Dos tipos de oidores
debemos de ser hacedores de su palabra.
Dos tipos de Oidores
se hacía acepción de personas, se juzgaba sin compasión y sin verdad, se afirmaba tener fe pero no se actuaba en consecuencia, se vivía de la vanagloria, se explotaba al pobre y se amaba la riqueza, se vivía sin consideración los unos de los otros. Todas estas faltas éticas de la vida cristiana serán referidas por turno por Santiago, pero antes de hacerlo el apóstol desea afirmar el fundamento esencial de toda ética cristiana: se hace lo que se dice.
Santiago sostiene que en la vida, especialmente en la vida cristiana, hay tres elementos que se encadenan y se necesitan: el oír, el hablar y el hacer. Los tres están íntimamente relacionados. De la forma como se realice uno se realizarán los demás. Todos sabemos que una persona que habla mucho por lo general no escucha a los que le rodean. También sabemos que el que habla mucho hace poco. Decimos: “perro que ladra no muerde” y otros dichos semejantes para analizar estas relaciones humanas. Santiago las ha visto en su propia congregación y se dispone a advertir a sus oyentes acerca de ellas.
Santiago ha descubierto que la verdadera religión no es algo que se dice, o algo que se declama, sino algo que se hace, algo que se realiza. Somos nosotros quienes distinguimos entre teología y ética. Para nosotros la teología es lo que se cree con la cabeza, y ética es lo que se hace con las manos. En la unidad de la fe según como la ve Santiago no se puede hacer nada con las manos que antes no haya estado en la cabeza. La ética y la teología están tan íntimamente ligadas que es imposible separarlas.
Oír hablar de un banquete no los saciará; oír hablar de un arroyo no calmará su sed. La información de que hay oro en el Banco de Inglaterra no los enriquecerá; para eso necesitan dinero en efectivo en su propio bolsillo. El conocimiento de que hay un refugio para la tormenta no salvará al barco de la tempestad. La información de que hay una cura para una enfermedad no sanará al enfermo. No, tenemos que asir las mercedes, debemos apropiarnos de las bendiciones y hacer uso de ellas, si es que han de tener algún valor para nosotros. ¡Oh señores, ustedes saben lo que tienen que hacer pero no lo han hecho! Han estado inclinados a medias a prestar atención a las cosas eternas, pero las han dejado ir, y ustedes se cuentan todavía entre aquellos oidores que no son bienaventurados y que oyen en vano.
Engañándose a si mismo
“Engañándoos a vosotros mismos,” dice Santiago. ¿En qué se engañaban a sí mismos? Pues bien, ellos pensaban que por ser oidores eran considerablemente mejores; que eso es algo que ha de ser encomiado mucho y que seguramente recibirá una bendición. No habrían sido felices si no hubiesen oído la palabra el domingo, y miran con disgusto a sus vecinos que no respetan el día de guardar. Ellos mismos son gente muy superior porque asisten regularmente a la iglesia
si bien no creen que ir a un lugar de adoración los salvará, eso tranquiliza su conciencia y se sienten más a gusto.
OIDORES BIENAVENTURADOS, aquellos que obtienen la bendición. ¿Quiénes son? Están descritos en el versículo veinticinco, “Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.”
Noten que este oidor que es bienaventurado es, antes que nada, un oyente atento, ávido y humilde.