El Diseño DE Dios Para La Iglesia (2)

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INTRODUCCIÓN
No es cuestión de tratar de controlar su conducta. Es cuestión de ayudarle a pensar correctamente, lo cuál producirá una conducta correcta. Podemos estar haciendo cosas correctas en la iglesia, con pensamientos, motivos, razones y actitudes equivocadas, y todas esas cosas no serían nada mas que hipocresía. La cuestión no es un cambio externo sino interno en su pensamiento, actitudes espirituales correctas, y cuando pensamos correctamente podemos hacer las cosas correctamente. Lo que deseo como pastor es que cultivemos actitudes internas que honren a Dios, y así llegar a ser una iglesia unidad, saludable, productiva y dinámica. Y representar de manera correcta a nuestra cabeza nuestro Señor Jesucristo. Hoy veremos tres actitudes más que debemos tener como creyentes.
I. Amor
Solo los que son humildes pueden mostrar amor. No me estoy refiriendo a esa clase de amor mundano. Esa es la razón por la que muchos matrimonios no perduran. El amor mundano es solo una emoción y cuando la emoción desaparece la relación termina. Esa clase de amor solo busca recibir y no dar.
El amor bíblico no es eso. No es una emoción; es un acto de servicio y sacri­ficio. No es una actitud; es una acción. El amor siempre hace algo. Las palabras que se emplean en para describir el amor son todas verbos. El amor es un acto de servicio que fluye de un corazón de humildad.
El amor bíblico satisface las necesidades de las personas. Jesús dice en : "Amarás... a tu prójimo como a ti mismo". Un abogado respondió:
"¿Y quién es mi prójimo?" (). Jesús respondió con la parábola del buen sama­ritano (). El samaritano iba pasando a lo largo de un camino y se encontró de pronto con un hombre al que habían golpeado y robado. Él ayudó a aquel hombre y le atendió en sus necesidades.
¿Quién es su prójimo? Todo aquel que tenga una necesidad que usted puede satisfacer.
¿A quién tienen que amar? A todo aquel que tenga una necesidad. ¿Cómo tiene que amarle? Atendiendo a sus necesidades, aun cuando no se sienta emocionalmente vincu­lado o atraído hacia esa persona.
Una ilustración clásica de la humildad del amor la encontramos en . Jesús y sus discípulos iban a cenar juntos. Los discípulos estaba discutiendo acerca de cuál de ellos era el mayor (). En aquellos días, las personas comían en una posición reclinada, lo que quiere decir que la cabeza de una per­sona solía estar a unos veinte centímetros de los pies de otro comensal. Era una cortesía común lavar los pies de los participantes antes de disponerse a comer. Pero no había ningún criado a manos para lavar los pies de los discípulos. Ninguno de los discípulos estaba tampoco dispuesto a prestar ese servicio porque habían estado discutiendo acerca de quién de ellos era el más impor­tante. De modo que Jesús se quitó su túnica, se puso una toalla alrededor de la cintura y les lavó los pies (). Les enseñó una lección inolvidable. Cuando terminó, les dijo: "Ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis" (). En otras palabras, les estaba diciendo: "Como yo os he amado, que también os améis unos a otros" ().
¿Cómo demostró Él su amor por ellos? No por una vinculación emocional. Probablemente lo único que sentía en ese momento era disgusto debido al egoísmo y el orgullo de los discípulos. Les mostró su amor atendiendo a sus necesidades. De la misma manera, nosotros estamos llamados a satisfacer las necesidades de otros.
Debiéramos satisfacer las necesidades de otras personas espontánea y voluntariamente. Nuestro amor debiera ser el reflejo de un corazón humilde. El amor fluye de un corazón humilde. El amor busca el consuelo y el gozo de otros.
II. Unidad
Jesús oró pidiendo que todos los cristianos fueran uno, así como el Padre y Él eran uno, a fin de que el mundo pudiera creer que Él había sido enviado por el Padre. Pidió que todos nosotros fuéramos uno (). Eso básicamente se refiere a la unidad de los creyentes como un resultado de la salvación, pero Jesús también quería que nosotros tuviéramos unidad en la vida y propósito de la iglesia. El apóstol Pablo les dijo a los efesios que se esforzaran en "guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz" (). No les dice que ellos generen la unidad; ya la tenían. Ellos tenían que mantener esa unidad que Dios ya les había dado.
La unidad es una parte importante de la vida de la iglesia. Esa es la razón por la que Satanás la ataca constantemente.
La unidad glorifica a Dios. Honra su santo nombre. Satanás está tratando incesantemente de dividir a las iglesias. Alabo a Dios porque nuestra iglesia nunca ha sufrido una división. Ha habido personas que querían marcharse debido a que ciertas cosas no sucedieron en la manera que ellos esperaban. Aun si ellos estaban en lo correcto, la humildad y el amor no actúan de forma que se produzcan divisiones.
Nadie es perfecto, de manera que siempre habrá pequeñas cosas sobre las cuales las personas estarán en desacuerdo. Sin embargo, debiéramos siempre hincamos de rodillas juntos y buscar mantener la unidad del Espíritu en el vín­culo de la paz (). Ese fue el deseo de los escritores del Nuevo Testamento. Pablo les abrió su corazón a los corintios y les dijo: "Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer. Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloe, que hay entre vosotros con­tiendas". No podía soportar el ver divisiones en la iglesia. Le dijo a la iglesia fili­pense que siguieran "combatiendo unánimes por la fe del evangelio" (). Sus palabras son de gran aplicación en el día de hoy. ¿Ve usted en su vida esas actitudes mencionadas? ¿Se caracteriza su vida por la obediencia? ¿Está progresando en madurez y siendo más santificado al escuchar la Palabra y aplicarla? ¿Se ve a sí mismo creciendo de tal forma que a medida que se hace mayor alcan­zará la cumbre de su dedicación espiritual? ¿Tiene usted una actitud de humildad? ¿Está atendiendo a las necesidades de otros con actos de amor que proceden de un corazón humilde? ¿Busca verdaderamente hacer la paz y man­tener la unidad del Espíritu? Debiéramos buscar tener todas esas cualidades en nuestra vida. Esa es la voluntad de Dios para nosotros.
