Hechos 13
Hechos 3.12-18
3:16. La sanidad del cojo vino como resultado de su fe en el nombre de Jesús. La fe también fue evidente en muchos a quienes Jesús sanó (e.g.
3:12 «Al ver esto Pedro…» Ellos vieron el asombro y la curiosidad de la multitud y aprovecharon (ver
Vv. 12—18. Nótese la diferencia en el modo de hacer los milagros. Nuestro Señor siempre habla como teniendo poder omnipotente, sin vacilar jamás para recibir la honra más grande que le fue conferida por sus milagros divinos. Pero los apóstoles referían todo al Señor y se negaban a recibir honra, salvo como sus instrumentos sin méritos. Esto muestra que Jesús era uno con el Padre, e igual con Él; mientras los apóstoles sabían que eran hombres débiles y pecadores, dependientes en todo de Jesús, cuyo poder era el que curaba. Los hombres útiles deben ser muy humildes. No a nosotros, oh Señor, no a nosotros, sino a tu nombre gloria. Toda corona debe ser puesta a los pies de Cristo. —El apóstol muestra a los judíos la enormidad de su delito, pero sin querer enojarlos ni desesperarlos. Con toda seguridad los que rechazan, rehusan o niegan a Cristo lo hacen por ignorancia, pero eso no se puede presentar como excusa en ningún caso.
Vv. 19—21. La absoluta necesidad del arrepentimiento debe cargarse solemnemente en la conciencia de todos los que desean que sus pecados sean borrados y que puedan tener parte en el refrigerio que nada puede dar, sino el sentido del amor perdonador de Cristo. Bienaventurados los que han sentido esto. No era necesario que el Espíritu Santo diera a conocer los tiempos y las sazones de esta dispensación. Estos temas aún quedan oscuros, pero cuando los pecadores tengan convicción de sus pecados, clamarán perdón al Señor; y al penitente convertido y creyente le llegarán tiempos de refrigerio de la presencia del Señor. En un estado de tribulación y prueba el glorioso Redentor estará fuera de la vista, porque debemos vivir por fe en Él.
Vv. 22—26. He aquí un discurso fuerte para advertir a los judíos las consecuencias temibles de su incredulidad, con las mismas palabras de Moisés, su profeta preferido, dado el celo fingido de quienes estaban listos para rechazar el cristianismo y tratar de destruirlo. Cristo vino al mundo a traer una bendición consigo y envió a su Espíritu para que fuera la gran bendición. Cristo vino a bendecirnos convirtiéndonos de nuestras iniquidades y salvándonos de nuestros pecados. Por naturaleza nosotros nos aferramos al pecado; el designio de la gracia divina es hacernos volver de eso para que no sólo podamos abandonarlo, sino odiarlo. Que nadie piense que puede ser feliz continuando en pecado cuando Dios declara que la bendición está en apartarse de toda la iniquidad. Que nadie piense que entiende o cree el evangelio si sólo busca liberación del castigo del pecado, pero no espera felicidad al ser liberado del pecado mismo. Nadie espere ser apartado de su pecado a no ser que crea en Cristo el Hijo de Dios, y lo reciba como sabiduría, justicia, santificación y redención.
LA EXPLICACION DE PEDRO 3:12–26
Pedro tomó la palabra una vez más con el fin de explicar el milagro. Aunque su mensaje contiene las verdades aplicables a los judíos fieles conforme había sido revelado en el Antiguo Testamento, esta vez incluye el aspecto que la iglesia había comenzado a predicar a toda la nación de Israel.
Empezando por dar respuesta a la inquietud de los presentes, Pedro les enseñó que este hecho sobrenatural había ocurrido para autenticar la persona del Señor Jesucristo. Confirmó que Jesús, a quien ellos habían desechado y crucificado, era en realidad el Mesías. La única manera de recibir las bendiciones que Dios les había prometido sería confiando en El.
La Explicación del Rechazo 3:12–18
Para ampliar su explicación del milagro, Pedro afirmó que el poder no era de ellos (3:12), sino de Dios, que quería probar que Jesús era el Mesías (3:13–26). Reconoció que no tenían suficientes méritos ni autoridad para hacer semejante curación; sino que esta era una evidencia de que Dios les estaba utilizando para exaltar a Su Hijo. Dos veces Pedro repitió esta explicación:
3:13 “…el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús”.
