Sermón sin título (3)

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La Autoridad sobre la Enfermedad y la Muerte
Mateo 9:18–26
Introducción: La Autoridad Demostrada
Buenos días (tardes/noches), iglesia.
Hay enfermedades que duran un tiempo… y hay dolores que duran toda una vida. Pero ninguno de ellos resiste la autoridad de Jesús.
Durante las últimas semanas hemos estado estudiando el Evangelio de Mateo y hemos sido testigos de cómo Jesús establece Su Reino. En los capítulos 5 al 7 vimos el Sermón del Monte, donde Jesús demostró Su autoridad en la enseñanza. La Biblia dice que la gente se asombraba, “porque les enseñaba como uno que tiene autoridad, y no como los escribas” (Mateo 7:29).
Jesús no citaba a otros rabinos; Él hablaba como la fuente misma de la verdad.  Pero una cosa es hablar con autoridad… y otra muy distinta es demostrarla con poder.
Eso es exactamente lo que sucede en los capítulos 8 y 9. Después de mostrar Su autoridad en la Palabra, Jesús demuestra Su autoridad sobre todo el mundo creado.
En una progresión teológica impresionante, Mateo presenta a Jesús ejerciendo autoridad:
· sobre la enfermedad(8:1–17),
· sobre la naturaleza(8:23–27),
· sobre los demonios(8:28–34),
· y ahora, finalmente, sobre el pecado, la impureza y la muerte misma (9:1–26).
Jesús sana al leproso, restaura al siervo del centurión, calma la tempestad, libera a los endemoniados… Cada milagro es una declaración: Jesús no es solo un buen maestro; Él es Dios hecho carne, el Rey que ha venido a restaurar lo que estaba roto.
Y hoy, en nuestro pasaje de Mateo 9:18–26, llegamos al clímax de estas demostraciones.  Aquí, Jesús se enfrenta a los dos enemigos más grandes e invencibles de la humanidad: la enfermedad prolongada y la muerte misma.
La Ilustración: La Central del Poder Divino
Quiero que pensemos en la autoridad de Jesús como una inmensa central de poder divino.
Su sola presencia está cargada con el dunamis —el poder— del Reino de Dios, capaz de iluminar la ciudad más oscura.  Pero para que esa corriente fluya y encienda la luz en nuestras casas, se necesita un conector. Se necesita algo que toque esa fuente de poder. Ese conector es la fe.
Dos historias entrelazadas
En este pasaje encontramos dos historias entrelazadas, una dentro de la otra.  Dos personas desesperadas que, en medio de su dolor, deciden “conectarse” con el poder de Jesús.
· Una mujer que vivía en la oscuridad crónica de una enfermedad que la aislaba.
· Y un padre, Jairo, que enfrentaba el apagón total del dolor más profundo: la muerte de su hija.
Ambos nos enseñan cómo la fe toca la autoridad de Cristo y activa Su poder transformador.
Transición
La primera demostración de esta autoridad ocurre de una forma inesperada. Mientras Jesús está ocupado enseñando y respondiendo preguntas, alguien se atreve a interrumpirlo.  Pero esta interrupción no lo irrita ni lo distrae.  Es una interrupción que cambiará una vida para siempre.
I. La Autoridad de Jesús sobre la Desgracia Crónica (vv. 20–22)
A. Desarrollo del Pasaje (Definición y Profundización)
Leamos los versículos 20 al 22:
(20) Y una mujer que había padecido de flujo de sangre por doce años, se acercó a Él por detrás y tocó el borde de Su manto.
(21) Pues decía para sí: «Si tan solo toco Su manto, seré sanada».
(22) Pero Jesús, volviéndose y viéndola, dijo: «Hija, ten ánimo, tu fe te ha sanado». Y al instante la mujer quedó sana.
La historia de Jairo —que veremos en un momento— es interrumpida por esta mujer. Ella padecía de un “flujo de sangre”, una condición que, según la ley de Levítico 15, no solo era una enfermedad física, sino también una sentencia social y espiritual.
