LA VENIDA DEL REY
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LA VENIDA DEL REY
—Aprended la lección que os enseña la higuera. Cuando se le ponen las ramas tiernas y empieza a echar hojas, sabéis que ya viene el verano. Pues lo mismo vosotros: cuando veáis que suceden todas estas cosas, tomad nota de que Él está cerca, a las puertas. Os digo la pura verdad: Esta generación no pasará sin que todas estas cosas hayan tenido lugar. Antes pasarán los cielos y la Tierra que Mis palabras.
Nadie sabe el día ni la hora, ni siquiera los ángeles del Cielo ni el Hijo, sino solo el Padre. Como sucedió el tiempos de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque, así como en aquellos días antes del Diluvio pasaban el tiempo comiendo y bebiendo, casándose los hombres y las mujeres, hasta el día que Noé se metió en el arca, y no se dieron cuenta de lo que iba a pasar hasta que vino el Diluvio y los barrió a todos, así será la venida del Hijo del Hombre. Entonces estarán dos hombres en el campo, y uno será tomado y el otro dejado. Habrá dos mujeres moliendo con un molino, y una será tomada y la otra dejada.
Pocos pasajes nos presentan mayores dificultades que este. Está en dos secciones que parecen contradecirse mutuamente. La primera (versículos 32–35) parece indicar que, como uno puede decir por las señales de la naturaleza cuando el verano está próximo, así puede decir por las señales del mundo cuando estará al llegar la Segunda Venida. Y entonces parece que sigue diciendo que la Segunda Venida sucederá durante la vida de la generación que estaba escuchando a Jesús en aquel momento.
La segunda sección (versículos 36–41) dice definitivamente que nadie sabe cuándo será la Segunda Venida: ni los ángeles, ni el mismo Jesús, sino solo Dios; y que llegará sobre la humanidad tan repentinamente como una tormenta.
Hay aquí una dificultad muy real que, aunque no podamos resolverla totalmente, debemos por lo menos intentarlo.
Tomemos como punto de partida el versículo 34: «Os digo la pura verdad: Esta generación no pasará sin que todas estas cosas hayan tenido lugar».
Cuando consideramos ese dicho, surgen tres posibilidades.
(i) Si Jesús lo dijo refiriéndose a Su Segunda Venida, se equivocó, porque no tuvo lugar durante la vida de la generación que Le estaba escuchando. Muchos aceptan ese punto de vista, creyendo que Jesús tenía un conocimiento limitado como hombre, y creía que volvería en la vida de aquella generación. Podemos aceptar que, en Su humanidad, Jesús tenía un conocimiento limitado; pero es difícil creer que cometió un error en relación con una verdad espiritual tan importante como esta.
(ii) Es posible que Jesús dijera algo parecido, que se ha alterado en la transmisión. En leemos que Jesús dijo: «De verdad os digo que hay algunos que están aquí que no probarán la muerte antes de ver el Reino de Dios venir con poder.» Eso fue gloriosa y triunfalmente cierto. En la vida de aquella generación, el Reino de Dios se extendió poderosamente hasta el punto de que hubo cristianos en todo el mundo.
Ahora bien, los cristianos originales esperaban que la Segunda Venida tuviera lugar inmediatamente. En su situación de sufrimiento y persecución esperaban y anhelaban la liberación que traería la venida de su Señor, y algunas veces tomaron dichos que se suponía que hablaban del Reino, y los relacionaron con la Segunda Venida, que era una cosa diferente. Algo así puede que sucediera aquí. Lo que Jesús puede que dijera es que Su Reino vendría poderosamente antes que pasara aquella generación.
(iii) Pero hay una tercera posibilidad. ¿Podría ser que la frase sin que todas estas cosas hayan tenido lugar no se refiriera a la Segunda Venida? ¿No es posible de hecho que se refiriera a la profecía con la que empezó el capítulo, el asedio y la caída de Jerusalén? Si aceptamos esto, no queda ninguna dificultad. Lo que Jesús está diciendo es que estas serias advertencias Suyas acerca de la caída de Jerusalén se cumplirían en el marco de aquella generación —y se cumplieron de hecho 40 años más tarde. Parece con mucho lo mejor el tomar los versículos 32–35 como refiriéndose, no a la Segunda Venida de Cristo, sino a la destrucción de Jerusalén, porque entonces se eliminan todas las dificultades.