3:16 “Y por la fe en su nombre… le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad”.
Al lado de la confirmación de la persona y obra de Cristo, Pedro hace énfasis en el rechazo de parte de Israel. Observe cuántas veces les acusa en estos versículos. Une el pronombre “vosotros” con varios verbos de negación y violencia efectuada contra el Señor Jesucristo. No habían sido los paganos quienes lo habían ignorado, sino Su propio pueblo.
A pesar se esta actitud inconcebible de parte de ellos, el programa de Dios aun permanecía inalterable. El sabía que lo habían hecho por ignorancia, pero esto de ninguna manera había tomado a Dios por sorpresa. Esta actitud estaba contemplada en Su plan desde el principio; lo había predicho por medio de los profetas y ahora se había cumplido (17–18): que el Mesías tendría que padecer y morir a manos de ellos (
B. Pedro explica el milagro (3:11–16)
11Y teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón. 12Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas ¿por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste? 13El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad. 14Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, 15y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. 16Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros.
Mientras el paralítico sanado se aferraba a los apóstoles—quizás por temor o inseguridad—, la concurrencia se agolpaba más y más para investigar el suceso. El pórtico (que quizás para completar el pensamiento deberíamos decir que consistía de una doble fila de columnas de mármol con techo de cedro) era muy conocido por Pedro, especialmente por la asistencia a las fiestas (comp.
Versículos 12–26
Sermón que predicó Pedro en esta ocasión. Viendo esto Pedro (v. 12). Cuando vio Pedro que el pueblo se reunía en torno de ellos, aprovechó la oportunidad para predicarles a Cristo. Al ver que la gente estaba impresionada por el milagro, se apresuró a sembrar la semilla del Evangelio en tierra que estaba preparada para recibirla y, con toda humildad, atrajo hacia Jesucristo la atención que la gente estaba prestándoles a ellos.
1. No se atribuye a sí mismo el honor del milagro. Se dirige a ellos llamándoles «varones israelitas», a quienes pertenecían no sólo la Ley y las promesas, sino también el Evangelio y sus efectos. Dos cosas les pregunta: (A) «¿Por qué os maravilláis de esto?» Era, sí, algo maravilloso, pero mucho menos que lo que Cristo había hecho unos pocos meses antes, al resucitar a Lázaro de los muertos. A los necios les parece extraordinario lo que les habría resultado ordinario en otras ocasiones si hubiesen prestado la atención necesaria. (B) «¿Por qué ponéis los ojos en nosotros?» Es cierto que habían hecho andar (v. 12b) al cojo, pero no lo habían hecho por su propio poder o piedad, sino que aquel poder procedía totalmente de Cristo y no lo habían obtenido por ser más santos que los demás, pues eran también hombres pecadores (comp. con 10:26). Los instrumentos de Dios no deben ser convertidos en ídolos de la gente. Lo que es de alabar en Pedro y Juan es precisamente que no se atribuyeron a sí mismos el honor de este milagro, sino que lo transmitieron fielmente a Cristo. La utilidad de un siervo de Dios está en razón directa de su humildad.
2. Les predica a Cristo.
(A) Les muestra primero que Cristo era el Mesías prometido a los padres, a los primeros antepasados del pueblo de Israel (v. 13). El Dios de los patriarcas de Israel había glorificado así a su Siervo Jesús. Que el griego paida—nota del traductor—ha de verterse aquí por «Siervo» y no por «Hijo» se muestra en la implícita referencia de Pedro al cántico del Siervo de Jehová en
2. La multitud (3:11–16)
La gratitud del hombre que había sido sanado era tan grande que tenía asidos a Pedro y a Juan (11); es decir, se aferró a Pedro y a Juan, expresándoles su agradecimiento. Mientras tanto, la gente acudía corriendo para ver lo sucedido. La curiosidad es una de las principales características de una multitud. Los que vinieron se juntaron en el pórtico de Salomón. Se trataba de un camino peristilo al lado del muro oriental del área del templo. Todavía puede verse un sendero similar sobre el muro interior (occidental). El pórtico oriental era llamado de Salomón porque entonces corría la tradición de que había sido edificado por el rey de ese nombre a mediados de la décima centuria A.C. Josefo escribió acerca de ese peristilo oriental (o su fundamento): “Esta era obra del rey Salomón, que primero construyó la totalidad del templo.” (Véase el diagrama A).