III. Disposición para servir
Una iglesia grande tiene grandes necesidades. Debido al tamaño de nuestra iglesia, hay múltiples oportunidades para servir. Irónicamente, las personas tienden a pensar que no son necesarias en una iglesia así de grande. Buscan el placer de sentarse en las bandas, ponerse cómodos y observar mientras otros ministran. ¡Eso puede ser mortal!
En Pablo dice: "Así, pues, téngannos los hombres por servi­dores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios". En otras palabras: "Cuando llegue el momento de emitir juicio sobre mis consiervos y un ser­vidor, quisiera que dijeran que fuimos siervos de Cristo".
Hay varias palabras para siervo en la lengua griega y Pablo usa una que transmite mejor la idea de un siervo humilde (gr. hupéretes, "el remero de abajo"). En aquellos tiempos, cuando los barcos de madera de tres órdenes de remos llamados trirremes eran impulsados por remeros esclavos encadenados a las bancas en el casco. Los remeros en el piso inferior eran conocidos como "remeros de abajo". Pablo y sus consiervos no querían ser exaltados; querían ser conocidos como los remeros esclavos que movían esforzada y diligente­mente sus remos.
Muchas personas quieren ser "estrellas", pero Dios busca siervos obedientes. En Pablo dice: "Ahora bien, se requiere de los adminis­tradores, que cada uno sea hallado fiel". Dios no quiere personas que salen con una idea ingeniosa para mover su remo y hace que todos los demás se sientan mal en el proceso. Él busca remeros fieles que se ven a sí mismos como siervos bien dispuestos.
El servicio a otros no tiene que estar necesariamente relacionado con pro­gramas diseñados por la iglesia. En Pablo habla de las funciones de los creyentes y usa para ello el cuerpo humano como una analogía: "Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros [funciones], pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de pro­fecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría" (vv. 4-8). Pablo está diciendo: "¡Usa la habilidad que Dios te ha dado para servir a otros!" Usted no necesita tener un programa a fin de poder servir a otros. Deje que las capacidades que Dios le ha dado salgan de su vida, ya sea mediante un programa estructurado o por medio de la interacción personal. El Espíritu mora en el creyente y le capacita con la intención de servir a otros. Si usted no sirve empezará a crear en la iglesia un cuello de botella. No vaya a su iglesia y diga: "No sé dónde puedo servir". Si usted está lleno del Espíritu Santo, Dios quiere llevar a cabo un ministerio por medio suyo que es esencial para esa iglesia.
Pablo menciona varias categorías de ministerio en : Profecía (predicación), servicio, enseñanza, exhortación, repartir, presidir, hacer misericordia (veamos también ). Cada una de estas categorías es muy amplia. Dentro de la categoría de repartir hay muchas maneras de dar. Dentro de la categoría de mostrar misericordia, hay muchas maneras de hacerlo. Hay también diferentes estilos de predicar y enseñar. El Señor nos ha dado a cada uno de nosotros una combinación de dones que nos capacitan para ministrar en la manera que Él quiere que lo hagamos. Él combina ciertos dones en maneras tan únicas que somos como copos de nieve, que no hay dos iguales. Por eso la iglesia pierde cuando nosotros no servimos con los dones que hemos recibido. Dios no quiere que seamos espectadores.
Hay otras muchas áreas de ministerio en las que un creyente puede involu­crarse. Cultive los dones que Dios le ha dado y sea activo en cualquier minis­terio al que Dios le dirija.
En Pablo escribe: "Os saluda Epafras, el cual es de vosotros, siervo de Cristo". Notemos que Pablo no dice algo semejante a: "Epafras, el gra­duado del seminario", o: "El doctor Epafras, el graduado con honores de..." Simplemente dice: "Epafras es uno de vosotros, un siervo de Cristo". Ser un siervo de Cristo es un gran llamamiento y un gran honor.
Pablo escribe en acerca de otro hermano que también tenía un auténtico corazón de siervo: " Epafrodito, mi hermano y coloborador y compañero de milicia, vuestro mensajero, y ministrador de mis necesidades". Epafrodito fue un verdadero compañero para Pablo. ¿Usted sabe cuán valioso es un compañero cuando se encuentra metido en una batalla defendiendo el evangelio? Muchas personas necesitan esa clase de apoyo.
Las personas como Epafrodito serán bien conocidas en el cielo. Resulta difícil encontrar creyentes como ellos. El apóstol les dice a los filipenses en el versículo 29: "Recibidle, pues, en el Señor, con todo gozo, y tened en estima a los que son como él". ¿Por qué? Porque él aportaba una compañía fiel y una ayuda eficaz.
Un siervo dispuesto a servir es espontáneo en lo que hace. Usted si quiere puede sentarse y decir: "No sé si quiero involucrarme en eso; no sé si quiero tra­bajar con esas personas", o puede levantarse y ponerse a trabajar.
CONCLUSIÓN
¿Qué tipo de iglesia queremos ser? ¿Qué tipo de iglesia se necesita para tocar una familia, una ciudad o un país? Creo que se necesita una iglesia con actitudes correctas. Actitudes correctas de corazón, como obediencia, humildad, amor, unidad y servicio. Estas son algunas cosas y el próximo domingo veremos más que cambian una iglesia y una iglesia así es lo que cambia un mundo.
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