Los versículos 36 al 41 sí se refieren a la Segunda Venida, y nos dicen algunas verdades de suma importancia.
(i) Nos dicen que el día y la hora de tal acontecimiento no los sabe más que Dios. Está claro, por tanto, que el especular acerca del tiempo de la Segunda Venida no es menos que una blasfemia, porque el que así especula está tratando de hurtarle a Dios secretos que solo Le pertenecen a Él. Nuestro deber es prepararnos y esperar.
(ii) Nos dicen que ese tiempo llegará repentinamente y por sorpresa sobre los que estén inmersos en las cosas materiales. En la antigua historia del Génesis, Noé se preparó cuando hacía buen tiempo para el Diluvio que había de venir; y cuando vino, él estaba preparado. Pero el resto de la humanidad estaba perdido comiendo y bebiendo y casándose, y fueron sorprendidos totalmente de improviso, y fueron por consiguiente barridos. Estos versículos representan una advertencia para que no estemos tan inmersos en el tiempo que lleguemos a olvidar la eternidad, para que nunca permitamos que los intereses del mundo, por muy necesarios que sean, nos distraigan totalmente de recordar que hay Dios, que las consecuencias de la vida y de la muerte están en Sus manos, y que cuando nos llegue Su llamada, sea a la mañana o al mediodía o por la tarde, debe hallarnos preparados.
(iii) Nos dicen que la venida de Cristo será un tiempo de separación y de juicio, cuando Él recogerá a los Suyos.
No podemos ver más allá, porque Dios Se ha reservado ese conocimiento en Su sabiduría.
LISTOS PARA LA VUELTA DEL REY
42 »¡Así que ustedes también deben estar alerta!, porque no saben qué día vendrá su Señor. 43 Entiendan lo siguiente: si el dueño de una casa supiera exactamente a qué hora viene un ladrón, se mantendría alerta y no dejaría que asaltara su casa. 44 Ustedes también deben estar preparados todo el tiempo, porque el Hijo del Hombre vendrá cuando menos lo esperen.
45 »Un sirviente fiel y sensato es aquel a quien el amo puede darle la responsabilidad de dirigir a los demás sirvientes y alimentarlos. 46 Si el amo regresa y encuentra que el sirviente ha hecho un buen trabajo, habrá una recompensa. 47 Les digo la verdad, el amo pondrá a ese sirviente a cargo de todo lo que posee. 48 ¿Pero qué tal si el sirviente es malo y piensa: “Mi amo no regresará por un tiempo” 49 y comienza a golpear a los otros sirvientes, a parrandear y a emborracharse? 50 El amo regresará inesperadamente y sin previo aviso, 51 cortará al sirviente en pedazos y le asignará un lugar con los hipócritas. En ese lugar habrá llanto y rechinar de dientes.
Aquí tenemos la consecuencia práctica de todo lo precedente. Si el día y la hora de la Segunda Venida de Cristo no los conoce nadie más que Dios, entonces toda la vida debe ser una constante preparación para ese acontecimiento. Y, en ese caso, hay ciertos pecados fundamentales.
—Así que velad, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Daos cuenta de que, si el dueño de una casa supiera a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría despierto y no le dejaría meterse. Por eso vosotros también debéis estar dispuestos; porque el Hijo del Hombre volverá a la hora que menos os figuréis.
»¿Quién, entonces, será el servidor prudente y de confianza al que su amo ponga a cargo de todo el personal de su casa, para que les dé su comida a su debido tiempo? ¡Feliz el servidor al que su amo, cuando vuelva, le encuentre obrando así! Esta es la pura verdad: que le pondrá a cargo de todas sus posesiones. Pero si fuera un mal servidor, y se dijera para sus adentros: “Mi amo tardará todavía mucho en volver”, y se pusiera a maltratar a sus consiervos y a comer y beber con los borrachos, entonces el amo de ese servidor vendrá cuando menos le espere, el día y a la hora que no se figure, y le hará polvo, poniéndole entre los que no son de fiar. Entonces será cuando llore y rechine los dientes.»
Aquí tenemos la consecuencia práctica de todo lo precedente. Si el día y la hora de la Segunda Venida de Cristo no los conoce nadie más que Dios, entonces toda la vida debe ser una constante preparación para ese acontecimiento. Y, en ese caso, hay ciertos pecados fundamentales.