Pedro respondió a la atónita multitud con una pregunta: ¿Por qué os maravilláis de esto? (12). Los discípulos no habían realizado ese milagro por su propio poder o piedad sino por medio del Dios de nuestros padres (13). El Dios de los creyentes cristianos es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. De esa manera Pedro vinculó el movimiento nuevo al Antiguo Testamento.
Algunos se han preocupado por el cambio de Hijo Jesús a “siervo Jesús” (cf. VM., ASV, NASV, RSV, NEB). Pero la palabra griega en cuestión es pais. Arndt y Gingrich notan que el término fue empleado en los tiempos antiguos para expresar distintas relaciones. Desde el punto de vista de la edad significaba “muchacho” o “joven”; en cuanto a descendencia, “hijo”; en cuanto a relación social, “siervo” o “esclavo”. En cuanto a Cristo y su relación con Dios, ellos dicen: “Con esta conexión tiene el sentido de siervo, por causa de su identificación con el ‘siervo de Dios’ de ciertos pasajes del Antiguo Testamento con el Mesías.” El llamado “Cántico del Siervo” de Isaías refleja ese carácter (cf.
Mientras el que había sido cojo seguía agarrado a Pedro y Juan, llegó corriendo toda la gente, alucinada, adonde ellos estaban, que era el pórtico de Salomón.
Cuando Pedro los vio, se puso a decirles:
—¡Israelitas! ¿Qué es lo que os sorprende tanto? ¿Y por qué os quedáis ahí mirándonos, como si hubiéramos hecho que este pudiera andar gracias a nuestro poder o a nuestra religiosidad? Esto ha sido posible porque el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros antepasados, ha glorificado a su Siervo Jesús, a Quien vosotros repudiasteis y entregasteis a Pilato, aunque él había decidido soltarle. Así renegasteis del Santo y del Justo, pidiendo que se pusiera en libertad, en vez de a Él, a un asesino. Vosotros sois culpables de la muerte del Que ha abierto el camino de la vida; pero Dios le ha resucitado, y nosotros somos testigos de ello. Es el Nombre de Jesús y la fe en ese Nombre lo que le ha dado nuevas fuerzas a este hombre al que estáis viendo y conocéis. La fe que inspira ese Nombre es lo que le ha dado a este hombre la perfecta salud que todos podéis comprobar.
En este pasaje resuenan tres de las notas características de la predicación cristiana original:
(i) Los primeros predicadores cristianos siempre subrayaban el hecho fundamental de que la Crucifixión fue el mayor crimen de la Historia humana. Siempre que la mencionan, había en sus voces un tono de horror. Jesús fue el Santo y el Justo, a Quien debería haber bastado ver para amar. El mismo gobernador romano se dio cuenta de que aquella crucifixión era una injusticia flagrante. Se escogió para la libertad a un violento criminal, y se mandó a la cruz al Que no había hecho más que el bien. Los primeros predicadores trataban de impactar los corazones de sus oyentes para que reconocieran el horrible crimen de la Cruz. Es como si dijeran: «¡Fijaos en lo que puede hacer e hizo el pecado!».
(ii) Los primeros predicadores siempre hacían hincapié en la vindicación de la Resurrección: en ella, Dios había dado su aprobación a la obra de Jesucristo. Es un hecho que, sin la Resurrección, la Iglesia no habría existido. La Resurrección era la prueba de que Jesucristo es indestructible y Señor de la vida y de la muerte. Era la prueba definitiva de que la obra de Cristo era la obra de Dios y, por tanto, nada podría hacerla fracasar.
(iii) Los primeros predicadores siempre insistían en el poder del Señor Resucitado. Nunca se presentaban a sí mismos como la fuente, sino sólo como canales del poder. Eran conscientes de sus limitaciones; pero también de que no había límites a lo que el Señor Resucitado podía hacer con y por medio de ellos. Ahí radica el secreto de la vida cristiana. Mientras el cristiano no piensa más que en lo que él puede hacer y ser, no cosecha más que fracaso y temor; pero cuando piensa en «no yo, sino Cristo en mí», tiene paz y poder.
