Testimonio de luz verdadera.

El evangelio Segun Juan  •  Sermon  •  Submitted   •  Presented
0 ratings
· 4 views
Notes
Transcript

Introducción (Juan 8:12–20)

Tras haber usado el símbolo del agua durante la Fiesta de los Tabernáculos (Jn 7:37–39), Jesús cambia ahora de figura y se presenta como Luz.
Para entenderlo bíblicamente, debemos volver al candelabro del Tabernáculo, la menorá de oro puro:
Éxodo 25:31–40 describe su diseño y propósito en el Lugar Santo.
Éxodo 27:20–21 ordena mantener sus lámparas encendidas “delante de Jehová” continuamente.
Levítico 24:1–4 prescribe el mantenimiento perpetuo de esa luz.
Estas luces no eran meramente decorativas: señalaban la presencia de Dios que habita en medio de su pueblo y la necesidad de luz divina para acercarse a Él.
En tiempos de Jesús, durante Sukkot (Fiesta de los Tabernáculos), el Atrio de las Mujeres del Templo se iluminaba con grandes candelabros.
Cabe señalar que este no era un espacio exclusivo para mujeres, sino el primer patio accesible a hombres y mujeres israelitas. Aquella iluminación festiva, junto con las lámparas en las cabañas (sukkot) levantadas por los peregrinos alrededor de Jerusalén, ofrecía un espectaculo impactante: una ciudad bañada de luz. Esto era un recordatorio de la columna de fuego que guió a Israel en el desierto (Éx 13:21–22; cf. Neh 9:12).
En ese contexto, Jesús se pone en pie y proclama: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida (Jn 8:12).
Ahora para que entendamos el cotexto de lo que esta sucediendo debemos saber que esta declaración encierra dos afirmaciones teológicas mayores:
“Yo soy” (ἐγώ εἰμι): Jesús se identifica con el Dios del pacto que se reveló a Moisés: “YO SOY EL QUE SOY” (Éx 3:14). En el evangelio segun Juan, esta fórmula aparece de modo programático y repetitivo (p. ej., Juan 6:35; 8:12; 10:11; 11:25; 14:6; 15:1) y de forma absoluta en Juan 8:58 (“Antes que Abraham fuese, Yo soy”), provocando el intento de apedrearlo (Juan 8:59). el mensaje de Jesús es que no solo trae luz, Él es la Luz porque Él es Dios hecho carne (Jn 1:1–3,14).
La luz del mundo”: No es una luz local ni ritual, sino universal y salvífica.
Creación: Por el Verbo vino la vida y “la vida era la luz de los hombres” (Jn 1:4); “sea la luz” (Gn 1:3) se cumple con plenitud en Aquel por quien “fueron creadas todas las cosas” (Col 1:16–17; cf. Heb 1:3).
Éxodo: Cristo es la Luz/Guía verdadera prefigurada por la columna de fuego (Éx 13:21–22).
Promesa mesiánica: Luz a las naciones (Is 42:6; 49:6; cf. Lc 2:32).
Conversión y vida nueva: Esta luz vence las tinieblas del pecado (Jn 1:5) y alumbra el corazón por obra soberana de Dios (2 Co 4:6).
Entonces la doctrina que se desprende aqui de manera natural es que esto subraya la depravación total (tinieblas), la gracia irresistible (Dios irrumpe con luz) y la eficacia del llamado: “el que me sigue… tendrá la luz de la vida” (Jn 8:12), en nuentro lenguaje seguir a Cristo es ser discipulado por el y el preserva a sus santos.
A partir de Juan 8 13, la discusión con los fariseos gira en torno al testimonio. Ellos objetan: “Tú das testimonio acerca de ti mismo; tu testimonio no es verdadero” (8:13), apelando, implícita o explícitamente, al principio de dos o tres testigos (Dt 19:15).
Jesús responde que su testimonio es verdadero porque conoce su origen y destino (Juan 8 14), no juzga según criterios meramente humanos (Juan 8 15), y el Padre da testimonio de Él (Juan 8 18).
Así, el Hijo no solo cumple la Ley, sino que manifiesta la comunión eterna Padre–Hijo, fundamento de la veracidad de su testimonio ( Jn 5:31–37).
Esto nos eneseña a nosotros puntos cardinales de nuestra fe como lo son la suficiencia de Cristo y el carácter trinitario de la revelación: el Hijo se da a conocer por el Padre y en el Espíritu, como la única Luz que salva.
Sin Cristo, solo hay tinieblas; con Cristo, hay luz y vida. La solución al extravío humano no es más rito ni más lámpara, sino el Cristo vivo, “Dios de Dios, Luz de Luz”. Por eso, el llamado no es a “mirar la luz” desde lejos, sino a seguir a Cristo (Jn 8:12), creer en Él (Jn 8:24) y permanecer en su palabra (Jn 8:31–32).