(i) El vivir de forma descuidada invita el desastre. Un ladrón no manda una carta diciendo cuándo va a asaltar una casa; su arma principal para llevar a cabo su empresa inicua es la sorpresa; por tanto, un propietario que tiene cosas de valor en casa debe estar en guardia constantemente. Ahora bien, para ver la escena que se nos muestra, debemos recordar que la vigilancia del cristiano que espera la Segunda Venida de Cristo no debe estar inspirada por el terror y la aprensión, sino por la anhelante expectación de Su venida en gloria y alegría.
(ii) El espíritu que conduce al desastre es el que dice que hay tiempo de sobra. Es el cómodo engaño del servidor el pensar que siempre tendrá tiempo para poner las cosas en orden antes que vuelva su amo.
Hay una fábula que cuenta los planes de tres aprendices de diablos que venían a la Tierra a hacer prácticas. Estaban hablando con Satanás, el jefe de los diablos, de lo que harían para tentar y perder a la gente. El primero dijo: «Les diré que Dios no existe». Satanás le contestó: «Eso no engañará a muchos, porque saben de sobra que hay Dios». El segundo dijo: «Les diré que no hay infierno». Satanás le contestó: «No engañarás a nadie con eso, porque los humanos saben muy bien ya que el pecado conduce al infierno». El tercero dijo: «Les diré que no tengan prisa». «¡Adelante —le contestó Satanás—, porque tú vas a hacer que se pierdan a millares!» El más peligroso de todos los engaños es que hay tiempo de sobra para todo. El día más peligroso de la vida de una persona es cuando aprende que hay tal palabra como mañana. Hay cosas que no se pueden dejar para mañana, porque no se sabe si habrá tal día para uno.
(iii) Se despide al que no cumple con su deber, y se recompensa al que cumple fielmente. El servidor que cumplió con su deber fielmente recibió una responsabilidad todavía mayor; y el que falló, recibió su merecido. La conclusión inevitable es que debemos procurar que cuando vuelva Jesucristo no nos encuentre ocupados en nada mejor ni mayor que en cumplir con nuestro deber.
Si uno está cumpliendo con su deber, por muy sencillo que éste sea, el día que Cristo vuelva será un día de alegría y de gloria para él.
Hay un Rey y Gran General,
Hay un Rey y Gran General,
que está a punto de llegar,
y me hallará sachando algodón cuando venga.
Ya se oyen Sus legiones a la carga en los campos del cielo,
y me hallará sachando algodón cuando venga.
Hay un Hombre al que echaron a la cuneta,
y le torturaron hasta matarle,
y me hallará sachando algodón cuando venga.
Fue odiado y rechazado,
burlado y crucificado,
y me hallará sachando algodón cuando venga.
¡Cuando venga, cuando venga!
Le coronarán los santos y los ángeles cuando venga,
y le gritarán ¡Hosanna! al Hombre Que negaron los hombres.
y yo me arrodillaré entre mi algodón cuando venga.
Si uno está cumpliendo con su deber, por muy sencillo que éste sea, el día que Cristo vuelva será un día de alegría y de gloria para él.
EL DESTINO DE LOS DESPREVENIDOS
EL DESTINO DE LOS DESPREVENIDOS
1 »Entonces, el reino del cielo será como diez damas de honor que tomaron sus lámparas y salieron para encontrarse con el novio. 2 Cinco de ellas eran necias y cinco sabias. 3 Las cinco que eran necias no llevaron suficiente aceite de oliva para sus lámparas, 4 pero las otras cinco fueron tan sabias que llevaron aceite extra. 5 Como el novio se demoró, a todas les dio sueño y se durmieron.
6 »A la medianoche, se despertaron ante el grito de: “¡Miren, ya viene el novio! ¡Salgan a recibirlo!”.
7 »Todas las damas de honor se levantaron y prepararon sus lámparas. 8 Entonces las cinco necias les pidieron a las otras: “Por favor, dennos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se están apagando”.
9 »Sin embargo, las sabias contestaron: “No tenemos suficiente para todas. Vayan a una tienda y compren un poco para ustedes”.
