Cuando la arena deja de ser solo arena (Tema 3)
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Serie: Obra en Construcción
Tema 3 (Lunes)
idea: CUANDO EL AGUA Y LA ARENA SE MEZCLAN: NAAMÁN Y LA GRACIA QUE SANA
TEXTO BÍBLICO
Naamán, general del ejército del rey de Siria, era varón grande delante de su señor, y lo tenía en alta estima, porque por medio de él había dado Jehová salvación a Siria. Era este hombre valeroso en extremo, pero leproso.
INTRODUCCIÓN
Cuenta una fábula que un rey poderoso quiso construir un palacio que desafiara a la eternidad. Ordenó que lo levantaran en la orilla del mar, para que todos los pueblos lo vieran y admiraran. Los arquitectos, temerosos, le advirtieron:
“Majestad, la arena de la playa no resistirá un edificio tan grande. Necesitamos roca firme y buena mezcla.”
Pero el rey, lleno de orgullo, respondió:
“Si soy dueño de ejércitos y naciones, ¿cómo no lo seré de la arena? Ordeno que construyan aquí mismo.”
El palacio se levantó brillante, adornado de oro y mármol. Los visitantes quedaban boquiabiertos. El rey, desde su trono, se jactaba diciendo:
“Soy más fuerte que la naturaleza. He convertido arena en piedra.”
Pero una noche, vino una tormenta. El viento rugió, las olas golpearon, y las paredes comenzaron a temblar. Lo que parecía eterno, se desplomó como un castillo de naipes. Al amanecer, solo quedaban montones de arena esparcida.
Moraleja: Lo que está edificado en arena, aunque se vista de oro, tarde o temprano se derrumba.
Así era Naamán: un palacio de oro por fuera, pero hecho de arena por dentro. General valiente, héroe aclamado, poderoso en Siria pero un hombre con lepra. Su vida se desmoronaba lentamente, hasta que un día conoció el agua del Jordán y la gracia del Dios de Israel.
EXÉGESIS DEL TEXTO
Naamán, general del ejército del rey de Siria, era varón grande delante de su señor, y lo tenía en alta estima, porque por medio de él había dado Jehová salvación a Siria. Era este hombre valeroso en extremo, pero leproso.
“lepra” = צָרַעַת (tsara’at): enfermedad que destruía lentamente la piel y aislaba socialmente.
Naamán simboliza al ser humano que puede tener gloria terrenal, pero lleva dentro la corrupción del pecado.
La lepra no tenía cura en aquel tiempo. Naamán podía conquistar reinos, pero no podía conquistar su propio cuerpo.
Naamán necesitaba no solo limpieza en su carne, sino la purificación de su alma orgullosa.
Desde el inicio, la Biblia nos muestra un contraste dramático: un héroe grande pero leproso. Un hombre de arena, con fachada de roca.
DESARROLLO DEL TEMA
I. El Hombre que Parecía Piedra, Pero Era Arena
Naamán lo tenía todo:
Era valiente en batalla.
Era respetado por reyes.
Era rico y poderoso.
Pero las vendas en su cuerpo revelaban lo contrario: estaba hecho de arena.
La lepra era su secreto vergonzoso.
Por fuera un general, por dentro un enfermo.
Muchos hoy viven igual: con trajes de éxito, pero con el alma llena de heridas ocultas.
La lepra lo hacía impotente.
No importa cuánto oro llevara, no podía comprar salud.
Así es el pecado: no hay logros humanos que puedan limpiarnos.
La lepra quebraba su orgullo.
Un héroe nacional reducido a mendigar un milagro en tierra extranjera.
Por medio de su lepra, Dios estaba preparando a Naamán para conocer el poder del cielo.
¿Te das cuenta? Todos tenemos “lepras” escondidas. Pecados secretos, vacíos profundos, dolores que nadie ve. Pero tarde o temprano la vida muestra si somos roca o arena.
II. La Esclava que Fue Cemento de Esperanza
En medio de la casa de Naamán había una muchacha cautiva, traída de Israel. Sin nombre, sin poder, sin derechos pero con fe en el Dios verdadero.
a. La voz que no debía ser escuchada pero fue decisiva.
Esta dijo a su señora: Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra.
Una esclava no podía opinar, y menos de asuntos tan graves. Pero sus palabras fueron el cemento que unió a Naamán con la esperanza.
b. La fe que abre puertas.
Mientras los poderosos no ofrecían soluciones, la fe de una muchacha cautiva señaló al único camino.
c. Dios usa lo pequeño para grandes propósitos.