Su enfermedad la hacía “impura”. Era una condena a la soledad.  Ser impura significaba no poder entrar al templo ni adorar en la sinagoga. Todo lo que tocaba —su cama, su silla— se consideraba impuro, y cualquiera que la tocara quedaba contaminado. ¡Imaginen doce años así! Doce años de aislamiento, vergüenza y rechazo.
El Evangelio de Marcos nos dice que había gastado todo su dinero en médicos, pero “solo había empeorado”. Estaba arruinada, enferma y sola.
(Nota de Wiersbe:Marcos 5:26 nos informa que esta mujer había ido a ver a muchos médicos, pero ninguno pudo ayudarla. Sus esperanzas estaban destrozadas. Su hemorragia la hacía ceremonialmente inmunda, lo cual aumentaba su desesperanza. Los flecos del manto recordaban que el pueblo pertenecía a Dios.” )
Con miedo y vergüenza, se acerca por detrás. No se atreve a hablar, ni a pedir que Jesús la toque. Ella cree que no merece acercarse. Sin embargo, su fe —aunque pequeña, imperfecta y casi supersticiosa— está puesta en la persona correcta.
“Si tan solo toco Su manto, seré sanada.”  Y entonces ocurre algo maravilloso.  Jesús, el Creador del universo, en camino a resucitar a una niña, se detiene.  Se detiene por una mujer anónima, marginada, sin nombre… y la ve.
Y no solo la sana, la restaura.
Le dice: “Hija.” ¡Qué palabra tan llena de ternura y dignidad! De impura a hija. De excluida a amada. Después le dice: “Ten ánimo” —le devuelve la paz— y finalmente: “Tu fe te ha sanado” —le devuelve propósito y valor—.
(Nota de Wiersbe:“Jairo y la mujer eran personas opuestas, pero ambos se hallaron a los pies de Jesús. Jairo era un dirigente; ella, una mujer sin nombre. Él vino por su hija; ella vino por sí misma. Ambos confiaron, y Jesús suplió sus necesidades.” )
Jesús no dijo “Mi manto te sanó” ni “Mi poder te sanó”, sino “Tu fe te ha sanado”.
¿Por qué? Porque la fe fue el canal que conectó su miseria con la autoridad divina.
La fe fue el “conector” que tocó la fuente del poder celestial.
B. Otras Referencias Bíblicas
1. Marcos 5:25–34: El relato paralelo, donde se nos dice que Jesús “sintió que poder (dunamis) había salido de Él”. Esto refuerza nuestra ilustración: la autoridad de Jesús es un poder real y tangible que fluye por la fe.
2. Lucas 8:43–48: Lucas, el médico, enfatiza que la mujer “había gastado en médicos todo cuanto tenía, y no podía ser curada por nadie”. La autoridad de Jesús triunfa donde la ciencia y el esfuerzo humano fracasan.
3. Levítico 15:25–27: Este es el trasfondo legal. Entender esta ley nos permite ver la magnitud de la barrera que esta mujer rompió. Su fe fue una fe desesperada que desafió las normas religiosas para tocar al Salvador.
C. Ilustración Contemporánea (Aplicando la Ilustración Continua)
Volvamos a nuestra ilustración de la central eléctrica. Esta mujer vivía en oscuridad total durante doce años, aunque la línea de alta tensión pasaba justo frente a su casa.
Estaba desconectada por la ley, la vergüenza y su propia enfermedad.
Los “médicos” del mundo le habían ofrecido velas, linternas, pequeñas baterías… pero nada trajo luz a su vida.
Entonces, su fe se convierte en un acto valiente.
Toma un cable pelado, tiembla, y toca la línea principal del poder divino.
Fue un acto arriesgado, “incorrecto” según las normas —porque la impureza no debía tocar la santidad—, pero su desesperación la llevó a la única Fuente de poder real.
Y en el momento en que su fe hizo contacto, la autoridad de Jesús fluyó, la luz volvió a su vida, y la oscuridad de doce años desapareció.