En este breve pasaje resuenan casi todas las notas de la predicación cristiana original:
(i) Empieza con una nota de misericordia y de advertencia combinadas. Fue la ignorancia la causa de que los judíos perpetraran el horrible crimen de la Crucifixión; pero la ignorancia ya no se puede justificar, y no puede ser excusa para seguir rechazando a Jesucristo. Esta nota de la aterradora responsabilidad del conocimiento resuena en todo el Nuevo Testamento. «Si fuerais ciegos, no tendríais culpa; pero como decís: “Vemos”, vuestra culpabilidad se mantiene» (
12. Respondió (apekrinato). Primer aoristo de indicativo, voz media. El pueblo se veía atónito, y Pedro respondió a esto. Varones israelitas (Andres Israëleitai). El nombre del pacto, y por ello con tono conciliador, la raza de Israel (
3:12 Pedro aprovecha la audiencia israelita atenta en el pórtico (3:11) y predica a Jesús, comienza con preguntas “por qué”: “¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?”.
3:13 Pedro responde las preguntas que le hizo a la multitud en 3:12: es a través de Jesús a quien rechazaron y a quien el Dios de sus antepasados glorificó que el hombre fue sanado.
3:14 Comenzando con la conjunción adversativa “pero”, Pedro contrasta la decisión de Pilato de liberar a Jesús en 3:13 con el rechazo de los israelitas de Jesús en favor de un asesino.
3:15 Pedro describe el rechazo de Israel a Jesús (3:14) en términos claros y concretos, y luego la acción de Dios en Jesús: Israel mató la fuente de vida, pero Dios lo resucitó. Pedro y Juan son testigos de esto.
3:16 Este versículo es una respuesta directa a cómo y por quién fue restaurado el cojo (3:12): Pedro y Juan restauraron por completo a este hombre, a quien los israelitas saben que nació cojo, a simple vista por la fe en el nombre de Jesús, a quien mataron los israelitas (3:14–15).
3:17 Este versículo marca un cambio de la acusación de Pedro a Israel por rechazar y asesinar a Jesús por cuyo nombre sanaron al cojo (3:13–16) para mitigar las acciones de Israel: ustedes y nuestros líderes actuaron en ignorancia.
3:18 Este versículo contextualiza el rechazo de Israel a Jesús dentro del marco más amplio del plan de Dios. Israel no solo actuó en ignorancia (3:17), sino que el Mesías de Dios tuvo que sufrir como Dios predijo a través de los profetas de Dios.
3:19 Este versículo es la respuesta de Israel a las palabras de Pedro (3:17–18): arrepiéntanse y vuélvanse a Dios para que Dios pueda borrar los pecados de Israel. Implica que Israel se ha alejado de Dios en su rechazo de Jesús.
3:20 Pedro describe lo que sucederá si Israel se arrepiente de su rechazo a Jesús (3:19): Yahweh marcará el comienzo de los momentos de refrigerio y enviará a Jesucristo a ellos.
3:21 Aunque Pedro dijo que Yahweh enviará a Jesucristo a Israel si se arrepiente (3:19–20), este versículo afirma que el Mesías permanecerá en el cielo hasta que ocurra una restauración universal, como se profetizó.
3:22 El santo profeta mencionado en 3:21 se revela como Moisés: Moisés profetizó que Yahweh levantaría un profeta israelita para Israel, e Israel debe escucharlo a él.
3:23 Pedro describe las consecuencias de no escuchar al profeta como Moisés (3:22): cualquiera que no escuche al profeta de Israel como Moisés será completamente cortado.
3:24 Todo lo que Pedro ha hablado (3:13–23) fue predicho por los profetas de Israel.
3:25 Pedro conecta a los israelitas con los profetas que predijeron el rechazo de Israel del Mesías de Dios y su resurrección (3:24): los israelitas son descendientes de los profetas y partes del pacto abrahámico.
3:26 Este versículo vincula a Jesús con el pacto abrahámico, a través del cual Dios prometió bendecir a los descendientes de Abraham (3:25): Dios levantó a Jesús para cumplir el pacto de Dios con Abraham, para bendecir a Israel mediante el arrepentimiento.
12. Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: “Varones israelitas, ¿por qué se maravillan de esto? ¿o por qué nos miran como si por nuestro propio poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?”