10 »Pero durante el lapso en que se fueron a comprar aceite, llegó el novio. Entonces las que estaban listas entraron con él a la fiesta de bodas y se cerró la puerta con llave. 11 Más tarde, cuando regresaron las otras cinco damas de honor, se quedaron afuera, y llamaron: “¡Señor, Señor! ¡Ábrenos la puerta!”.
12 »él les respondió: “Créanme, ¡no las conozco!”.
13 »¡Así que ustedes también deben estar alerta! Porque no saben el día ni la hora de mi regreso.
Si miramos esta parábola con ojos occidentales nos parecerá muy poco natural y muy peregrina. Pero, de hecho, cuenta una historia que podría haber sucedido en cualquier tiempo en un pueblo de Palestina, y que podría suceder ahora.
Como el novio tardaba en llegar, todas se pusieron a descansar, y se quedaron dormidas. A mitad de la noche se oyeron gritos: «¡Atención! ¡El novio! ¡Salid a recibirle!». Entonces se despertaron todas las chicas, y se pusieron a preparar las lámparas. Las simples les dijeron a las sensatas: «Dadnos un poco de vuestro aceite, porque se nos están apagando las lámparas». Pero las sensatas les contestaron: «No podemos hacer eso, porque podría ser que no tuviéramos bastante para nosotras y para vosotras. Lo mejor que podéis hacer es ir al aceitero y comprarle para vosotras».
Mientras iban a comprar aceite, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él a la fiesta de la boda, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras chicas, y se pusieron a llamar y a decir: «¡Señor, señor, ábrenos la puerta!». Pero él les contestó: «Os digo la verdad: yo no sé quiénes sois».
Si miramos esta parábola con ojos occidentales nos parecerá muy poco natural y muy peregrina. Pero, de hecho, cuenta una historia que podría haber sucedido en cualquier tiempo en un pueblo de Palestina, y que podría suceder ahora.
Así es que estad alerta, porque no sabéis el día ni la hora en que ha de volver el Hijo del Hombre.
Si miramos esta parábola con ojos occidentales nos parecerá muy poco natural y muy peregrina. Pero, de hecho, cuenta una historia que podría haber sucedido en cualquier tiempo en un pueblo de Palestina, y que podría suceder ahora.
Una boda era una gran ocasión. Todo el pueblo salía a acompañar a la pareja a su nuevo hogar, e iban por el camino más largo posible para recibir las felicitaciones de los más posible. «Todo el mundo —decían los judíos— entre los 6 y los 60 seguirá el tambor del matrimonio.» Los rabinos estaban de acuerdo en que uno debía hasta interrumpir el estudio de la Ley para participar de la alegría de una fiesta de boda.
Lo interesante de esta historia depende de una costumbre judía que es muy diferente de las nuestras. Cuando se casaba una pareja, no se iban de luna de miel, sino se quedaban en casa. Durante una semana tenían la puerta abierta a los que los quisieran visitar; los amigos los trataban, y hasta se dirigían a ellos, como príncipe y princesa. Era la semana más dichosa de la vida. A las celebraciones de esa semana estaban invitados sus amigos más íntimos; así es que no fue solamente la ceremonia, sino toda una semana de fiesta lo que se perdieron las chicas simples por no estar preparadas.
El relato de cómo se lo perdieron todo está perfectamente de acuerdo con aquellas costumbres. El Dr. J. Alexander Findlay cuenta lo que él mismo vio en Palestina: «Cuando estábamos acercándonos a la entrada de un pueblo de Galilea —escribe—, vi a diez chicas alegremente vestidas, y que iban tocando alguna clase de instrumentos, que venían bailando por la carretera delante de nuestro coche. Cuando pregunté qué estaban haciendo, el guía me dijo que iban a hacerle compañía a la novia hasta que llegara el novio. Pregunté si tendríamos ocasión de ver la boda; pero el movió negativamente la cabeza mientras decía: “Puede que sea esta noche, o mañana por la noche, o dentro de quince días; eso no se sabe nunca de seguro.” Y entonces pasó a explicar que una de las mayores suertes que se podían tener en una boda de clase media en Palestina era encontrarse con el cortejo nupcial descansando, y que el novio llegara inesperadamente, a veces en medio de la noche; es verdad que la opinión pública espera que mande un mensajero por la calle gritando: “¡Atención, que viene el novio!” Pero eso puede suceder a cualquier hora; de modo que el cortejo nupcial tiene que estar preparado para salir a la calle a cualquier hora a recibir al novio cuando se le ocurra llegar… Otros detalles importantes son que a nadie se le permite estar en la calle cuando anochece sin una lámpara, y también que, una vez que ha llegado el novio, y se ha cerrado la puerta, los que lleguen tarde a la ceremonia ya no pueden entrar». Así es que el drama de la parábola de Jesús se representa exactamente en el siglo XX. Aquí no tenemos ninguna historia imaginaria, sino un gajo de la vida de una aldea de Palestina.
