, TEN MISERICORDIA DE MÍ Y ENVÍA A LÁZARO PARA QUE MOJE LA PUNTA DE SU DEDO EN AGUA Y REFRESQUE MI LENGUA, PORQUE ESTOY ATORMENTADO EN ESTA LLAMA."
Notemos varios detalles reveladores:
1. Llama a Abraham "padre", reclamando una relación que creía tener por derecho de nacimiento.
2. Aún considera a Lázaro como un sirviente que debe atenderle. Su actitud de superioridad no ha cambiado.
3. Pide misericordia, cuando él no mostró ninguna en vida.
Un dedo de agua fría significaría mucho en el horrible tormento llameante que sufría: “estoy atormentado en esta llama.” 
El ex- rico, un tipo tan insensible en esta vida, pudo haber pensado que estaba en buena posición con el padre Abraham y, por lo tanto, asumió que tenía derecho a decir lo que debía suceder.
Notemos que Lázaro no dice ninguna palabra en toda la parábola. En la tierra no se quejó ni culpó a Dios, y en el cielo no se regocija ni se burla del rico. 
Hay un silencio noble y piadoso, lo cual hace honor a su nombre “Lázaro” que significa: “Dios ha ayudado”. 
Clamar por ayuda a Abraham era como elevar una oración. El rico nunca había tenido necesidad de orar. 
Había sido rico y la gente rica puede comprar las cosas que quiere. Pero ahora creía en la oración,  ahora él era el mendigo. 
Es interesante que mucha gente le ora a los “santos”, pero en su lista no aparece el “santo Abraham”, y aquí podrían tomar un ejemplo bíblico, sin embargo, orar a uno de los santos es inútil, incluso si es uno de los más conocidos como Abraham. 
Pero, incluso uno tan grande como Abraham fue impotente para responder al grito desesperado del hombre atormentado. Al único a quien debemos orar es a nuestro Padre celestial y solamente a través de Jesús, y, mientras estamos en esta vida aquí en la tierra.
La respuesta de Abraham es directa: "HIJO, ACUÉRDATE QUE RECIBISTE TUS BIENES EN VIDA, Y LÁZARO TAMBIÉN MALES; PERO AHORA ÉL ES CONSOLADO AQUÍ, Y TÚ ATORMENTADO."
No lo llama rico, sino "hijo", reconociendo la relación pero sin cambiar la situación. 
Le hace recordar cuál había sido su condición en este mundo en comparación con la de Lázaro. “Hijo, acuérdate”. 
Estas palabras habrían de penetrarle hasta lo más profundo del alma. Todos los años desperdiciados de su vida surgieron ante él. 
Se vio cuando era niño, se vio cuando fue adolescente, visualizó su juventud,  y finalmente se vio como un viejo endurecido. 
Cuán terrible será el momento para cada pecador en el Gran Trono Blanco cuando Dios despierte su memoria.
Recuerda muy bien sus pecados, orgullo, maldad, amargura contra Dios y oportunidades que tuvo para ser salvo. En la otra vida, el recuerdo añade remordimiento, pero ya no puede llevar al arrepentimiento. 
Abraham no le recuerda lo que pecó sino lo que recibió; como diciéndole: “Recuerda qué gran benefactor fue Dios para ti; por eso, no puedes decir que te debe nada, ni siquiera una gota de agua. 
Lo que Él te dio, tú lo recibiste, y no hay más; ya tienes toda tu recompensa. Fuiste como un sepulcro donde los favores divinos quedaron enterrados. 
Las cosas que recibiste eran buenas para ti, pero las usaste mal y no te preocupaste por el reino de Dios y su justicia”.  
También le recuerda que Lázaro, del mismo modo (es decir, en contraste similar), ha recibido males, no de parte de Dios, sino de parte de la perversa condición de los hombres. 
Asimismo le hace notar que ahora los papeles se han cambiado: “Pero ahora éste es consolado aquí y tú atormentado”. 
