CONOCIENDO MI MINISTERIO
Toda actividad humana en el marco de la sociedad se lleva a cabo a través de personas que de alguna manera han desarrollado algún grado de pericia y experiencia en lo que llevan a cabo. Desde épocas remotas, la esfera religiosa ha contado con la intervención de “profesionales de la religión”, que se han ocupado de actuar como mediadores de algún tipo para servir las necesidades espirituales de las personas. Estos profesionales de la fe han llegado a su posición de poder a través de diversos medios (herencia, entrenamiento, carisma personal, impartición sacramental, etc.) y han cumplido con su “ministerio” o servicio utilizando los más diversos medios.
A lo largo de su dilatada historia, las iglesias cristianas han incorporado muchos de estos modelos, al punto que muchas han reducido toda responsabilidad ministerial a un ejercicio profesional, fundado en las pericias y habilidades desarrolladas por ciertas personas escogidas. Esto ha llevado al clericalismo, al sacerdotalismo, al sacramentalismo, al personalismo, al autoritarismo, y a muchos otros males, que han excluido al grueso de los creyentes de toda esfera de servicio en el reino de Dios. En algunos casos, esto ha llegado al extremo que el título de “ministro” se reserva para quien ocupa el primer lugar en la línea de mando piramidal en la estructura eclesiástica, al que está ordenado y en consecuencia se le atribuye un poder o virtud especial, al que ha completado estudios teológicos formales en alguna institución reconocida, o al que dedica todo su tiempo a actividades eclesiásticas o religiosas. Generalmente, todo esto termina por centralizar y concentrar el “ministerio” en una sola persona, el pastor, mientras los demás miembros de la comunidad de fe se constituyen en espectadores, ayudantes o colaboradores, y lo más que hacen es ofrendar para su sostén y para que pueda cumplir con su “ministerio”.
Cuando vamos al Nuevo Testamento, el cuadro parece ser muy diferente de lo que acabo de describir. Lo primero que descubrimos, especialmente al leer los Evangelios, es que cuando la Biblia se refiere al ministerio generalmente habla de Jesucristo y a lo que él hace a través de su iglesia en y por el mundo. El ministerio de Cristo se cumple hoy en y a través de la iglesia, que es su cuerpo, y el ministerio de la iglesia no debe ser otro que el de su Señor. Esto se explicita de cuatro maneras en el Nuevo Testamento.
Primero, cuando somos bautizados en testimonio de nuestra fe en Cristo, nos hacemos miembros no de una institución sino de Cristo, es decir, nos unimos a él y, en consecuencia, compartimos su ministerio en el mundo. Quien se ocupa de dinamizar este proceso es el Espíritu Santo. Por eso, el apóstol Pablo afirma: “Todos fuimos bautizados por un solo Espíritu para constituir un solo cuerpo—ya seamos judíos o gentiles, esclavos o libres—, y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Co. 12:13). Somos el cuerpo de Cristo y miembros de él. En este sentido, su ministerio es nuestro ministerio.
Segundo, Cristo mismo constituyó apóstoles para que fuesen los pioneros de su iglesia, y su presencia continuada en medio de su pueblo introduce a toda la iglesia en un ministerio de carácter apostólico. Esto significa que Cristo sigue haciendo que su iglesia sea una iglesia apostólica, no sólo porque levanta en ella apóstoles, sino porque la iglesia tiene un ministerio apostólico que cumplir en el mundo, llevando el mensaje del evangelio hasta lo último de la tierra (Ef. 4:11–14). En consecuencia, los dones que la iglesia necesita para el cumplimiento de su ministerio apostólico en el mundo deben ser consistentes con el carácter de este ministerio, y nunca pueden ser para otros fines que no sean el cumplimiento de la misión apostólica de la iglesia.
Tercero, Cristo da gracia a todos los creyentes que han sido bautizados dándoles poder y autoridad para cumplir con una determinada tarea como parte de su ministerio, el ministerio que él mismo está llevando a cabo ahora en el mundo. Es por esto que, a través del Espíritu Santo, Cristo da a cada uno y a todos los creyentes las herramientas (dones) necesarias para el cumplimiento de tales ministerios, según su propósito y designio. Debe notarse aquí que el Nuevo Testamento no habla de los diferentes servicios que puede prestar un “ministro”, sino de diferentes dones y ministerios que son ejercitados y ejecutados por diferentes hombres y mujeres, con el ideal puesto delante de ellos de trabajar juntos en unidad y por el bien de toda la comunidad de fe. De esta manera, la iglesia de Jesucristo se caracteriza por dejar de lado toda forma de profesionalismo ministerial o de sacerdotalismo de tipo veterotestamentario, porque todos los creyentes son ministros y sacerdotes (1 P. 2:9). Tampoco hay lugar para una suerte de teocracia en la que un individuo se levante como rey o cacique de la tribu, porque todos los creyentes “reinarán en vida por medio de … Jesucristo” (Ro. 5:17).
