El Juicio de Dios

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Sermón Expositivo: El Juicio de Dios

Texto Base:

“Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala.” (Eclesiastés 12:14)

1. El juicio como acción divina

El juicio no es un invento humano, sino un acto divino por el cual Dios, el Creador soberano, juzga a sus criaturas rebeldes. La Biblia revela que desde el principio Dios ha establecido leyes morales y ha exigido obediencia. Su juicio es la manifestación de su autoridad suprema y de su santidad. “El Señor juzgará a su pueblo” (Hebreos 10:30). Esto nos recuerda que nadie puede escapar de esa realidad inevitable.

2. Dios es un Dios de justicia

La justicia es parte esencial del carácter de Dios. El profeta Malaquías advierte: “Habéis cansado a Jehová con vuestras palabras… cuando decís: Cualquiera que hace mal agrada a Jehová” (Malaquías 2:17). La justicia divina no tolera el pecado ni lo aprueba. Nuestro Dios no puede ser indiferente frente a la maldad, porque su esencia es rectitud perfecta.

3. El ser humano es moralmente responsable

El hombre no puede excusarse ante Dios, porque fue creado con conciencia. Pablo enseña: “Mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia” (Romanos 2:15). Esta responsabilidad moral hace que cada persona sea culpable delante del trono divino, a menos que halle gracia en Cristo Jesús.

4. Dios juzga a toda su creación

El juicio no está limitado a un grupo selecto; alcanzará a toda la humanidad y a todo ser creado. “El cual pagará a cada uno conforme a sus obras” (Romanos 2:6). Desde el más poderoso hasta el más humilde, todos comparecerán ante el tribunal de Cristo. Esto demuestra que la justicia de Dios es imparcial y universal.

5. El día del juicio es seguro

La Biblia enseña claramente que llegará un día señalado en el calendario divino: “Mas yo por la abundancia de tu misericordia entraré en tu casa; me postraré hacia tu santo templo en tu temor” (Salmos 5:7). Ese día será la manifestación definitiva de la justicia divina. Ningún argumento humano podrá detenerlo ni posponerlo.

6. Nada se oculta de los ojos de Dios

Muchos piensan que lo secreto jamás saldrá a la luz. Sin embargo, el apóstol Pablo declara: “Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres” (Romanos 2:16). Nada escapa a la mirada del Omnipresente. Las palabras, pensamientos y acciones más escondidas serán reveladas en ese día.

7. Toda acción será juzgada

Cristo mismo advirtió: “Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio” (Mateo 12:36). Esto significa que no solo los actos grandes y notorios, sino cada detalle de nuestra vida será considerado. Dios pesa con justicia tanto las obras externas como las intenciones internas.

8. El juicio abarca a la humanidad entera

Jesús enseñó en la parábola de las ovejas y los cabritos que “cuando el Hijo del Hombre venga… serán reunidas delante de él todas las naciones” (Mateo 25:31–32). El juicio no es exclusivo para los incrédulos; todos compareceremos, unos para vida eterna y otros para condenación.

9. El juicio puede resultar en exoneración

La gracia de Dios abre la puerta a la absolución. “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). Aquellos que han sido lavados en la sangre del Cordero serán declarados justos y aceptados en la presencia del Padre. El juicio, para ellos, será ocasión de recompensa y bienvenida al cielo.

10. El juicio también puede traer condenación

La Biblia advierte con claridad que los que rechazan la salvación enfrentarán la sentencia eterna: “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Apocalipsis 20:15). La condenación no es injusticia, sino el justo resultado de rechazar al único camino de salvación: Jesucristo.

11. El juez es Cristo Jesús

Dios ha puesto a su Hijo como juez supremo de toda la humanidad. “Y nos mandó que predicásemos al pueblo… que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos” (Hechos 10:42). La misma gracia que hoy ofrece salvación será la autoridad que un día dictará sentencia.

12. Prepararnos para el juicio eterno

El llamado final es claro: debemos estar preparados. “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra” (Apocalipsis 22:12). El juicio no debe ser motivo de temor para el creyente fiel, sino de esperanza y expectativa de gloria eterna. Pero para los que aún no se han arrepentido, es una solemne advertencia de buscar a Cristo hoy.
Conclusión: El juicio de Dios es real, inevitable y justo. Nadie podrá escapar de él. Sin embargo, Cristo nos ofrece hoy gracia y perdón para que ese día se convierta en esperanza y no en condenación.
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