El Cielo es un lugar de consuelo mientras que el Infierno es un lugar de tormento; en el Cielo hay gozo y felicidad, en el Infierno, lamentación y sufrimiento perpetuo.
Abraham añade algo crucial: "ADEMÁS, ENTRE NOSOTROS Y VOSOTROS HAY UN GRAN ABISMO, DE MODO QUE LOS QUE QUIERAN PASAR DE AQUÍ A VOSOTROS, NO PUEDEN, NI DE ALLÁ PUEDEN CRUZAR HACIA NOSOTROS."
Este abismo representa la finalidad de las decisiones tomadas en vida. No hay un puente, un purgatorio o una segunda oportunidad. Las decisiones terrenales tienen consecuencias eternas.
El abismo tenía el propósito de hacer imposible el paso de un lado al otro. Ni siquiera hay comunicación. 
En este caso si la hubo porque Jesús creó este drama para hacer vivida la realidad de la conciencia en la eternidad. 
El Hades (infierno) y el seno de Abraham (el cielo, en compañía de los creyentes), están sumamente distantes uno del otro.
B. Segunda Petición: Advertencia Familiar (v. 27-31)
Viendo que su situación es irreversible, el rico piensa en sus cinco hermanos que aún viven. "TE RUEGO, PUES, PADRE, QUE LE ENVÍES A LA CASA DE MI PADRE, PORQUE TENGO CINCO HERMANOS, PARA QUE LES ADVIERTA A FIN DE QUE NO VENGAN TAMBIÉN ELLOS A ESTE LUGAR DE TORMENTO."
Notemos que el carácter del rico no ha cambiado en lo más mínimo. Él todavía considera a Lázaro como su sirviente, y no tiene vergüenza de pedir un favor de la persona misma que nunca recibió un favor de su parte. 
Además, espera que Abraham envíe a Lázaro, aun cuando él, el ostentoso rico, nunca trató durante su vida en la tierra de imitar la fe de Abraham.
El hombre rico continúa con una actitud de superioridad hacia Lázaro, incluso mientras padece en el infierno, ya que rogó con reiteración a Abraham que enviara a Lázaro como si fuera un sirviente. 
Las llamas del infierno no hacen expiación por el pecado ni limpian de su depravación a los pecadores endurecidos (Apocalipsis 22:11).
El rico pide que Lázaro resucite y vuelva a este mundo: “Te ruego, pues, padre (dice a Abraham), que le envíes a la casa de mi padre..” 
“Sí el abismo impide que Lázaro venga aquí donde estoy, al menos envíalo a mis cinco hermanos, atrapados en la vida de comodidad y lujos como yo estaba. 
Explíquenles la verdad. Haría cualquier cosa para salvar a mi familia de este horrible lugar de tormento; que Lázaro vuelva de entre los muertos y les advierta”.
Está tratando de decir: “Si yo mismo hubiera recibido una advertencia, no estaría aquí hoy día”, y no quiere que sus hermanos le reprochen y  lo culpen por el mal ejemplo que les dio. 
Esto no significa que los familiares se unen en el infierno ya que la soledad es otro elemento que hace terrible la condenación. 
Es interesante que aun ahora no está pidiendo algo en favor por su comunidad o por la gente en general, sino solamente por sus cinco hermanos. 
No se hace completa su (ahora) visión por las misiones evangelísticas. 
Ahora se da cuenta de la importancia de la oración y la predicación, pero ya es demasiado tarde.
Toda su vida despreció dichas cosas y eso fue lo que enseñó a su familia.  
Abraham responde: "A MOISÉS Y A LOS PROFETAS TIENEN; ÓIGANLOS A ELLOS."
En otras palabras: "Tus hermanos tienen la Biblia, la Palabra de Dios. Eso es suficiente para saber cómo vivir y cómo ser salvos.”
En otras palabras, se refería a la Biblia; al Antiguo Testamento, que era lo que tenían disponible en ese momento. 
El patriarca dijo que los que aún vivían en la tierra tenían la Palabra de Dios, y eso era todo lo que necesitaban. 