Como tantas parábolas de Jesús, esta tiene un sentido inmediato y local, y también un sentido más amplio y universal.
En su significado inmediato, iba dirigida a los judíos. Ellos eran el pueblo elegido de Dios; toda su historia debiera haber sido una preparación para la venida del Hijo de Dios; deberían haber estado preparados para cuando Él viniera. Pero, por el contrario: estaban totalmente desprevenidos, y por tanto se encontraron excluidos. Aquí tenemos, en forma dramática, la tragedia de la falta de preparación de los judíos.
Pero la parábola tiene al menos dos advertencias universales.
(i) Nos advierte que hay ciertas cosas que no se pueden obtener en el último minuto. Es demasiado tarde para un estudiante el preparar los exámenes la noche antes. Es demasiado tarde para una persona el adquirir la habilidad o el carácter, si no los posee anticipadamente, cuando se le presenta la oportunidad de un buen trabajo. También es fácil dejar las cosas para tan tarde que ya no nos podemos preparar para encontrarnos con Dios. Cuando María de Orange estaba muriendo, su capellán trató de hablarle del camino de la salvación. Ella contestó: «No he dejado esa cuestión para esta hora». Llegar demasiado tarde es siempre una tragedia.
(ii) Nos advierte que hay ciertas cosas que no se pueden pedir prestadas. A las chicas simples les resultó imposible conseguir aceite prestado cuando descubrieron que les hacía falta. No se puede recibir prestada una relación con Dios. Cada cual debe poseerla por sí. No se puede pedir prestado un carácter. Se tiene que llevar puesto. No podemos estar viviendo siempre de prestado del capital espiritual que han reunido otros. Hay ciertas cosas que tenemos que ganarnos o adquirir por nosotros mismos, porque no nos las pueden prestar otros.
No hay toque de difuntos más cargado de remordimiento que el sonido de las palabras «¡Demasiado tarde!».
EL TALENTO ENTERRADO
14 »También el reino del cielo puede ilustrarse mediante la historia de un hombre que tenía que emprender un largo viaje. Reunió a sus siervos y les confió su dinero mientras estuviera ausente. 15 Lo dividió en proporción a las capacidades de cada uno. Al primero le dio cinco bolsas de plata; al segundo, dos bolsas de plata; al último, una bolsa de plata. Luego se fue de viaje.
16 »El siervo que recibió las cinco bolsas de plata comenzó a invertir el dinero y ganó cinco más. 17 El que tenía las dos bolsas de plata también salió a trabajar y ganó dos más. 18 Pero el siervo que recibió una sola bolsa de plata cavó un hoyo en la tierra y allí escondió el dinero de su amo.
19 »Después de mucho tiempo, el amo regresó de su viaje y los llamó para que rindieran cuentas de cómo habían usado su dinero. 20 El siervo al cual le había confiado las cinco bolsas de plata se presentó con cinco más y dijo: “Amo, usted me dio cinco bolsas de plata para invertir, y he ganado cinco más”.
21 »El amo lo llenó de elogios. “Bien hecho, mi buen siervo fiel. Has sido fiel en administrar esta pequeña cantidad, así que ahora te daré muchas más responsabilidades. ¡Ven a celebrar conmigo!”.
22 »Se presentó el siervo que había recibido las dos bolsas de plata y dijo: “Amo, usted me dio dos bolsas de plata para invertir, y he ganado dos más”.
23 »El amo dijo: “Bien hecho, mi buen siervo fiel. Has sido fiel en administrar esta pequeña cantidad, así que ahora te daré muchas más responsabilidades. ¡Ven a celebrar conmigo!”.