(Nota de Wiersbe:“La fe de esta mujer era casi supersticiosa, sin embargo Jesús la honró y la sanó. No es la fuerza de nuestra fe lo que nos salva, sino la fe en un Salvador fuerte.” )
D. Aplicación Contemporánea
Muchos de nosotros también vivimos con “flujos” crónicos. Quizás no sean físicos, pero sí del alma: un pecado oculto que nos persigue, una adicción que nos esclaviza, una amargura que nos aísla, o una tristeza que nos hace sentir indignos.
Venimos a la iglesia “por detrás”. Nos sentamos en silencio, esperando que nadie note nuestro dolor. Creemos que no somos dignos de interrumpir a Jesús con nuestros problemas.
Pero la lección de esta mujer es clara: La autoridad de Jesús no es repelida por tu impureza; está diseñada para limpiarla.
Él está dispuesto a detener Su camino por ti. Quiere llamarte “Hijo”, “Hija”, y restaurar tu dignidad.
(Nota de Wiersbe: “El hecho de que Dios haya ayudado a otros debe animarnos a confiar más en Él. No debemos ser tan egoístas en nuestras oraciones como para no esperar en el Señor, sabiendo que nunca llega tarde.” )
Atrévete a tocar Su manto. Aunque tu fe sea débil, Jesús no mira la fuerza de tu toque, sino la dirección de tu fe.
E. Toque Pastoral
Hermano, hermana… ¿cuál es ese problema crónico que te ha mantenido escondido, sintiéndote impuro? Jesús sabe que estás ahí, entre la multitud.
Él siente el toque de la fe, aunque sea temblorosa. No te reprenderá por tu debilidad; la honrará.
Hoy te dice: “Ten ánimo.” Atrévete a extender tu mano. Atrévete a tocar el borde de Su manto. Él quiere sanarte. Él quiere restaurarte.
Transición
Jesús honra la fe que se atreve a interrumpir Su camino. Pero Su obra aún no ha terminado. Hay otra historia que espera, otra fe que clama, otra casa que necesita Su toque. La interrupción ha pasado; ahora Jesús se dirige a cumplir una promesa: dar vida donde la muerte había llegado.
II. La Autoridad de Jesús sobre la Desesperación de la Muerte (vv. 18–19, 23–26)
A. Desarrollo del Pasaje (Definición y Profundización)
Leamos nuevamente el versículo 18:
(18) Mientras Él les decía estas cosas, un oficial de la sinagoga llegó y se postró delante de Él, diciendo: «Mi hija acaba de morir; pero ven, pon Tu mano sobre ella, y vivirá». (19) Jesús se levantó y lo siguió, y también Sus discípulos. ... (23) Cuando Jesús entró en la casa del oficial, y vio a los flautistas y al gentío en completo desorden, (24) les dijo: «¡Retírense! Porque la niña no ha muerto, sino que duerme». Y se burlaban de Él. (25) Pero cuando habían echado fuera a la gente, Él entró, la tomó de la mano, y la niña se levantó. (26) Y esta noticia se difundió por toda aquella región.
El hombre que se acerca a Jesús se llama Jairo —como lo registran Marcos y Lucas—. Era un arconte, un líder de la sinagoga local. Un hombre respetado, un pilar de su comunidad. Pero en este momento, no viene como un dirigente… sino como un padre desesperado.
Jairo da un paso valiente. Era parte del sistema religioso que rechazaba a Jesús, pero su amor por su hija lo impulsa a dejar todo orgullo y postrarse a los pies del Maestro. Su fe desafía la lógica. No dice: “Mi hija está enferma.” Dice: “Mi hija acaba de morir… pero ven.”
¡Qué declaración de fe! Un hombre que mira la muerte cara a cara, y aun así cree que la autoridad de Jesús es mayor que la tumba!
(Nota de Wiersbe: “Debe de haber sido difícil para Jairo acudir a Jesús, puesto que era un fiel judío y líder de la sinagoga. Pero el amor por su hija le impulsó a buscar a Jesús, aun con la oposición de los líderes religiosos.” )
Aquí vemos un contraste hermoso: La mujer interrumpió a Jesús con su necesidad, y esa demora permitió que la hija de Jairo muriera. Pero lo que parecía un obstáculo, Dios lo usó para fortalecer la fe del padre.
