Ama a Tus hermanos y Hermanas

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Jesús indicó que todas las personas son nuestros prójimos, y debemos mostrar gracia y misericordia a todos porque Dios ha tenido gracia y misericordia hacia nosotros. No obstante, aquellos que están en el cuerpo de Cristo son parte de nuestra familia de una forma especial. Son aquellos con quienes pasaremos la eternidad, y son aquellos cuya cooperación necesitamos para representar a Cristo.
“Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gal. 6:10). Ciertamente esto no disminuye nuestra preocupación por el prójimo y los enemigos; sino que tal tipo de interés en nuestros hermanos es un resultado de ser familia en el sentido más íntimo de la palabra.
Este tipo de amor y unidad no viene sin una batalla.
Los mismos adversarios que se oponen al temor del Señor – el mundo, la carne y el diablo – también se oponen a la exhortación de amar y estar unidos a nuestros hermanos y hermanas. Es de sabios estar pendientes de estos enemigos al hablar de la Iglesia como una familia.
Recuerda,
la carne tiene una inclinación pecaminosa hacia los intereses personales. Es leal a la pregunta: “¿Qué hay para mí?”
Satanás es un mentiroso y enemigo de la unidad. Notemos que la mayor enseñanza explícita sobre la guerra espiritual (Efesios 6) la encontramos en el libro que enfatiza la unidad. La estrategia más prominente es fracturar y dividir.
el mundo trata de institucionalizar estas tendencias.
Ilustraciones:
Un evangelista dijo una vez: “Quiero que se olviden de las instituciones”. “El evangelio no se trata de iglesias. Es una decisión que haces delante de Jesús y nadie más”.
¿Qué piensas de su enfoque?
El está en lo correcto cuando dice que los individuos deben arrepentirse y bautizarse (Hechos 2:38). Y puedo entender que algunas personas tienen una visión deformada de la iglesia, así que el evangelista no quería que esas presuposiciones nublaran los asuntos espirituales. Pero ¿no es cierto que el llamamiento a confiar y obedecer es un llamamiento más amplio que “sólo Jesús y yo”? La promesas de Dios son para “vosotros y para vuestros hijos y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare” (Hechos 2:39).
¿no es cierto que el llamamiento a confiar y obedecer es un llamamiento más amplio que “sólo Jesús y yo”? La promesas de Dios son para “vosotros y para vuestros hijos y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare” ().
¿No es acaso la persona llamada a venir a Cristo, quien es la cabeza de una institución? En el libro de Hechos, cuando la gente se convertía, se asumía que serían parte de un compañerismo local. Habían sido integrados a una comunidad pactual. Pero vivimos en una cultura que enfatiza al individuo por sobre la comunidad.
¿No es acaso la persona llamada a venir a Cristo, quien es la cabeza de una institución? En el libro de Hechos, cuando la gente se convertía, se asumía que serían parte de un compañerismo local. Habían sido integrados a una comunidad pactual. Pero vivimos en una cultura que enfatiza al individuo por sobre la comunidad. "Depende de ti mismo" Se independiente – yo y Jesus diran los mas espirituales. Pero la verdad es que somos interdependientes.
"Depende de ti mismo" Se independiente – yo y Jesus diran los mas espirituales. Pero la verdad es que somos interdependientes.
¿Cuan a menudo consultamos con el pastor, los ancianos o las hermanos de la iglesia cuando estamos pensando acerca del matrimonio, un cambio de trabajo, u otra decisión importante? Siempre existe mucha discusión e instrucción acerca de conocer la voluntad personal de Dios para nuestras vidas, pero ¿has escuchado a la gente hablar acerca de la voluntad de Dios para la iglesia o aun para sus familias?
¿Has notado que mucha gente no concibe la iglesia como una familia?
La mayoría de las veces la gente habla de la iglesia como si fuera su enemiga. Generalizan: Si una persona me lastimó, entonces la iglesia me lastimó. Algunas veces, actuamos como si la iglesia fuera un enemigo por nuestro propio sentido de vergüenza. En otras palabras, puesto que podemos ver las cosas en nuestras vidas que nos avergüenzan, asumimos que los demás también las ven. Usualmente, sin embargo, tratamos a la iglesia como un enemigo porque no hemos sido enseñados por la Escritura. No sabemos lo que Dios dice acerca de Su cuerpo.
