Sermón 1 La creación de Dios, muestra su administración.
DIOS Y LA CREACION, 1:1-2:4a
1. Dios el Creador, 1:1, 2
2. Dios crea el universo, 1:3-2:4a
(1) El primer día, 1:3-5
(2) El segundo día, 1:6-8
(3) El tercer día, 1:9-13
(4) El cuarto día, 1:14-19
(5) El quinto día, 1:20-23
(6) El sexto día, 1:24-31
(7) El séptimo día, 2:1-4a
También es de notar que la segunda obra del tercer día no es resultado directo de la palabra de Dios; se lleva a cabo con el concurso de la naturaleza. Se interpela a la tierra («produzca la tierra hierba verde…») para que participe en el proceso creador. Sus sustancias y energías estarán al servicio de Dios en la formación del maravilloso mundo vegetal. Dios no necesita segundas causas. Puede hacerlo todo con sólo quererlo o mediante el poder de su palabra. Basta su fiat para que todo se haga. Sin embargo, entra en sus propósitos usar a menudo causas secundarias para llevarlos a efecto. Y también al contemplar todo lo realizado en el día tercero vio Dios que era «bueno». Había concluido «la tarde y la mañana» del día tercero.
Puede parecer extraño que el relato de la creación no mencione por su nombre al sol ni a la luna. La razón puede muy bien ser que muchos de los vecinos de Israel en el antiguo Cercano Oriente consideraban al sol, la luna, y los planetas como dioses que gobernaban el curso de los acontecimientos de la humanidad. Los pueblos de la antigüedad también practicaban la astrología, creyendo que el curso de los planetas y de las estrellas determinaba la vida terrenal hasta en sus más mínimos detalles. Dios quería evitar que sus hijos adoraran los cuerpos celestiales, y liberarlos de la creencia de que su destino dependía del movimiento de las estrellas. Por lo tanto, indicó con mucho detalle las funciones que iban a tener estas lumbreras.
El primer propósito de los astros fue separar el día de la noche. Además, iban a servir como señales para marcar las estaciones, los días, y los años. Y finalmente para alumbrar la tierra.
Los primeros seres vivientes del reino animal son los acuáticos y las aves. Las aguas participan en la creación al convertirse en el ambiente de vida para los seres acuáticos. Se clasifican en grandes animales (los más alejados del hombre) y los peces. Las aves son creadas para volar y ocupar el espacio sobre la Tierra en la bóveda. Todos son creados según sus especies y la palabra para crear es la que significa actividad única y exclusiva de Dios. Los seres vivientes reciben una bendición de Dios consistente en la capacidad de procreación, multiplicación y ocupación de los espacios o medio asignados.
El sexto día es el clímax de la creación, porque en él se incluyó a la raza humana. Aunque el hombre es la última criatura mencionada en el relato, no fue producto de la evolución, sino que fue creado.
La vida humana fue hecha a (lit., “como”, que significa “en esencia como”) imagen de Dios. Esa semejanza fue impartida sólo a los seres humanos (2:7). Aquí, “imagen” (ṣelem) se usa en sentido figurado, porque Dios no tiene forma humana. Haber sido creados a la imagen de Dios significa que los seres humanos comparten, aunque en forma imperfecta y finita, la naturaleza divina; i.e., sus atributos comunicables (vida, personalidad, verdad, sabiduría, amor, santidad, justicia) y por lo tanto, tienen la capacidad de tener compañerismo espiritual con él.
Se confirma que el relato de la creación ofrece la explicación correcta del origen del universo con todos su ocupantes y que la creación fue completada. En el día séptimo, día de la culminación de la creación, Dios cesó de su actividad creadora. Ello indica una satisfacción por lo creado y la confirmación de una relación especial y permanente entre Dios y su creación. Al reposar, bendecir y santificar el día, Dios establece una relación de cuidado y sustento con su creación. Este reposo y su relación especial es concedido también a todas las criaturas (Exo. 20:8–11) como un mandamiento. El día de reposo se convirtió en una institución que identificó y distinguió al pueblo de Dios durante toda su historia. El propósito del reposo se cumple ahora en Jesucristo quien es el Señor del reposo y quien alivia al hombre de la carga del pecado (Mar. 2:28; Mat. 11:28–30).