VINO NUEVO EN ODRES NUEVOS

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ERMÓN EXPOSITIVO: “VINO NUEVO EN ODRES NUEVOS” Texto base: “Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera el vino nuevo romperá los odres, y se derramará y los odres se perderán. Mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar; y lo uno y lo otro se conservan.” (Lucas 5:37–38)

Introducción

El Señor Jesús emplea una imagen sencilla, pero profundamente espiritual: la del vino nuevo y los odres nuevos. En la antigüedad, el vino se almacenaba en odres hechos de cuero. Con el tiempo, esos odres se endurecían y perdían su elasticidad. Si se ponía vino nuevo, en proceso de fermentación, dentro de un odre viejo y rígido, la presión lo rompía. Jesús utiliza esta figura para ilustrar la imposibilidad de contener la vida nueva del Evangelio dentro de los moldes rígidos del antiguo sistema DEL MUNDO. El judaísmo representaba los odres viejos, mientras que la gracia de Cristo era el vino nuevo que traía una vida vibrante, gozosa y transformadora.
Esta verdad no solo aplica al pasado, sino también a nosotros hoy:
Dios quiere derramar vino nuevo en vidas renovadas, corazones dispuestos y mentes abiertas a Su obra.

1. El vino nuevo simboliza la vida y la gracia del Evangelio

Versículo clave: “Porque la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.” (Juan 1:17)
El vino nuevo representa la frescura del Evangelio, lleno de gracia, perdón y vida espiritual. Es el gozo que brota de una relación personal con Cristo, no de rituales vacíos ni de tradiciones humanas. El Evangelio no puede encerrarse en estructuras rígidas o meras costumbres religiosas. Jesús trajo algo radicalmente nuevo: una vida espiritual que fluye desde el corazón regenerado. Así como el vino nuevo burbujea y se expande, la gracia de Dios transforma y renueva. No se trata de remendar el viejo odre del legalismo, sino de recibir un nuevo corazón donde la vida divina pueda manifestarse.

2. Los odres viejos representan el formalismo y la rigidez espiritual

Versículo clave: “Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí.” (Mateo 15:8)
Los fariseos y escribas eran odres viejos. Guardaban las apariencias religiosas, pero su corazón estaba endurecido. No podían aceptar el dinamismo del Espíritu Santo ni las nuevas manifestaciones del Reino de Dios. El creyente también corre el peligro de volverse un odre viejo: aferrarse a formas pasadas, a métodos que una vez fueron útiles, pero que hoy ya no contienen el vino del Espíritu. Cuando la vida cristiana se convierte en mera rutina, sin pasión ni apertura a la dirección divina, el odre se agrieta. Dios no derrama Su vino nuevo sobre corazones cerrados o tradiciones muertas.

3. El vino nuevo requiere corazones renovados por el Espíritu Santo

Versículo clave: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros.” (Ezequiel 36:26)
Para recibir el vino nuevo, primero el odre debe ser renovado. El Espíritu Santo necesita obrar en lo profundo del alma, haciendo flexible lo que el pecado y la costumbre han endurecido. La renovación espiritual no es opcional; es necesaria para que la obra de Dios se conserve y crezca. Un corazón nuevo es humilde, sensible, dispuesto a obedecer y a aprender. Solo así puede Dios derramar su vino: Su Palabra viva, Su unción fresca, Su poder santificador. El vino nuevo no puede ser contenido por un corazón orgulloso o un espíritu inflexible.

4. El vino nuevo trae gozo, transformación y expansión

Versículo clave: “El Reino de los cielos no consiste en comida ni bebida, sino en justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.” (Romanos 14:17)
El vino nuevo simboliza también el gozo del Espíritu, la vida abundante y la transformación continua. Donde hay vino nuevo, hay vida, hay movimiento y hay crecimiento. En Lucas 5 vemos ejemplos vivos: los hombres que bajaron al paralítico rompieron esquemas; Leví dejó su trabajo y celebró un banquete para presentar a Cristo. Así actúa el vino nuevo: impulsa, renueva y transforma. No teme romper techos ni tradiciones para acercarse a Jesús. Donde hay vino nuevo, hay una fe viva, un servicio ferviente y una alegría contagiosa que inspira a otros a buscar a Cristo.