Cuarto, Cristo permite que toda la iglesia participe de sus sufrimientos y llama a cada creyente y miembro de su cuerpo a consagrarse en su ministerio en amor y obediencia a Dios, y en amor y servicio a los seres humanos, utilizando todos los dones que haya recibido por el Espíritu Santo. De esta manera, ministerios y dones se convocan mutuamente y se ponen al servicio del Señor para el cumplimiento de su eterno propósito redentor.
Arthur F. Glasser: “El ministerio de Jesús durante sus días “sobre la tierra” fue nada menos que el reino de Dios expresado en términos humanos. Y en razón de que la vida y el testimonio continuados de la iglesia son una continuación de su ministerio mesiánico, podríamos incluso argüir que la doctrina de la iglesia debería ser considerada como una rama de la cristología (Ro. 15:15–19). Realmente, la única “presencia real” de Jesús en la iglesia es su Espíritu en medio de su pueblo (Mt. 28:20). Esto significa que el Espíritu es verdaderamente su vicario, y ninguna simple persona humana, ni siquiera el Papa, tiene el derecho de designarse de esta manera.”
MINISTERIO diakonia διακονία
QUE SIGNIFICA MINISTERIO?
Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.
1. Acto de ministrar o servir. En heb., el que sirve es denominado con el término ebed, que implica un servicio voluntario u obligatorio, y designa a todos aquellos que tienen que servir; el prisionero de guerra, el esclavo comprado, el funcionario privilegiado de un soberano, y también el adorador de Jehová (cfr. Gn. 39:1 con 41:12; 40:20; Éx. 32:13; Hch. 16:17). Los orientales se consideran servidores de un superior, o de Dios (Gn 32:4, 20; 50:18; Dt. 3:24; 2 S. 9:2; Lc. 2:29; Hch. 4:29). En hebreo se aplica asimismo el término de servidor a un pueblo vencido y sometido a tributo (2 S. 8:2). Dios da el nombre de ministros o servidores a aquellos que lo adoran (Gn. 26:24; Nm. 12:7; 2 S. 7:5). (Véase ESCLAVO.)
2. Aquel que ayuda a una gran personalidad. En heb. es mʿshareth; gr. huperetes. José, esclavo, servía a su dueño, el cual le había confiado la administración de sus bienes (Gn. 39:4). Abisag ocupaba un puesto de honor en su servicio a David (1 R. 1:4, 15). Josué acompañó a Moisés, cuidándose del primer tabernáculo, sucediéndole después en el caudillaje de Israel (Éx. 24:13; 33:11; Jos. 1:1). Eliseo era el ayudante de Elías, vertiendo agua en sus manos, y vino a ser profeta a su vez (1 R. 19:21; 2 R. 3:11). El ministro de la sinagoga ayudaba a los que enseñaban (Lc. 4:20). Los discípulos recibían las instrucciones de Cristo y vinieron a ser los ministros (servidores) del Evangelio (Lc. 1:2; Hch. 1:2; 26:16). Juan-Marcos fue el ayudante de Pablo y de Bernabé durante una parte de su primer viaje misionero (13:5).
3. Ministro de Dios o del Estado (heb. meshareth, gr. leitourgos). Entre ellos se hallan los sacerdotes y levitas al servicio del santuario (Éx. 28:43; Nm. 3:31; Dt. 18:5; Is. 61:1; cfr. LXX; Lc. 1:23; He. 9:21). Cristo también recibe este nombre como sumo sacerdote celestial (He. 8:2). Pablo también, como anunciador del Evangelio a los paganos (Ro. 15:16). El término se aplica asimismo a un magistrado (13:6); designa en ocasiones a los miembros de una corte (1 R. 10:5) y también en ocasiones a un gran personaje (2 Cr. 22:8; Est. 1:10). Los ángeles reciben el nombre de servidores (Sal. 103:21; 104:4).
4. Los que, estando al servicio de alguien, lo representan y asumen el cuidado de sus intereses; gr. diakonos. Primitivamente este término no designaba a un servidor de los pobres, sino más bien a un magistrado, a un ministro de Dios, ejerciendo la justicia y castigando a aquellos que hacían el mal (Ro. 13:4). Este término se aplica particularmente a los predicadores del Evangelio: Timoteo (1 Ts. 3:2). Pablo y Apolo (1 Co. 3:5), Tíquico (Ef. 6:21), Epafras (Col. 1:17). En el NT se emplea diakonos también en el sentido restringido de diácono, encargado de ejercitar en una iglesia funciones especiales distintas de las de un presbítero. (Véase DIÁCONO: para una consideración adicional y bibliografía, véase bajo el artículo IGLESIA.)
Los ministerios son las esferas o áreas de servicio en que se ejercen los dones. El ministerio no es un don, sino una vía para el ejercicio de un don y el contexto de servicio en el que éste se expresa.
PARA QUE SIRVE?
TENDRÉ YO?
MINISTERIO
(1 Co. 12:7).
LO ESTARÉ USANDO BIEN?
Efesios 4:11—apóstoles, profetas, evangelistas y pastores-maestros—son dones del Cristo ascendido para nutrición y equipamiento de los santos para la obra del ministerio.