Fue una humilde sierva la que llevó al general sirio el conocimiento de Jehová. Dios elige los instrumentos más débiles para manifestar su gloria.
Tú puedes ser esa esclava anónima en tu trabajo, en tu barrio, en tu escuela. Nunca subestimes el poder de una palabra de fe. Dios puede usarte como cemento en la mezcla de alguien que se siente arena suelta.
III. El Agua que Quebró su Orgullo
Naamán llega a Israel con todo el peso de su orgullo:
Caravanas llenas de oro y plata.
Trajes, presentes, cartas reales.
Esperando un espectáculo, un ritual, una ceremonia que impresionara.
Pero el profeta Eliseo ni siquiera sale a recibirlo. Solo envía un mensajero:
Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio.
¡Imagínate la escena! Naamán esperaba un milagro digno de un general y le ofrecen un baño en un río pequeño, fangoso y despreciado.
La soberbia se resiste a la sencillez.
Naamán se enfurece:
Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió, y se fue enojado.
El ser humano quiere salvarse a su manera: con obras, con méritos, con rituales grandiosos. Pero la salvación siempre es gracia sencilla, fe humilde, obediencia pura.
b. El Jordán como símbolo de lo pequeño que transforma.
El Jordán no era un río majestuoso. Era un río humilde, incluso despreciado por su aspecto lodoso.
Pero Dios eligió ese lugar para quebrar el orgullo del general.
c. Los siervos como voz de sensatez.
Mas sus criados se le acercaron y le hablaron diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio?
Dios usa a los más pequeños para recordarnos que la fe verdadera es obediencia simple.
¿Cuántos hoy se pierden porque buscan soluciones espectaculares? Cristo nos llama a algo sencillo pero poderoso: creer, arrepentirnos, sumergirnos en las aguas del bautismo. A veces tu Jordán no parece atractivo pero es ahí donde la gracia te limpia.
IV. La Roca Nueva Después de la Mezcla
Naamán finalmente se sumerge siete veces. Cada inmersión fue un golpe a su orgullo y un paso hacia la fe.
El entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio.
Del barro a la pureza.
De piel muerta y corrompida, a piel nueva como la de un niño.
El pecado nos corrompe, pero la gracia de Cristo nos regenera, nos hace nacer de nuevo.
b. De arena suelta a roca firme.
Naamán, que antes era un palacio sobre arena, ahora se convierte en roca firme al reconocer al Dios de Israel.
Y volvió al varón de Dios, él y toda su compañía, y se puso delante de él, y dijo: He aquí ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel. Te ruego que recibas algún presente de tu siervo.
C. La mezcla final: arena + agua + cemento = roca.
La arena de tu fragilidad, que representas.
El agua del Jordán como símbolo de obediencia a Dios.
El cemento de la Palabra de Dios.
Resultado: un hombre nuevo, firme en la fe.
Así actúa Cristo contigo. Toma tu arena (tus debilidades), la mezcla con su Palabra y su Espíritu, y te convierte en roca firme que nadie puede derribar.
CONCLUSIÓN
Naamán viajó de la soberbia a la humildad, de la lepra a la pureza, de la arena a la roca. Y todo empezó con un acto sencillo: obedecer la voz de Dios y sumergirse en agua.
El poder de Dios se manifestó en la obediencia sencilla de Naamán. La fe unida a la acción le dio salud.
Tú puedes tener títulos, riquezas, influencia pero si estás edificado sobre arena, tarde o temprano se desplomará. Solo en Cristo puedes encontrar roca firme.
LLAMADO
Amigo, hermano, hoy el Jordán está frente a ti. No es un río majestuoso. Es un llamado sencillo:
Cree en Cristo.
Arrepiéntete de tu pecado.
Entrégate en las aguas del bautismo.
Así como Naamán se sumergió siete veces y salió limpio, Dios te invita a sumergirte en su gracia y salir como una nueva criatura.
el mismo Dios que limpió a Naamán quiere limpiar tu corazón hoy. No importa tu lepra, tu pasado, tus cicatrices. El agua de la gracia sigue fluyendo, y si te entregas, saldrás como un niño, limpio, puro, renovado.
Hoy Jesús te dice:
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.
¿Quieres dejar la arena suelta de tu vida y convertirte en roca firme en Cristo?
¿Quieres levantarte, como Naamán, diciendo: “Ahora conozco que no hay otro Dios, sino el Señor”?
Ven. Hoy es tu momento. Tu Jordán está delante de ti. No lo pospongas. La gracia que limpió a Naamán también puede limpiarte a ti.