5. Dios busca odres nuevos para conservar Su obra

Versículo clave: “Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo.” (Mateo 9:16)
El Señor no mezcla lo nuevo con lo viejo; Él crea algo completamente renovado. No se trata de mejorar lo antiguo, sino de recibir un odre nuevo: una vida regenerada y moldeable en Sus manos. Dios no derramará Su vino sobre corazones que resisten el cambio. Él busca odres nuevos: creyentes humildes, dispuestos a dejar lo viejo para abrazar lo que el Espíritu quiere hacer hoy. Cuando el vino nuevo se derrama en odres nuevos, “lo uno y lo otro se conservan” —es decir, la obra se mantiene viva, y el vaso se fortalece con el contenido.

Conclusión

El mensaje de Jesús sigue resonando: “Mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar.” El Señor desea derramar en Su Iglesia un vino nuevo de avivamiento, frescura y poder, pero solo lo hará sobre vidas renovadas, corazones flexibles y mentes dispuestas a ser moldeadas. Pidamos a Dios que quite la rigidez de nuestra fe, el peso de nuestras tradiciones, y que haga de nosotros odres nuevos, para que Su vino nuevo —Su gracia, Su Espíritu y Su gozo— fluyan en abundancia y nunca se pierdan.

SERMÓN EXPOSITIVO: “EJERCE SU AUTORIDAD SOBRE LA VIEJA RELIGIÓN”

Texto base: Marcos 2:21–22

Introducción

Jesucristo no vino para mejorar lo antiguo, sino para establecer algo completamente nuevo. Su mensaje y su obra no podían ser encerrados dentro del marco del judaísmo tradicional ni de una religión muerta. En Marcos 2:21–22, el Señor ilustra esta verdad con dos imágenes poderosas: un remiendo nuevo en un vestido viejo y vino nuevo en odres viejos. Ambas enseñanzas revelan la incompatibilidad entre la vida nueva del evangelio y las estructuras viejas de la religión humana. Cristo ejerce su autoridad no para remendar el pasado, sino para transformarlo todo desde adentro, creando algo totalmente nuevo.

1. Cristo no vino a remendar lo viejo, sino a establecer lo nuevo

“Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo...” (Marcos 2:21a)
El Señor usa esta figura sencilla para mostrar que Su enseñanza no era un parche añadido al judaísmo. El paño nuevo, al encogerse, rasgaría el vestido viejo, haciendo el daño mayor. Así también, el evangelio no puede coexistir con los ritos y tradiciones humanas. Jesús no vino a ajustar el legalismo, sino a traer una nueva relación con Dios basada en gracia y verdad (Juan 1:17). La religión antigua buscaba agradar a Dios con esfuerzos humanos; el evangelio trae justicia divina por medio de la fe. Cuando el hombre intenta “remendar” su vida con prácticas externas, sin un nuevo corazón, fracasa. Solo una nueva naturaleza puede contener la vida de Cristo.

2. El vino nuevo representa la vida del Espíritu en el creyente

“Nadie echa vino nuevo en odres viejos...” (Marcos 2:22a)
El vino nuevo simboliza la obra del Espíritu Santo, la vida fresca y vibrante que Cristo ofrece a todo aquel que cree. El odre viejo representa la estructura rígida del antiguo sistema religioso, incapaz de contener la expansión de la vida divina. Jesús no puede ser limitado por costumbres muertas, tradiciones humanas o corazones endurecidos. Cuando el Espíritu de Dios entra en una vida, la transforma por completo (2 Corintios 5:17). Si alguien intenta vivir la vida cristiana con el corazón viejo, sin haber nacido de nuevo, no soportará la presión del vino nuevo: se rompe, se derrama, y todo se pierde.

3. La incompatibilidad entre el judaísmo y el evangelio

“El vino nuevo rompe los odres, y el vino se derrama...” (Marcos 2:22b)
Jesús deja claro que el antiguo sistema del judaísmo, basado en la ley y los sacrificios, no podía mezclarse con el nuevo pacto de la gracia. Lo viejo ya había cumplido su propósito: preparar el camino para el Mesías. El intento de combinar ambos conduce al fracaso espiritual. El apóstol Pablo lo afirmó con claridad: “Si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gálatas 2:21). Por eso el Señor vino a cumplir la ley, no a perpetuarla (Mateo 5:17). Su sacrificio abolió las sombras del templo y estableció la comunión directa con Dios a través de Su sangre.

