Bendiciones en la aflicción

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Las características que distinguen a un hijo de Dios son la pobreza espiritual, el dolor por el pecado y la mansedumbre.

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Bendiciones en la aflicción

Mateo 5:2–5 "Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo: 3Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. 4Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. 5Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad."

Introducción

El conocido sermón del monte o de las bienaventuranzas es el primer mensaje registrado del ministerio de Jesús en Mateo.
El Señor recorría las aldeas y poblados predicando el evangelio y sanando a los enfermos.
Su mensaje era de esperanza y salvación.
Ahora presenta estas bendiciones para aquellos que son rechazados por el mundo porque no comparten su estilo de vida, y buscan consuelo y esperanza en Dios.
El sermón del monte es una invitación a renunciar al mundo y sus placeres y abrazar la cruz de Cristo, la cual NO ofrece placeres terrenales, pero si una satisfacción espiritual y la esperanza de vida eterna en Cristo.
El Señor presenta el quebrantamiento del alma como necesaria para acceder a la dimensión espiritual que trasciende y supera con creces los placeres y glorias terrenales.
A la mente humana es contradictorio ser pobre para heredar el reino de los cielos, ser manso para heredar la tierra o llorar para ser feliz.
Porque la religión enseña que se debe ser rico en buenas obras para heredar el reino de Dios… el mundo enseña que hay que ser arrogante y agresivo para obtener bienes terrenales y buscar la felicidad en los placeres.
Pero Cristo enseña a despojarnos de nuestro ego para permitirle ser Señor de nuestra vida y gozar de esa dimensión espiritual llena de gloria.
Veamos estas características.

Los pobres en espíritu

Mateo 5:3 "Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos."
Son benditos los pobres de espíritu.
La pobreza nos parece una condición negativa y queremos evitarla a toda costa, pero esto porque pensamos en la pobreza material y el Señor se refiere a la pobreza espiritual.
Para ser salvo es irrelevante si eres pobre o rico materialmente, aunque las riquezas materiales pueden ser un obstáculo para la vida eterna: Mateo 19:23 "Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos."
Sin embargo, El Señor dijo también: Mateo 19:26 "Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible."
Hubieron ricos que eran verdaderos hijos de Dios como José de Arimatea, Nicodemo, Cornelio el centurión, Abraham, etc.
La riqueza material es un obstáculo para la salvación a aquellos que no tienen madurez y revelación espiritual, y no tiene firmes convicciones para amar a Dios más que las riquezas.
Sin embargo, la pobreza a que El Señor se refiere es la pobreza espiritual.
Es el reconocimiento de la propia impotencia para limpiarnos de pecado y reconocer la necesidad espiritual.
Cuando llegamos a este entendimiento reconocemos que solo Cristo puede saciar la necesidad y nada será más importante.
Como el publicano que reconoció su pobreza espiritual, a diferencia del fariseo que se creía rico en espíritu por sus buenas obras: Lucas 18:13 "Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador."
Un pobre en espíritu se humilla delante de Dios porque reconoce que sin Él su vida está perdida y no confía en su propia justicia sino en la de Dios.

Los que lloran

Mateo 5:4 "Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación."
Hay muchos motivos por los que lloramos, por temor, enojo, dolor, duelo o por berrinche.
Pero esta bienaventuranza no se refiere a cualquier llanto, debemos considerar el texto anterior para comprenderlo.
Son benditos los pobres en espíritu cuando lloran delante del Señor sintiendo dolor por haber ofendido a Dios.
Como la mujer que derramó el perfume a los pies de Jesús: Lucas 7:37–38 "Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; 38y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume."
Esta mujer lloraba y besaba a Jesús no con intensiones pasionales sino porque se reconocía pecadora y buscaba el perdón… El Señor se lo concedió: Lucas 7:48 "Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados."
Somos benditos cuando lloramos delante de Dios humillados buscando su favor, misericordia y bondad. Salmo 51:17 "Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios."
Son benditos los que lloran por las almas perdidas.
También los justos lloran por la maldad y el pecado del mundo, se duelen por las almas perdidas y claman al Señor con lágrimas por salvación.
El Señor lloró por la dureza de corazón de Jerusalén: Lucas 19:41 "Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella,"
Jeremías también lloró por Jerusalén: Jeremías 9:1 "¡Oh, si mi cabeza se hiciese aguas, y mis ojos fuentes de lágrimas, para que llore día y noche los muertos de la hija de mi pueblo!"
Cuando nuestro corazón se duele por los pecadores y clamamos a Dios por ellos, Dios derramará sus grandes bendiciones sobre nosotros.
Apocalipsis 21:4 "Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron."

Los mansos

Mateo 5:5 "Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad."
Para el mundo la mansedumbre significa ser falto de carácter, tonto y débil, no la deseamos porque pensamos que se aprovecharán de nosotros.
Pero en el reino de Dios la mansedumbre significa: Comportarse con bondad y gentileza, mostrando fortaleza, serenidad, sana autoestima y autocontrol en cualquier situación.
La mansedumbre fue uno de los atributos más abundantes en la vida del Salvador. Mateo 11:29 "Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;"
El Señor guardó la calma cuando era atacado por los líderes religiosos y respondía con calma y respeto. Cuando le cobraron el impuesto injustamente no se alteró, envió a Pedro a pescar.
No se dejó provocar por nadie, pero también fue firme cuando expulsó a los vendedores del templo.
La mansedumbre consiste en tener clara su identidad y el concepto correcto de si mismo: Romanos 12:3 "Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno."
La persona insegura y débil de carácter usará la vanidad, soberbia, altanería y el orgullo para ocultar su inseguridad.
La persona mansa es amable, respetuosa y gentil pero honesta y no se dejará influenciar negativamente, no se preocupará por agradar a la gente pero tampoco la despreciará.
La promesa para los mandos es heredar la tierra… Pero heredar esta tierra no tiene mucho sentido porque será destruida: 2 Pedro 3:7 "pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos."
Consiste en heredar en los cielos nuevos y tierra nueva, esta era la esperanza del millonario Abraham: Hebreos 11:9–109Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; 10porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
Esa debe ser nuestra meta y esperanza.

Conclusión

Dios prometió a su pueblo Israel la tierra prometida que es una herencia terrenal porque se necesitaba una nación donde vendría el Mesías Salvador.
Por esa razón los judíos tenían (y tienen) la esperanza de la restauración de un reino terrenal material.
Pero en este sermón el Señor hace ver a los judíos que esa promesa ya se había cumplido y que ahora Él promete una herencia celestial.
Podemos disfrutar de una herencia terrenal, pero comprendamos que esta es temporal, pongamos nuestra mirada en y esfuerzo en la herencia celestial que es eterna.
Para ello es necesario transformar nuestra mente terrenal a una celestial para comprender los principios y reglas que regulan el reino de los cielos, las cuales son totalmente diferentes a las del mundo.
Mi objetivo es que comprendas que reconocer nuestra pobreza espiritual, llorar por nuestro pecados y por las almas perdidas, además de conducirnos con mansedumbre son evidencias de que somos hijos de Dios y herederos de su reino eterno.
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