Esto tiene mucho que ver con el temor al hombre. Mientras pensemos acerca de nosotros mismos como solos o aislados, estaremos siempre propensos a temer a los demás. El aislamiento y el temor al hombre son compañeros cercanos. No obstante, somos liberados cuando entendemos en verdad que Dios nos ha llamado a participar en una familia más grande (esto es, la Iglesia). El culto con la iglesia comienza a sentirse un poco más como una familia sentada con nosotros en nuestra sala. Aun mejor, nos sentimos como una familia sentados juntos a los pies de Jesús, sentados alrededor del trono. Con la familia no hay incomodidad, pena o temor.
Puede ser que no hayas venido de una familia sólida. Puede ser que tu hogar fue un lugar donde siempre fuiste criticado y siempre te preguntabas que estarían pensando los demás. Si este es el caso, no permitas que tu experiencia de lo que es una familia corrompa tu entendimiento de lo que Dios dice acerca de ella. Debes creer que aquellos que pertenecen al cuerpo de Cristo son tu familia.
Aprende que somos un pueblo de igual manera como somos personas individuales. Esta lección no necesariamente es más fácil para las personas que han venido de buenas familias. Esto ocurre porque la lección es aprendida por fe, no simplemente por la experiencia previa.
Si privatizamos la Escritura, convirtiendo el “nosotros” por un “yo”, tendremos los siguientes dilemas:
- Yo tengo que ir a todo el mundo y hacer discípulos (Mat. 28:18)
- Yo tengo que dar el cuidado apropiado a las viudas que están en necesidad (1 Tim. 5:3)
- Yo tengo que enseñar a los hombres mayores, a los jóvenes y a las jóvenes (Tito 2:1-8).
Y de alguna manera, en los momentos que me queden libres, yo debo trabajar y ganar suficiente dinero para mi familia.
Afortunadamente, estos mandatos son dados a la Iglesia. Solamente como cuerpo es que podemos evangelizar al mundo. Se requieren personas que apoyen económicamente, a los misioneros, amigos e iglesias que oren fielmente, y mucha otra gente del cuerpo para que un misionero vaya y haga discípulos.

La Imagen Corporativa de Dios

El fundamento de la enseñanza de la unidad, amor y la familia de Dios se remonta a la imagen de Dios en el hombre. Ser imagen de Dios significa imitar y representar a Dios en beneficio de Su gloria:
- “Oye Israel, el Señor nuestro Dios uno es” (Deut. 6:4) Si existiera una pluralidad de dioses, serían entendibles las divisiones y facciones entre la gente religiosa. “Yo soy de Zeus”. “Yo soy de Mercurio”. Pero nuestro Dios es uno, y su pueblo lo imita y le trae gloria cuando mantiene la unidad.
¿Cuál era la identidad más prominente para los israelitas? “Soy un israelita, el pueblo que pertenece a Dios”. Intenta encontrar el concepto de “Dios y yo” en los cinco libros de Moisés. No lo encontrarás. El pacto de Dios fue hecho con un pueblo. “Oye Israel”, dijo el Señor.
Los israelitas del Antiguo Testamento tenían festividades corporativas, la Pascua se celebraba con las familias, y había un día anual de propiciación por los pecados del pueblo como un todo (Lev. 16). A los israelitas se les ordenó que hablaran del Dios y su ley a sus hijos y los unos a los otros (Deut. 6). Las promesas fueron promesas hechas a un pueblo al igual que a los individuos. De igual modo, las maldiciones por las desobediencias de los individuos a menudo eran maldiciones que caían sobre toda la gente.
Cuando Acán pecó al tomar del botín de Jericó, “los hijos de Israel cometieron una prevaricación” (Jos. 7:1). El Señor dijo que Israel había pecado. El castigo por la desobediencia cayó sobre todo el pueblo cuando el ejército fue derrotado por los hombre de Hai. Para tratar el pecado, todo Israel debía consagrarse delante del Señor. Por supuesto, la Biblia es clara en cuanto de que cada individuo es responsable por su propio pecado, pero existe un sentido en el que todo el pueblo se contamina cuando hay pecado en uno de sus miembros.