4. El vino nuevo requiere odres nuevos: corazones renovados

“Mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar” (Marcos 2:22c)
El evangelio solo puede habitar en corazones regenerados. Así como un odre nuevo puede expandirse con el vino nuevo, un creyente renovado por el Espíritu puede contener y manifestar la vida de Cristo. El nuevo nacimiento es el requisito indispensable para recibir la plenitud del evangelio (Juan 3:3). No se trata de una reforma moral ni de un cambio externo, sino de una transformación espiritual profunda. Dios promete: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros” (Ezequiel 36:26). Solo un odre nuevo puede resistir la presión de la gracia que crece y se expande en la vida cristiana.

5. Cristo ejerce su autoridad para renovar, no para remendar

“El vino nuevo en odres nuevos se ha de echar” (Marcos 2:22d)
Jesús muestra su autoridad al establecer una nueva dispensación, un nuevo pacto y una nueva forma de adoración. Él no vino a restaurar un sistema muerto, sino a traer vida abundante (Juan 10:10). Su autoridad no busca preservar tradiciones, sino liberar a los hombres del yugo de la ley para vivir en el poder del Espíritu. La religión sin Cristo es un odre viejo que se rompe bajo la presión de la verdad. Pero donde Cristo reina, hay renovación continua: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).

Conclusión

El mensaje de Cristo no puede ser contenido por la religión vieja ni por corazones sin regenerar. Él vino a traer un vino nuevo: el gozo del Espíritu, la vida abundante, y la libertad del evangelio. Su autoridad sobre la vieja religión muestra que no basta con reformar; es necesario ser transformado. El Señor sigue derramando su vino nuevo sobre quienes se rinden a Él. Que no intentemos retener su gracia en odres viejos de orgullo o tradición, sino que permitamos que el Espíritu Santo haga de nosotros vasos nuevos, listos para recibir la plenitud de Cristo.
“He aquí, yo hago nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21:5).
SERMÓN EXPOSITIVO: “EL SIMBOLISMO ESPIRITUAL DEL VINO EN LA BIBLIA”
Texto base: Isaías 25:6“Y Jehová de los ejércitos hará en este monte a todos los pueblos banquete de manjares suculentos, banquete de vinos refinados, de gruesos tuétanos, y de vinos purificados.”

Introducción

El vino, más que una bebida en la historia antigua, fue símbolo de alegría, bendición, comunión y pacto en la Palabra de Dios. Su preparación, conservación y uso en la antigüedad revelan no solo aspectos culturales, sino profundas lecciones espirituales. En el mundo bíblico, el vino representaba la abundancia que Dios da a su pueblo, la renovación del gozo, y el resultado del proceso de transformación. Así como la vid debía ser cultivada y el vino preparado con cuidado, así el creyente debe pasar por el proceso divino para producir fruto espiritual. A través de este estudio expositivo, veremos 12 puntos que revelan cómo el vino ilustra la obra de Dios en nosotros y la naturaleza del Reino.

1. El vino, fruto del trabajo y del tiempo

El vino no era algo inmediato; requería cultivo, cosecha, fermentación y paciencia. Del mismo modo, Dios obra en el creyente a través de procesos. “El labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero” (2 Timoteo 2:6). Nada espiritual madura sin disciplina y constancia.

2. La vid: símbolo del pueblo de Dios

El Antiguo Testamento compara a Israel con una viña que Dios plantó con amor (Isaías 5:1–2). Sin embargo, cuando el pueblo se apartó, la viña produjo uvas silvestres. Esto enseña que la verdadera comunión con Dios produce fruto genuino, no apariencia de religiosidad.

3. La preparación del vino y el propósito divino

En la antigüedad, el vino se obtenía por presión y fermentación; un proceso de transformación. Así también, el creyente debe pasar por el “lagar” del sufrimiento para ser transformado a la imagen de Cristo (Romanos 8:29). “Los que siembran con lágrimas, con regocijo segarán” (Salmo 126:5).