24 »Por último se presentó el siervo que tenía una sola bolsa de plata y dijo: “Amo, yo sabía que usted era un hombre severo, que cosecha lo que no sembró y recoge las cosechas que no cultivó. 25 Tenía miedo de perder su dinero, así que lo escondí en la tierra. Mire, aquí está su dinero de vuelta”.
26 »Pero el amo le respondió: “¡Siervo perverso y perezoso! Si sabías que cosechaba lo que no sembré y recogía lo que no cultivé, 27 ¿por qué no depositaste mi dinero en el banco? Al menos hubiera podido obtener algún interés de él”.
28 »Entonces ordenó: “Quítenle el dinero a este siervo y dénselo al que tiene las diez bolsas de plata. 29 A los que usan bien lo que se les da, se les dará aún más y tendrán en abundancia; pero a los que no hacen nada se les quitará aun lo poco que tienen. 30 Ahora bien, arrojen a este siervo inútil a la oscuridad de afuera, donde habrá llanto y rechinar de dientes”.
A uno le dio 1.500 euros; a otro, 600, y a otro 300. A cada uno de ellos según su capacidad; y luego se marchó. Lo más pronto que pudo, el que había recibido los 1.500 euros fue y los invirtió, y obtuvo otros 1.500. De la misma manera, el que había recibido 600, sacó otros 600. Pero el que había recibido 300 se retiró, y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su amo. Después de mucho tiempo volvió el amo de aquellos sirvientes, y echó cuentas con ellos. El que había recibido 1.500 euros llegó trayendo otros 1.500. «Señor —le dijo—, tú me diste 1.500 euros. Mira; he obtenido un beneficio de otros 1.500.» El amo le dijo: «¡Bien hecho, buen siervo y fiel! Me has sido fiel en un pequeño negocio; te pondré a cargo de muchas cosas; ven a celebrarlo con tu amo». El que había recibido 600 euros llegó diciendo: «Señor, tú me dejaste un depósito de 600 euros. ¡Mira! He obtenido unas ganancias de otros 600». Su amo le dijo: «¡Bien hecho, buen siervo y fiel! Me has sido fiel en un pequeño negocio; te pondré a cargo de muchas cosas; ven a celebrarlo con tu amo». El que había recibido 300 euros también se presentó. «Señor —le dijo—, sabía que eras un hombre implacable, que siegas lo que no labraste y que recoges lo que no sembraste. Así que me dio miedo, y me aparté y escondí tus 300 euros en la tierra. Mira: Aquí tienes lo que es tuyo.» El amo le respondió: «¡Siervo malvado y cobarde! ¿Conque sabías que siego donde no he labrado y recojo lo que no he sembrado? Deberías haber depositado mi dinero en el banco, para que cuando yo volviera lo recibiera con intereses. Así que, quitadle los 300 euros y dádselos al que tiene 1.500. Porque al que tenga se le dará para que tenga en abundancia; pero al que no tenga, hasta lo que tenga se le quitará. Y echad a este siervo inútil a la oscuridad de fuera. Que llore y rechine los dientes allí».
Como la parábola anterior, esta tenía una lección inmediata para los que la oyeron por primera vez, y toda una serie de lecciones para nosotros en la actualidad. Se la conoce como La Parábola de los Talentos. En nuestra traducción hemos cambiado los talentos por la moneda actual. El talento no era una moneda, sino un peso; y por tanto su valor dependía del metal del que se tratara, cobre, oro o plata. El metal que se utilizaba más corrientemente era la plata, y el valor de un talento de plata era de unas 300 euros. Pero para tener una idea de su valor adquisitivo, recuérdese que el jornal de un obrero era de 6 céntimos. Sobre esa base hemos hecho las equivalencias de las varias sumas.
No cabe la menor duda de que la atención original se centraba en el siervo inútil. No hay duda de que representaba a los escribas y los fariseos por su actitud ante la Ley y la verdad de Dios. El siervo inútil enterró su talento en la tierra para podérselo devolver a su amo intacto. Todo el propósito tanto de los escribas como de los fariseos era guardar la Ley exactamente como era. Según la frase que ellos mismos usaban, debían «construir una cerca alrededor de la Ley». Cualquier cambio, cualquier desarrollo, cualquier cosa nueva, era para ellos anatema. Su método implicaba la parálisis de la verdad religiosa.