Daniel estaba muy consciente de que aun en el exilio estaba inexplicablemente conectado con el pueblo de Dios. Lo que se decía de ellos podía decirse de él. Estaba avergonzado por el exilio, y sentía el peso del pecado del pueblo.
“Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas. No hemos obedecido a tus siervos los profetas. . .Oh Jehová, nuestra es la confusión de rostro, de nuestros reyes, de nuestros príncipes y de nuestros padres; porque contra ti pecamos.” (Dan. 9:4-8)
Una tarea cristiana equivalente sería orar sin pedir por las preocupaciones específicas personales ¿Cómo has intentado orar “en grande”? Este es un excelente remedio en contra del temor al hombre. Ora las oraciones de la Biblia. Ora los Salmos. Los Salmos son para la meditación privada y para la asamblea, pero son más apropiados para la asamblea.
El Salmo 133 es un ejemplo de un Salmo corporativo explícito: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es Habitar los hermanos juntos en armonía! Es como el buen óleo sobre la cabeza, El cual desciende sobre la barba, La barba de Aarón, Y baja hasta el borde de sus vestiduras; Como el rocío de Hermón, Que desciende sobre los montes de Sion; Porque allí envía Jehová bendición, Y vida eterna.”
Este Salmo es una oración muy importante para el pueblo de Dios. Cuando tememos a la gente y nos aislamos o protegemos de ellos, nos aislamos y protegemos de una parte importante del remedio provisto por Dios, esto es, amor y unidad con su pueblo. Una de las grandes bendiciones de la tierra es unirnos al pueblo de Dios en vez de temerle o aislarnos de él.
De una manera similar, el Monte Hermón era la montaña más grande de la región, y Sión no era más que una colina. Si el rocío de Hermón cayera sobre Sión, sería una abundante bendición de frutos en una zona árida.
Este Salmo es una oración muy importante para el pueblo de Dios. Cuando tememos a la gente y nos aislamos o protegemos de ellos, nos aislamos y protegemos de una parte importante del remedio provisto por Dios, esto es, amor y unidad con su pueblo. Una de las grandes bendiciones de la tierra es unirnos al pueblo de Dios en vez de temerle o aislarnos de él.
Tales imágenes del Antiguo Testamento seguramente estaban en la mente del apóstol Pablo cuando escribía a las Iglesias. Por ejemplo, en su carta a los Efesios casi puedes escucharle decir, “Cuán bueno y delicioso es cuando los hermanos habitan juntos en unidad”.
. Dios ha demostrado su gloria al traer a un grupo muy variado y unirlo en Cristo. Para lograr esta unidad, Cristo ha dado regalos al cuerpo. Los regalos son otras personas. A través de personas – apóstoles, profetas, evangelistas, pastores, maestros, y muchos otros – Dios edifica a la Iglesia “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y el conocimiento del Hijo de Dios” ().
Para lograr esta unidad, Cristo ha dado regalos al cuerpo. Los regalos son otras personas. A través de personas – apóstoles, profetas, evangelistas, pastores, maestros, y muchos otros – Dios edifica a la Iglesia “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y el conocimiento del Hijo de Dios” (Ef. 4:13).
En otras palabras, para glorificar a Dios necesitamos a las personas. Necesitamos ser enseñados y pastoreados, y necesitamos enseñar y pastorear. Diariamente necesitamos el consejo de nuestros hermanos y hermanas, y ellos necesitan nuestro consejo. Necesitamos que las personas nos hagan las preguntas difíciles, aunque a veces deseemos que nos dejaran en paz.
Aun el apóstol Pablo necesitaba de estas cosas: “Porque deseo veros . . . para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y a mí” (Rom. 1:11-12).
Chuck Swindoll representa a mucha gente en la Iglesia que sabe que no puede crecer en la gracia aislados de los demás creyentes. Cuando estaba con sus compañeros pastores, se desafiaban unos a otros con estas siete preguntas:
La semana pasada ¿Has estado con una mujer en cualquier lugar que pueda verse como que estás transigiendo en tus convicciones?