4. El vino como símbolo de alegría espiritual

El salmista declara: “El vino alegra el corazón del hombre” (Salmo 104:15). Esta alegría no proviene del placer terrenal, sino del gozo del Espíritu Santo que llena el corazón regenerado (Efesios 5:18). El vino espiritual representa el gozo de la salvación.

5. El vino puro y el corazón sincero

Isaías denuncia: “Tu vino está mezclado con agua” (Isaías 1:22). El vino diluido representa una fe contaminada, un corazón dividido. Dios desea pureza espiritual y fidelidad total. Un cristiano “mezclado” no puede reflejar la plenitud del Espíritu.

6. El vino nuevo y la renovación del Espíritu

Jesús dijo: “Nadie echa vino nuevo en odres viejos” (Marcos 2:22). El vino nuevo simboliza la nueva vida del Espíritu que no puede habitar en un corazón viejo, sin regenerar. La conversión implica recibir el vino nuevo en un odre renovado.

7. El vino y el pacto de gracia

En la última cena, Cristo tomó la copa y dijo: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre” (Lucas 22:20). El vino, en este contexto, representa la redención y la comunión eterna entre Dios y Su pueblo. Es señal del perdón y la restauración.

8. El vino como señal del juicio divino

La Biblia también muestra el vino como símbolo del juicio de Dios sobre los impíos. “El cáliz del vino del furor de su ira” (Apocalipsis 16:19). Así como el vino puede alegrar, también puede representar la ira cuando el hombre desprecia la gracia divina.

9. El vino añejo y la sabiduría espiritual

Lucas 5:39 dice: “El que ha bebido del añejo no quiere del nuevo, porque dice: el añejo es mejor.” El vino añejo representa la madurez espiritual. El creyente que ha permanecido en la Palabra conoce el valor de la experiencia y la perseverancia.

10. El vino mezclado y la adoración falsa

Isaías 65:11 habla de los que “preparan mesa para la Fortuna, y ofrecen vino mezclado al Destino”. Este vino adulterado representa la adoración desviada. Dios busca adoradores en espíritu y en verdad, no una mezcla de fe y mundo (Juan 4:24).

11. El vino como provisión de Dios

En la historia, el vino fue símbolo de bendición y abundancia (Deuteronomio 7:13). Dios promete suplir no solo lo necesario, sino también lo que alegra el alma. Él llena nuestras copas hasta rebosar (Salmo 23:5), mostrando Su generosidad infinita.

12. El vino eterno del Reino

Jesús prometió: “No beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el Reino de mi Padre” (Mateo 26:29). El vino celestial será el gozo eterno de los redimidos en la comunión perfecta con el Cordero. Esa es la esperanza final del creyente.

Conclusión

El vino en la Escritura no solo era una bebida preciada; era símbolo de transformación, gozo, juicio y pacto. Representa la obra del Espíritu en el creyente y la plenitud del Reino venidero. Así como el vino requiere proceso, pureza y paciencia, así Dios forma en nosotros un carácter semejante a Cristo. Que nuestras vidas sean como un vino nuevo, preparado en las manos del Maestro, para la gloria de Su nombre.
SERMÓN EXPOSITIVO: “ODRES NUEVOS PARA EL VINO NUEVO” (Basado en Mateo 9:17; Marcos 2:22; Lucas 5:37–38)

Introducción

En la enseñanza de Jesús sobre el vino nuevo y los odres viejos, encontramos una profunda lección espiritual. En los tiempos bíblicos, el odre era una piel de cabra usada para guardar vino. Con el paso del tiempo, el cuero viejo se endurecía y se volvía quebradizo, incapaz de soportar la presión del vino nuevo que fermentaba. De la misma manera, Jesús nos enseña que el Evangelio no puede ser contenido dentro de los moldes rígidos de la vieja religiosidad ni dentro de corazones no renovados. El vino nuevo del Espíritu necesita odres nuevos: vidas regeneradas, humildes y flexibles para recibir lo que Dios está haciendo.
“Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conserva juntamente” (Mateo 9:17).

1. El significado literal del odre

El término griego askos (ἀσκός) se refiere a un recipiente hecho de cuero, generalmente de cabra, usado para guardar vino. El odre se formaba con toda la piel del animal, curtida con corteza de acacia, dejando el pelo por fuera. Estos odres, cuando eran nuevos, eran elásticos y resistentes, capaces de contener el vino durante su fermentación. Pero con el tiempo, el calor y el uso, se secaban, se arrugaban y perdían flexibilidad (cf. Salmo 119:83). Así, el odre viejo representa lo inflexible, lo que ya no puede contener la obra viva y dinámica del Espíritu.

