Que nada nos sorprenda
Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, 13sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. 14Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado
En estos versículos, el apóstol Pedro vuelve a encomiar los padecimientos que se sufren por hacer el bien y exhorta a sus lectores a que no se turben por ello, sino que, más bien, se tengan por dichosos. Esta sección se divide en dos partes, pues dos son, en realidad, los motivos por los que los cristianos sufren en este mundo: I) De parte de los hombres, por ser creyentes (vv. 12–16). 2) De parte de Dios, por ser sus hijos que necesitan disciplina (vv. 17–19).
1. La primera exhortación es a gozarse por padecer como cristianos. Dicen así los versículos 12–16: «Queridos amigos, cesad de extrañaros de la penosa prueba que estáis sufriendo, como si os ocurriera algo insólito. Al contrario, regocijaos de tener parte (gr. koinoneíte, compartís) en los sufrimientos de Cristo, para que también exultéis de gozo cuando se manifieste su gloria. Si se os ultraja por causa del nombre de Cristo, felices de vosotros, porque el Espíritu de la gloria y de Dios reposa en vosotros. Así que, si alguno de vosotros sufre, que no sea por ser un asesino o ladrón o malhechor, ni siquiera por ser un entremetido. Pero si sufre por ser cristiano, que no se avergüence, sino que alabe a Dios por llevar este nombre» (NVI).
(A) Como en 2:11, Pedro comienza esta sección con un «amados» (gr. agapetoí), con lo que, como hace notar Stibbs, queda señalada la tercera y última sección de la epístola. Como detalle curioso, el mismo Stibbs comenta que «el mensaje de Pedro el día de Pentecostés se divide de modo similar en tres secciones, cada una de las cuales es introducida por un nuevo uso del vocativo (v. Hch. 2:14, 22, 29)».
(B) El autor sagrado advierte a sus lectores que no deben extrañarse (gr. xenízesthe, en presente de imperativo). El tiempo presente (comp. con Jn. 20:17) indica que ya estaban extrañados; por eso, el verbo indica que deben cesar de extrañarse, como muy bien ha vertido la NVI. Extrañarse significa, como indica la etimología del griego, tanto como del español, tener por extranjero o forastero. Lo que están sufriendo, pues, los lectores de la epístola, no es cosa intrusa, «del otro mundo» (como se suele decir), sino que pertenece al territorio de la iglesia.