(Nota de Wiersbe: “La tardanza debió haber contribuido a fortalecer su fe, porque vio lo que la escasa fe de la mujer había logrado para ella.” )
Jesús decide ir con él. Y cuando llegan a la casa, el ambiente es de caos y desesperanza. Están los flautistas y las plañideras —personas contratadas para llorar y hacer ruido—. Era el sonido típico de la muerte… el sonido del final.
(Nota de Wiersbe: “La escena en el hogar debe haber asustado a Jairo; sin embargo, Jesús se hizo cargo de la situación y le devolvió la vida a la muchacha.” )
Entonces Jesús habla con una autoridad que desafía toda lógica humana:
“¡Retírense! Porque la niña no ha muerto, sino que duerme.”
¿Negaba Jesús la realidad? No. La niña estaba biológicamente muerta. Pero Jesús estaba declarando una realidad superior. Para los hombres, la muerte es definitiva; pero para Él, la muerte es solo un sueño del que Él puede despertar a cualquiera.
Y, como siempre, el mundo se burla. El texto dice: “Y se burlaban de Él.” Así reacciona el mundo cuando la fe enfrenta lo imposible. Cuando Jesús dice “vive”, el mundo responde “ya no hay esperanza”.
Pero Jesús no discute. Él echa fuera el ruido, la incredulidad y la burla. Su autoridad trae orden donde había confusión.
Luego, en la calma del momento, entra, toma a la niña de la mano… y ella se levanta. No fue una reanimación ni un truco. Fue una resurrección real. Con un solo toque, la autoridad de Jesús revirtió la obra de la muerte.
B. Otras Referencias Bíblicas
1. Juan 11:11, 43–44: Jesús usa el mismo lenguaje con Lázaro: “Nuestro amigo Lázaro se ha dormido; pero voy a despertarlo.” Y luego ordena frente a la tumba: “¡Lázaro, ven fuera!” Para Jesús, la muerte no es el final… es un sueño breve que Su voz puede terminar en un instante.
2. Hechos 9:40–41: Pedro resucita a Tabita (Dorcas). El pasaje dice que “la tomó de la mano y la levantó.” Pedro repite el gesto de su Maestro, recordándonos que toda autoridad sobre la muerte proviene de Jesús y Él la delega a Su iglesia.
3. 1 Corintios 15:54–55: Pablo celebra la victoria final de Cristo:
“¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde, oh sepulcro, tu aguijón?” Lo que Jesús hizo en la casa de Jairo fue una antesala de Su triunfo finalen la cruz y en la resurrección.
C. Ilustración Contemporánea (Aplicando la Ilustración Continua)
Si la mujer con el flujo tocó el cable de poder, Jairo experimenta un apagón total. Su casa está en tinieblas. La muerte ha cortado toda energía.
Pero él no se conforma con la oscuridad. No se sienta a llorar sin esperanza. Va directamente a la Central Eléctrica, busca al Ingeniero Jefe —Jesús— y le dice: “Señor, solo Tú puedes reconectar lo que se ha perdido para siempre.”
A su alrededor, las voces del mundo —los flautistas, las plañideras, los incrédulos— dicen: “Es inútil… la línea está muerta… acostúmbrate a la oscuridad.”
Pero Jesús, la Fuente de toda vida, entra en la casa, echa fuera la incredulidad, toma el “cable” muerto —la mano de la niña—, y la vida divina fluye de nuevo. Y las luces se encienden otra vez.
D. Aplicación Contemporánea
Quizás tu problema hoy no sea crónico, sino terminal. Una situación que “acaba de morir”. Un matrimonio que se rompió. Un sueño que se apagó. Un ministerio que perdiste. Una relación que parece irreparable. O tal vez estás enfrentando el dolor real de la muerte de un ser querido.
La fe de Jairo nos enseña que Jesús sigue teniendo autoridad sobre la muerte. Él puede entrar en la casa donde ya nadie tiene esperanza y hablar vida donde otros solo ven pérdida.
