¡Redimidos!
Pasaje a estudiar
Contexto
La ciudad de Efeso era el asiento de las autoridades romanas que regían Asia. Teóricamente, el Imperio delegaba esa función clave en una persona denominada procónsul (ver Hch. 13:7; 18:12).
La presencia de las autoridades, unida al movimiento del puerto que relacionaba las provincias donde Pedro y Pablo trabajaron con el resto del mundo civilizado, hicieron de esta ciudad una capital con toda clase de habitantes, tanto en origen como en condición social.
El famoso templo de Diana, conocido por los griegos como Artemis, atraía a mucha gente, en especial con motivo de los festivales del mes de marzo (llamados Artemision). Para esa ocasión la imagen de la diosa era llevada por las calles como expresión de veneración y gratitud por la bendición constante que aseguraban provenía de ella.
“Diana de los Efesios” era además considerada una madre generosa que alimentaba tanto a sus hijos como también a otros lactantes. Por esta razón la talla aparecía con varias filas de senos, demostrando su condición de nodriza o “madre de leche”. Los adoradores extendieron esa cualidad y la entronizaron como madre de la fertilidad.
Por su parte, la gente de las zonas rurales creía que Diana era un beneficio que los astros habían otorgado para bendición de los campos y haciendas. Consideraban la corona decorada con los signos del zodíaco (similares a los que hoy día vemos en los horóscopos) como una explicación de la cercanía de los dioses.
El templo que vio Pablo (posiblemente construido por Alejandro el Grande en 336 AC) era el más bello de los santuarios de la región, tanto por su estilo de edificación como por la riqueza que encerraba. Fue considerado una de las siete maravillas del mundo.
Los plateros del lugar fabricaban cantidad de pequeñas estatuas de la diosa y las vendían a los visitantes para estimularlos a que llevaran con ellos “la bendición de Diana”. Aseguraban a los “fieles” que en vista que ella había descendido del cielo, tenía poderes milagrosos sobre toda la vida humana (Hch. 19:35). Se generó así una fe creciente en el poder milagroso invencible bajo cuya protección estaban garantizados tanto la fertilidad matrimonial como el crecimiento de los hijos y la provisión de los alimentos.
Amparados en esa creencia proliferaron el libertinaje, la corrupción y la magia (Hch. 19:11–19). Todo esto sumió a la gente en una profunda degradación y ceguera espiritual (Ef. 4:17–19).
Como otras ciudades claves de su día, ésta también fue el lugar de enfrentamiento para las distintas corrientes de pensamiento tanto griegas como también judías, paganas y folklóricas.
Estudio
Introducción
Versículo por versículo
Redimidos y perdonados
Vrs.7
Tomamos el término, una vez más, como expresión de uno de los aspectos específicos de la obra de la Cruz, no en el sentido general que suele darse al vocablo redención. Y, como en los demás aspectos específicos de la obra del Calvario, resumiré lo que sobre este tema digo en CPDTB, Parte II, lecc. tercera, p. 5.
Uno de los grandes perjuicios que nos acarreó el pecado fue ponernos en esclavitud, (A) del diablo (cf. 1 Jn. 5:19), (B) del pecado mismo (cf. Jn. 8:34; Ro. 6:16, 20; 2 P. 2:19), (C) del poder de las tinieblas (cf. Col. 1:13), (D) del miedo a la muerte (cf. He. 2:15) y (E) de toda clase de error (cf. Jn. 8:32).
Era, pues, necesario que alguien nos rescatase de tan variada esclavitud. Lo hizo nuestro gran Mediador: nos rescató pagando el precio mediante el derramamiento de su sangre, pues «vino para servir y para dar su vida en rescate por muchos» (Mt. 20:28; Mr. 10:45). Sigo en el rescate el mismo orden que he seguido arriba en la esclavitud: Nos rescató (a) del diablo, pues vino «a deshacer las obras del diablo» (cf. 1 Jn. 3:8), (b) de nuestros pecados (cf. 1 P. 1:18–20), (c) del poder de las tinieblas (cf. Col. 1:13), (d) del miedo a la muerte (cf. He. 2:15 «y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante la vida sujetos a servidumbre»), (e) del error en todas sus formas (cf. Jn. 8:31–32: «Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permanecéis en la palabra, la mía, verdaderamente discípulos míos sois, y conoceréis la verdad, y la verdad os libertará» lit.).