Como el hombre con un talento, deseaban mantener las cosas exactamente como habían estado siempre —y era por eso por lo que estaban condenados. En esta parábola Jesús nos dice que no puede haber religión sin aventura, y que a Dios no Le sirve para nada una mente cerrada. Pero hay mucho más que eso en esta parábola.
(i) Nos dice que Dios da a las personas diferentes dones. Uno recibió cinco talentos, otro dos, y otro uno. No es el talento de la persona lo que importa; lo que importa es cómo lo use. Dios nunca exige de nadie habilidades que no tenga; pero exige que cada persona use a tope las habilidades que posea. Todas las personas no tienen los mismos talentos; pero pueden ser iguales en el esfuerzo. La parábola nos dice que sea cual fuere el talento que tengamos, pequeño o grande, debemos ponerlo al servicio de Dios.
(ii) Nos dice que la recompensa por un trabajo bien hecho es aún más trabajo para hacer. A los dos siervos que habían cumplido bien no se les dijo que podían sentarse a descansar, sino se les dieron mayores tareas y responsabilidades más grandes en el trabajo de su amo.
(iii) Nos dice que la persona que es castigada es la que ni siquiera intentó hacer nada. El que tenía un talento no lo empleó, no hizo nada con él. Si lo hubiera arriesgado y perdido, habría sido mejor que no hacer nada en absoluto. Siempre es una tentación para el que no tiene más que un talento el decir: «Tengo tan poco, y puedo hacer tan poco con ello, que no vale la pena intentarlo para lo poco que voy a sacar». La condenación recae sobre la persona que, aunque no tenga nada más que un talento, no intente usarlo ni arriesgarlo para el bien común.
(iv) Establece una ley de la vida que es universalmente cierta. Nos dice que al que tiene se le dará más, y el que no tiene perderá hasta lo que tenga. El sentido es el siguiente. Si una persona tiene un talento y lo ejercita, se hace progresivamente más capaz de usarlo más. Pero si tiene un talento y deja de utilizarlo, inevitablemente lo perderá. Si se nos da bien un juego o un arte, si tenemos algún don para algo, cuanto más lo ejercitemos más capaces seremos de asumir mayores tareas en esa área. Mientras que, si dejamos de usarlo, lo perdemos. Eso es igualmente cierto de jugar al tenis, o tocar el piano, o cantar, o predicar, o tallar madera, o pensar ideas. Es la lección de la vida que la única manera de conservar un don es usarlo en el servicio de Dios y de nuestros semejantes.
EL BAREMO DE DIOS
—Cuando venga el Hijo del Hombre con todos Sus ángeles, ocupará Su puesto en Su trono glorioso, y todas las naciones se reunirán delante de Él; y Él separará a unos de otros como separa un pastor las ovejas de las cabras, colocando las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces el Rey les dirá a los de Su mano derecha: «¡Venid, vosotros a quienes ha bendecido Mi Padre, entrad en posesión del Reino que se os ha preparado desde la creación del mundo! Porque cuando Yo estaba hambriento Me disteis de comer; cuando estaba sediento, Me disteis de beber; cuando era un forastero, Me recibisteis; cuando estaba desnudo, Me vestisteis; cuando estaba enfermo, vinisteis a visitarme; cuando estaba en la cárcel, vinisteis a verme.» Entonces los íntegros Le contestarán: «Señor, ¿cuándo Te vimos hambriento, y Te dimos de comer; o sediento, y Te dimos de beber; o cuando Te vimos forastero, y Te recibimos en nuestras casas; o desnudo, y Te vestimos? ¿Cuándo Te vimos enfermo, o en la cárcel, y fuimos a verte?». Y entonces el Rey les contestará: «Os digo la pura verdad: En tanto en cuanto se lo hicisteis a uno de los más pequeñitos de estos Mis hermanos, Me lo hicisteis a Mí». Entonces les dirá a los de Su izquierda: «¡Alejaos de Mí, malditos, al fuego eterno que está preparado para el diablo y sus ángeles! Porque estuve hambriento, y no Me disteis de comer; sediento, y no Me disteis de beber; fui forastero, y no Me recibisteis entre vosotros; desnudo, y no Me vestisteis, enfermo y en la cárcel, y no vinisteis a visitarme». Entonces esos también Le contestarán: «Señor, ¿cuándo Te vimos hambriento, o sediento, o forastero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no Te prestamos ningún servicio?». Entonces Él les responderá: «Os digo la pura verdad: En tanto en cuanto no se lo hicisteis a uno de los más pequeños de estos, no Me lo hicisteis a Mí». Y éstos se retirarán al castigo eterno, y los íntegros irán a la vida eterna.
