Por la fe...

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Hebrews 11:29–12:2 NVI
29 Por la fe el pueblo cruzó el mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. 30 Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de que los israelitas marcharon siete días a su alrededor. 31 Por la fe la prostituta Rajab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. 32 ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, 33 los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, 34 apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. 35 Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron torturados, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. 36 Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. 37 Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. 38 ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. 39 Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. 40 Esto sucedió para que ellos no llegaran a ser perfectos sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. 1 Por tanto, también nosotros que estamos rodeados de una nube tan grande de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. 2 Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.

Introducción

¿Alguna vez se han sentido tan abrumados por las dificultades que han pensado en rendirse? ¿Sienten que la fe es una carga pesada? A la comunidad a la que el autor de la carta a los Hebreos escribió le pasaba lo mismo. Eran cristianos, probablemente de tradición judía, que sufrían persecución y corrían el riesgo de volver atrás en su fe.
El autor de esta carta-sermón tiene un propósito claro: orientar a estas comunidades, argumentando el sumo sacerdocio de Jesucristo. Él les recuerda que Cristo es la ofrenda suficiente para mediar entre Dios y los hombres, un sacerdocio superior al levítico. Alentando a la comunidad, el autor les dice: "Nosotros no somos de los que vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y perseveran". En este sentido, la fe es el fundamento de la justificación y de la nueva vida.
Como hemos visto en semanas anteriores, el evangelio nos ha exhortado a ser buenos prójimos y a pensar no solo en esta vida, sino en la eterna. Hoy, la carta a los Hebreos nos recuerda que la fe es el alimento para esa vida de servicio.
El mismo autor define la fe como "la confianza en lo que se espera y la certeza de lo que no se ve" (Hebreos 11:1). ¿Qué es lo que esperamos? ¿Qué certeza tenemos? A la luz de esta carta, solo podemos responder en una dirección: esperamos en Cristo con la seguridad de la salvación y de la vida eterna. Esa espera se produce en la confianza de que Cristo está con nosotros como sumo sacerdote, intercediendo por nuestra redención.
De esa manera, el autor nos guía a través de la fe de nuestros antepasados para llevarnos a fijar la mirada en Jesucristo, el autor y consumador de nuestra fe. Para que esa fe sea viva y activa, debemos experimentar la fe que nos recuerda que Cristo es el Señor, el sacrificio perfecto, un regalo de Dios que nos permite reconocer la posibilidad de una vida mejor, llena de paz y felicidad.
¿Cómo podemos aplicar esta fe en nuestra vida y ser guiados por Dios? El pasaje de hoy nos guiará a través de las vidas de héroes de la fe para mostrarnos cómo podemos aplicar esa misma confianza en Dios en nuestro día a día.

1. El testimonio de la fe

El autor a los Hebreos nos presenta una historia de la humanidad y su relación con Dios, marcada por la fe. La frase clave es "Por la fe", un término que usa para darnos a entender que es por la fe que se ha logrado lo imposible.
Los versículos 29 al 31 presentan la acción de Dios sobre la comunidad a través de la fe. Nos recuerdan el sentido comunitario de la fe y la importancia de la comunidad en el plan de Dios. Los tres eventos son conocidos: el cruce del Mar Rojo, la caída de los muros de Jericó y la ayuda de Rajab, la prostituta, a los espías. El testimonio de la fe es comunitario. Los actos de fe están registrados en la historia para que la humanidad conozca el poder de Dios.
El texto menciona otras personas y otros milagros. Hoy, nosotros deberíamos revisar nuestra propia historia y reconocer el actuar de Dios en nuestra comunidad y en nuestra vida. Él nos ha librado de peligros, ha derribado muros y ha dado valentía a tantas personas que han pasado por nuestra iglesia, creciendo en la vida de la fe y la espiritualidad.
El testimonio de la fe comienza con la creación y continúa con nuestra propia experiencia. La "nube de testigos" de la que habla el autor representa a todas esas personas que, a través de su fe, nos dejaron un legado para seguir.

2. la confianza en Dios

Una vez que hemos visto el testimonio de fe de quienes nos precedieron, la pregunta es: ¿cómo aplicamos esa fe en nuestra propia vida? La respuesta, según el autor de Hebreos, es a través de la confianza en Dios, lo que implica despojarnos de todo peso y pecado.
La vida sin Cristo es una vida pesada, cargada de amargura, dolor, traición y angustia. La vida con Cristo, en cambio, es liviana. No porque los problemas desaparezcan, sino porque en Él podemos descargar toda nuestra ansiedad y temor. Despojarnos de todo peso es entregar nuestra vida al Señor.
Despojarnos del pecado también es importante, porque el pecado nos consume. Desvía nuestra mente de las cosas de Dios, nos lleva a la crítica, a los malos pensamientos y a la desconfianza, es decir, a la falta de fe. Es supremamente importante despojarnos de nuestras cargas para correr la carrera que tenemos por delante.
La tarea del cristiano es sencilla aunque no fácil: debe despojarse de su peso y mirar a Cristo como su objetivo. Cristo es todo en todos: la ofrenda, el sacerdote, el maestro y la meta de nuestra vida, porque Él es el autor e iniciador de nuestra fe.
El texto nos lleva a la máxima expresión de fe y confianza: a Cristo, quien se despojó de sí mismo para darnos la vida eterna. Mirar a Cristo es reconocer su acto de sacrificio y entenderlo como una tarea que cultivamos en el amor, confiando en un futuro mejor y construyéndolo en fraternidad y esperanza.

Conclusión

Como cristianos, necesitamos evaluar dónde está puesta nuestra confianza. Creer en Dios implica despojarnos de los pesos que cargamos y entregarlos voluntariamente a Él, quien convierte nuestro peso en victoria.
Confiar en Dios por la fe implica reconocer a Cristo como Señor y soberano. Nosotros no somos de los que se vuelven atrás, sino de los que perseveramos con fe y hacemos la voluntad de Dios. Hoy, corramos esa carrera con perseverancia. Despojémonos de todo lo que nos pesa y mantengamos la mirada fija en Jesús. Porque solo así, por la fe, encontraremos la victoria y la vida que Dios tiene preparada para nosotros.
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