El mundo se reirá. Te dirán: “Sé realista”, “ya pasó”, “acéptalo.” Pero Jesús tiene poder para callar el ruido de la incredulidad y transformar el lamento en esperanza.
(Nota de Wiersbe: “Debemos confiar en Cristo y en Sus promesas, sin importar cómo nos sintamos o lo que otros digan, o cómo parezcan las circunstancias.” )
Él sigue entrando hoy en hogares de luto… para traer consuelo, fe y resurrección.
E. Toque Pastoral
¿Estás frente a una situación “muerta”? ¿Sientes que todo terminó, que ya no hay vuelta atrás?
Jesús no teme entrar en tu casa de luto. No se intimida por la muerte, ni por tu dolor. Él entra donde nadie más puede entrar. Y cuando llega, la muerte pierde su dominio.
Hoy puedes decirle: “Señor, esto está muerto… pero ven.” Y Él vendrá. Porque sigue siendo el único con autoridad para tomar lo imposible de la mano y decirle: “¡Levántate!”
Conclusión y Aplicación General
Hoy hemos sido testigos de dos milagros entrelazados que revelan la autoridad total de Jesús. Dos historias diferentes, pero un mismo hilo de poder divino y compasión.
Vimos a una mujer marginada y enferma, cuya fe se atrevió a tocar la autoridad de Jesús… y fue sanada al instante. Y vimos a un padre desesperado y en luto, cuya fe invitó a la autoridad de Jesús a su hogar… y presenció cómo la muerte misma se rendía ante Su palabra.
En ambos casos, Jesús respondió a la fe. En ambos casos, Su autoridad se manifestó como absoluta: sobre la enfermedad que nadie podía sanar y sobre la muerte que nadie podía vencer.
Y esta es la verdad que quiero dejar grabada en tu corazón:
“Sea largo o reciente tu dolor, ligera o pesada tu carga; Jesús responde con poder cuando una fe sincera se atreve a tocarlo y dejarlo entrar.”
Llamado
Ahora te pregunto… ¿dónde te encuentras tú hoy?
1. Tal vez te sientes como la mujer…
Has cargado por años con un problema que te avergüenza. Quizás no es físico, pero sí del alma. Vienes “por detrás”, tratando de pasar desapercibido. Pero hoy, Jesús se detiene por ti. Él te ve, Él te llama, y Él te dice: “Hijo… Hija… ten ánimo.” No tienes que esconderte más. Extiende tu mano con fe, aunque sea pequeña, y toca el borde de Su manto. Él quiere sanar tu “flujo”, restaurar tu corazón y devolverte la dignidad que habías perdido.
2. O quizás te sientes como Jairo…
Estás frente a algo que parece muerto. Un sueño que se apagó, una relación que terminó, una esperanza que se extinguió. El mundo te dice: “Acéptalo, sigue adelante, no hay nada que hacer.” Pero Jesús te dice hoy: “No temas; cree solamente.” Invítalo a entrar en esa situación imposible. Él todavía tiene poder para echar fuera el ruido de la desesperanza y decirle a lo muerto: “¡Levántate!” Lo que para el mundo es final, para Jesús es solo el principio de una nueva vida.
3. O quizás nunca has conocido a Jesús personalmente…
Los milagros que vimos hoy no solo muestran Su compasión, sino Su identidad: Él es el Hijo de Dios, el Señor de la vida y la muerte. Usó esa misma autoridad para ir a la cruz, morir por tus pecados y vencer Su propia muerte al resucitar al tercer día.
Y hoy, Él te ofrece esa misma vida de resurrección. Perdón, salvación y una nueva esperanza —si pones tu fe en Él.
Si te identificas con alguno de estos tres lugares —la mujer herida, el padre desesperado o el alma que aún no conoce al Salvador—, este es tu momento. Jesús está aquí. Extiende tu mano. Invítalo a entrar.
Él tiene autoridad para sanar, restaurar y dar vida donde antes solo había muerte.
(Proceda a la oración final)
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