Los cuatro cajones del conocimiento

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Mi archivero del conocimiento

Tengo en mi archivero mental cuatro cajones en donde pongo todos los conocimientos conforme los voy adquiriendo. Los cuatro cajones están debidamente rotulados y cada uno de los rótulos empieza con una letra “I”. Los nombres de los cajones son, de arriba hacia abajo
Tengo en mi archivero mental cuatro cajones en donde pongo todos los conocimientos conforme los voy adquiriendo. Los cuatro cajones están debidamente rotulados y cada uno de los rótulos empieza con una letra “I”. Los nombres de los cajones son, de arriba hacia abajo
Imprescindible”, “Importante”, “Interesante” e “Irrelevante”
Conforme los conocimientos nuevos arriban a mi escritorio, los tomo y los pongo en su cajón. Trato de no dejar ningún conocimiento fuera de su cajón, porque he experimentado el caos que proviene de dejarlos solamente sobre la mesa en completo desorden. Es muy desconcertante. Así que me he echo a la costumbre de asignarlos a un cajón inmediatamente.

El cajón de lo Imprescindible

En el cajón llamado “Imprescindible” coloco todo aquello que pertenece a mi felicidad sobre esta tierra, a la vida eterna y a la exaltación. Entender la expiación de Jesucristo y cómo se aplica a mi persona me parece imprescindible, pues sin ello no podría obtener el perdón de mis pecados, y vaya que lo necesito. Comprender los convenios que he hecho con Dios en cada ordenanza, incluyendo los convenios que hago al tomar la Santa Cena y en el templo me parece imprescindible. Aprender a amar a mi esposa y a mis hijos me parece imprescindible. Allí voy poniendo todos esos conocimientos.

El cajón de lo Importante

Luego tengo otro cajón, el cajón llamado “Importante”, que está inmediatamente por debajo del cajón rotulado “Imprescindible”. Allí voy poniendo lo que me puede ayudar en la actualidad o en un futuro para fortalecer mi carácter y adquirir habilidades nuevas. Por ejemplo, el conocimiento de un manual, o los conocimientos sobre la vida de un profeta me parecen importantes. Es importante para mí saber cómo voy a sobrevivir en un momento de emergencia, aprender a ahorrar o a llevar una agenda. Sin esas cosas no puedo vivir, o al menos no con la misma facilidad, y quiero hacer mi vida fácil. Me parece importante saber todos los detalles que puedo sobre doctrina, pero muchos los coloco aquí y no en el cajón de “Imprescindible”. La razón es que si todo tuviera prioridad uno para mí entonces nada la tendría; además me sería imposible atenderlo, y ciertamente creo que algunas cosas son más importantes que otras. El cajón de “Imprescindible” está reservado a la felicidad y a la vida eterna. Así que algunos conocimientos, como los detalles sobre la vida de un profeta, de los que puedo prescindir y aún así llegar a la exaltación, caen más bien en esta categoría de “Importante”. Y entonces los meto allí.

El cajón de lo Interesante

Abajo de este cajón está el cajón de lo “Interesante”. Lo tengo desbordado, de hecho, lo tengo que escombrar de vez en cuando. Allí pongo las cosas que me llaman la atención. Sobre todo, debo confesarlo, pongo cosas que pueden hacer atractiva mi conversación. Los chistes, los datos estadísticos, las ilustraciones, los relatos. Caray, es impresionante la variedad de lo que tengo allí dentro. Y sí, tengo que escombrar de vez en cuando porque resulta que lo que me pareció interesante en una oportunidad después deja de serlo con el paso del tiempo. De hecho, no recuerdo a veces por qué cierto conocimiento me ha parecido interesante. En esas ocasiones lo interesante es llegar a saber por qué me pareció interesante, y me he llegado a preguntar en qué carambas estaría pensando cuando lo puse en ese sitio. Me he estado volviendo cada vez más selectivo y poniendo allí cosas cada vez de mayor calidad, no siempre, porque a veces me he dejado llevar por alguna ociosidad y tentaciones, pero igual es porque se hacen cada vez más amplios mis intereses. Así que, la verdad, ¿dije de vez en cuando? Tengo que estarlo escombrando todo el tiempo.

El cajón de lo Irrelevante

El último cajón es uno cuyo rótulo dice “Irrelevante”. Allí pongo todo lo que no tiene valor. Es como un inmenso bote de basura. Ese casi no lo escombro. Lo que hago es vaciarlo cuando toca limpieza. A veces rescato alguna cosa y la paso al cajón de “Interesante” y viceversa. Es impresionante la cantidad de conocimientos que me llegan que terminan destinados hacia este cajón; yo creo que son la mayoría. Las cadenas de correos generalmente las paso allí sin abrirlas (sí, es verdad que no las abro, lo siento). La mayor parte de la publicidad allí la destino. A veces la gente me recrimina porque pongo allí mucho de lo que se considera popular, incluso algunas festividades y cosas sociales. Eso me apena, si he de decir la verdad, y tengo que estarle explicando a la gente, pero es porque mis intereses han estado cambiando en una base práctica y me gusta pensar que me estoy haciendo de aspiraciones cada vez más altas. Tengo que disculparme, yo sé que no es lo mismo para todos. He metido allí palabras malsonantes y varios chismes. También algunos datos estadísticos sin interpretaciones claras, varios discursos políticos e incluso algunos datos históricos han venido a parar a este cajón. Lo vacío con cierta frecuencia, incluso lo lavo bien porque algunas cosas que he llegado a meter se ponen pegajosas.

La necesidad del mantenimiento constante

Me he dado cuenta que, con el paso del tiempo, son más las cosas que echo hacia los cajones inferiores y menos hacia los superiores. Las cosas de los cajones superiores se han vuelto también de mayor calidad. Me he convencido de que no puedo dejar conocimientos fuera de estos cajones y también me he convencido de la necesidad de escombrar continuamente.
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