Pedro tiene un auditorio listo para escuchar su explicación. La gente está asombrada por el milagro que acaba de ocurrir. No hay escepticismo; la mofa que se escuchó el día de Pentecostés ahora está ausente (c.f. 2:13). Por todo esto, Pedro tiene una oportunidad excepcional de proclamar el evangelio. Como en su sermón en Pentecostés, primero explica las circunstancias en que ha ocurrido el milagro, luego pone al corriente a sus oyentes con la muerte y resurrección de Jesucristo, y finalmente los llama a arrepentirse mediante la fe.
a. “Varones israelitas”. Pedro vuelve a usar la forma familiar que usó en su sermón de Pentecostés para comenzar su sermón (2:22) porque está hablando a ciudadanos judíos que conocen el Antiguo Testamento y que no ignoran de los milagros realizados por Jesús. Les habla como el pueblo de Dios y les dice que no deben sorprenderse por el milagro que ven en el paralítico. Por implicación, les recuerda las obras de Jesús de Nazaret, cuyo poder continúa actuando en sus seguidores inmediatos.
b. “¿Por qué nos miran como si por nuestro propio poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?” Pedro reprueba a su auditorio judío y los amonesta que no miren lo que los hombres hacen sino al poder de Dios. Lucas establece un paralelo con el pueblo de Listra, quienes creyeron que Pablo y Bernabé eran dioses después que sanaron a un paralítico (14:8–18). Por supuesto, la gente de Jerusalén no pretendía adorar a Pedro y a Juan, pero sí creían que ellos tenían un poder en ellos mismos que les había permitido hacer caminar al hombre cojo. Pedro les dice que no deben ver lo que los hombres hacen, sino la gloria de Dios.
13. “El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, a quien ustedes entregaron y negaron delante de Pilato, aunque éste había resuelto ponerle en libertad”.
Lucas presenta sólo un extracto del sermón de Pedro. De todos modos, lo que dice muestra claramente que Pedro apela a los motivos religiosos de sus oyentes. Después de dirigirse a ellos como: “Varones israelitas”, hace notar que Dios es el Dios de los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob. Al decir esto, Pedro está tocando una parte básica del fundamento religioso de Israel. Dios se reveló a sí mismo a los antepasados de los cuales Abraham, Isaac y Jacob son las tres primeras generaciones. Aquí encontramos las mismas palabras que Dios habló a Moisés desde la zarza ardiendo: “Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob” (
3:12. A menudo, los judíos pensaban que los magos hacían milagros (p. ej., provocaban la lluvia) por su gran piedad, lo que requería que Dios les prestara atención. Lucas enfatiza que los *apóstoles son personas comunes, llenas del *Espíritu de Dios (
La explicación teológica (3:11–26)
Para los habituales asistentes al Templo de Jerusalén, hubo una señal visible que nadie podía negar ni ocultar. Un milagro de esa naturaleza, cuyo receptor había sido un pordiosero a quien todos conocían, no se podía desconocer; menos aún se podía pretender que se trataba de una simple histeria colectiva. Fue una señal tan visible y pública que incluso las autoridades judías no se animaron a desconocerla ni negarla (ver 4:14).
Al explicar lo que había ocurrido, Pedro mencionó dos asuntos que todos los presentes conocían muy bien debido a su formación religiosa como judíos: el pacto de Dios con sus antepasados y la promesa de la venida del Mesías. Subrayó que el profeta galileo que ellos habían crucificado días atrás era nada menos que el Mesías que los judíos aguardaban con creciente expectativa. Puntualizó que ese milagro de sanidad no era una simple acción de seres humanos, ni el resultado de la vida piadosa de dos pescadores galileos. Según Pedro, quien lo había sanado era nada menos que Jesús, el profeta galileo crucificado que había resucitado y estaba presente validando el testimonio de la comunidad de discípulos.
Finalmente, como lo había hecho en otro momento (2:38), Pedro hizo un llamado al arrepentimiento y a la conversión como requisito previo para el perdón de pecados. Ese llamado constituía uno de los ejes centrales de la predicación pública de los apóstoles, conocida también como kerigma. Es el llamado que tienen que hacer los discípulos de todas las épocas, pues se trata de un aspecto fundamental del evangelio que no puede ser negociado ni rebajado bajo ninguna circunstancia. No hacerlo es negar el mensaje liberador del evangelio.
Acusación: Jesús, el Hijo de Dios (