Si prestaban atención a eso, prestarían atención a la gran enseñanza de las Escrituras con respecto a la misericordia. Verían que deben amar a su prójimo como a sí mismos. 
Aprenderían sobre la bondad, la ayuda a los necesitados, las viudas, los huérfanos, los pobres, etc. Verían que son malos, pecadores e impotentes, y se volverían a Dios en busca de paz y misericordia. 
Si el hombre rico hubiera solamente leído y recibido de corazón las Sagradas Escrituras, y si sus hermanos solamente hicieran lo mismo, no se perderían.
Pero el rico insiste: "NO, PADRE ABRAHAM; PERO SI ALGUNO DE LOS MUERTOS VA A ELLOS, SE ARREPENTIRÁN."
Está convencido de que un milagro espectacular, como la resurrección de un muerto, lograría lo que la Palabra de Dios no pudo lograr. 
¡Qué equivocado estaba! Realmente apareció alguien de entre los muertos al pueblo. Su nombre era Lázaro (no el Lázaro de la parábola). 
La historia se encuentra en Juan 11. ¿Se convirtieron todos como resultado de esa resurrección? Ninguno. 
El resultado fue que los enemigos de Cristo planeaban dar muerte a Lázaro, el que había resucitado (Juan 12:10), y estaban más decididos que antes a destruir a Jesús (Juan 11:47–50). 
Abraham le señaló al rico la fuente de autoridad favorita de los fariseos. Ellos ya tenían los libros de Moisés, la ley y los profetas, allí encuentran toda la información que necesitan.
Estaba diciendo que Moisés y los Profetas; la Palabra de Dios, no era suficiente. Esto es exactamente lo que dice nuestra cultura hoy.  
“La Biblia no es suficiente. La Resurrección no es suficiente. Necesitamos señales y milagros especiales, sólo así creeremos". 
A mucha gente le gusta los milagros y el sensacionalismo, pero no les interesa la Biblia. Cuán arrogantes somos los seres humanos, atreviéndonos a decirle a Dios lo que debe hacer para que podamos creer.  
Jesús resucitó, y aunque algunos creyeron, muchos, como el rico y sus hermanos, no solamente no creyeron, sino que se burlaron de la resurrección. (Hechos 17:32; Mateo 28:10-15).
La respuesta final de Abraham es terminante: "SI NO ESCUCHAN A MOISÉS Y A LOS PROFETAS, TAMPOCO SE CONVENCERÁN AUNQUE ALGUNO SE LEVANTE DE ENTRE LOS MUERTOS."
Esta frase resultó profética. Jesús mismo resucitaría de entre los muertos, y aun así muchos no creerían. Incluso resucitó a otro Lázaro (Juan 11), y los líderes religiosos, en lugar de creer, planearon matarlo a él y a Jesús.
IV. TRES VERDADES TRASCENDENTALES PARA HOY
A. La Condición del Corazón se Revela en Nuestra Actitud Hacia los Demás
El rico no fue condenado simplemente por ser rico, sino por su indiferencia hacia el sufrimiento ajeno. Cada día pasaba junto a Lázaro sin mostrar compasión alguna. Su corazón estaba tan endurecido por el amor al dinero que no veía a los demás como personas.
Jesús nos enseña que nuestras actitudes hacia los necesitados revelan nuestra verdadera relación con Dios. Como dice 1 Juan 3:17: "Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano en necesidad y cierra su corazón contra él, ¿cómo puede el amor de Dios permanecer en él?"
Cada día pasamos junto a personas que sufren. Pueden ser física o emocionalmente pobres, enfermos, marginados, o simplemente personas solas. La pregunta es: ¿los vemos realmente? ¿Nos importan?
El rico no fue condenado simplemente por ser rico, sino por su indiferencia a la Palabra de Dios, y con eso mostraba su rechazo a Dios. 
No creyó en las Escrituras y ciertamente no pensó que su indiferencia lo llevaría al infierno.  
¡Pensar que alguien como él, viviendo en tanta abundancia, puede perderse del cielo!  y sin embargo, sin Cristo, ese es el caso para mucha gente.