2. El simbolismo espiritual del vino nuevo

El vino nuevo simboliza la vida del Espíritu Santo, la gracia del Evangelio y la renovación interior que Cristo trae. El vino, en su fermentación, representa la obra activa y transformadora de Dios en el creyente. No puede ponerse esta vida nueva en corazones no regenerados o estructuras religiosas caducas. “Y nadie echa vino nuevo en odres viejos” (Lucas 5:37). El vino nuevo requiere renovación interior, un corazón dispuesto a ser transformado por el poder del Espíritu (cf. Ezequiel 36:26).

3. El peligro de un odre viejo

El odre viejo es símbolo de una mente y un corazón que se aferran a las formas del pasado, a tradiciones vacías y a una religiosidad sin vida. Así eran los fariseos, rígidos en sus costumbres, incapaces de recibir la frescura del Evangelio. Jesús no vino a remendar la vieja religión, sino a traer una nueva vida. “Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo” (Mateo 9:16). La rigidez espiritual impide el fluir del Espíritu y termina rompiendo lo que se intenta conservar.

4. El proceso del curtido: figura del quebrantamiento espiritual

El odre era curtido con corteza de acacia, proceso que ablandaba la piel para hacerla útil. De igual manera, Dios trabaja en nosotros mediante el quebrantamiento y la disciplina, ablandando nuestros corazones endurecidos. Un corazón endurecido no puede contener la gracia de Dios. El Señor permite el fuego de las pruebas para hacernos flexibles y preparados para recibir Su vino nuevo. “Porque Jehová no desprecia al corazón contrito y humillado” (Salmo 51:17).

5. El vino nuevo del Evangelio exige transformación

El mensaje de Cristo no es una mejora del antiguo sistema; es una transformación total. Los odres viejos del legalismo, el orgullo o la autosuficiencia no pueden contener la vida abundante del Evangelio. Por eso, Jesús dice: “Es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:7). La regeneración del Espíritu nos capacita para recibir el vino nuevo de Su gracia. Donde hay un corazón nuevo, hay también una nueva disposición para obedecer y vivir conforme al Espíritu.

6. La conservación del vino nuevo en odres nuevos

Cuando el odre es nuevo, el vino puede fermentar sin peligro. Así también, cuando el creyente ha sido renovado por el Espíritu, la vida de Cristo puede desarrollarse plenamente en él. “Y lo uno y lo otro se conservan juntamente” (Mateo 9:17). El odre nuevo conserva el vino, y el vino preserva el odre. Esto muestra la relación entre el Espíritu y el creyente: el Espíritu da vida, y el creyente mantiene su comunión por medio de la obediencia y la pureza (cf. Gálatas 5:25).

7. Un llamado a ser odres nuevos cada día

No basta con haber sido un odre nuevo una vez; debemos mantenernos renovados continuamente. La vida espiritual se marchita cuando dejamos de depender del Espíritu. La oración, la Palabra y la comunión con Cristo nos mantienen flexibles y sensibles a Su dirección. “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento” (Romanos 12:2). El vino nuevo del Espíritu sigue fluyendo, pero solo llenará aquellos corazones dispuestos a ser moldeados una y otra vez por las manos del Alfarero.

Conclusión

El Señor no derrama Su vino nuevo en corazones endurecidos. Él busca odres nuevos: hombres y mujeres que se dejen transformar, que no se aferren a lo viejo, sino que abracen el poder renovador de Su gracia. Así como el odre nuevo conserva el vino y el vino da vida al odre, así también el creyente y el Espíritu caminan juntos en perfecta armonía. Que cada día podamos decir: “Hazme, Señor, un odre nuevo, para que tu vino nuevo llene mi vida hasta rebosar”.
“He aquí, yo hago nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21:5).
Bosquejos para predicadores, Tomo 2 SERMÓN 185: USANDO ODRES NUEVOS (S. Marcos 2:22)

USANDO ODRES NUEVOS

«Y nadie echa vino en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los odres, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar» (S.

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