1. La ley corrompida daba testimonio de ellos mismos ( Juan 8 13, 17–18a)

Los fariseos apelan a la Ley para desacreditarlo:
Tú das testimonio acerca de ti mismo; tu testimonio no es verdadero” (Juan 8 13).
Pero Jesús responde en Juan 8 17vuestra ley”. Note el enfasis VUESTRA No se esta refiriendo Jesus a la Ley mosaica, ni porque la Ley mosaica fuera defectuosa, sino porque ellos la habían tergiversado, convirtiéndo la ley dada por Dios en instrumento de orgullo religioso.
En su intento de auto justificarse por la Ley, no percibian que la misma Ley los acusaba Ro 2:17–23.
La Ley fue dada para revelar el pecado (Ro 3:20), pero ellos la usaban para pretender justicia propia.
Entonces Jesús los confronta mostrando que su confianza no estaba en Dios, sino en sus méritos o vanos esfuerzos de cumplir la ley. Su dios no era el Dios de la Ley sino la ley corrupta era su dios.
En términos más sencillos y practicos aqui podemos ver qué la total depravación humana contamina incluso lo santo y naturalmente aún más esto sucede cuando el corazón no ha sido regenerado.
Tome nota de esto: el corazón del pecado siempre es el mismo.
Fue el pecado de Eva, al poner en duda la veracidad y suficiencia de la palabra de Dios (Gn 3:1–6)
El mismo pecado de Israel, al rebelarse contra la Ley divina y preferir sus propios criterios (Jer 2:13)
El mismo pecado de Satanás, cuando tentó a Jesús en el desierto distorsionando las Escrituras (Mt 4:1–11).
Y es, en esencia, el mismo error que persiste hoy: cuando los mal llamados testigos de Jehová o los mormones recortan la Biblia a su conveniencia
Cuando el catolicismo romano añade tradiciones humanas como si fueran autoridad divina.
Cuando la teología liberal y la teología queer descontextualizan el texto bíblico para justificar el pecado.
En todos los casos, historicos o actuales el patrón del pecado es idéntico: negar la autoridad y suficiencia de la Palabra de Dios, lo que constituye la raíz de toda apostasía y de toda corrupción doctrinal.
Poniéndolo el perspectiva mas personal esto también ocurre hoy: muchos se refugian en obras, moral o religiosidad, buscando que esas cosas den testimonio de su salvación. Pero ningún mérito humano puede justificarnos delante de Dios (Ro 3:28; Ef 2:8–9).
Solo Cristo puede dar testimonio de los suyos:
El único testimonio que nos debe de importar y llenar de profundo temor santo es escuchar ese momento glorioso de los labios mismo de nuestro salvador JesuCristo decir:
“Yo morí por él… él es verdaderamente mi seguidor.”
En el día del juicio, esa será la única defensa válida: la justicia imputada de Cristo, no la nuestra (2 Co 5:21).

2 de Cristo da testimonio el padre

Aunque yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y adónde voy…” (v. 14).
Fíjese en esto: Jesús ha usado el nombre divino “YO SOY”, el nombre más sagrado de Dios, aquel que los judíos evitaban pronunciar por reverencia.
Con ese nombre, Él se identifica abiertamente con el Dios del pacto revelado a Moisés (Éx 3:14).
Ya había dicho que Él es el agua viva (Jn 7:37–38), mostrando que la roca de Horeb, de la cual brotó agua para el pueblo, prefiguraba su obra redentora (1 Co 10:4).
Ahora, en Juan 8, declara que Él es la luz del mundo, señalando que la luz de los candelabros del Templo, que iluminaban toda Jerusalén durante la Fiesta de los Tabernáculos, apuntaban a su persona.
Todo lo que en el Antiguo Testamento manifestaba la presencia y la provisión de Dios
el agua
la roca
la luz
Encuentra su pleno cumplimiento en Cristo.
Pero Jesús no se detiene ahí: al decir “Yo soy la luz del mundo, trasciende los símbolos rituales del judaísmo y se presenta como la revelación universal de Dios al hombre.
En medio de este escenario glorioso, el pasaje que estamos estudiando destaca la confrontación entre la luz y las tinieblas: los fariseos, incapaces de reconocer la verdad, inician una discusión argumentativa con Jesús, cuestionando la validez de su testimonio.
El tema central, por tanto, es quién da testimonio de Jesús, y su respuesta revelará no solo su autoridad divina, sino también la ceguera espiritual de sus opositores.
Aquí es cuando podemos entender con aún más profundidad las palabras del Padre en el Bautismo de Jesús. Podemos ver qué El Padre dio testimonio de Él en múltiples momentos:
En su bautismo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mt 3:17).
En su transfiguración: la misma voz reafirma su identidad divina (Mt 17:5).
En sus obras y milagros: “Las obras que el Padre me dio… dan testimonio de mí” (Jn 5:36).
En la resurrección: el Padre lo levantó de entre los muertos como sello de aprobación (Ro 1:4).
Como notara por ejemplo sus obras y milagros no son primordialmente una obra para benefiaciar al hombre, aunque si lo son, pero el motivo principal de las obras de Cristo son obras del Padre dando testimonio del hijo.
Como podemos ver esto nos lleva a poder admirar con un corazón maravillado de como esto resalta la unidad trinitaria: el Hijo no actúa independiente del Padre. Cristo es el enviado, y su misión es respaldada por la autoridad del Padre eterno.
Así como el Padre dio testimonio del Hijo, también el Espíritu da testimonio en nuestros corazones (Ro 8:16), confirmando que somos hijos de Dios. Por eso el creyente no vive de dudas, sino de la certeza de que la salvación es obra de Dios de principio a fin.
Related Media
See more
Related Sermons
See more
Earn an accredited degree from Redemption Seminary with Logos.