B. La Palabra de Dios es Completamente Suficiente
El rico pensaba que sus hermanos necesitaban algo más que las Escrituras para ser salvos. Muchos hoy piensan igual: "Si solo Dios hiciera algo espectacular, la gente creería."
Pero Abraham fue claro: la Palabra de Dios contiene todo lo necesario para la salvación. Si alguien rechaza la Biblia, no aceptará ninguna otra evidencia, por extraordinaria que sea.
La verdadera fe no depende de milagros o experiencias sobrenaturales, sino de un corazón dispuesto a escuchar y obedecer la Palabra de Dios. Como dice Romanos 10:17: "La fe viene por el oír, y el oír por la palabra de Dios."
C. Las Decisiones de Hoy Determinan el Destino Eterno
El "gran abismo" nos recuerda que hay un punto sin retorno. Después de la muerte, no hay segunda oportunidad para arrepentirse o cambiar de destino.
Mientras estamos vivos, tenemos la oportunidad de elegir. Como dice Deuteronomio 30:19: "He puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida para que vivas."
Cada día tomamos decisiones que forman nuestro carácter y, eventualmente, determinan nuestro destino eterno. El rico probablemente no decidió un día específico rechazar a Dios; simplemente vivió día tras día ignorando a Dios y a los demás, hasta que ese patrón selló su destino.
CONCLUSIÓN
Estamos llegando al final de nuestro tiempo juntos, pero no al final de la historia.
Hay un abismo en la parábola que Jesús describió – un abismo que no se puede cruzar después de la muerte. 
Pero hay otro abismo del que no hemos hablado: el abismo entre escuchar esta verdad hoy... y vivirla.
Permítanme hacerles tres preguntas que resonarán en su corazón mucho después de que salgan por esas puertas:
Primera: Si hoy fuera el último día de su vida, ¿estaría su corazón en paz con Dios?
Segunda: ¿Hay algún "Lázaro" sentado a la puerta de su vida, alguien cuya necesidad usted ha ignorado día tras día?
Y tercera: ¿Qué está haciendo con la Palabra de Dios que ya tiene en sus manos?
En algún lugar de esta ciudad, hay alguien que está viviendo sus últimos momentos. No sabe que hoy su alma será requerida. No sabe que esta noche estará o en el seno de Abraham o en tormento. Ese alguien podría ser un familiar suyo, un vecino, un compañero de trabajo... o podría ser usted.
Pero aquí está la buena noticia: mientras hay vida, hay esperanza. Mientras su corazón late, el abismo aún no está fijado. Las decisiones que tome hoy todavía pueden cambiar su eternidad.
Recuerden las palabras finales de Abraham al hombre rico: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán aunque alguien se levante de entre los muertos.”
Y sin embargo, alguien SÍ se levantó de entre los muertos. Su nombre es Jesús, y Él no solo nos advirtió sobre este abismo eterno, sino que tendió un puente sobre él con Su propia vida. Él se convirtió en el puente para que nosotros no tuviéramos que experimentar el tormento que el hombre rico conoció.
Hoy, en este momento, usted tiene la oportunidad de decidir dónde pasará la eternidad. Tiene la oportunidad de abrir su corazón a los "Lázaros" que Dios ha puesto en su camino. Tiene la oportunidad de abrazar la Palabra de Dios no como un libro más en su estantería, sino como la guía que transformará su vida y asegurará su destino eterno.
No salga hoy de este lugar sin tomar una decisión. Porque un día, todos cruzaremos ese umbral llamado muerte. Y cuando lo hagamos, lo único que importará no será cuánto dinero acumulamos, qué posición alcanzamos o qué placeres disfrutamos.
Lo único que importará será si conocimos a Jesús y si vivimos como Él nos enseñó a vivir.
El abismo es real. Las consecuencias son eternas. Pero el amor de Dios es más grande que cualquier abismo. Y Su invitación sigue en pie para todos nosotros hoy.
¿Qué decisión tomará usted?
Oremos juntos mientras respondemos a este mensaje...
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