- ¿Le ha faltado integridad a alguna de tus transacciones financieras?
- ¿Te has expuesto a cualquier material sexualmente explícito?
- ¿Has pasado un tiempo adecuado en el estudio de la Biblia y la oración?
- ¿Le has dado prioridad a tu familia?
- ¿Has cumplido los requerimientos de tu llamado?
- ¿Me acabas de mentir?
- “Ahora que te he hecho estas preguntas, permíteme decirte que has sido una bendición para mí. Permíteme decirte cuánto me has dirigido hacia a Cristo”.
No podemos nisiquiera “encontrar” nuestros dones sin tomar en cuanta al cuerpo. Debemos estar orientados hacia los demas. Preguntese: ¿Cómo puedo crecer en amor y servicio hacia el cuerpo de Cristo?
Si deseas conocer el don que Dios te ha dado, primero conoce que el propósito de los dones espirituales es traer unidad a la iglesia. Entonces, “ama a Dios y haz lo que desees”.
Uno de los frutos malos de una iglesia que enfatiza el “yo” es que no le decimos a la gente cuando han sido una bendición para nosotros:
Si alguien dio clase de escuela dominical y nos ayudó a entender un pasaje de la Escritura, entonces debemos decírselo a esa persona y animarle en cuanto a su don.
Si el director de alabanza nos dejó gozosos por haber estado en la presencia de Dios, entonces agradezcámosle por las maneras específicas en las que fue bendición para nosotros y la iglesia.
Nadie debe verse en la necesidad de preguntar cuáles son sus dones; nosotros debemos señalar los dones de las personas a medida que nos ministran.
¿Puedes percibir la dirección natural hacia afuera que tiene el remedio de Dios para el temor al hombre? Aunque incluye una autoreflexión guiada por la Biblia, el propósito de esta introspección es el amor. Consistentemente la Palabra de Dios nos urge al amor a Dios y el amor a los demás. Al seguir este sendero, encontramos que ya no estamos dominados por un temor idólatra a los demás.
“Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer.” (1 Cor. 1:10)
“Porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales? (1 Cor. 3:3-4) “Así que, por cierto es ya una falta en vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos. “ (1 Cor. 6:7)
Habían divisiones notorias inclusive durante la celebración de la Cena del Señor. La gente actuaba como individuos egoístas y aislados, en vez de ser un solo cuerpo. Debido a estas divisiones, el apóstol Pablo dio direcciones específicas acerca de la Cena del Señor. El apóstol les dijo que debemos examinarnos a nosotros mismos antes de participar de la mesa de comunión (1 Cor. 11:28).
Debido a estas divisiones, el apóstol Pablo dio direcciones específicas acerca de la Cena del Señor. El apóstol les dijo que debemos examinarnos a nosotros mismos antes de participar de la mesa de comunión (1 Cor. 11:28).
Cuando se te dice que te pruebes a ti mismo antes de la Cena del Señor, ¿En qué piensas? Muy probablemente recuerdas una lista de pecados privados recientes. Si así los haces, ¡magnífico! Para algunas personas este es el único momento reflexivo acerca de sus vidas, y es un momento excelente para el arrepentimiento y la confesión de pecado. No obstante, aunque eso sea muy bueno, el pasaje está diciendo algo más.
A lo que Pablo nos está exhortando es a reconocer el cuerpo de Cristo.
- ¿Nos damos cuenta de que la iglesia es una sola?
- ¿Estamos conscientes de que los que comparten la Cena son el Cuerpo de Cristo, que son nuestra familia? Claramente este es el contexto del pasaje.
Esto significa que debemos recordar que es a través de la muerte de Cristo que hemos sido reconciliados con Dios y los unos con los otros. Él nos ha hecho uno, y nosotros orientamos nuestros corazones a la búsqueda de la unidad en amor. La Cena del Señor es un gran momento para orar y planear en cuanto a esa unidad con nuestros hermanos y hermanas. Es un momento para explorar nuevas formas de ser amables, compasivos y perdonadores.
La exhortación del apóstol también significa que debemos arrepentirnos de los pecados que han dividido al pueblo de Dios.
- ¿Hemos chismeado en contra de alguien o calumniado a alguien?