Esta es una de las parábolas más gráficas que Jesús dijo nunca, y su lección está clara como el agua: Que Dios nos juzgará de acuerdo con nuestra reacción a las necesidades humanas. Su juicio no será en función de los conocimientos que hayamos amasado, o de la fama que hayamos adquirido, o de la fortuna que hayamos ganado, sino de la ayuda que hayamos prestado.
Hay ciertas cosas que esta parábola nos enseña acerca de la ayuda que debemos prestar a otros.
(i) Debe ser la ayuda en cosas sencillas. Las cosas que Jesús escoge mencionar —dar una comida a un hambriento, o algo de beber a un sediento, recibir a un forastero, animar a un enfermo, visitar a un preso— son cosas que cualquiera puede hacer. No se trata de dar miles de euros, ni de escribir nuestros nombres en los anales de la Historia; sino de prestar una sencilla ayuda a personas que nos encontramos todos los días. No hay ninguna otra parábola que le abra el camino de la gloria de tal manera a la gente sencilla.
(ii) Debe ser una ayuda desinteresada. Los que la prestaron no lo hicieron pensando que estaban ayudando a Cristo o haciendo méritos para la eternidad; ayudaban porque no podían por menos. Era la reacción natural, instintiva, totalmente desinteresada, del corazón amante. Mientras que, por la otra parte, la actitud de los que dejaron de ayudar era: «Si hubiéramos sabido que eras Tú, Te habríamos ayudado con mil amores; pero creímos que era simplemente una persona corriente que no valía la pena ayudar». Sigue siendo verdad que hay algunos que ayudarían si hubieran de recibir por ello alabanzas y gracias y publicidad; pero ayudar de esa manera no es ayudar; es apilarse méritos. No es prestar por generosidad, sino por egoísmo disfrazado. La ayuda que obtiene la aprobación de Dios es la que se da nada más que para ayudar.
(iii) Jesús nos coloca cara a cara con la maravillosa verdad de que toda ayuda de esta clase que prestemos a nuestros semejantes se Le da a Él, y toda ayuda que se niega, se Le niega a Él. ¿Cómo puede ser esto? Si de veras queremos alegrar el corazón de un padre, y queremos moverle a gratitud, el mejor modo de hacerlo es ayudando a uno de sus hijos. Dios es el gran Padre; y la manera de alegrar el corazón de Dios es ayudando a Sus hijos, nuestros semejantes.
Hubo dos hombres que encontraron esta parábola benditamente cierta. Uno fue Francisco de Asís; era rico y de elevado nacimiento y clase, pero no era feliz, porque tenía el sentimiento de que la vida era incompleta. Un buen día iba dándose un paseo a caballo, y se encontró con un leproso, horrible y repulsivo por la fealdad de su enfermedad. Algo movió a Francisco a bajar del caballo y abrazar a aquel miserable doliente; y en sus brazos el rostro del leproso se transformó en el rostro de Cristo.
El otro fue Martín de Tours. Era soldado romano, y cristiano. Un frío día de invierno, cuando entraba en una ciudad, le paró un mendigo para pedirle limosna. Martín no tenía dinero; pero el mendigo estaba azul y tiritando de frío, y Martín le dio lo que tenía. Se quitó su capa militar, usada y desgastada como estaba, la cortó en dos y le dio la mitad al mendigo. Aquella noche tuvo un sueño. En él vio los lugares celestiales, y a todos los ángeles, y a Jesús en medio de ellos; y Jesús llevaba puesta la media capa de un soldado romano. Uno de los ángeles Le preguntó: «Maestro, ¿por qué llevas esa capa vieja y desgastada? ¿Quién Te la ha dado?». Y Jesús le contestó suavemente: «Me la ha dado Mi siervo Martín».
Cuando aprendemos la generosidad que ayuda sin interés a las personas en las cosas más sencillas, nosotros también experimentamos el gozo de ayudar a Jesucristo mismo.
William Barclay, Comentario Al Nuevo Testamento (Viladecavalls (Barcelona), España: Editorial CLIE, 2006), 176–179.