- ¿Hemos evadido a la gente?
- ¿Hemos estado enojados pecaminosamente en contra de alguien?
- Jesús mismo nos dio direcciones específicas para buscar esta unidad. “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. (Mat. 5:23-24)Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas.” (Mar. 11:25) El apóstol Pablo dijo lo mismo en su carta a los Efesios. “Somos miembros los unos de los otros: Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo.” (Efesios 4:25-26)
Sólo una iglesia que está unida en amor puede en verdad reflejar la gloria de Dios tanto a los poderes espirituales como al mundo, y sólo una iglesia unida puede estar firme en contra de los esfuerzos divisores de Satanás. La Biblia no se equivoca: Si has contribuido para que haya una falta de unidad, corrígete ahora. Los avivamientos deben comenzar en la Mesa del Señor.
Una implicación de esta unidad es que se garantiza que la vida del cristiano será llena de un gozo mayor – pero también de una tristeza mayor. Tendrá un mayor gozo porque Cristo ha resucitado, se nos ha dado una comunidad, y cuando el Espíritu nos une, nos gozamos con otros hermanos y hermanas que se gozan.
Pero la vida del cristiano se llena de una tristeza mayor porque sufrimos cuando partes del cuerpo también sufren. De la misma manera en la que nos afecta que alguien de nuestra familia esté sufriendo, así también sufrimos cuando alguien de nuestra familia extensa esté sufriendo. También, cuando alguien del cuerpo nos hiere, nos lastimará más porque son parte de nuestra familia. Sin embargo, esa herida, no será paralizadora. Al contrario, por la gracia de Dios, creceremos en la fe a través de ella y estaremos listos para la pregunta, ¿Cuál es mi deber hacia este hermano o hermana?
Por supuesto, nuestro deber es el amor.
Jesús ha orado por nosotros. La oración de Jesús en Juan 17 nos ha ayudado a entender algo de lo que necesitamos. Necesitamos traer gloria a Dios, y necesitamos crecer en nuestra santificación y obediencia al Padre. El otro tema es prominente en la oración de Jesús es la unidad.
La oración de Jesús en Juan 17 nos ha ayudado a entender algo de lo que necesitamos. Necesitamos traer gloria a Dios, y necesitamos crecer en nuestra santificación y obediencia al Padre. El otro tema es prominente en la oración de Jesús es la unidad.
“Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros.” (v. 11) “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.” (v. 20-21) “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste.” (v.23) “Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.” (v.26)
Esta es un manera profunda de traer gloria a Dios. Como Jesús y el Padre son uno, así nosotros debemos ser uno los unos con los otros. Todo es mucho mejor cuando podemos mantener nuestros mundos seguros y pequeños, y estar contentos con ser amables y dar dinero. Ahora, al conocer la enseñanza de la Escritura, es imposible tal indiferencia y egocentrismo. La unidad y amor significan:
Nos confesamos nuestros pecados unos a otros (Santiago 5:16)
- Compartimos con los hermanos y hermanas que están en necesidad (Rom. 12:13; 1 Jn. 3:17)
Somos vulnerables con los demás (Oseas).
Nos asociamos con la gente de posición baja (Rom. 12:16).
Consideramos maneras de honrar a los demás (Rom. 12:10).
Discernimos cuándo confrontar el pecado y cuándo pasarlo por alto (Mat. 18:15; Prov. 17:9; 19:11).
Somos pacientes con los demás (1 Cor. 13:4)
Estamos dispuestos a sacrificarnos (Jn. 15:12-13).
Practicamos la disciplina eclesiástica (Mat. 18:15-19; 1 Cor. 5:1-5).
El amor bíblico nunca se satisface a menos que esté creciendo (1 Pedro 1.22). Desarrolla estrategias, pide oraciones de los demás con la finalidad de crecer, piensa en grande – no grande en términos de lo espectacular, sino grande en términos de algo más allá de las expectativas humanas. Queremos que la gente y todas las autoridades y poderes espirituales sepan que somos discípulos del Dios viviente a través de nuestro amor (Jn. 13.35).
Todo esto significa que aun tienes otra identidad. Somos el tabernáculo de Dios, Su templo. “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu Dios mora en vosotros?” (1 Cor. 3:16). “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Col. 1:27). Esto es suficiente para dejarnos temblando.
¿Quiénes son las demás personas?
Tienen tres formas diferentes: enemigos, prójimos y familia. ¿Cuál es nuestro deber hacia ellos? Amor. El amor puede manifestarse de manera diferente con cada grupo, pero nuestro deber se puede resumir diciendo “amor”.
- Amamos a los enemigos al sorprenderlos con nuestro servicio hacia ellos.
- Amamos a nuestros prójimos al tratarlos como nuestra familia.
- Y amamos al cuerpo de Cristo – nuestros hermanos y hermanas – de tal manera que el mundo y los poderes espirituales se admiren de nuestra unidad.
Diciéndolo de una manera más fuerte, estamos en deuda con nuestros enemigos, prójimos y amigos. No importa lo que hayan hecho, y no importa cuan desproporcionada sea nuestra dadivosidad hacia ellos comparada con de ellos hacia nosotros, estamos en deuda.
“No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. . . cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (Rom. 13:8-9)
¿Será que este amor nos pondrá en una posición donde es posible ser heridos? Sin duda alguna. Pero Los cristianos necesitan menos y aman más.
Amar no implica ser “buena gente”. Muchos confunden el amor con esto y son manipulados por los demás. La gente que quiere agradar a los demás también puede confundir un “sí” con el amor. Decir “sí” a una tarea puede provocar que no hagamos algo más importante. Puede significar que hacemos algo que alguien más pudo haber hecho mejor que nosotros. Puede significar que estamos reforzando las pautas pecaminosas de las personas. Puede significar que estamos interpretando la iglesia como algo egocéntrico en vez de como un cuerpo al decir; “Si no lo hago yo, nadie lo hará”.
Pueden ser maneras en las que establecemos nuestro significado y nuestra propia identidad, en vez de ser expresiones creativas de amor hacia otros.
Todos debemos tener algunas disciplinas físicas en nuestras vidas para cuidar de nuestros cuerpos, y debemos tener en nuestras vidas algunas prioridades sabias y bíblicamente estructuradas. Pero podemos caer en la zanja de la autopreservación tan fácilmente como podemos caer en la zanja de ser “buena gente” y querer agradar a las personas.
Existe un cambio peculiar que ocurre cuando comienzas a pensar menos en ti mismo y buscas la unidad del cuerpo de Cristo. Los miembros de la iglesia en lugar de uniformarse se vuelven más singulares.La unidad no significa uniformidad.
Antes: ¿Cómo puedo sentirme mejor conmigo mismo? Ahora la pregunta es, “¿Cómo puedo amar a Cristo y a mi prójimo?”
Para Pensar
Debemos amar más a la gente y necesitarla menos (para satisfacer nuestros deseos psicológicos). De la misma manera como el amor a Dios expulsa el terror a Dios, el amor a la gente expulsa nuestro temor de que nos puedan avergonzar, lastimar físicamente o rechazar.
Las palabras claves son familia, comunidad y unidad. Pero ten cuidado. A menos que cambiemos radicalmente la manera en la que vemos a Dios, a nosotros mismos y a otros, la comunidad se convertirá sólo en otra estrategia para que nos sintamos bien con nosotros mismos. Aliviará la soledad y nos sentiremos más “conectados”, pero si buscamos la comunidad con el fin de satisfacernos a nosotros mismos en vez de para la gloria de Dios, el movimiento que promueve la comunidad será simplemente una novedad pasajera. Animémonos unos a otros para establecer nuestra comunidad eclesiástica en el amor de Dios.
¿Cómo puede tu iglesia promover el sentido de comunidad? ¿Cómo puedes hacerlo tú? Revisa la oración de Daniel y estudia la oración corporativa de Nehemías (Neh. 1:4-11). Permite que estas oraciones estructuren un tiempo de oración corporativa en tu iglesia. ¿Cómo puedes dar honor a otras personas en el cuerpo de Cristo (Rom. 12:10)? Recuerda a las personas que te han señalado a Cristo recientemente. Escríbele una carta a uno de ellos y propónte decírselo al resto.
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